Diálogos conciliatorios para Cuba
Patricia Grogg conversa con el Reverendo Raimundo García, fundador del Centro Cristiano de Reflexión y Diálogo- Cuba de Cárdenas, Matanzas, sobre los desafíos actuales de esta organización de la sociedad civil cubana.
La Habana, 3 nov.- Más de dos décadas de trabajo a favor de la comunidad acumula el Centro Cristiano de Reflexión y Diálogo-Cuba (CCRD-C) que, en la ciudad matancera de Cárdenas, a 150 kilómetros de La Habana, se ha convertido en espacio para concertar puntos de vista sobre la realidad nacional entre personas con distinta fe, clase y posición política.
A sus tradicionales acciones asistenciales para grupos vulnerables, los programas de capacitación resolución de conflictos, la atención psicopastoral a la comunidad y el incentivo de la conciencia ecológica, la institución no gubernamental sumó recientemente la plataforma de diálogo Cuba Posible, que propone una lectura crítica a conflictos sociales, económicos y democráticos del país.
Para esclarecer los vínculos entre esta iniciativa y el tradicional trabajo de la institución ecuménica, al tiempo que apuntar los actuales retos de centro como parte de la sociedad civil cubana, conversamos con su fundador y actual subdirector, el Reverendo Raimundo García.
Patricia Grogg: ¿Cuáles son los principios que inspiran el trabajo comunitario del CCRD- C?
Rev. Raimundo García: Esos principios no surgen de pronto, se fueron formando en medio de conflictos muy fuertes ocurridos en la Cuba de los años 60. Era una época complicada para la Iglesia y los creyentes, en la cual la sociedad cubana vivía fuertes contradicciones, con encuentros y desencuentros. Una etapa de muchas aspiraciones y esperanzas, pero también de tristeza, desesperanza e incluso de ira, para ambas partes.
Yo participaba como pastor de todo ese proceso. Tuvimos experiencias duras, desgarradoras, pero también fuimos aprendiendo y entrando en diálogos ecuménicos.
Por ejemplo, cuando a muchos religiosos nos llevaron para las Unidades Masivas de Apoyo a la Producción (UMAP), nos encontramos lo mismo jóvenes católicos que testigos de Jehová, pentecostales, adventistas, entre otras denominaciones, que nunca habíamos dialogado. Por otro lado estaban quienes se encargaban de la jefatura del lugar, que estaban allí para hablar con nosotros sobre el nuevo proceso revolucionario, con los que tuvimos conversaciones muy interesantes. Llegó un momento en que, a uno de ellos, me atreví a decirle que si la Revolución era verdadera, aquellos campamentos iban a desaparecer, como en realidad sucedió.
Cuando salí de la UMAP algunas personas me aconsejaron irme del país. Pero mi esposa y yo nos sentamos muy seriamente a conversar y decidimos quedarnos para enfrentar lo que viniera. Nos dimos cuenta de que la iglesia estaba un poco ensimismada en salvar su trabajo y resolver sus problemas, pero a nuestro juicio eso había que hacerlo en medio de la comunidad y para la comunidad.
Desde ese momento me preocupaba hacer algo a favor de las personas, por eso surgió la idea de crear un grupo para dialogar, que desembocó en un pequeño colectivo ecuménico de cristianos, en el que estuvo también el padre Carlos Manuel de Céspedes (1936-2014) y que terminó en el año 1968.
Cuando salí de ahí traté de crear, en otra iglesia a la que me trasladaron, un grupo similar, pero no tuve autorización. Seguí insistiendo y luego, como director provincial del Centro de Estudios del Consejo de Iglesias en Matanzas, fundé el Boletín “Reflexión y diálogo” en el año 1971.
En el año 1991, logramos comenzar con el CCRD-C.
PG:La sociedad cubana ha cambiado mucho desde entonces. ¿Cómo se proyecta el centro ante la situación actual del país?
RG: Estamos en un momento de crisis muy profunda que necesitamos resolver. No acabar con el país ni con las ideas buenas que ha tenido el proyecto revolucionario, pero las personas han cambiado, la situación mundial ha cambiado, las técnicas han cambiado. Vivimos en otro ambiente sobre el que prácticamente no se menciona nada. Estamos en un mundo postmoderno y tenemos que entender estas transformaciones, porque nos marcan.
Es necesario comprenderlo como personas, como sociedad, y también desde el gobierno, el partido o los partidos: el mundo que vivimos en los años 60, 70, 80 y aún en parte los 90, ya no es el mismo. La experiencia dice que vivimos dentro de un pueblo que cambió en muchos sentidos y por diferentes razones.
PG: ¿Cuál es el significado de ese cambio para el CCRD-C?
RG: Un reto cada vez mayor. Hemos tenido que correr para que la realidad no nos deje detrás. Hay cuestiones del pasado que todavía nos lastran mucho. Algunas iras que hay que calmar. Si se toman buenas lecciones de Historia, hay que saber que la ira nos lleva a enfrentamientos, a destrucciones que, en definitiva, no resuelven nada. Tenemos que luchar por diálogos conciliatorios en el país. No mantener una bandera y decir aquí planto, esta es mi idea, hay que respetármela y esto es lo que yo quiero. Debemos dialogar.
PG: Recientemente lanzaron junto a los laicos católicos Lenier González y Roberto Veiga el proyecto Cuba Posible, que tiene en su consejo de dirección a importantes intelectuales cubanos. En función de ese diálogo nacional, ¿qué se propone esta iniciativa?
RG: Esa es una idea que no ha sido nuestra. Surgió en el seno de la iglesia católica, generada por católicos, con quienes hemos mantenido una magnífica relación institucional siempre.
Es natural que un proyecto como Cuba posible, tan valiente y por valiente arriesgado, encuentre personas que simpaticen con él y otras que no. Algunas veces la Iglesia, por razones válidas, no puede llegar a ciertos compromisos. También la jerarquía de la Iglesia se ve presionada por diferentes realidades y sabiamente tiene que evaluar lo que hace.
El proyecto llegó sorpresivamente, porque nosotros no estábamos metidos tan dentro como para saber cuándo ocurre una separación, aunque algunas veces esta sea imprescindible, necesaria. Nos pasó a nosotros en el Centro, cuando en un momento no se comprendió la idea de nuestro trabajo y se tildaba de loca. Pero tras estar en varias de las reuniones y hablar con quienes iniciaron Cuba Posible, ellos han demostrado estar abiertos al diálogo honesto.
PG: ¿Cómo encaja esa idea con la misión y el trabajo del Centro?
RG: Nosotros acogimos un texto bíblico para presidir nuestro trabajo: examínenlo todo y retengan lo bueno. Eso hemos tratado de hacer desde todos los puntos de vista, sociales, económicos políticos, religiosos, de género, etc. Nuestro lema no fue escogido al azar: “Si no somos parte de una solución, somos parte del problema”. Nos mueven las realidades de las que formamos parte y para solucionarlas trabajamos.
Cuando encontramos que un proyecto como Cuba Posible se podía quedar en el aire, porque para concretarlo se necesita un respaldo legal e institucional, una personalidad jurídica, enseguida lo asumimos. De lo contrario hubiera sido como dejar huérfana a una criatura que está desarrollándose pero tiene perspectivas de crecer para ser algo muy bueno.
PG: Lograron un equilibrio en cuanto a los diversos espacios de investigación social dentro del Consejo directivo del proyecto.
RG: La gente se ha integrado de muy buena voluntad y están dispuestos a cooperar. Veo el futuro promisorio y sin rompimientos.
PG: ¿Qué significa para usted la metáfora de Cuba Posible?
RG: En primer lugar creo que es posible esa Cuba. Pero necesita que nos demos cuenta que el tiempo ha pasado y que las cosas no son iguales, que las generaciones cambian y que hace falta que personas jóvenes vayan ocupando los roles que les corresponden. Y que a esas personas jóvenes se les posibilite un entrenamiento suficiente y una visión real y optimista del mundo para que puedan actuar.
La Cuba posible no puede estar divorciada. El mundo es de diálogo, no es de sectores enfrentados. No podemos seguir creando estilos de guerra fría por aquí y por allá, porque la humanidad nunca se va a concertar en un solo proyecto.
Es preciso buscar una manera de entendernos. No vamos a lograr la utopía de un mundo igual porque el ser humano no es igual al otro. No vamos a pretender que un país sea igual a otro, que un sistema político sea igual a otro, o que se imponga en todos lugares. Vamos a tratar de convivir entre los que tenemos diferentes tipos de ideas, buscando lo mejor.
Que se disminuya lo más posible la explotación de las personas. Que disminuyan las pobrezas, las violencias, los abusos. Eso es lo que podemos hacer. Los golpes no resuelven nada, los insultos no resuelven nada, el autoritarismo no resuelve nada.
Esa Cuba es posible por sus raíces históricas y, dentro de ellas, también están las cristianas. (2014).
Un comentario
Sylvia María Valls
En 1957, en el College of Wooster, en Ohio, conocí a tres excelentes estudiantes que provenían de esta institución. En esa época era yo ex-change student en el College y daba clases de español y estudiaba de tiempo completo. Fue una hermosa experiencia. Qué gusto me da conectar con esta institución que podría ayudar muchísimo a la hora de rehacer a nuestra patria cubana de los horrores engendrados en la guerra fría, hija de una capitalismo rapaz que nada tiene que ver con la libertad de nada –LIBERTAD DE EMPRESA SIN CAPITALISMO es lo que debemos pregonar junto a un ECUMENISMO GLOBAL Y UN CATOLICISMO REALMENTE UNIVERSAL. Espero podremos invitar a Francisco a platicar con nosotros. Francisco el jesuita -el Papa Negro– de las profecías que puede marcar la transición entre un fascismo de estado y una comunidad global realmente libre, con biorregiones unidas y municipios autónomos.