Activismo cubano por la no discriminación racial a fondo
Considero que es un activismo naciente, que aún necesita establecer alianzas, generar agendas temáticas a través de los medios de comunicación y enfocar el discurso en función de acciones concretas que dejen detrás la manida narrativa de hechos de agresión, que ya se han contado una y otra vez. Es tiempo de resultados.
Las causas son múltiples. Falta de atención, carencia de apoyo gubernamental, de espacios públicos donde elevar el discurso, descontento, ausencia de conciliaciones y el no concretar la unidad de acción entre los activistas de diferentes proyectos que trabajan este tema.
Para pertenecer a la Asociación Caribeña de Cuba, por ejemplo, es un requisito demostrar que tienes familiares en Haití, Jamaica, Islas Vírgenes… Entonces ella misma es exclusiva y no inclusiva.
De manera cierta, no conozco de ningún intento de legalizar asociaciones, como hubo antes, de Morenos, Pardos y Mulatos, que así se llamó durante la etapa neocolonial en Cuba. Tampoco ahora, de meras asociaciones de negros; pero sí puedo aseverar que, en 1996, fui visitada dos veces en un proyecto sociocultural comunitario que sesionaba en Cayo Hueso, Centro Habana, y se nos cuestionó por llamarnos «Moros y Cristianos». También creo que, si estuviera en la voluntad política del Estado, se hubiese creado, así como han surgido el resto de las asociaciones.
Considero que no se necesitan nuevas organizaciones. Más que una organización, debe haber un movimiento identificado por el Estado para estas funciones y sería importante si organizaciones ya establecidas, como la Federación de Mujeres Cubanas, que trabajan proyectos de sensibilización como lo es el que apunta a la homofobia, trabajaran también los temas de discriminación racial, sin escapar de la responsabilidad social que esto implica.
Hay desinterés, pero esto no significa que falten las instituciones. Algunas, como la UNEAC, el Centro Juan Marinello, el Félix Varela, por solo nombrar algunas, articulan; pero el racismo se observa y se trabaja desde diagnósticos microsociales, luego serán macrosociales. Las instituciones, por lo general, no se involucran porque el Estado no ha mirado el problema en su total magnitud, por lo que, al no valorarse, no hay inserción institucional.