A debate

Activismo cubano por la no discriminación racial a fondo

Roberto Zurbano Torres

Poeta, crítico y ensayista. Trabaja en el Centro de Investigaciones Literarias de Casa de las Américas. Es integrante de la Articulación Regional de Afrodescendientes de América Latina y el Caribe (Araac), la UNEAC y el Club del Espendrú.

Es bastante singular porque cuando se habla de este asunto en Cuba se está pensando siempre en activismo político opositor. Quienes, por una razón y otra, trabajamos desde los distintos grados del activismo y nos llamamos así, tenemos esa especie de condena nominal. Es una especie de sospecha muy fuerte que inhibe el trabajo de la gente. De manera que el activismo cubano antirracista siempre fue muy mal visto porque fue parte, compartió el tabú y el silencio que por más de 40 años pesó sobre la problemática racial en Cuba. Después de los dos discursos de Fidel sobre racismo, en marzo y abril de 1959, no vuelve a haber otro discurso público hasta 2005, en un evento de pedagogía. Recuerdo también el discurso de Fidel en el Congreso de la UNEAC, en noviembre de 1998, pero nunca se publicó.

En la década del sesenta, el activismo en Cuba tenía figuras muy importantes, como Walterio Carbonell, estudioso y antropólogo marxista, amigo de Fidel en la universidad. Ambos fueron miembros de la liga contra el racismo en la Universidad de La Habana. Walterio fue, sino el primero, uno de los pocos hombres que tuvo una posición crítica con respecto a la herencia racista de la revolución. La revolución hereda una serie de problemáticas que, en el orden material y económico, se pudieron resolver con la subversión que ocurrió entre 1959 y 1960, pero no en términos culturales e ideológicos. Walterio quiso que la revolución le pusiera atención a ese fenómeno. También hubo otros, como Juan René Betancourt, Carlos Mur, pero quien se quedó en Cuba fue Walterio Carbonell.

El activismo antirracista cubano ha sido fuerte, sobre todo, en el orden de la cultura. Ahí tienes el caso de Tomás González, gran teatrista y dramaturgo; en el cine están Sara Gómez y Nicolacito Guillén; “El Ambia”, poeta popular; Eliseo Altunaga, escritor y guionista, y Tato Quiñones, también escritor e investigador. Es decir, hay una serie de nombres que en los setenta retoman las ideas de Walterio Carbonell. Luego, en los ochenta, se hicieron cosas, pero el núcleo era muy pequeño.

El movimiento antirracista se empieza a hacer mucho más fuerte y sistemático ya en la pasada década del noventa, siempre en el sector cultural. Había mucha gente que se nucleaba en un evento que hacía Lizette Vila que se llamaba “Como agua para chocolate”, dentro del Caracol. Ese espacio empieza a tener vida propia y termina saliéndose del evento para convertirse en el proyecto Color Cubano, que duró muchos años, hasta que, en el dos mil y algo, la UNEAC quiso disolverlo y crear la Comisión Aponte.

Un rasgo del activismo cubano tiene que ver con cierta parquedad, desamparo y límites de tipo legal, pero también político. Muchas veces hemos sido tildados de contrarrevolucionarios porque no solo hacemos crítica de la realidad y de lo que está mal, sino que hacemos una crítica antisistémica. Hay crítica antisistémica, pero en todos los sectores de la sociedad, no solamente en contra del racismo; también contra la homofobia, en la lucha ecologista, en la economía, en muchos ámbitos de la sociedad. Los activistas que tienen una preocupación de carácter emancipatorio, que siempre están demandando que se respeten los presupuestos originales de la revolución, han sido metidos en un mismo saco: el de los opositores, el de los disidentes. Y ahí hay una confusión. De modo que la palabra activista, en Cuba, está llena de toda esa contaminación, razón por la cual mucha gente, a veces, tiene miedo de decir que es activista.

En los últimos años se ha venido desarrollando un activismo ya no solo en el plano cultural, sino también en el orden sociorreligioso, y otro que se vincula más a las bases, a lo comunitario. Por ejemplo, la Red Barrial Afrodescendiente y otras personas que trabajan estrechamente en las bases están haciendo un trabajo hermoso. Ese activismo es la primera línea de fuego, la primera línea de combate. Ellos saben, por ejemplo, cuántas adolescentes hay embarazadas en sus barrios, cuál es la problemática del alcoholismo, cuántos días hace que no se recoge la basura. Y, además, saben crear proyectos alternativos, convocar, identificar a líderes naturales. Se han ganado una autoridad con esa fuerza, con ese empuje, con ese sentido de lo colectivo.

Por otro lado, está el activismo que se hace desde la academia. Hay gente de la academia que se ha estado preocupando por esta problemática desde hace mucho tiempo y hace un análisis más profundo, más conceptual, lo cual es un complemento esencial que ayuda a esclarecer determinados procesos históricos, sociales, económicos, culturales que están en la base de lo que está ocurriendo en Cuba en el tema racial.

También hay un tipo de activismo que tiene un enfoque en derechos, que trabaja por la defensa de personas en cuestiones legales concretas; y otro tipo de activismo que trabaja en espacios digitales, en la web y en blogs… De modo que, en los últimos años, el activismo tiene mejor cara.

El activismo antirracista en Cuba es diverso, pero también contradictorio. Es muy amplio en el aspecto político e ideológico. Hay organizaciones antirracistas de izquierda y de derecha. Llamadas así o, a veces, autodenominadas o denominadas por otros de esa manera. Hay oficialistas, no oficialistas, más críticas, menos críticas, más propositivas, y otras que son más locales, más conceptuales, pero impactan más en el orden global, digital, nacional, más que en el orden local y regional. Se ha ido ganando en espacio, se ha ido ganando en fuerza, en conocimiento y en experiencia, pero la proyección, la refracción social que tiene todo esto en los medios de comunicación es muy escasa todavía.

Por otro lado, existen muy pocos espacios de diálogo entre la esfera gubernamental y la sociedad civil en Cuba.

En aquel momento no hubo tanto debate como sí exposición y descripción de los fenómenos que estaban ocurriendo sobre el racismo en Cuba. Se empezó a aceptar gubernamentalmente que hay una cuota de racismo en la sociedad cubana que resulta no solamente negativa, sino creciente. Se pudo aprovechar más las circunstancias del Año Internacional de los Afrodescendientes y no se hizo. Nos metimos seis meses discutiendo si éramos afrodescendientes o no, cuando el racismo es un concepto que rebasa la condición antropológica y tiene que ver con la condición política. Cuando se habla de racismo no se está discutiendo sobre el color de la piel, sino sobre la distribución de las riquezas. Es decir, es un debate que tiene que ver con un tipo de opresión, de dominación, que existe en todas partes, pero también en Cuba, donde está latente aún un tipo de colonialismo cultural que nos ha llevado a que veamos como natural el chiste, las acciones y los pensamientos racistas.

Sin dudas, 2011 fue un momento donde hubo una importante contribución del campo académico. Pero, lamentablemente, el debate no llegó a concretarse en proyectos. El trabajo académico acerca del debate racial, nacional, local, internacional… a veces pierde de vista el enfoque sobre las personas. Eso es lo que despierta el activismo. El activismo no personaliza el asunto, sino que lo colectiviza en una comunidad específica. Es decir, muestra a las personas, de qué manera viven, cuál es su condición social, tan empobrecida, tan marginalizada, tan violenta, qué ha pasado que están en el sótano de nuestra sociedad. Y estamos hablando de gente que nació, la mayoría, dentro de la revolución. ¿Qué ha estado pasando?

Se ha perdido la posibilidad de trabajar en esas zonas específicas, en esas comunidades específicas, en proyectos específicos. Nos ha faltado indagación, cercanía con las bases, con las comunidades; también una visión más puntual de cómo se pueden subvertir todas estas cosas desde las propias instituciones cubanas: las culturales, sociales, turísticas, económicas y las organizaciones políticas y de masas, donde no se toca el tema racial.

La lucha contra el racismo debe ser anticapitalista y no siempre lo es. Debe ser una lucha no solamente para y desde las personas negras, sino que implique a todos los ciudadanos de Cuba porque el racismo afecta a los negros, pero también afecta a los mestizos y a todos los demás.

¿Qué está pasando con el racismo en Cuba? Tenemos que activarnos de una manera diferente. Y sí es una lucha ciudadana.

No tengo idea. Lo cierto es que es muy grande el desamparo legal en el que se encuentran los activistas de todas estas organizaciones que luchan contra el racismo en Cuba.

Me parece muy interesante recuperar la proyección emancipadora de actores, protagonistas del debate racial cubano que están en la base, en el activismo, en la producción del conocimiento y que, lamentablemente, se ha desperdigado y fragmentado. Cómo darle cuerpo a eso, cómo ponerlo en relación, en articulación, precisar su rumbo, su alcance. ¿Hacia una ley?, ¿una ley que tenga impacto en el mercado laboral, en la educación, en los medios, en las políticas públicas…?

Yo creo que sí. Pero no puedo decir con firmeza que debe ser esta o aquella.

La problemática del racismo en Cuba tiene que ver también con una posición epistemológica y política. No se trata de opiniones, todos tenemos opiniones, sino de posiciones frente a ese tema. Y eso ha faltado, no hay consenso, posiciones institucionales. Necesitamos una institución, un organismo, un centro, una coherencia, un espacio, no sé cómo llamarle, donde confluyan reflexiones, acciones, personas, ideas, intenciones, soluciones. Estamos buscando la manera de hacerlo, en medio de esta fragmentación. Y tal parece que no estamos haciendo nada, que hemos perdido el tiempo, pero no es así. Hay que decir: fragmentos a su imán. Hay que buscar un imán. ¿Y cuál es el imán? Hay que pensarlo en colectivo, porque este es un asunto colectivo. Y pensarlo sin prejuicio, desde visiones que vengan de la sociedad civil, del activismo, también desde el gobierno, desde la academia, desde las diversas visiones religiosas.

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