Dulce María Loynaz y las ruinas de una casa patrimonial

El documental, a pesar de su brevedad, requirió un arduo proceso de investigación.

Catorce minutos han bastado a la realizadora Lourdes de los Santos para denunciar sutil y poéticamente el estado ruinoso de la casa donde la escritora cubana Dulce María Loynaz escribió su emblemática novela Jardín y vivió sus más fértiles años de vida intelectual.

Últimos días de una casa es el documental con el que esta autora compitió por los Premios Coral en la trigésimo séptima edición del Festival de Nuevo Cine Latinoamericano y en él se refleja la desidia, el abandono y también la historia de toda una época de la literatura cubana, en la imagen y la voz de personalidades como la propia Dulce María, el historiador Eusebio Leal y el novelista Alejo Carpentier, quienes ofrecen al espectador el testimonio de los valores patrimoniales inmateriales de la vivienda ubicada en Línea y 14, en el Vedado, que es hoy un sitio dejado de la mano de Dios por la indolencia de los que debieron preservarla.

“Tratamos de que el material fuera breve y directo en el mensaje de alerta que todo el equipo de realización quería dar sobre tan dolorosa situación”, expresó Lourdes de los Santos a Altercine.

Últimos días de una casa es un sentido homenaje a quien es una de las más grandes mujeres de la literatura cubana de todos los tiempos.
Últimos días de una casa es un sentido homenaje a una de las más grandes mujeres de la literatura cubana de todos los tiempos.

“Solo cobrando conciencia de lo que encierran esos muros puede insistirse en la impostergable labor de restauración que requiere ese inmueble. Durante muchos años cada vez que he pasado por allí he ido viendo la decadencia y abandono de la casa donde Dulce María pasó su adolescencia, su infancia y parte de su juventud”, añadió.

“Había que hacer algo”, asegura. “Hay demasiada historia en esas paredes para dejar que la mansión se pierda irremediablemente”.

En el documental, la cámara se pasea como un testigo desolado por las ruinas de lo que fue una de las primeras construcciones de El Vedado a donde la familia Loynaz se mudó en 1904, antes que Dulce María Loynaz cumpliera los dos años de edad y cuando la falta de espacio y el asentamiento de familias humildes hicieron a los aristócratas habaneros expandirse fuera de lo que hoy constituye el Centro Histórico de la ciudad.

Además de considerar a la autora de Jardín “un pilar incuestionable de la cultura cubana”, de los Santos trata de que el espectador conozca un poco de la vida que hubo en ese inmueble a través del testimonio de la propia escritora y de Leal y Carpentier, quienes se refieren tanto a sus visitas, cuando las hicieran, como a los ilustres huéspedes que tuvo aquella mansión, entre los que se encuentran nada menos que Federico García Lorca y Gabriela Mistral.

Sin embargo, la documentalista insiste en que su principal objetivo fue denunciar.

“Yo he dicho en una ocasión que el patrimonio es tema de todos los que habitamos en la ciudad, seamos de aquí o no, pero vivimos en ella. A veces pienso que la gente habla de que La Habana es la capital de todos los cubanos de dientes para fuera. Hay que ver cómo cualquier ciudad o pueblo del país está más cuidado en sus edificaciones, paseos e higiene que la propia Habana, Y la culpa es de todos nosotros, que no hemos sabido desarrollar el sentido de pertenencia al lugar”.

De los Santos habla con dolor de su paso por Línea y 14; de cómo ha visto la decadencia y abandono del lugar y poco a poco desaparecen vestigios del ayer: estatuas, bañeras, vegetación, derrumbes parciales, modificaciones que los nuevos habitantes —no legales— han ido realizando, erigiendo cercas que delimitan pequeños espacios.

Todo ello nos lo muestra en imágenes que transpiran nostalgia y que se alternan con las entrevistas extraídas de archivo y versos premonitorios del poema “Últimos días de una casa”, que da título al cortometraje.

A ello habría que añadir el mérito de una realización con muy bajo presupuesto.

Hacerlo —dice de los Santos— con un costo bajo fue justamente mi primer propósito. “Mostrar que con poco se puede hacer documentales que atesoren una carga poética y a la vez estremezcan la sensibilidad. Es el tipo de documentales que me gusta hacer”, asegura.

La obra, a pesar de su brevedad, requirió un arduo proceso de investigación: en el archivo y la biblioteca nacionales, en la oficina del historiador y hasta en el registro de la propiedad para conseguir los datos de su edificación.

El resultado es una pequeña joya. Conmovedor en su minimalismo, con gran dominio del oficio y con una excelente fotografía que se yuxtapone con imágenes de otros materiales cinematográficos.

La realizadora confiesa que la figura de Dulce María Loynaz le interesa sobremanera y considera que lo más interesante en ella “es justamente ver el arraigo que tanto su vida como su obra tiene en las nuevas generaciones, que la consideran un referente crucial de su formación intelectual.

Sirva pues Últimos días de una casa como un llamado de alerta, pero también como un sentido homenaje a quien es, sin lugar a dudas, una de las más grandes mujeres de la literatura cubana de todos los tiempos. Gracias entonces a Lourdes de los Santos por esta evocación sencilla, pero pletórica de encanto.

Un comentario

  1. Ileana Ravelo Jerlehagen

    Un PATRIMONIO, como la casa de DULCE MARIA LOYNAS y Todo lo que está significa NO DEBE, seguir destruyendose. ES UN CRIMEN NO HACER NADA POR ESTO. Es quitarle a una nación y un país, UN PEDAZO DE SU HOSTORIA!

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