Leonardo Padura y su catedral literaria en 2017

Veinte años que no han sido cuesta abajo.

Padura es ya un autor de culto en la literatura hispanoamericana pero sigue trabajando muy duro cada día.

Foto: Jorge Luis Baños/IPS

Hace algo más de veinte años, en 1997, el azar me llevó a una cita muy especial: acompañé a Leonardo Padura al Salón del Libro de Pointe a Pitre, Islas Guadalupe, una fiesta de la cultura que convoca esa provincia francesa de ultramar y ese año privilegiaba a la literatura policial como invitada principal.

Apenas hacía seis años que el escritor habanero se había estrenado como autor en el género, pero ya había abierto un camino con tres novelas renovadoras del policial cubano.

Recordamos ese suceso porque se enlaza, temporalmente, con otro de gran trascendencia para el autor: la publicación de Máscaras por Tusquets. Luego de ganar el Premio Café Gijón en 1995, la editorial barcelonesa la incluyó en su colección Andanzas con el número 292. Fue la entrada de Padura en Grandes Ligas (para usar una metáfora beisbolera de su agrado).

Pero como se sabe en los universos del deporte y de la literatura, si importante es llegar, más importante aún es mantenerse jugando a ese nivel. Al año siguiente, otra novela de Padura era publicada en Tusquets: Paisaje de Otoño (Andanzas 345). Tanto esta como la anterior recibieron el Premio Hammet que entrega la Asociación Internacional de escritores Policiacos a la mejor novela del año.

El resto de esa historia es bien conocido: más adelante Tusquets publicó las otras dos novelas del ciclo Las Cuatro Estaciones: Pasado perfecto y Vientos de Cuaresma –que habían tenido su bautizo editorial en México y La Habana respectivamente–, así como las siguientes obras que fueron surgiendo en todos estos años.

Reconocido como autor de culto en la literatura hispanoamericana, el Premio Princesa de Asturias de las Letras 2015 sigue trabajando muy duro cada día, como si todo estuviera por hacer. Merced a esa faena los lauros a su obra no cesan y 2017 fue bien nutrido en distinciones, tanto a su obra literaria como a las conexiones de esta con la cinematografía.

De particular importancia para la mayor visibilidad y alcance de esa obra es la edición de su novela Herejes en Inglaterra (BitterLemonPress) y en Estados Unidos (Farrar, Strauss and Giroux) con traducción al inglés de Anna Kushner. Los frutos de esas ediciones ya se hicieron patentes el pasado diciembre cuando la revista especializada Literary Hub la incluyó entre las mejores novelas negras publicadas en EE.UU. en 2017.

Similarmente debe considerarse el impacto logrado por la serie cinematográfica Cuatro Estaciones en La Habana, difundida por la plataforma Netflix, que alcanzara el Premio Platino a la mejor miniserie o teleserie cinematográfica iberoamericana, y la nominación de la propia miniserie a los Premios Fénix.

Aunque el ámbito de recepción del audiovisual no converge necesariamente con el mundo literario, las referencias a las novelas, presentes en la serie, son notables incentivos para su lectura. Los personajes de Padura son una seducción para el espectador, una invitación a visitarlos en la tetralogía de libros en que se basa la teleserie. Las adaptaciones cinematográficas siempre fueron un imán hacia las fuentes.

Otras llamadas de atención a la obra de Padura en 2017 han sido los doctorados que le fueron otorgados al escritor por prestigiosas universidades de América Latina. Esas distinciones en el circuito académico generan programas de lectura, tesis, nuevos acercamientos y exploraciones.

Si bien el crecimiento de Leonardo Padura como escritor ha sido sostenido y coherente en la multiplicidad de géneros y disciplinas que abarca, es observable una dimensión más universal de su obra a partir de El hombre que amaba a los perros, considerada –hasta ahora– su novela de mayor impacto internacional.

Pero Herejes es igualmente un ejemplo cabal de literatura trasatlántica: el tema de la migración judía es tan potente y seductor como el asesinato de Trotski y la represión estalinista. Luego, el universo abierto por su traducción al inglés trae, necesariamente, nuevas percepciones y resonancias.

El año transcurrido también reportó un nuevo libro para cobijar las publicaciones de Padura en varios medios de prensa: El alma de las cosas, dado a la luz bajo el conjuro de la agencia Inter Press Service (IPS) con la editorial Acuario, del Centro Félix Varela.

Justamente en IPS, en las páginas de una peculiar revista nombrada Cultura y Sociedad, Padura encontró, en 1995, el espacio adecuado para expresarse en Cuba desde un periodismo enfocado en la sociedad local. También allí encontró amparo este redactor, y cuando finalice 2018 se cerrará un arco de veinte años de su colaboración con IPS, iniciada en la revista que editaba el escritor residente en Mantilla, con quien viajé a Islas Guadalupe hace veinte años. (2018)

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