Memorabilia

Entrevista con el coleccionista de beisbol Rolando Sánchez.

Lucía López Coll

En el año 1963 se hicieron postalitas a propósito de unos juegos que se celebraron con un equipo mexicano

Conocí a Rolando Sánchez durante el ciclo de conferencias “Deporte y cultura en Cuba”, organizado por la Fundación Alejo Carpentier durante los meses de septiembre y octubre pasados. No sabía entonces que se trataba de uno de los coleccionistas sobre el tema del béisbol más importantes en la isla, según pude comprobar después al visitar la exposición abierta al público con una pequeña muestra de su colección. Más tarde supe que sólo se trataba de la punta del iceberg, pues durante más de veinte años, y siguiendo los pasos de su padre, Rolando se ha dedicado a recopilar objetos, fotos, documentos, libros y revistas que hoy conforman lo que llama con cierto orgullo su memorabilia.

Me recibió en su casa usando la gorra azul de los Industriales y a los pocos minutos de conversación comprendí que Rolando no era un hombre al que simplemente le gustaba recopilar cosas, incluidos sellos, monedas y vitolas de tabaco. Reconoce que un coleccionista siente un placer muy especial al localizar un objeto raro, a veces único, y consigue incorporarlo a su patrimonio. Pero el asunto no termina ahí. Incluso a veces sólo es un comienzo, pues el encanto se prolonga cuando se logra investigar a fondo el origen de esa pieza, su paso a través del tiempo y su lugar preciso en la historia (a veces ignorada, perdida o relegada) de un territorio tan poblado como es la pelota en Cuba.

Cuando uno habla con Rolando se puede enterar de muchas cosas que no sólo desconocen los aficionados al deporte nacional, sino también aquellos considerados especialistas en el tema. Y no son pocos los que, ante la duda, acuden a él para aclarar una fecha o precisar un dato perdido en el tiempo.

-No hace mucho -recuerda-, alguien hablaba de que, increíblemente, en más de cien años de la práctica del beisbol en Cuba, nunca habíamos tenido un “Hall de la Fama”, un espacio dedicado a recordar a esas figuras imprescindibles de todos los tiempos. Sin embargo esto es totalmente falso, pues aquí se creó el segundo “Hall de la Fama” de todo el mundo, en el año 1939. Originalmente se ubicó en el estadio de la Tropical, hasta que se construyó el llamado entonces Gran Stadium de La Habana, en el Cerro, hoy Estadio Latinoamericano.

“Ese interés por buscar lo que hay detrás de los objetos de la colección me llevó, por ejemplo, a indagar el significado de los números que tienen grabados algunos pines (insignias que se llevan prendidas en la ropa), de las temporadas de beisbol invernal o profesional de 1945-46 y 1946-47. Se decía que ese era el número del abonado, pues en esa época se podía pagar la entrada directamente o comprar una determinada cantidad para asistir a toda la temporada, lo cual era más económico. Pero a mí no me convencía esa teoría y en una de mis investigaciones encontré una revista de beisbol que no era de las más conocidas, donde se explicaba que ese pin se vendía por un peso y era para asistir a una fiesta que se iba a celebrar un día determinado en el estadio, donde también se iban a rifar diferentes regalos aportados por decenas de comerciantes. Y gracias a esa búsqueda quedó resuelto el misterio de los pines numerados.

“Desde muy temprano la pasión por la pelota empezó a tener en Cuba cierto reflejo en toda clase de objetos utilitarios y de adornos, desde vajillas con los logotipos de los cuatro equipos más estables, Almendares, Habana, Marianao y Cienfuegos, hasta velas, abanicos, búcaros, lámparas, adornos de cristal, de loza y de navidad, timbres de bicicletas, frascos de perfumes, cintos, lápices, monederos, vasos, botellas de bebidas y un sinfín de cosas más que ni te puedes imaginar.

“Es increíble -continúa Rolando-, de qué manera determinados objetos que en su momento podían parecer banales, después adquirieron un gran significado. Este es el caso de las llamadas postalitas de peloteros que antes llegaban a manos de los aficionados por diferentes vías, incluida la promoción de la marca de un producto. Las primeras postales que aparecieron en Cuba sobre el tema de la pelota fueron concebidas por la fábrica de cigarros Cabañas, que en 1909 presentó una colección con los jugadores de los equipos Almendares, Habana y Detroit, de los Estados Unidos, que ese año vino a jugar a La Habana. El objetivo, claro está, era promocionar los cigarros Cabañas, por lo que cada cajetilla incluía una postalita de peloteros de esos conjuntos. Al año siguiente la fábrica de cigarros Punch hizo otra colección similar, y a partir de los años 1920 otras marcas de cigarros también empezaron a utilizar las postalitas para promocionar su producto. Lo cierto es que gracias a esa maniobra comercial de las compañías y fabricantes que aprovecharon la pasión de los aficionados, hoy contamos con un testimonio importante de esa época del béisbol. Incluso se ha dado el caso de peloteros que luego no tuvieron una trayectoria demasiado destacada y hoy es casi imposible encontrar más constancia de sus actuaciones en los años 1920 o 1930 que la existencia de esas postalitas conservadas hasta la actualidad.

“Otro ejemplo interesante fue lo sucedido con peloteros negros de Estados Unidos que debido a la segregación no podían jugar en Grandes Ligas y para los cuales se crearon las Grandes Ligas de peloteros de Color. Pero ellos sí podían jugar en Cuba, por lo que también se hicieron postalitas de esos jugadores que en su propio país no tuvieron ese reconocimiento, mientras aquí se conservó la referencia de su paso por el beisbol de esa época. Ya en los años 1940 y 1950 también se utilizaron como soportes las cajas de fósforos, que por una cara tenían la fotos de los peloteros y por detrás recogían sus récords.

“Todo ese material es muy interesante porque la memorabilia del beisbol permite recorrer su historia. Existen también documentos como cheques y contratos, fotos, libros y revistas. Yo tengo revistas como Bohemia, que llegaron a tener fotos de peloteros en la portada. En mi colección tengo además gorras, gallardetes, banderas, que se podían comprar en la tienda del estadio, y donde también vendían uniformes, pines, libros de autógrafos y pelotas firmadas por los grandes jugadores.

“Es una pena que comparada con la etapa anterior, la colección de la pelota amateur de las Series Nacionales sea tan pobre, porque a partir de los años 1960 prácticamente se dejó de hacer todo eso. En el año 1963 se hicieron postalitas a propósito de unos juegos que se celebraron con un equipo mexicano. El semanario Pionero volvió a sacar un álbum para unas 40 postales en el año 1970 con dibujos de los peloteros más importantes de ese momento, Urbano González, Pedro Chávez, Agustín Marquetti, etc.; y al año siguiente el semanario sacó otra colección similar que fue la última. En 1994 salió una serie muy bonita del equipo Cuba, pero se imprimió en Canadá y se vendió en dólares, como una forma de recaudar divisas”.

Pienso entonces en la conveniencia de poner en blanco y negro toda esa información recopilada por Rolando a lo largo de los años, sobre todo ahora que tanto se discute sobre la necesidad de recuperar y hacer revivir esa pasión por el beisbol que viene acompañando a los cubanos desde los orígenes mismos de la nación y ya forma parte de su identidad cultural.

-Yo tengo todos esos libros en la cabeza –me dice-, e incluso tengo muchas cosas escritas, solo que hasta ahora nadie se ha interesado en publicarlas.(2012)

Un comentario

  1. Javier Figueroa

    Nada como poder lucir un «pin» de los Leones de La Habana.

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