Estudio enfoca la violencia durante el noviazgo
Algunas víctimas del maltrato físico y psicológico masculino justifican el comportamiento de su pareja, según una investigación de la Universidad de La Habana.
La Habana, 7 jun.- Jóvenes universitarias todavía estiman que recibir jalones por la ropa, el pelo o las orejas, pellizcos y bofetadas por parte de sus parejas se debe a que incumplieron “algunas de sus responsabilidades como mujeres”, revela el estudio “Violencia de género en el noviazgo de estudiantes universitarias”.
A ese resultado, que la profesora Magela Romero califica de “alarmante”, llegó la investigación que analizó las percepciones y vivencias sobre este fenómeno de un grupo de cubanas entre los 18 y 22 años de edad.
Un resumen del análisis fue publicado en la última edición del boletín “No a la violencia” del Servicio de Noticias de la Mujer de Latinoamérica y el Caribe (SEMlac).
Sobre la persistencia de los estereotipos de género en este grupo poblacional, la especialista apunta que “las mujeres siguen estando en una posición de desventaja social respecto a los hombres, quienes las ponen generalmente en posición de víctimas”.
Ese fenómeno, a su juicio, afecta los “ideales de parejas soñados y perseguidos por la juventud”.
Con frecuencia en las relaciones establecidas aproximadamente entre los 15 años y hasta antes del matrimonio, “las conductas violentas no son percibidas como tales, ni por las víctimas ni por los agresores, debido a que a menudo suelen confundirse con verdaderas muestras de amor e interés por la pareja”, indica la experta.
En el grupo investigado por Romero, más de 75 por ciento aseguró haber sufrido hostigamiento mediante caricias no deseadas y la exigencia de prácticas sexuales como sexo oral, anal, entre otras.
De hecho, esas manifestaciones de violencia resultan ser las más frecuentes en la pareja.
Asimismo, en cinco de los noviazgos investigados se corroboró la ocurrencia de acciones de maltrato físico o amenazas de este.
“Ante esta realidad, no todas (las féminas) ceden, pues la generalidad de los casos estudiados ofrecen resistencia a través del uso que pueden hacer o no a la palabra”, indica Romero.
A juicio de la especialista, la comunicación verbal, empleada por 62 por ciento de las entrevistadas, constituye la vía fundamental para que ellas hagan valer sus opiniones “de forma impositiva y provocar el respeto de sus victimarios”.
Asimismo, observa que “el uso de la palabra se masculiniza” en las relaciones cuando se quiere criticar el físico o hacer chistes descalificativos sobre la apariencia de la pareja ante terceros, “situación muy condicionada por los estereotipos de género que modelan la imagen deseada por y para las chicas”.
Para la investigadora, la persistencia de ese estereotipo hace que “a ellas se les exija más frecuentemente la adecuación a una determinada apariencia (delgada, pelo largo, maquillada…) o se les presiona para el uso de determinada ropa o prenda “no provocativa””.
Según su estudio, el hecho se presenta con mayor frecuencia cuando los hombres “exigen fidelidad absoluta y piensan que el mejor mecanismo para lograrla es evitar cualquier tipo de relación con familiares y amigos que puedan poner en peligro la exclusividad del vínculo”.
“De ese modo, ocurre un proceso de lento aislamiento, una de las estrategias más comunes de los maltratadores, lo que les permite tener mayor incidencia sobre el actuar de la víctima sin la interferencia de las redes de apoyo que pueden ser muy efectivas para algunos casos”, valora Romero.
Entre las conclusiones, la profesora señala el reto de seguir trabajando en función de desmontar “la mística de la masculinidad violenta”.
Por último, insta “a pensar nuevos mecanismos que limiten el paso de estos estereotipos a las nuevas generaciones, que deben recibir una educación bajo paradigmas diferentes y en pos de una cultura de paz que paute su actuar en el futuro”. (2014)
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