Desarrollo portuario engendra progreso y víctimas en Brasil

Zona industrial en construcción al borde de una carretera amenaza barrios aledaños.

Crédito: Mario Osava/IPS

Parte del puerto Ponta da Madeira, en el nordeste de Brasil, desde donde salen los barcos cargados con el hierro de Carajás, incluidos los megabuques Valemax.

SÃO LUIS, Brasil, 20 mar 2014 (IPS) – “Somos víctimas del progreso”, se lamenta Osmar Santos Coelho, alias Santico. Su comunidad pesquera desapareció, desalojada para construir un puerto en la bahía de São Marcos, al borde occidental de la capital del estado de Maranhão, en el Nordeste de Brasil.

El terminal marítimo de Ponta da Madeira, en operación desde 1986, fortificó la influencia de su propietaria, la empresa minera Vale, en la ciudad de São Luis. De aquí se exportan actualmente más de 110 millones de toneladas anuales de mineral de hierro, consolidando un corredor logístico decisivo para el desarrollo económico local.

Al puerto llegan los trenes de la compañía. Su función primordial es transportar la producción de Carajás, gigantesca provincia minera de la Amazonia oriental que convirtió a Vale en líder mundial en hierro. De aquí sale también buena parte de la soja cosechada en el centro-norte de Brasil.

Al lado, una planta de Vale convierte en pellas (esferas) parte del mineral.

Estas actividades generan miles de empleos, especialmente en su área de influencia directa, Itaqui-Bacanga, un conjunto de 58 barrios en el suroeste de São Luis.

Los jóvenes los anhelan por la buena remuneración y la política de recursos humanos de Vale, heredada de su larga vida como empresa pública (1942-1997), que asegura estabilidad a sus trabajadores. A un empleado “solo lo despiden si hace muchas tonterías”, confió a IPS un ejecutivo.

En São Luis la industrialización se concentra en torno a los puertos de la bahía de São Marcos. Vecino a Ponta da Madeira, opera desde los años 70 Itaqui, un puerto estatal para todo tipo de carga, que este año añadirá su Terminal Granero para la exportación de soja y maíz de las nuevas fronteras agrícolas del centro y el norte.

Algunos nuevos puertos brasileños nacieron con vocación de polos industriales. Así son los de Suape y Pecém, en los nororientales estados de Pernambuco y Ceará, planificados como complejos portuario-industriales y que impulsan la economía local desde la década pasada.

En ambos hay refinerías de Petrobras, además de una planta petroquímica y ocho astilleros, en Suape, y una siderurgia y centrales eléctricas, en Pecém. Además, muchas empresas se están instalando en las inmensas zonas industriales detrás de los puertos.

En São Luis, los puertos surgieron ajenos a esa ola de industrialización, por ubicarse en la región brasileña más pobre, rezagada respecto de otros polos del Nordeste.

La gran profundidad de sus aguas, apta para navíos de gran calado, su ubicación volcada al Atlántico norte y la conexión con el ferrocarril Carajás fueron ventajas para instalar el terminal.

Pero detrás quedan víctimas, recordó Santico a IPS, por ejemplo “entre 80 y 100” pescadores artesanales de Boqueirão, expulsados de su playa y reasentados en distintos barrios.

Algunos años después, muchos de ellos volvieron a pescar en São Marcos, pese a la prohibición, y usan como base una punta de playa no ocupada por el puerto, explicó.

“No teníamos otro oficio y pasábamos hambre”, justificó. Terminaron por construir allí ocho precarias cabañas de palos y hojas de palma, unas pocas para residencia y otras solo para los aparejos de pesca.

Santico, de 73 años, tiene su vivienda en un barrio cercano y una cabaña en la playa, para los avíos de sus esporádicas pescas nocturnas. “Los peces casi se acabaron, quedaron unos pocos camarones”, tras la construcción de nuevos muelles, reveló.

Por eso negociaron con Vale y lograron tres años atrás una canasta de alimentos para 52 pescadores, de entre 308 y 725 dólares. “Con eso sobrevivimos”, reconoció.

Otras miles de familias también fueron desalojadas para la construcción de muelles e instalaciones portuarias. Itaqui era de hecho el nombre de un barrio desaparecido.

Más barrios se ven amenazados ahora por la zona industrial en construcción al borde de la carretera. Vila Maranhão teme su extinción, cercada por el ferrocarril y el nuevo polo, y a pocos kilómetros de una central eléctrica a carbón, una gran industria de aluminio y depósitos minerales.

“No hay nada oficial aún, pero es cuestión de tiempo que nos saquen de acá”, vaticinó  Lamartine de Moura, un director de ACIB de 71 años, 23 de ellos en Vila Maranhão. “Si no nos echa la expropiación de las casas, lo hará la contaminación”, dijo a IPS.

Un estudio universitario identificó metales pesados en el riachuelo local, y el polvo mineral del aire ensucia las casas y disemina enfermedades respiratorias, arguyó.

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