El petróleo es nuestro, sus secretos de la NSA

La Agencia Nacional de Seguridad (NSA) de Estados Unidos espió a la mayor empresa de Brasil.

Crédito: Divulgación Petrobras/ABr

P-51, primera plataforma petrolera 100 por ciento brasileña, con capacidad para producir cerca de 180.000 barriles de crudo y seis millones de metros cúbicos de gas por día.

RÍO DE JANEIRO, sep 2013 (IPS) – El espionaje de Estados Unidos a la empresa Petrobras reavivó la polémica sobre la apertura de capital de la compañía, que desde la década de 1950 es símbolo de la soberanía brasileña.

“El petróleo es nuestro”, la frase que nació con el descubrimiento de hidrocarburos durante el gobierno de Getulio Vargas (1930-1945) y fue lema de la fundación de Petrobras en 1953, acompañó el desarrollo de este país sudamericano.

Pero cobró más fuerza en 1997, cuando el entonces presidente Fernando Henrique Cardoso (1995-2003) decretó el fin del monopolio estatal y abrió el camino a la participación privada en exploración, producción y refinamiento del crudo.

El lema volvió a ser bandera cuando Petrobras descubrió millonarias reservas de hidrocarburos a 180 kilómetros de distancia de su costa y a 7.000 metros de profundidad bajo una gruesa capa de sal (presal) en 2007.

Y se izó nuevamente en 2009, cuando el presidente Luiz Inácio Lula da Silva (2003-2011) dispuso sustituir el modelo de concesión por el de reparto de la producción entre Estado y empresas privadas.

Petrobras, una sociedad anónima de capital abierto, tiene en la actualidad al Estado como su principal accionista, pero sus secretos guardados a cuatro llaves –como el volumen de reservas o la tecnología de prospección y explotación de crudo y gas en aguas profundas que ha desarrollado— podrían estar ya en manos del gobierno estadounidense y sus aliados.

Según revelaciones del periodista estadounidense Glenn Greenwald, la Agencia Nacional de Seguridad (NSA) de su país espió a la mayor empresa de Brasil y a la cuarta petrolera más grande del mundo.

Documentos secretos de 2012, entregados a Greenwald por el excontratista de la NSA, Edward Snowden, sobre un programa para enseñar a nuevos agentes a espiar redes privadas de computadoras, mostraban a Petrobras en el primer lugar de una lista de blancos preferidos.

Esos documentos no dan cuenta hasta qué punto la NSA descifró información secreta de las computadoras de Petrobras, pero deslegitiman la explicación que presentó la agencia de espionaje ante denuncias anteriores de que se inmiscuía en mensajes privados de la población brasileña y de la propia presidenta Dilma Rousseff.

“Sin duda, Petrobras no representa amenaza a la seguridad de ningún país”, reaccionó Rousseff. “Lo que sí representa es uno de los mayores activos de petróleo del mundo, un patrimonio del pueblo brasileño”, enfatizó.

Petrobras factura anualmente unos 90.000 millones de dólares.

“Queda en evidencia que el motivo no es la seguridad o el combate al terrorismo, sino intereses económicos y estratégicos”, agregó la mandataria.

La vulnerabilidad de los secretos de la compañía saca una vez más del armario el lema de “nuestro” petróleo, reavivando el debate a favor y en contra de una mayor apertura a capitales privados.

En la polémica entra la licitación en octubre de Libra, un yacimiento en el campo de Santos, uno de los más ricos en hidrocarburos de los descubiertos en el área presal.

Brasilia tuvo que negar que la licitación para explotar ese yacimiento fuera a suspenderse por temor a que informaciones filtradas favorezcan a empresas estadounidenses o de Gran Bretaña, como indicaban versiones periodísticas.

“Estamos en contra de cualquier licitación. Pedimos hace mucho tiempo no entregar nuestro petróleo como lo hacemos aquí y, más incluso, en un campo fabuloso donde no hay riesgo porque ya está explorado y tiene una capacidad confirmada de 12.000 a 15.000 millones de barriles”, dijo a IPS el presidente de la Asociación de Ingenieros de Petrobras, Silvio Sinedino.

Las reservas estimadas en el área presal son de 80.000 a 100.000 millones de barriles, suficientes para abastecer al país por 40 o 50 años, apuntó.

Sinedino cree que la “privatización” de Petrobras y de las telecomunicaciones, que atribuye al gobierno de Cardoso, puso a Brasil en una “posición más vulnerable” también al espionaje.

“Hasta nuestras comunicaciones militares pasan por satélites estadounidenses, obviamente controlados por agentes de ese país”, agregó.

Adriano Pires, consultor del Centro Brasileño de Infraestructura, estima que Petrobras es espiada porque, tras “50 años de monopolio”, “nadie conoce como ella los secretos tecnológicos de la explotación de petróleo en aguas profundas”.

“Número uno” en esa área, “nadie conoce más la probabilidad mayor o menor de encontrar petróleo” que esta empresa, dijo Pires a IPS.

Ese conocimiento es lo que despierta, según Pires, la codicia en momentos en que se disputan otros horizontes del área presal en yacimientos posibles cerca de la costa africana.

Pero es una “tontería” propia del discurso “nacionalista extremista” aprovecharse de las revelaciones de espionaje para volver a discutir la apertura de Petrobras, apuntó.

Hay “mucho ruido y especulación sobre el espionaje”, promovidos “hasta personas dentro del gobierno para alegar una vez más que los estadounidenses están apropiándose de la riqueza brasileña”, sostuvo.

“El presal es una reserva muy grande y Petrobras no puede explotarla sola, con su escasa disponibilidad de efectivo. Necesitamos empresas estadounidenses, suecas, británicas, noruegas o australianas para convertir las reservas en producción”, objetó.

A Tullo Vigevani, politólogo de la Universidad Estadual de São Paulo, no le sorprendió la noticia de presunto espionaje industrial, pues “la cuestión energética es un punto central de la política estadounidense”.

“Es uno de los vectores que dinamiza la política a escala global. Las informaciones son un elemento esencial. Los nuevos descubrimientos en Brasil, en especial en la zona presal, exigen un seguimiento fino”, indicó a IPS.

Más allá del pedido de explicaciones, que ya formuló Rousseff, Vigevani entiende que la solución para defender intereses estratégicos es de “largo plazo”.

Ante lo que parece inevitable, concluyó, Brasil debe invertir más en desarrollar su ciencia y tecnología, en “formas de autonomía, en la producción de competencias y en sistemas de mayor inmunidad” a las intrusiones.

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