1991: Año del IV Congreso del Partido

Resumen político anual

Aunque el Congreso satisfizo las expectativas de los comunistas y defraudó las de otros sectores de la población cubana y de la opinión pública internacional, lo cierto es que la reunión aprobó algunos cambios, que, a corto plazo, incidirán sobre la realidad cubana.

Foto: Tomada de Agencia Cubana de Noticias

Carlos Alberto Montaner, uno de los jefes del exilio cubano en Madrid, afirmó el 24 de noviembre que todo lo realizado por Fidel Castro para buscar una salida a la crisis que vive el país, es inútil.

En un artículo publicado en el diario El Nuevo Herald, Montaner agregó que el único camino que le queda al presidente cubano es buscar una transición pacífica hacia otro tipo de régimen o «sentarse a esperar que le vuelen la cabeza de un balazo, como a Ceaucescu».

Los pronósticos sobre el final del gobierno comunista de Cuba no son nuevos ni privativos del exilio, sino que se acrecentaron a partir del derrumbe del socialismo en Europa del Este y la desaparición de la Unión Soviética.

Indudablemente 1991, el año 33 del proyecto socialista cubano, ha sido el más difícil de la revolución de Fidel Castro, y quizás sólo pueda ser superado por los 12 meses que comienzan.

Los sucesos de Europa del Este, que empezaron a incidir sobre Cuba en 1989, cobraron fuerza particularmente este año, sumiendo a la isla en una fuerte crisis económica, y un aislamiento internacional bastante extendido.

Paralelamente, Estados Unidos incrementó su hostilidad contra el gobierno de La Habana, habida cuenta de que Fidel Castro es el último de los enemigos irreconciliables de Washington que la Casa Blanca no ha podido derrocar o reducir a la obediencia.

En este contexto, la gestión del gobierno cubano en 1991 se caracterizó por la expectativa y la prudencia, buscando el camino de sobrevivir en las nuevas circunstancias.

La posposición de fechas para celebrar el Cuarto Congreso del gobernante Partido Comunista, realizado finalmente en octubre, marca esos dos sentidos fundamentales aplicados al quehacer oficial.

La convocatoria al Congreso fue lanzada en marzo de 1990, y se acogió tentativamente marzo de 1991 para su celebración, fecha que fue pospuesta para julio, y finalmente se fijó en octubre.

Al margen del estado constructivo de las obras sede de la reunión, el compás de espera que se autoimpusieron los comunistas cubanos estuvo motivado por la situación internacional, fundamentalmente en la Unión Soviética, y la problemática, acechada por la crisis.

La reunión de los comunistas cubanos fue sin dudas el suceso político más importante del año. Muchas expectativas se crearon en torno a ella, desde todos los puntos de vista.

La novedad del Congreso es que no hay novedades, escribió un corresponsal de una agencia occidental, que se conformó con seguir la reunión desde La Habana, ante la imposibilidad de viajar a Santiago de Cuba, por el carácter interno de la reunión.

Sin embargo, aunque el Congreso satisfizo las expectativas de los comunistas y defraudó las de otros sectores de la población cubana y de la opinión pública internacional, lo cierto es que la reunión aprobó algunos cambios, que a corto plazo incidirán sobre la realidad cubana.

Durante el año también se registró una amplia ofensiva diplomática en busca de abrir nuevos horizontes y consolidar otros. La presencia de Fidel Castro en la Primera Cumbre Hispanoamericana, celebrada en Guadalajara, México, es quizás la mejor muestra de ello.

Observadores internacionales opinan que América Latina, región natural de Cuba, dio oportunidad al gobierno de La Habana a reinsertarse en el subcontinente, en un proceso gradual dosificado por peticiones de cambios internos y la hostilidad de Washington.

Tal actitud adquirió nuevos matices en la reunión del Grupo de los Tres (México, Colombia y Venezuela) en Cozumel, a fines de octubre, con Fidel Castro como invitado.

En el plano interno, el gobierno trabajó en aras de una unidad nacional de todos los sectores de la población, para lo cual propició la apertura en materia de religión, entre otras medidas.

Sin embargo, las relaciones con la iglesia católica continuaron particularmente tensas, mientras que la actividad disidente cobró cierta fuerza y organización.

Quizás la medida de mayor alcance promulgada en 1991 fue la resolución del Congreso que concede poderes extraordinarios al Comité Central para operar ante las diferentes situaciones que se presenten.

Por primera vez en 30 años, Cuba vive virtualmente bajo un «gabinete de crisis», encargado de la difícil tarea de reacondicionar su política a las nuevas situaciones.

La desaparición de la Unión Soviética deja a la isla la única posibilidad de reubicarse en un mundo diferente, sin grandes aliados.

El año 34 del proceso cubano será, en buena medida, el momento decisivo para el proyecto socialista.

El esperado IV Congreso del Partido Comunista

Los cambios operados desde 1989 en Europa del Este y la Unión Soviética generaron numerosas indefiniciones en Cuba en política interna y exterior y una creciente expectativa tanto en la isla, como fuera de ella.

Quizás la opinión más compartida en los círculos gobernantes fue que el país debía iniciar un proceso de readecuación a las nuevas circunstancias externas, las que incluyen la unipolaridad de un mundo liderado por Estados Unidos.

En América Latina sectores de la socialdemocracia y otras corrientes políticas, abrigaron la esperanza que los comunistas cubanos iniciaran un regreso a la democracia occidental, o al menos ofrecieran pruebas muy concretas de su propósito de cambio.

Europa Occidental albergó diferentes expectativas, que iban desde el desmoronamiento del régimen, como ocurrió en los antiguos países socialistas europeos, hasta los que esperaban una transición hacia la socialdemocracia.

Los más escépticos estaban en Washington, y en los pasillos del Departamento de Estado no se levantaron muchas ilusiones sobre transformaciones lideradas por Fidel Castro.

Internamente, los partidarios del gobierno esperaban que el Congreso dictara una línea para sortear las actuales dificultades, sin abandonar los avances en materia de salud y social que la revolución introdujo en estos años.

Los opositores a Fidel Castro solicitaron abiertamente reformas democráticas de corte occidental, que incluían amnistía a presos políticos, pluripartidismo, regreso del exilio y elecciones generales.

La siempre imprecisa masa de indecisos que existe en todo proyecto político, esperaba que el Congreso implementara acciones emergentes para aliviar el crítico déficit alimentario que padece la Isla, reeditando el bíblico milagro de los panes y los peces.

A pesar de la discreción desplegada en los preparativos del Congreso, los principales temas encontraron grietas por donde salir al exterior; los debates fueron a puerta cerrada sin delegaciones ni prensa extranjera, pero de alguna forma, el mundo pudo pulsar los acontecimientos.

Como se esperaba, la reunión de los comunistas cubanos ratificó el monopartidismo y la opción socialista del proyecto, no dejando en términos políticos espacio a la capitulación o el viraje.

 

Aunque el partido también ratificó su carácter marxista-leninista y le añadió el nuevo término martiano (por José Martí), incluyó un nuevo parámetro que le da una dimensión distinta: «de la nación cubana».

La frase encierra la estrategia política principal desarrollada por el gobierno en los últimos tiempos de reforzar la unidad nacional sobre todas las cosas.

En buen español, «de la nación cubana» incluye a todos aquellos que con diferentes puntos de vista o creencias religiosas, estén dispuestos a defender el proyecto socialista.

Los comunistas cubanos aseguran que la organización no dejó de ser el Partido de Vanguardia concebido por Lenin, pues sólo perdió su carácter discriminatorio para algunos sectores de la población.

En consecuencia con este enunciado, el Congreso aprobó el ingreso a sus filas de creyentes religiosos, lo que en Cuba vale decir católicos, evangelistas y adeptos a cultos sincréticos.

Tal medida condiciona toda la concepción social en cuanto al problema religioso y abre los caminos para eliminar la discriminación y marginación a que muchas personas fueron sometidas durante tres décadas por motivo de fe.

Sociólogos y círculos políticos señalaron que después de aprobada la medida, en la sociedad se produjo un verdadero «destape», y muchos tenidos como ateos hasta ahora, sacaron sus creencias a la luz.

Una muestra de ellos fue la celebración del día de San Lázaro, el 17 de diciembre, donde la tradicional peregrinación de pagadores de promesas y fieles alcanzó dimensiones mayores que en años anteriores.

Otro asunto espinoso aprobado por el Congreso fue la elección de delegados a las Asambleas Provinciales (Gobierno) y a la Asamblea Nacional del Poder Popular, parlamento y máximo órgano de gobierno.

En 15 años de existencia de este tipo de gobierno y vigencia de la Constitución que lo respalda, el proceso electoral contaba con voto directo y secreto paro los delegados de circunscripción (barrios) y de la Asamblea Municipal (concejales).

La asamblea municipal, depositaria del legado de los electores, elegía a su vez a los delegados a las asambleas provinciales y nacionales.

De tal forma, Cuba se verá envuelta después de 30 años en amplios procesos electorales, cuyos procedimientos no están definidos aún, pero que se deben diferenciar sustancialmente de las tradicionales campañas de los partidos políticos en América Latina.

Al cierre de diciembre, la Asamblea Nacional encargó a su presidencia la preparación de los proyectos de ley sobre elecciones, cambios constitucionales y perfeccionamiento del sistema de gobierno para discutirlos en su próxima sesión, en 1992.

A pesar de esta apertura en términos electorales, analistas políticos en Cuba señalan que es poco probable que opositores al gobierno tengan acceso a cargos de importancia, aun respetándose escrupulosamente todos los preceptos.

En caso de una postulación disidente, los partidarios de Fidel Castro confían en que el elector está habituado a escoger a sus candidatos por la biografía política de estos y su historial.

Pero a la vez, la modificación electoral abre posibilidades para cambios de figuras dentro de las esferas políticas, muchas de ellas desgastadas por el largo quehacer, y la inclusión de mentes jóvenes dentro de las estructuras de poder.

En materia económica, el Congreso reafirmó la validez de la estrategia desplegada en los últimos meses y avaló tres políticas importantes: la asociación con capitales extranjeros, la autogestión de grandes fábricas y la legalización del trabajo por cuenta propia.

 

La asociación con capitales extranjeros en cualquier modalidad, incluso fuera de Cuba, abre una ventana a la crisis económica cubana, al ofrecer tres cosas: mercado, capitales y dinero.

Aunque al cierre de 1991 se habían formado en el país más de 50 empresas mixtas y otras formas de asociación, fundamentalmente en el sector turístico, el gobierno espera multiplicar esa cifra.

Casi 200 propuestas de empresas de varios países son analizadas por el Comité Estatal de Colaboración Económica, organismo encargado por el gobierno para determinar la factibilidad de los proyectos en breve tiempo.

En el sentido económico, las empresas mixtas, nombre genérico que se les ha dado a las asociaciones en la isla, no son un elemento particularmente fuerte para sacar el país de la crisis, pero sí para estimular su comercio exterior, la captación de divisas convertibles y dejar un legado de competitividad, administración y eficiencia, tras rasgos perdidos en la cultura productiva de la isla.

En el ángulo político, los comunistas cubanos aseguran haber previsto que los capitales extranjeros invertidos en el país no representan una amenaza o un condicionamiento por conservar el Estado, en la mayoría de los casos, el 51 por ciento de las acciones.

La autonomía otorgada a grandes industrias para su operación en moneda dura, está muy relacionada con la autogestión implantada en Yugoslavia en los años del presidente Tito y tan rechazada en La Habana.

Antillana de Acero, pionera de las plantas en esta experiencia, recibió el beneplácito del ejecutivo para operar su producción, comercializarla en el exterior, adquirir las materias primas, insumos y maquinaria necesaria, después de entregar un 30 por ciento al estado.

Según fuentes extraoficiales, numerosas plantas estudian la implantación de esa política, entre ellas las productoras de níquel, en la oriental provincia de Holguín.

Un último acuerdo, en materia económica, fue la aprobación del trabajo por cuenta propia, el que dos meses después espera el procedimiento de aplicación.

En términos generales, el trabajo por cuenta propia «sin explotación de mano de obra», vale decir en forma personal o familiar, puede redundar en la aparición de numerosos artículos artesanales y servicios, en los cuales el estado ha demostrado su incapacidad, y cuya ausencia genera irritación en la población.

El otorgamiento al Comité Central del Partido de poderes especiales para maniobrar en consonancia con la situación internacional y nacional, constituye quizás el acuerdo más importante del Congreso, pues aleja las probabilidades de indefiniciones, y abre las perspectivas a cambios y aperturas aún mayores.

El mismo día que la Unión Soviética dejó de existir de facto, el presidente Fidel Castro dijo que Cuba tendría que redefinir su política ante las nuevas circunstancias.

El Congreso fijó los límites de la apertura en el monopartidismo, la economía socializada y la garantía de los avances en materia social y educativa. Dentro de ellos el Comité Central debe adoptar, según las circunstancias, diferentes variables para tratar de que el proyecto político siga con vida.

Un contexto internacional adverso

El acercamiento con América Latina y una profundización en las relaciones con China, fueron las únicas excepciones en un contexto internacional que resultó adverso o indiferente para el gobierno cubano en 1991.

La Unión Soviética, el gran aliado de 30 años, el hermano mayor, dejó de ser unión, socialista y soviética. Desapareció.

Durante el año, las relaciones entre Moscú y La Habana fueron tensándose ostensiblemente, no sólo por las contradicciones políticas entre Fidel Castro y Mijail Gorbachov, sino también por los incumplimientos en las entregas de productos contratados en un comercio que se redujo en los últimos años.

Según confirmó Castro el 27 de diciembre, de los tres mil 763 millones de dólares en mercancías que Cuba debió recibir en 1991, sólo llegaron mil 673 millones de dólares.

A mediados de año, el embajador Yuri Petrov abandonó la isla tras concluir su labor diplomática y la plaza no fue ocupada hasta noviembre, cuando las tensiones eran más agudas.

Quizás los dos momentos más importantes fueron el intento de golpe de estado contra Mijail Gorbachov en agosto y el diferendo por la brigada militar soviética destacada en Cuba desde 1963.

Cuba guardó silencio en las primeras horas del golpe de estado, por considerarlo un problema interno y después expresó sus esperanzas de que se restableciera la paz en ese país y se evitará una guerra civil.

El mismo silencio siguió después del retorno de Mijail Gorbachov al Kremlin.

El 11 de septiembre Gorbachov anunció la próxima retirada de la brigada militar soviética estacionada en Cuba, como consecuencia de los acuerdos que pusieron fin a la Crisis del Caribe, en octubre de 1962.

La cancillería cubana reaccionó inmediatamente ante esa decisión unilateral que desconoció los acuerdos bilaterales firmados al respecto, y la calificó de improcedente.

En justificación de su medida, el gobierno soviético alegó que con este paso se pretendía alentar también la retirada de las tropas norteamericanas estacionadas en Guantánamo, desde 1903.

Pocos días después, el gobierno cubano tomó como bueno el argumento y propuso la salida simultánea de las dos fuerzas militares, como medida de seguridad para la isla.

El Pentágono rechazó la vinculación hecha por Cuba, mientras los soviéticos indicaron que su decisión estaba en ese propósito, pero no era una condición.

Dos emisarios soviéticos visitaron La Habana en la segunda mitad del año para tratar el tema, pero según los trascendidos, las conversaciones no han alcanzado ningún punto común y cada parte se limitó a exponer su posición, y estudiar la del otro.

Al cierre del año, y con la desaparición de la Unión Soviética como estado, el problema sigue pendiente y según algunos analistas, las conversaciones deben ser seguidas ahora por la República Federativa Rusa, quien heredó la representación externa de la antigua federación.

Otro punto de fricción entre La Habana y Moscú, fue el apoyo soviético a Estados Unidos en el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas y que se concretó con la invasión norteamericana y de sus aliados a Iraq a principios de año.

A mediados de noviembre, la prensa cubana guardó silencio sobre la llegada a La Habana del nuevo embajador de la URSS, lo que los analistas interpretaron como una evidencia de las tensiones.

Por su parte, Cuba aceptó la realidad de la desintegración soviética reconociendo a las tres repúblicas bálticas y estableciendo relaciones diplomáticas y comerciales con dos de ellas, y luego a las once repúblicas que integran la Comunidad de Estados Independientes y Georgia.

Con la otra cara de la moneda, Estados Unidos, las tensiones fueron creciendo según transcurrió el año y en la misma medida en que Washington derrocó o redujo a la obediencia a sus principales enemigos en el resto del mundo, como el iraquí Sadam Hussein.

A pesar de que a principios de año el presidente George Bush aplicó el llamado «veto de bolsillo» (dejar caducar sin aprobar) la segunda versión de la Enmienda Mack para recrudecer el embargo a Cuba, la política hostil hacia la Isla alcanzó niveles de los años de la guerra fría.

Según los entendidos en política estadounidense, el veto de Bush se debió más a las presiones de cercanos aliados como Canadá y Gran Bretaña, que a un gesto de buena voluntad hacia Cuba.

 

Por otro lado, en vísperas de un año electoral, la administración activó la comunicación con los sectores más conservadores del exilio cubano, reforzando su campaña contra Castro.

Al cierre del año, transita por los laberintos del Congreso, un proyecto de Ley patrocinado por el legislador Robert Torricelli, que tiene semejanzas con la Enmienda Mack, pero propugna más libertades en cuanto a relaciones económicas con la isla.

Tal proyecto sin embargo, parece distante de las aspiraciones de la administración estadounidense y obedece más intereses de importantes compañías.

La derrota de algunos gobiernos socialdemócratas en Europa Occidental, dejó a Cuba en posición menos favorable pues éstos mantenían una posición calificada de realista ante La Habana.

Las relaciones con España, principal socio comercial en Europa Occidental y primer acreedor de la deuda externa cubana en esa región, atravesaron altas y bajas y al cierre del año, aún transpiraban tensiones.

Europa Oriental, por su parte, dejó de existir en la práctica para Cuba y viceversa, tocando las relaciones el punto más bajo en lo que va de año.

En septiembre, una delegación de alto nivel del Partido Comunista Chino, visitó la Isla reafirmando sus posiciones comunes con el Partido Comunista Cubano.

El intercambio comercial con ese país, ha mantenido una estabilidad en los últimos años que ubicó a la República Popular China como segundo socio comercial de la isla.

Con África, las relaciones han mantenido su nivel tradicional. Los dos hechos más significativos fueron la retirada de los últimos soldados cubanos de Angola, el 25 de mayo y la visita de Nelson Mandela, en julio.

La participación cubana en los asuntos africanos terminó formalmente en La Habana, el 22 de noviembre, cuando la Comisión Conjunta para la Paz de África Sudoccidental recesó sus labores.

Con América Latina la cosecha cubana fue la más significativa. La asistencia de Fidel Castro a la Cumbre Hispanoamericana celebrada en Guadalajara, México, en julio, devolvió en cierta medida, la presencia cubana a foros latinoamericanos.

Este suceso, que tuvo mucho que ver con la ágil labor de la diplomacia mexicana, marcó en definitiva la aceptación de la región a un regreso de la isla, en forma gradual.

Tal proceso está marcado por la sensibilidad norteamericana sobre la reinserción cubana y los cambios internos en la isla, que muchos gobiernos latinoamericanos esperan.

Como consecuencia de la Cumbre, Cuba restableció relaciones con Chile y Colombia, mientras se realizaron tanteos con Paraguay.

A fines de octubre, el Grupo de los Tres (México, Colombia y Venezuela), invitó a Fidel Castro a la cumbre de sus mandatarios, celebrada en la isla mexicana de Cozumel.

Los tres presidentes, luego de oír el comentario de Castro sobre el Congreso del Partido, se congratularon de los cambios introducidos, aunque éstos quedaron por debajo de sus expectativas.

Con este cuadro, trece presidentes latinoamericanos, se reunieron en Cartagena de Indias, Colombia, donde el tema de Cuba fue ampliamente debatido.

En la reunión se registraron dos grupos de opiniones: los que querían aplicar medidas para obligar a la isla a cambios democráticos, y los que, dentro del respeto y la autodeterminación llamaron a realizarlos promoviendo la ayuda para ello.

El primer grupo hostil, encabezado por el argentino Carlos Menem, finalmente fue relegado por el segundo, encabezado por Carlos Salinas de Gortari (México) y Carlos Andrés Pérez (Venezuela), los dos mandatarios de posiciones más constructivas hacia Cuba.

 

El parlamento cubano rechazó a fines de diciembre cualquier presión externa para modificar su política interna, a la vez que se mostró partidario en un contexto de unidad e integración latinoamericano, de discutir todos los problemas, incluyendo el perfeccionamiento de su sistema político.

La situación interna

Las consecuencias de las restricciones económicas dictadas a partir de agosto de 1990 y recrudecidas este año, tuvieron su reflejo en la situación política interna.

En la misma medida en que la emigración ilegal en balsas y otras pequeñas embarcaciones alcanzó cifras récords en doce meses, Estados Unidos reguló la entrega de visas a mediados de año para las personas que solicitaron viajar a ese país.

El incremento de solicitudes de viajar a Estados Unidos, muchas veces con el oculto propósito de quedarse a residir en ese país, se debió a las flexibilizaciones decretadas por el gobierno cubano en cuestiones migratorias.

Además de bajar los requisitos por edades para poder viajar, La Habana comenzó una labor de desideologización de esas migraciones, dándole un contenido económico.

La perspectiva de un nuevo Mariel flotó en el ambiente durante todo el año y las restricciones severas impuestas por Estados Unidos para conceder visas fue lo que logró evitarlo.

A inicios de año, unos 30 grupos disidentes se encontraban en retirada, después que la acción policial logró penetrarlos y denunciar su complicidad con representaciones diplomáticas extranjeras.

Sin embargo, al adentrarse el año, la actividad opositora comenzó a ganar fuerza y cierta organización, vinculándose los grupos principales en dos concertaciones con iguales fines, pero con marcada oposición en cuanto al liderazgo.

En contraposición a esta actividad, el gobierno organizó en junio las llamadas Brigadas de Acción Rápida, cuerpos integrados por civiles simpatizantes del gobierno, dispuestos a enfrentar cualquier acción opositora.

En los meses finales del año, y luego de una pronunciada tolerancia oficial, numerosos dirigentes de esos grupos fueron detenidos, sometidos a procesos jurídicos, y condenados a penas de cárcel.

Observadores extranjeros en La Habana coinciden que a pesar de haber ganado fuerza y organización, los grupos opositores no representan una alternativa política por la carencia de un programa viable.

La actividad opositora, que hasta 1990 se limitó a declaraciones y comunicados distribuidos a la prensa extranjera y las representaciones diplomáticas, alcanzó en cierta medida la luz del día.

Un desconocido grupo de oposición, muy vinculado con la Fundación Cubano-norteamericana de Jorge Mas Canosa, convocó a una manifestación en septiembre en favor de la libertad de presos políticos.

La demostración, que debía celebrarse en las inmediaciones de Villa Marista, sede de la Dirección General de Seguridad del Estado, fue disuelta desde sus mismos inicios por las Brigadas de Acción Rápida y sus principales dirigentes condenados a cárcel, luego de un proceso judicial.

Otro grupo opositor, Criterio Alternativo, comenzó a realizar labor proselitista y distribuir propaganda escrita contra el gobierno.

Después de varios incidentes con las Brigadas de Acción Rápida frente a la vivienda de su principal dirigente, la poetisa María Elena Cruz Varela, los principales miembros fueron detenidos, juzgados y condenados a penas de cárcel.

Al cierre del año, el Parlamento cubano analizó «la actividad contrarrevolucionaria» de esos grupos y se pronunció por un enfrentamiento mayor contra su actividad.

 

A pesar de la apertura cubana en materia de religión, las relaciones entre la iglesia católica y el estado continuaron siendo tensas.

La jerarquía eclesiástica no dejó pasar ocasión para criticar al gobierno desde sus publicaciones semanales que circulan en las iglesias, no obteniendo en momento alguno, avances en su reivindicación de un espacio en los medios de difusión masiva.

En forma directa o indirecta, las publicaciones católicas criticaron la actividad de las Brigadas de Acción Rápida, los acuerdos del Congreso del Partido y otros sucesos políticos.

Por otro lado, las especulaciones sobre la visita del papa Juan Pablo II a Cuba desaparecieron de la actualidad política y según medios cercanos al arzobispado cubano fue pospuesta indefinidamente.

La Habana, una plaza visitada

A pesar del aislamiento que pesa sobre la isla, La Habana fue una plaza muy concurrida este año que concluyó.

Representaciones de los gobiernos autónomos de Galicia, Asturias e Islas Canarias visitaron la isla, dejando tras de sí algunos acuerdos en materia comercial y de asociación económica.

Según fuentes de la Cámara de Comercio de Cuba, unas 40 delegaciones extranjeras llegaron a La Habana durante 1991, la mayor parte de ellas de la Comunidad Económica Europea y América Latina.

El Palacio de las Convenciones de La Habana fue sede de cerca de 30 reuniones internacionales de diferentes materias, sobresaliendo el XVIII Congreso de la Asociación Latinoamericana de Sociología y el XVI Congreso de la Asociación de Estudios del Caribe, ambos celebrados a fines de mayo.

Lo particular de esas dos reuniones fue la asistencia de numerosos especialistas sobre Cuba en el exterior tanto de nacionalidad extranjera como de origen cubano residentes en otros países.

Para observadores extranjeros en La Habana resultó inusitado la discusión abierta entre académicos de la problemática nacional en la misma capital cubana.

Los Juegos Deportivos Panamericanos, celebrados en agosto en La Habana y Santiago de Cuba, sirvieron de elemento relajante para la población, presionada por las restricciones económicas.

Las victorias alcanzadas por los deportistas de la isla y la supremacía en títulos lograda sobre Estados Unidos, actuaron como elementos alentadores de sentimientos nacionales.

Los juegos también concitaron la visita de unos siete mil turistas a la isla, por lo que se calcula que el saldo en divisas fue positivo.

Perspectivas de 1992

Las interrogantes políticas en 1992 tendrán respuesta, en buena medida en los resultados de la economía. Un periodista francés escribió que el próximo período sería el año de las cifras en Cuba.

El gobierno sigue apostando a su estrategia de desarrollo dentro de la fuerte crisis económica, que privilegia el programa alimentario, las industrias de biotecnología, farmacia, genética, electrónica y el turismo.

Estas actividades deben, según el ejecutivo, aportar los recursos para sacar al país de la inmovilidad, mientras que el programa alimentario debe ir aminorando el déficit acumulado de estos productos, acrecentado por las menores importaciones.

La respuesta que logre dar ese programa alimentario y el estado de la economía será el termómetro para medir en los próximos meses la temperatura interna del país.

Por otro lado la desaparición de la URSS coloca a la isla en una posición ineludible de no modificar su política exterior de manera de readaptarla a la nueva situación internacional.

Los observadores políticos señalan que 1992 será el año más difícil para Fidel Castro, y el propio gobernante lo admitió públicamente.

 

En este sentido, se espera que el ejecutivo cubano aplique mucha más flexibilidad en sugestión, mientras que las acciones no sean impuestas desde afuera.

Tal posición puede encontrar un buen eco en América Latina, donde representativas figuras políticas se pronuncian por esa línea.

Los poderes especiales entregados al Comité Central para maniobrar deben tener una aplicación práctica y cuidadosa en ese sentido.

En julio de 1992, Castro debe asistir en Madrid a la segunda Cumbre Hispanoamericana. Según el criterio de algunos, la mejor acogida del presidente cubano será proporcional con las transformaciones que se realicen en ese período y las propuestas que en ese sentido lleve el mandatario en su carpeta.

Al cierre del año, las perspectivas electorales en Estados Unidos para noviembre de 1992 apuntan a una posible reelección del presidente George Bush, por lo que los especialistas no esperan cambios de actitud de Washington hacia La Habana en los próximos meses.

Cuando más, señalan, alguna distensión podría producirse a principios de un eventual segundo mandato, en 1993.

La Comunidad de Estados Independientes (CEI) que sustituyó a la Unión Soviética sigue siendo una incógnita respecto a su política hacia Cuba. Las primeras gestiones de esa débil unión no son nada prometedoras.

Castro, por su parte espera haber llegado al fondo de la crisis y de las complicaciones internacionales, y admite públicamente que la situación del país puede aún empeorar algo más, pero no mucho más.

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