La racialidad cubana al debate
En Cuba, la metáfora de la utopía revolucionaria suponía que, con la creación masiva de programas de equidad social, el racismo y la discriminación racial desaparecerían de manera espontánea.

Foto: Jorge Luis Baños_IPS
Desafortunadamente, la irrupción del siglo XXI ha mostrado con rapidez que la epistemología del racismo no desaparece de manera natural porque su incidencia histórica en el pensamiento cultural requiere de un mecanismo de desmontaje específico avalado por una producción de conocimiento que no siempre está visible ni al acceso de quienes, desde el activismo social, más hacen por organizar propuestas antirracistas.
El establecimiento de relaciones diplomáticas entre Cuba y Estados Unidos ha despertado múltiples intereses acerca de diversos temas de la sociedad cubana. En ese contexto, la racialidad parece destinada a ocupar una atención mediática en particular fuera de la Isla.
Para la prensa nacional el tema parece conservar la sospecha histórica, mientras que otros tópicos como la apertura económica, diferentes intercambios–incluidos los culturales– van ocupando espacios priorizados. El silencio sobre el tema de la racialidad quizás tiene una lógica, ya que no es un asunto que esté aún en la agenda nacional cubana.
El riesgo, sin embargo, es que la falta de un tratamiento adecuado en las publicaciones cubanas, suplida con las que se realizan fuera del país, no siempre representa el reflejo de la realidad, a veces a pesar de buenas intenciones. Otra variable es que, en ocasiones, el análisis se concentra en personas o grupos que no simpatizan con la revolución cubana y el vacío de la racialidad les ofrece un espacio ideal para enfatizar las críticas. A veces,desde Miami, sostienen el tradicional enfoque que niega la existencia del racismo o hay quienes aprovechan la presencia de las inequidades raciales para tratar de desprestigiar a la sociedad y al Estado cubano. Habría que repetir, una vez más, que el racismo y la discriminación, desafortunadamente, forman parte de los conflictos actuales del planeta.
En Estados Unidos, algunas personas con cierta ingenuidad suponían que la llegada a la Casa Blanca de una figura afrodescendiente, por sí solo, podría significar el fin del racismo en la sociedad estadunidense. Lamentablemente, los acontecimientos más recientes se han encargado de mostrar la presencia de una violencia policial, al parecer, enfocada sobre todo hacia la juventud afroamericana. Un conflicto en el cual los culpables, a la usanza de épocas remotas, son exonerados de tan graves delitos como asesinatos a la vista pública.
En Cuba, la metáfora de la utopía revolucionaria suponía que, con la creación masiva de programas de equidad social, el racismo y la discriminación racial desaparecerían de manera espontánea. Efectivamente, en las primeras décadas,tras la revolución en 1959,parecía que realmente la discriminación racial sería desmontada a partir de políticas de inclusión,con la incorporación de millones de mujeres y hombres afrodescendientes al estudio y el trabajo. Muchos ejemplos demuestran su presencia en sectores como la educación, la salud pública, las ciencias, la cultura, el deporte y otros.
Desafortunadamente, la irrupción del siglo XXI ha mostrado con rapidez que la epistemología del racismo no desaparece de manera natural, porque su incidencia histórica en el pensamiento cultural requiere de un mecanismo de desmontaje específico avalado por una producción de conocimiento que no siempre está visible ni al acceso de quienes, desde el activismo social, más hacen por organizar propuestas antirracistas.
En este sentido, parece que para los movimientos sociales antirracistas la lucha por la equidad racial no será una tarea fácil, incluso en naciones con programas que promueven una mayor equidad social. América Latina y el Caribe hispano arrastran el fardo de la negación del racismo a partir del modelo cultural de la hispanidad, cuyo pretexto del mestizaje dice que todos somos iguales, aunque las desigualdades racializadas dan cuenta de pobreza y discriminación en grandes sectores de la población afrodescendiente. A propósito, este espacio brinda la oportunidad de colocar la polémica sobre esta terminología.
¿Por qué afrodescendientes?
En los últimos tiempos es posible observar el avance de una agenda que define el impacto de la discriminación racial en Cuba como un asunto urgente, que la revolución deberá asumir como parte de su propuesta histórica de equidad social. En este escenario favorable aparecen algunas voces que se concentran más en la terminología afrodescendiente, que en el conflicto de las desigualdades raciales asociadas a la discriminación racial. Se trata de una mirada que ha prevalecido a lo largo del tiempo, con distintos matices, a pesar del llamado de Fidel en 1959 a combatir esa injusticia social.
Queda claro que el tema de la racialidad reviste una complejidad extrema, no solo para Cuba, sino para sociedades latinoamericanas y caribeñas. En primer lugar, por el impacto del régimen esclavista sobre la población de origen africano y sus descendientes. Más tarde, por el modo en que las repúblicas concibieron, de manera excluyente, la participación ciudadana de pueblos originarios y afrodescendientes.
La llegada de la revolución, si bien desmontó las formas más exacerbadas de la discriminación racial, no ahondó en ciertas especificidades que permitieran una inclusión racial mucho más profunda y sostenida. En realidad, se trata de un desafío generalizado también para el resto de los países del continente, que tampoco han podido desarticular las diferentes manifestaciones del racismo.
El reto actual de Cuba sería entonces transformar las desigualdades sociales asociadas a la discriminación racial, justamente a partir de su estabilidad institucional y de los avances estructurales en áreas decisivas de la sociedad cubana. Ese empeño significaría romper con el mito histórico según el cual analizar públicamente las causas históricas y actuales de la discriminación racial debilitaría la unidad nacional, cuando en realidad visibilizar la racialidad permitiría afianzar más la obra revolucionaria.
La sociedad cubana ha dado muestras fehacientes de su comprensión política hacía los más complicados tópicos sociales. Esa vocación solidaria permite deducir que la aparición de un conjunto de acciones antirracistas tendría el apoyo social requerido y contribuiría a una mayor apertura de un tema que ha permanecido fuera de la agenda nacional.
Es importante aclarar que afrodescendiente no es sinónimo deafroamericano y tiene una génesis muy distinta. Afroamericano surgió en Estados Unidos en la lucha de la diáspora africana por obtener sus derechos civiles y mejorar oportunidades de vida frente a las políticas racistas en el contexto de la década de los sesentadel pasado siglo XX. Afrodescendiente surgió en el año 2000, como parte del consenso político preparatorio al conclave mundial realizado en Durban, Sudáfrica, en 2001.
El objetivo de la agenda afrodescendiente es revertir la pobreza extrema de más de 200 millones de personas de origen africano que en el continente americano se encuentran, según datos de Comisión Económica para América Latina (Cepal) en las áreas de mayor vulnerabilidad y desigualdades. Una propuesta que tiene carácter gubernamental internacional, en la cual Cuba tuvo un papel decisivo para asegurar su cumplimiento y es signatario de ese programa.
¿Por qué el término molesta a algunas personas? La causa más frecuente que promueve sospechas políticas es identificar como sinónimos la terminología estadounidense afroamericano con afrodescendiente. Otra de las razones pudiéramos encontrarla en el desconocimiento popular sobre el debate regional efectuado durante todo el decenio de los noventa, en el que Cuba no participó porque se consideraba en ese momento que se trataba de un problema que el país ya había solucionado completamente.
Desde una visión histórica, la esclavitud africana fue el mecanismo económico decisivo para ampliar el poderío colonial en la mayor de las Antillas, a costa del abuso físico y espiritual sobre la población de origen africano, que llegó a representar la gran mayoría en la isla. Ya a inicios del siglo XX, los estamentos de poder trataron de modificar esa composición racial a través de procesos migratorios en gran escala desde Europa, para imponer lo blanco como paradigma arquetípico social legítimo.
En cuanto al debate actual sobre la validez o no de la terminología afrodescendiente, algunas personas expresan de modo naif que todos somos afrodescendientes porque fue África la cuna de la humanidad. Pero desde ese enfoque queda oculta la esencia de un conflicto que tiene como causa primordial las desigualdades asociadas a la racialidad, un proceso cultural y psicológico que no está exento de dolor para quienes han creído que africanía expresa inferioridad.
Otros pretextos que intentan justificar las desigualdades sociales en el plano de la racialidad aparecen en el discurso cultural que concentra su enfoque en el legado de la africanidad indisolublemente unido a la cubanidad. Lo cual, si bien es absolutamente cierto, invisibiliza el conflicto social en segmentos representativos de la sociedad cubana, donde pobreza y racialidad tienen un vínculo inseparable.
Un asunto importante en la deconstrucción de la secuela del racismo, como fenómeno cultural global, es que determina la relación entre racialidad y poder, a partir del impacto de la discriminación racial en la esfera de la participación social. Es importante recalcar que la identidad fenotípica no significa, espontáneamente, la asunción de una posición ideológica antirracista, sino que es la evolución de la conciencia social la que determina la posición política de las personas y los grupos.
La terminología afrodescendiente tiene como objetivo salirse de las clasificaciones de tipo étnicas, con signos estereotipados, creadas por el sistema colonial. Y, simultáneamente aspira a encontrar una vía conciliatoria que trascienda al color de la piel, como el estigma de discriminación histórico. El propósito final es construir una agenda política abarcadora, capaz de transformar el racismo estructural en espacios de equidad racial y social.
En la vida cotidiana las personas seguirán nombrándose de acuerdo a sus tradiciones, es decir, se identificarán como afrocubanas, afrocolombiana, afrobrasileñas o simplemente negras, pretas, mulatas, jabás, de acuerdo a sus perspectivas individuales y a su estatus o sentimiento de identidad personal.
Como todo movimiento contemporáneo, al interior del liderazgo afrodescendiente, los grupos organizan sus proyectos contra la discriminación racial desde contextos diversos. Una variable opta por programas neoliberales que facilitan beneficios personales y otros grupos se involucran en propuestas progresistas y socialistas.
Es importante tener en cuenta que la propuesta afrodescendiente atraviesa también aristas emocionales. Para quienes, desde su infancia, fueron víctimas de formas despectivas y acciones humillantes, la terminología es una forma de restituir su identidad cultural y política, desde las esencias de una autoestima que el colonialismo trató de destruir. En síntesis, afrodescendiente quiere decir luchar por el derecho a una ciudadanía que les fue negada. Es posible que, para quienes no sufren día a día el estigma clasificatorio inferiorizante por el color de la piel u otros rasgos, afrodescendiente pueda significar una mera retórica.
En la lucha continental, los sectores afrodescendientes más progresistas consideran que Cuba representa una fortaleza contra el neoliberalismo porque,precisamente, el país posee las mejores condiciones institucionales y sociales para asumir el tema a partir de los avances sociales obtenidos. Esta reflexión busca promover una mayor comprensión acerca de propuestas que buscan organizar programas de carácter más progresistas, fundamentalmente en países delaAlanza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América (ALBA), la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC), la Unión de Naciones Suramericanas (UNASUR), la Comunidad del Caribe (CARICOM y otras instancias para eliminar las desigualdades sociales relacionadas con la racialidad.
Afrodescendiente ha comenzado a formar parte de una práctica social ya generalizada en toda la región, que quiere decir asumir un compromiso y una responsabilidad desde una igualdad humanista conceptual en la búsqueda emancipadora por la inclusión de los grupos históricamente oprimidos en los nuevos contextos políticos del siglo XXI.
El impacto de la exclusión les hace más difícil crear espacios organizativos
Cuando el habla popular repite la frase “divide y vencerás”, atribuida a Nicolás Maquiavelo… en cierta medida queda colocado un sentimiento de impotencia ante circunstancias que expresan fractura, separaciones y falta de unicidad. Pero en el contexto de seres humanos que han sido víctimas de la exclusión, el efecto de esa manipulación para crear rupturas obtiene mejores y más rápidos resultados.
Se trata de estructuras sociales vulnerables, debido a procesos discriminatorios con la correspondiente secuela de dolor, lo que no siempre es un proceso plenamente consciente. En esas circunstancias, la construcción de un estatus de unidad en el grupo subalterno acarrea diversos peligros, porque el impacto de una inferiorización en escenarios sociales que no reconocen sus derechos suele marcar el “síndrome del vacío”.
En este sentido, resulta casi espontáneo o natural que a las personas que sufren la discriminación por diversas causas les resulte difícil encontrar formas organizativas rápidas y sólidas. La colonialidad, con su impacto devastador, se encarga de mantener la falta de confianza en sí mismos y en quienes les rodean, como consecuencia de la exclusión a la que han estado sometidos, lo que implica que prefieran la lucha en solitario.
El miedo instalado en la memoria histórica, debido a la exclusión sistémica, deja un daño tal en la autoestima de los segmentos afectados que promueve incapacidad espiritual y psicológica para rebasar la etapa del aislamiento y poder diseñar estrategias colectivas. La historia de la esclavitud africana mostró que solamente cuando las personas esclavizadas pudieron consolidar proyectos de lucha colectiva vencieron al colonizador.
En la sociedad actual cubana, a las personas de origen africano les resulta difícil romper el proyecto racista antinegro, anclado desde siglos, en el cual el consenso para dar espacio a una propuesta antirracista carece de la comprensión requerida, mientras otras discriminaciones van encontrando las estructuras oportunas para revertir el impacto negativo de la exclusión institucional y personal.
Ante el intento de acciones sociales antidiscriminatorias, las propuestas a veces son recibidas como acciones engañosas, a partir de una experiencia acumulada de proyectos preparados justamente para mantener la fragmentación, porque no cuentan con todo el andamiaje político imprescindible, dígase institucional, para saltar la barrera histórica y contemporánea del racismo.
La evidencia más cercana muestra que proyectos antirracistas que surgen desde distintos ámbitos desaparecen a corto plazo, porque son disueltos o auto disueltos, ya que no cuentan con el imprescindible acompañamiento social para crear la base estructural que la situación demanda. La falta de consenso, tanto en espacios instituciones como desde el propio sector discriminado, representa serios impedimentos para el grupo que intenta apoderarse del espacio social que le corresponde.
La sección cubana de la Alianza Regional Afrodescendiente para América y el Caribe (ARAAC), constituida en 2012 bajo el soporte del Ministerio de Cultura, no ha podido escapar a este “síndrome del vacío”. Tanto por la débil y a veces incoherente perspectiva institucional, como por la falta de un enfoque estructural al interior del propio grupo, donde en diversos momentos los enfoques repiten las mismas secuencias de errores que, por varios siglos, ha caracterizado esta problemática, creando un círculo vicioso desalentador.
En ese sentido, queda claro que lograr un programa común demanda de mucho tiempo y también de una alta dosis de paciencia y comprensión. El asunto es que no se trata de un fenómeno accidental, sino que es resultado de una exclusión diseñada de modo consciente para entorpecer la consolidación de una estrategia común. Un proceso social donde los estereotipos sociales que descalifican a las personas de origen africano han sido colocados en el imaginario social, precisamente, para que las personas no blancas sigan en lo subalterno y no logren la inmersión en los espacios de toma de decisiones.
Un fenómeno que a veces se repite con calificativos y discursos despectivos desde el interior del propio grupo.
Una dificultad sustantiva ha sido la imposibilidad de hacer crecer la propuesta extendiéndose a otros territorios y sectores del país, debido a la falta de legitimidad institucional. Porque para algunas personas e instituciones, si no existe el aval requerido institucional, cualquier propuesta que aborde la racialidad crea duda, si no cuenta con el respaldo oficial reglamentario.
Un asunto no menos importante ha sido la carencia de recursos financieros mínimos para organizar actividades masivas. Un factor importante de los errores fue no dar a conocer el sitio web confeccionado con un diseño de calidad, pero que nunca fue informado porque su socialización ha dependido de un proceso institucional por más de dos años.La historia de finales del siglo XIX e inicios del XX mostró que la población afrodescendiente cubana no pudo organizar el espacio de participación política que le correspondía por su contribución a la emancipación de la nación.
Concentrado en obtener la independencia, el liderazgo afrodescendiente en el siglo XIX pensó que, con su esfuerzo enorme por la libertad de Cuba, su espacio social en la dirigencia del país estaría asegurado, una vez que el régimen español quedara derrumbado. No pudieron prever que, entre bambalinas, un sector del independentismo moderado fraguaba su exclusión y que las alianzas con las vanguardias combativas no blancas se convirtieron solo en una estrategia militar coyuntural ante la desaparición de los líderes José Martí y Antonio Maceo.
Se trata de un conflicto que, en la actualidad, requiere de un análisis que debe estar sometido a una visión política más profunda. Los acontecimientos muestran, claramente, la presencia de un pensamiento racista antinegro, a solo 12 años de constituida la república. La historia de inicio del siglo XX muestra una evidencia palmaria con la masacre de 1912, cuando fueron asesinado no solo los miembros del Partido Independiente de Color, sino cientos de personas simplemente por ser no blancas; investigadores del tema calculan que las bajas de ese conflicto armado en la región oriental del país pudiera sobrepasar la cifra de más de 3.000 personas.
Es un capítulo de la historia cubana no estudiado aun suficientemente, pero que permite comprender las consecuencias de un dolor muy profundo en generaciones muy próximas a las nuestras, como parte de un programa premeditado en el que se buscaba la exclusión de la vanguardia no blanca del Ejército Libertador y donde los “pretextos” ofrecieron razones para conservar el estatus quo de exclusión.
A través de ensayos literarios, periódicos de la época y otras fuentes registradas en el Archivo Nacional de Cuba, es posible apreciar cómo fue diseñada la propuesta cubana de la república para mantener a la población de origen africano fuera de los espacios de toma de decisiones, no solo por ser afrodescendientes, sino porque su agenda contenía una matriz independentista radical. Las propuestas, a veces con visos de supuesta integración como fue el caso de la constitución de 1940, carecían de la voluntad política necesaria para transformar ese estatus de exclusión.
Se trata de propuestas que fracasan por falta de consenso social. Un ejemplo reciente del “síndrome del vacío” ante la racialidad cubana está en el propio discurso del líder histórico de la revolución cubana, Fidel Castro, cuando en marzo de 1959 declaró que la discriminación racial era una de los problemas más complejos y difíciles que debía enfrentar la revolución. Una propuesta que mostró, nuevamente, la presencia de falta de consenso frente al tema de la discriminación racial en el imaginario social cubano y la indisposición para construir un programa antidiscriminatorio y de inclusión racial en la agenda nacional.
En este sentido, ARAAC Cuba, similar a otras agrupaciones en el resto de nuestra América, donde la población afrodescendiente intenta encontrar espacios de participación de poder que les corresponde, tropieza con las dificultades históricas similares, que muestran la vigencia de un pensamiento discriminatorio hacia la población no blanca. El barraje de conflictos que impide esa obligatoria inclusión es largo y complejo, como es posible apreciar en los distintos contextos sociales. Entre ellos, además del conflicto básico de rechazo a incluir un programa antirracista, están las dificultades al interior de los liderazgos, a veces por falta de madurez política, por discursos ideológicamente débiles entre su membresía o estrategias erráticas, debido a la falta de conocimiento sobre la magnitud histórica del racismo y la discriminación racial y, sobre todo, los hábitos de trabajar en solitario por mucho tiempo, lo cual hace difícil conformar un encuadre de unidad dentro de la diversidad.
Una dificultad seria es la perspectiva del llamado discurso de la víctima, promovido también desde el discurso de la exclusión, en el cual las personas discriminadas suelen quedarse atascadas en culpar al sistema que agrede su identidad, con el socorrido atajo que se concentra en el ensimismamiento. En ese contexto, de manera dicotómica, el discurso de la víctima, insertado en la historia colonial,establece una polarización entre “ellos” y “nosotros” a partir de un dolor, que conspira para construir un nuevo lenguaje comunicativo que permita iniciar un proyecto dialógico, donde junto al duelo, aparezcan soluciones alternativas.
A lo cual es importante añadir la tendencia a suponer que solo las personas no blancas podrán encontrar las estrategias que la sociedad cubana exige para conformar un programa antirracista. Los errores y aciertos de ARAAC Cuba parecen ser interpretados como fenómenos nuevos, pero la historia muestra que se trata de una repetición cíclica, en la cual las subjetividades sociales, los estereotipos culturales y la falta de fe actúan, permanentemente, para impedir una inclusión en la sociedad civil cubana que garantice una nación más equitativa y justa, donde la población no blanca tenga acceso a la equidad que le corresponde.
El reto actual para ARAAC es acumular la energía emancipadora necesaria para enfrentar, tanto los impedimentos externos como internos. El silencio prolongado sobre la racialidad cubana incide de modo directo, inducido o solapado, como una expresión repetitiva de la historia cubana discriminatoria hacia las personas de origen africano, un fenómeno que va más allá de aquellas tonalidades de piel que hacen posible ocultar la verdadera identidad.
En la actualidad, un elemento decisivo es el abandono político institucional para la creación de una propuesta antirracista concreta, con la participación indispensable de ese sector social. Los proyectos para crear un consenso nacional exigen la participación de la población afrodescendiente en su conjunto. La experiencia histórica mundial dice que solo es posible obtener un consenso cuando está presente la voz de las personas discriminadas, como la pieza clave capaz de transformar el consenso nacional con su experiencia decisiva y enriquecedora, para construir una agenda nacional antirracista.
Esta reflexión solo aspira a un llamado de alerta para recordar que las propuestas donde solo participan grupos elitistas, sin las ideas e historias personales de los grupos discriminados, no permiten deconstruir el racismo y la discriminación, más allá de las aspiraciones socio-culturales que las creen. Solo las experiencias de las personas discriminadas permiten dar acceso a la inclusión de quienes han sido excluidos. Es necesario aclarar que ya en la isla han existido proyectos institucionales como el llamado “Sistema de cuotas”, en la pasada década de los ochenta, una propuesta orgánica que fracasó por la misma causa: falta de consenso general y desconocimiento de los propios grupos discriminados de sus derechos y oportunidades ante la ausencia de un discurso público.
Ya a finales de la década de los noventa e inicios del 2000, nuevamente fueron creadas propuestas inclusivas para promover a miles de jóvenes en todo el país, desvinculados del estudio y el trabajo, en su mayoría afrodescendientes. Pero una vez más nunca fue explicado que se trataba de una propuesta contra la discriminación. Resulta imposible transformar la conciencia social de cualquier grupo humano sin el debate ideológico requerido, porque la transformación de la conciencia política no opera por omisión.
Ahora mismo el conflicto social de la racialidad tiene en su epicentro un problema importante, que es la presencia de desigualdades sociales que se manifiestan en estatus de pobreza y racialidad en sectores de las poblaciones afrodescendientes, con una incidencia importante en la niñez, las mujeres y las personas de la tercera edad. Pero quizás valdría la pena lanzar una mirada a los desafíos del siglo XXI, donde tanto la falta de recursos económicos como simbólicos ocasionados por el racismo y la discriminación crean cismas sociales que no desaparecen espontáneamente, incluso a pesar de una intención de cambio.
A simple vista parecería que la población afrodescendiente cubana está atrapada entre la falta de respaldo institucional y el bajo nivel de conciencia racial de ciertos segmentos afrodescendientes. Pero la realidad es mucho más compleja, porque tampoco podría culparse a una sociedad que durante más de medio siglo no ha tenido acceso al debate sobre el racismo y la discriminación racial; donde el tema ha permanecido prácticamente invisible en los espacios públicos, con una muy débil aceptación en los espacios académicos y prácticamente ausente de la prensa escrita, televisiva o racial.
Como sabemos, la formación de la conciencia social exige una acción ideológica visible y sostenida. Pero si el discurso que le corresponde a la racialidad por su papel dentro de la nación cubana, permanece ausente, no sería afortunado entonces responsabilizar a quienes padecen una baja autoestima inducida por falta de orgullo de su origen africano y rechazan involucrarse en una lucha que les parece que no es suya.
Más difícil aún sería reclamarle a las personas “blancas cubanas” por falta de conciencia racial, ante un asunto que exige un discurso público capaz de transformar la conciencia social, donde solo la solidaridad y una comprensión humanista podrían involucrarles en un programa antirracista.
También es cierto que ha faltado un activismo antirracista consensuado, poseedor de una reclamación más enérgica, sin miedo a ser acusados del estigma de contrarrevolucionarios, cuando se plantea la cuestión racial. Porque las bases de la nación cubana han sido construidas con una parte decisiva de la población afrodescendiente. Desde las personas esclavizadas que se emanciparon y dieron su vida por la independencia; hasta “esa mitad” de la población no blanca que hoy sigue luchando cada día por sus derechos, aunque a veces no lo conozca cómo debería, pero que se esfuerza por crear una patria mejor, más equitativa e inclusiva.
Los retos para la sociedad cubana en el actual contexto socio-político son mayores porque las políticas asistencialistas de la revolución reducen sus posibilidades, lo cual incrementa vertiginosamente la vulnerabilidad de esos sectores. Se trata de la urgencia para transformar ese pasado doloroso, que tiene también como secuela la esclavitud africana, un asunto que exige de nuevos enfoques ideológicos.
Concluyo con una pregunta ya formulada en otros textos. ¿Quiere la sociedad cubana asumir el conflicto de la racialidad ahora mismo? ¿O prefiere dejarlo al paso del tiempo, como el legado de una mancha de inequidad social, que si bien no obnubila totalmente los grandes logros de la revolución, deja un mal sabor y afianza la presencia del racismo y la discriminación racial como expresión de un vacío ideológico que puede tener consecuencias lamentables?
(2016)
3 comentarios
Aries Morales
Excelente análisis, recorrido histórico social sobre el racismo en Cuba. Me parece fundamental este documento que recorre la historia y los conflictos en su contexto. Además de ser un llamado urgente para las terribles consecuencias de las desigualdades existentes en la Isla, las cuales en un crescendo galopante marcan el destino triste de los más desfavorecidos en nuestra sociedad. Felicidades por este artículo necesario.
Rey
Lo que la autora llama «el conflicto de la racialidad» es en el fondo, el conflicto socioeconómico entre las capas más humildes de la sociedad, (donde predominan los descendientes de etnias de origen africano) y las capas con mucho más elevado nivel de vida (predominantemente descendientes de europeos). En segundo lugar hay también diferencias culturales (modos de expresión, costumbres, religiones) entre nuestra herencia cultural europea y nuestra herencia cultural del África negra, diferencias que a pesar de que mayoritariamente hay una cultura nacional con muy alto grado de sincretismo e integración, es más o menos marcada según cada persona en particular, su educación, su cultura y su personalidad.
De qué demonios hablamos cuando usamos el término «racialidad» en Cuba, cuando los recientes estudios genéticos demostraron que solo alrededor de un 20 % (como promedio) de los genes de los cubanos pertenecen al África negra, lo cual obviamente coincide con los por cientos originales de los grupos étnicos integrantes de nuestra nación? Porque más del 60 % de los cubanos son claramente mestizos. Entonces este enorme por ciento de mestizaje es afro-descendiente y la vez hispano-descendiente. Descienden por derecho propio de la «raza» (término no científico cuando se aplica a seres humanos) blanca como de la «raza» negra. Porque no hay «raza mulata». Y si se considerase un «cubano medio», una abstracción, sería un «mulato clarito» con un 20 % solamente de genes negros. Es afrodescendiente ese «cubano medio»? Obviamente. Pero incluso en mayor medida es euro-descendiente. Y tiene pequeños porcentajes de chino y aborigen. Por qué rayos considerar a todos los mestizos (la mayoría de los cubanos) solo como afrodescendientes? Esto es lo que han hecho siempre los racistas de todas partes, considerar etnias puras. La negritud no es como el café al mezclarse con leche. En el fondo, quienes discriminan a las personas por rasgos fenotípicos no lo hacen por dichos rasgos, cualquiera se pinta el pelo, se lo riza, usa lentes de colores y no estará lejos el dia en que se tiña la piel. Se discrimina por razones socio-económicas , por razones culturales, por intolerancia e incultura.
En Cuba, es un grave disparate avivar el fantasma de la racialidad. Debe hacerse hincapié en la lucha contra la pobreza , contra la incultura. Hasta ahora al menos después de 1959, no hay políticas discriminatorias, sino personas que discriminan por rasgos físicos. Y también prejuicios raciales. Que es otra cosa. Porque los prejuicios tienen una base OBJETIVA, asociados a los rasgos físicos de las personas y a determinada manera de comportarse en la mayoría de las personas con esos rasgos. Es ahí donde también hay que dar la batalla. Por ejemplo, que muchos mestizos cubanos asuman con todo su derecho y orgullo su herencia hispánica y no solo su herencia africana, que no se consideren a sí mismos como «negros», porque no lo son. Son cubanos, un pueblo mestizo, culto, valiente. Por eso insisto: sin obviar la intolerancia de personas descendientes de una y otra etnias originarias, hay que trascender el color, la religión, los prejuicios y la incultura y luchar contra la pobreza, la ignorancia y los prejuicios. En una nación mestiza como la nuestra, naturalmente integrada, es muy negativo y peligroso centrar el foco del problema en rasgos físicos carentes de importancia y no ir a la esencia verdadera del problema, y es que aún, la sociedad cubana no ha logrado desterrar la pobreza, asociada desde siglos atrás, a negros y mestizos.
Felo
La participación de los afrodescendientes en sectores como la educación o el deporte no puede considerarse un avance, sabiendo que los salarios en esos sectores son paupérrimos y las condiciones laborales dejan bastante que desear, incluso en el sector de la salud. Otra cosa es la participación de este grupo en empresas mixtas, el turismo y otras actividades en que existen relación o contacto con el extranjero. Allí la presencia negra es casi inexistente a no ser en las actividades menos calificadas: mozos de limpieza, mantenimiento, auxiliares de cocina, etc. Hay que ver quiénes componen el mayor porcentaje de los reclusos en el país, quiénes viven en las peores condiciones, quiénes ocupan loes escaños inferiores en el ejército y la policía: los afrodescendientes. El actual gobierno no tiene interés en abrir un diálogo sobre este ni ningún otro tema. Están decididos a que las cosas continúen haciéndose a su manera. No habrá solución a este ni otros problemas mientras se siga viviendo en una sociedad cerrada, donde se tacha de contrarrevolucionario todo planteamiento que no sea para alabar el estado de cosas actual. Y, por favor, no miremos más a Estados Unidos que, si bien tiene problemas, al menos los ventila públicamente; si sabemos de los abusos policiales en los que, por si el autor no lo sabe, han participado policías negros también, es porque se le han dado difusión en los medios masivos y las redes sociales. En Cúba. los medios están controlados por el Estado y les está vedado servir de tribuna para ventilar públicamente desmanes de la autoridad.