Esta vez es invitado por el cantautor argentino Víctor Heredia a uno de sus conciertos en el Teatro San Martín, de Buenos Aires.

De nuevo le proponen quedarse en Argentina, pero Jorge tendrá que retornar siempre. Por si fuera poco, ha sido acusado de hacer “contrarrevolución”: una señora perteneciente a un grupo de solidaridad de ese país, así lo asegura, porque habló en la radio de la “canción pensante”, citando a Silvio, y de la crisis económica por la que atravesaba Cuba.

A su regreso hace su testamento trovadoresco, en una carta que envía al Ministro de Cultura Abel Prieto y al canciller de entonces Roberto Robaina, en la que deja claras sus posiciones, ya cantadas en Demencialmente opuesto (1991).