Merengue dominicano: caribeño y universal

El contagioso ritmo fue declarado, en 2016, Patrimonio de la Humanidad.

En muchas regiones de Dominicana se sigue tocando el merengue en su forma original.

Aunque no se se proceda de dónde él es oriundo (República Dominicana) basta con tener sangre en las venas para sentir su electricidad, energía y sabor cuando irrumpe en una fiesta o simplemente, en la radio, en algún equipo de música, y arrancar a moverse con sus motivadoras síncopas: el merengue es tanto quisqueyano como de cualquier otra parte del Caribe, y como si fuera poco, se baila también en Europa, en Norteamérica y prácticamente en todo el mundo.

Parte integrante de la identidad nacional de República Dominicana, el merengue desempeña, además, un papel activo en numerosos ámbitos de la vida diaria de la nación caribeña: la educación, las reuniones sociales y amistosas, los acontecimientos festivos e incluso las campañas políticas electorales.

El 26 de noviembre de 2005 esta práctica cultural tradicional obtuvo reconocimiento público mediante un decreto presidencial por el cual se proclamó el Día Nacional del Merengue; pero en 2016, exactamente el 30 de noviembre, la designación resultó mucho más abarcadora y, por tanto, trascendente: fue proclamado Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad, como también en Cuba ocurrió con otro género musical: la rumba.

En diversas ciudades de la República Dominicana tienen lugar festivales del que debe considerarse, sin duda alguna, género nacional, entre ellos destacan los celebrados cada año en Santo Domingo y Puerto Plata.

Bailadores de merengue disfrutan de su sensual cadencia musical.

El merengue se baila en pareja, acompañado de coqueteos y movimientos sensuales de los bailarines que giran al compás de la música interpretada con acordeones, tambores y saxofones, además de otros instrumentos. La iniciación a esta danza suele comenzar desde la más tierna infancia, sus prácticas y conocimientos se transmiten esencialmente mediante la observación, la participación y la imitación.

Este ritmo atrae a personas de medios socioeconómicos muy diversos, contribuyendo así a fomentar el respeto y la convivencia entre las comunidades. La cuna del merengue se sitúa en el norte de la República Dominicana y su zona de influencia abarca la región del Caribe.

Dando marcha atrás

Los orígenes del ritmo se remontan al siglo XIX. En un principio, el merengue dominicano era interpretado con instrumentos de cuerda (bandurria y/o guitarra). Años más tarde, estos fueron sustituidos por el acordeón, conformándose así, junto con la güira y la tambora, la estructura instrumental del conjunto de merengue típico; el cual, con sus tres instrumentos, representa la síntesis de las tres culturas que conformaron la idiosincrasia de la cultura dominicana: la influencia europea viene a estar representada por el acordeón, la africana por la tambora (tambor de dos parches) y la taína o aborigen por la güira.

Aunque en algunas zonas de la República Dominicana, en especial en el Cibao y en la subregión noroeste, todavía existen conjuntos típicos con características similares a aquellos pioneros, el ritmo fue evolucionando durante todo el siglo XX. Primero, con la introducción de nuevos instrumentos como el saxofón, y más tarde con la aparición de orquestas armadas de complejas secciones instrumentales de vientos.

La evolución del género adecentó sus letras para amenizar una de sus variantes (rumba) y a partir de entonces se diseminó muy rápidamente por todo el país. En 1875 el presidente Ulises Francisco Espaillat —conocido por sus escritos contra el merengue— inició una campaña contra el mismo por sus bailes y letras explícitas, pero fue totalmente inútil, ya que esa peculiar sonoridad se había adueñado del Cibao, donde se hizo fuerte a tal punto que  hoy muchos consideran a esa región como su cuna.

Patrimonio compartido

La reciente Semana de la Cultura Dominicana en Cuba, celebrada por tercera vez, incluyó además de su habitual muestra de cine, lecturas, conciertos y presentaciones de libros, una conferencia magistral acerca del merengue y un homenaje a este contagioso ritmo, en el cual se destacó el valor del género como símbolo de la dominicanidad.

Como fueron músicos cultos los que fijaron la forma musical del nuevo merengue, sus colegas populares trataron de imitarla y seguirla, mientras que el hombre de campo continuó tocando el ritmo en su forma original. Ello dio origen a dos modalidades: el merengue folclórico o típico, que aún se encuentra en los campos, y el de salón, propio de los centros urbanos. De esta manera, desplazó a algunos otros bailes típicos como la tumba, que requería gran esfuerzo físico y mental, mientras que la coreografía del merengue, en la que el hombre y la mujer no se sueltan nunca, era bastante simple, aunque poco a poco fueron desarrollándose diversas figuras para la modalidad baile de salón.

El merengue de cuerdas (guitarra, acordeón, güira y tambora) es la primera manifestación del género, en su fase primitiva, mas con la llegada del acordeón por la costa norte desde Alemania, este instrumento —novedoso entonces y de mayor sonoridad que la guitarra—, poco a poco comenzó a sustituirlo, dando paso al formato que, en la zona norte, adquiriría el nombre de «Perico Ripiao», asentado en un lugar de Santiago —capital del Cibao, al norte de la isla— llamado «El Hospedaje”, donde pernoctaban los campesinos que se trasladaban a la ciudad a vender sus productos.

Luego de ser admitido por la élite social de República Dominicana, el desarrollo musical del merengue se dio, sobre todo, con la llegada al poder de un amante del mismo, el dictador Rafael Leónidas Trujillo, cuyo desgobierno se extendió de 1930 hasta 1961). De origen humilde y conocedor del género, el sátrapa empleó el popular género como parte de la estrategia promocional de su gobierno y lo convirtió en la música nacional, por tanto obligada en los actos sociales y oficiales.

Con la caída del régimen llegan los procesos de influencia de la música anglosajona que obligan al merengue a transformarse en una música más cercana a la juventud. Es cuando surgen dos jóvenes inquietos, uno de academia y otro de las entrañas mismas del pueblo: Félix del Rosario —que introdujo células jazzísticas, dada su adherencia como músico a ese género— y Johnny Ventura, quien reforzó la esencia popular y criolla del ritmo con su creatividad y sandunga.

Wilfrido Vargas, uno de los mayores cultores del género

Otro referente imposible de obviar es Juan Luis Guerra y su cuarteto, ampliado después a orquesta, la 440, quien aportó una savia nueva, una bocanada de aire fresca, no solo desde lo armónico o tímbrico, sino letrístico, insuflando de verdadera poesía sus piezas, las cuales no perdían, todo lo contrario, un ápice de sabrosura y autenticidad.

Otros músicos destacados en el género son: Wilfrido Vargas, uno de los mayores cultores del género;  Fernando Villalona, Sergio Vargas, Aramís Camilo, Los Hermanos Rosario, Toño Rosario, Milly Quezada, Conjunto Quisqueya, Víctor Roque & La Gran Manzana.

Aunque como hemos visto, nacido y desarrollado en República Dominicana, el merengue se ha extendido por buena parte del mundo, y goza de ricas variantes en Puerto Rico y Estados Unidos, específicamente en Nueva York, donde existe una amplia y entusiasta comunidad quisqueyana. Es muy popular en otros países de Centroamérica y también en Colombia y Venezuela, donde han surgido variantes tanto en música como en danza.

Como caribeños y latinoamericanos, nos sentimos orgullosos de los aportes musicales y culturalres del merengue, y seguiremos celebrándolo de la mejor manera: “echando un pie” al ritmo de tan delicioso y alegre baile. (2017) 

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