La Habana, 8 ago.- Entre el 1 y el 5 de agosto, una pequeña villa costera de la oriental provincia de Holguín abrió sus calles para que pueblo y gente de cine compartiera en la 17 edición del Festival Internacional de Cine de Gibara. Se conmemoraba esta vez una fecha especial, pues hacía veinte años exactos que el cineasta Humberto Solás escogiera ese lugar atípico para crear la cita cinematográfica llamada en sus inicios de “Cine Pobre”.

En su noche final de 2023, la gala tuvo como principal aliciente el anuncio de los galardones cinematográficos otorgados por los jurados de Ficción, de Documentales y Animación y los premios de la Asociación Cubana de la Prensa Cinematográfica (ACPC). Además, se hizo entrega de un Premio Lucía de Honor al actor Jorge Perugorría, quien había rescatado el evento, poniéndose al frente de este a partir de 2016.

Reflexiones de Perugorría

El hoy convertido en Presidente de Honor del Festival subió a recibir la estatuilla de manos de Mirta Ibarra, la icónica actriz con la que compartió en el set de Fresa y Chocolate. A continuación, en su discurso de recepción del lauro, advirtió que haría “una reflexión sobre las demandas del cine cubano”.
Con la fricción entre las instituciones culturales y un grupo de cineastas cubanos como escenario de trasfondo, Perugorría opinó que “el sentir de los cineastas es compartido por la mayoría de los artistas cubanos” y que se necesita “un cambio en la política cultural del país, a la altura de los momentos que estamos viviendo”. Insistió en que urgía avanzar “hacia una mayor inclusividad, una situación que sume y no que reste”.

Culminó con un mensaje dedicado a los más jóvenes, en el que quiso decirles “que nunca ha sido fácil. Hasta Titón (Tomás Gutiérrez Alea) y Solás (Humberto) lucharon contra la censura. Pero hicieron su obra aquí, hasta el final, nunca colgaron los guantes ni renunciaron a hacer cine cubano”. Según sus palabras: “El cine cubano fue, es y será, bajo cualquier circunstancia”.

A la hora de los Lucía

Un adolescente atrapado en las dudas sobre su identidad sexual cautivó al jurado de Ficción, presidido por el realizador cubano Alejandro Gil, y la cinta francesa Petite Nature alcanzó el Premio Lucía al Mejor Largometraje de Ficción. También esta obra del director Samuel Theis fue seleccionada en esa categoría por el Jurado Joven, uno de los premios colaterales.

Mientras que Fin (Dir. Fernando Reinaldos, Estados Unidos) obtuvo el Lucía equivalente, pero en el acápite de los Cortometrajes de Ficción. Ese Jurado de Ficción quiso señalar, además, un Premio Especial para el largometraje Haut et Fort (Dir. Nabil Ayouch, Marruecos-Francia); y dos Menciones Especiales, destinadas al largo El mundo de Nelsito (Dir. Fernando Pérez, Cuba); y al corto Un pasaje sin regreso (Dir. José Gómez de Vargas, República Dominicana).

El testimonio del escritor recientemente fallecido Antón Arrufat, entre otros, ayuda a redondear la imagen sobre el polémico dramaturgo cubano que ofrece Virgilio desde el gabinete azul, de Raydel Araoz, laureada con el Premio Lucía al Mejor Largometraje Documental. En cuanto a los documentales en corto, se entregó el Lucía a la pieza de la cubana Lizette Vila titulada Todos los días son 8 de marzo.

Este jurado de Documentales y Animación, que fuera presidido por la estadounidense Catherine Murphy, reservó dos Menciones Especiales para los animados Ewé de Òsányìn: El secreto de las hojas (Dir. Pâmela Peregrino, Brasil) y Keradó (Dir. Andrés Rafael Castillo Garzón, Colombia); y un Premio Especial para Zinder (Dir. Nabil Ayouch, Marruecos).

La opinión de la Prensa y los premios colaterales

Tocó a Nicolás Rabaeus, musicalizador de Foudre, recoger en el cine Jiba la distinción otorgada por la ACPC a este largometraje de la suiza Carmen Jaquier, que aborda el conflicto de la opresión sobre la sexualidad femenina”.

El jurado conducido por Rafael Grillo, presidente de ACPC, también dispuso un premio a Mejor Cortometraje de Ficción para la brasileña Abecé (Dir. Cleo Rosa); y una Mención Especial para el largometraje La espera, concebido con escasísimos recursos por el joven director cubano Daniel Ross.

Unas horas antes de la clausura se habían proclamado ya los premios colaterales. El ya mentado Jurado Joven, además de su predilección por Petite Nature, completó sus elecciones con París 70 (Dir. Dani Feixas Roca, España), en cortos de ficción; y los documentales Cosme, un enorme juego con el tiempo (en largo, de Alejandra Rodríguez Segura, Cuba) y el corto Todos los días son 8 de marzo.

Por su parte, el jurado de Cineclubes, encabezado por Lázaro L. Alderete, consideró a Retorno (Dir. Blanca Rosa Blanco, Cuba) como mejor largo documental; y a Fantasmagoría (Dir. Juan Francisco González, Chile), como mejor corto documental.

La gran dispersión de los premios, distribuidos entre muchas de las películas, corroboró lo que a pie de cine expresaba al enviado de IPS Cuba el público asistente a la sala oscura: la notable calidad de las obras en concurso.

Más allá del cine: una fiesta multicultural

La promesa de Sergio Benvenuto, actual director del Festival, de que la edición de 2023 estaría a la altura de ediciones anteriores, se manifestó en una programación nutrida y extendida hacia todas las artes.

Además de los tradicionales conciertos nocturnos con cantantes y bandas populares, hubo momentos únicos, como la interpretación de bandas sonoras de clásicos del cine cubano por la Orquesta Sinfónica de Holguín en la Plaza de la Cultura.

Propuestas danzarias, teatro para adultos y niños, exposiciones pictóricas, talleres de aprendizaje cinematográfico para jóvenes, expusieron la validez del Festival de Gibara en aras de ser fuente de crecimiento cultural y material.

El asunto del Patrimonio local, la necesidad de su restauración y conservación, se expuso en unos Paneles Teóricos, que también se explayaron sobre la temática de Género y los problemas de la exhibición y distribución de las películas.

La sobrevivencia de este Festival de Gibara a lo largo de veinte años y el impulso dado a esa humilde localidad hablan por sí solos de la importancia del sostenimiento de este tipo de eventos, aún en medio de las más adversas circunstancias económicas y sociales.

Los habitantes del lugar lo confirmaron con su júbilo y el agasajo que brindaron a artistas y participantes en una cuadra de la Loma del Chivo, para festejar los veinte años del Festival de Gibara y su deseo de que vengan muchas ediciones más (2023).