Festival contribuye a preservar música y tradiciones cubanas

Al extenderse a varias comunidades fuera de La Habanas, Timbalaye afianza tradiciones músico-danzarias tradicionales.

El programa del evento abarcó este año a 10 provincias cubanas y diversas comunidades con un reconocido arraigo de tradiciones como La Loma del Chivo, en Guantánamo.

Foto: Cortesía del Festival Timbalaye

La Habana, 12 sep.- Con más de dos décadas de existencia, el Festival Timbalaye por la ruta de la rumba deviene una iniciativa de referencia en cuanto a la preservación de la música y las tradiciones populares en Cuba.

Fomentar, salvaguardar, promover y potenciar los patrimonios vivos, así como las expresiones folclóricas y populares que conforman la identidad cultural cubana es el propósito fundamental de esta iniciativa.

Fundado en 1999 por Irma de la Caridad Castillo, hoy su vicepresidenta y directora artística; María Elena Mora, representante del evento en México, y Ulises Mora, actual director general, Timbalaye promueve la cultura cubana en espacios internacionales.

Asimismo, se extiende a la mayoría de las comunidades de la nación caribeña, con el propósito de preservar tradiciones músico-danzarias, fundamentalmente a partir del complejo de la rumba.

Al respecto comenta Mora: “Nos enfocamos en esas tradiciones, en especial las musicales. Este año, por ejemplo, abordamos los instrumentos que nos identifican como nación y nos unen con el mundo. Profundizamos en la identidad de danzar, de ahí el valor de la enseñanza de la rumba, tanto del modo de interpretarla como de bailarla”.

Según el artista, “resulta vital mantener la esencia de nuestros bailes más auténticos y esto representa darle significados desde el estudio y la preservación de toques y danzas, el reconocimiento de los grupos portadores, así como la afirmación de los lugares histórico-materiales que son cimiente de este gran acervo inmaterial”.

Evento inclusivo

Explica Mora que el pensamiento de integración constituye el principal sustento del proyecto que se distingue por su valor inclusivo. “Se trata de un festival que une a profesionales y aficionados, interviene en las comunidades y salas de teatros”, apunta.

Además, considera indispensable extender el trabajo a todo el país. “Comenzamos en La Habana, Matanzas, seguimos en Pinar del Río, Trinidad, Cienfuegos, Santiago de Cuba, Guantánamo”.

Como otro logro menciona la realización de prefestivales en Artemisa y Mayabeque, “buscando ese nuevo conocimiento que crece a partir de los grupos portadores y de aficionados, que le dan el justo valor a esta ruta de la rumba”.

A la par del disfrute del festival, “la gente ha tomado conciencia del sentimiento de nación que emerge de cada acción, a partir de la resistencia y la resiliencia”, valora.

De esa manera, señala, el grupo organizador del evento procura “que toda la familia participe, desde niñas y niños hasta las personas más longevas. Al mismo tiempo, interactuamos con portadores de tradiciones vinculados al desarrollo local”.

En tal sentido, explica que insertan en los espectáculos elementos de la culinaria de una región, exposiciones de artesanías y prendas de vestir distintivas de la localidad. “Puede que no falten breves estampas representativas de la escena local”.

Sobre la XV edición, del 19 al 31 de agosto de 2023, resalta: “lo que sucedió en Guantánamo fue prácticamente un festival infantil. Propició conjugar experiencias, historias de vida y la preservación de rasgos identitarios de la más oriental de las provincias cubanas”.

En estos momentos, señala, Timbalaye promueve que cada barrio “protagonice su propia fiesta”, con el apoyo de las instituciones de los territorios.

Crecer con los tiempos

Uno de los principales aciertos del evento es incidir en el pensamiento de personas y comunidades, a partir del trabajo con las Casas de Cultura que, según el comité organizador de Timbalaye, son pilares en el fomento de las tradiciones populares.

Al hacer un recuento histórico, Mora destaca que el primer festival tuvo como sede la Casa de Cultura del municipio habanero Diez de Octubre, con el apoyo del etnólogo e investigador Rogelio Martínez Furé (1937-2022), Premio Nacional de Literatura 2015 y la destacada baloncestista Leydi Oquendo, quien falleció en  2022  a los 40 años de edad.

“Desde entonces, buscamos a instituciones que nos apoyaran desde el punto de vista científico”, apunta.

De ahí que estrechen sus alianzas con la Fundación Fernando Ortiz y el destacado etnólogo e intelectual cubano Miguel Barnet, “que nos indica el camino para no cometer errores. A partir de eso, consagramos la unión de trabajo con etnólogos, sociólogos, historiadores, para otorgarle mayor potencial a la interrelación de saberes”.

Proyección de futuro

Desde sus nexos con instituciones culturales, el proyecto Timbalaye desarrolla el resto del año un trabajo de extensión cultural y profesional en los barrios. Por ejemplo, de conjunto con la Asociación Hermanos Saiz, se ofrecen becas de creación e investigación para jóvenes.

Por otra parte, destaca Mora, participantes fundamentalmente de Italia y México esperan el festival cada año. “Así, nuestras tradiciones trascienden fronteras”, enfatiza.

Aunque reconoce a la rumba como punto de partida y esencia del evento, Mora suma la defensa del patrimonio y el legado africanos en América Latina, el Caribe y Cuba.

“Para ofrecer la cultura músico-danzaria autóctona en una expresión más amplia, también aparecen en nuestros espectáculos el punto guajiro y elementos del folclor de Asia y Europa, “que confluyen y nos definen con un solo color: el cubano”, concluye. (2023)

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