A debate

Mujeres y cambio climático en Cuba

Reina Fleitas

Investigadora y profesora titular de la Facultad de Filosofía e Historia de la Universidad de La Habana.

La respuesta de hombres y mujeres ante cualquier eventualidad social y natural no será nunca la misma porque no poseen idéntica cultura, ni tienen la misma relación con la naturaleza, ni la misma posición social. La cultura femenina y masculina implica también diferentes maneras de pensar, vivir y reaccionar ante eventos sociales y naturales. Y la forma en que se apropian la mujer y el hombre de la naturaleza y reacciona ante su clima y eventos pasa por esa cultura de género que es desigual y diferente.

En relación con los desastres, depende mucho de la afectación que este evento haya provocado, del tipo e intensidad. Los daños a la vivienda y la calidad de vida afectan en dependencia de los roles que desempeñan las mujeres y los hombres. Las mujeres están muy centradas en el cuidado de la familia y en la atención a la casa, una afectación a la vivienda impacta a toda la familia, pero más a la mujer, tanto física como emocionalmente, pues la casa la considera su espacio natural, donde ella ve la posibilidad de su realización, donde considera ha desarrollado todos sus esfuerzos para mejorar la vida de su familia, en tanto allí desempeña roles esenciales. La pérdida de la vivienda tiene un sentido peculiar para ella… muy intenso.

Por supuesto que una mujer que labora en espacios agrícolas también siente la afectación de los efectos de la agricultura. Pero la tierra sigue siendo masculinizada, los hombres experimentan el sentido de pérdida de su trabajo agrícola más intensamente. Cuando, además, se conoce que las mujeres padecen mayores vulnerabilidades en sus ingresos y en la posesión de viviendas más precarias, suelen estar más afectadas porque eventos como las intensas lluvias y los ciclones suelen provocar derrumbes de las viviendas más precarias. El acceso de las mujeres al agua y el saneamiento no es igual que el de los hombres y estos son dos servicios que se ven muy afectados por los desastres.

Si las mujeres tienen los menores ingresos, no tienen cuentas bancarias ni activos que les faciliten la recuperación de todo lo que perdieron, entonces su afectación es a más largo plazo e intensa.

O sea, la explicación radica en que los desastres afectan desigualmente porque las sociedades son desiguales aún y no todos los grupos están en condiciones de recuperarse igual, y reciben los impactos en la medida de cómo viven.

Si las mujeres trabajadoras experimentan la afectación de los hogares y de sus espacios laborales que les proporcionan ingresos, el conflicto es mayor y sus esfuerzos, por supuesto, se multiplican. Qué conflicto no tendrá aquella mujer que debe participar en la organización preventiva de un evento en un territorio, cuando la familia reclama su presencia para lo mismo en la casa. Muchos hombres realizan esa actividad porque dejan a su esposa en casa ocupándose de la protección familiar. Todos los esfuerzos y conflictos se complican ante los desastres, porque las mujeres en todos los sentidos son más vulnerables, lo son en la casa y lo son en el trabajo, donde aún impera una cultura organizacional machista.

Estas razones obligan a que, en la política ante desastres, se incluya la perspectiva de género, porque las soluciones a los problemas que generan los desastres tienen que relacionarse con las diferentes afectaciones y capacidades creadas por la gente para recuperarse.

Ese debe ser un criterio para la distribución de los recursos de apoyo, pero debe empezar por incluirse esa perspectiva en los diagnósticos de impactos o de posibles impactos.

En los estudios de vulnerabilidad no siempre se incluye la perspectiva de género, hay resistencia a reconocer que existe feminización de la pobreza; que no quiere decir incremento de mujeres en condiciones de pobreza, sino de la intensidad como se vive. Si solo tenemos el dato de que la mayoría de la población no económicamente activa (PNEA) es femenina, está en el trabajo doméstico no remunerado, se infiere que muchas son dependientes de los recursos que generan otras personas, que pueden ser mujeres, hombres o los que les da el Estado.

La prevención ante desastres debe incluir esa mirada, porque la prevención primaria de los efectos que pueda generar cualquier evento natural significa trabajar en crearle condiciones materiales a la gente para que pueda darle solución personal a ese problema o tratar de que el efecto sea el menor posible. Significa tener en cuenta en la construcción de viviendas cuántas mujeres solas, que no pueden trabajar porque tienen niños y ancianos que cuidar y no poseen ingresos, necesitan que se les construya su vivienda. Hay que tener en cuenta que el ingreso no es lo único que determina que, a pesar de los programas que se han aprobado, aún sigan muchas mujeres sin reconstruir sus viviendas. La prevención no solo debe suceder al momento que casi tenemos el evento natural encima; esa hace falta, pero es insuficiente.

Existen experiencias en el saneamiento por parte de mujeres que han liderado buenas prácticas de reciclaje de la basura. Un tema bien importante, teniendo en cuenta que el asunto del agua y el saneamiento no han logrado alcanzar niveles óptimos, a pesar de las estadísticas de acceso a ambos. Hay muchas vulnerabilidades que afectan a las mujeres: cuando ocurre un desastre, tener recursos para almacenar agua es importante, porque el agua puede contaminarse, escasear más. Los problemas de saneamiento afectan mucho durante los eventos: si no hay un reciclaje adecuado de la basura, las inundaciones son mayores y se complica la vida del ciudadano en los pueblos y ciudades afectados. Se han generado proyectos de reciclaje de basura que ayudan a darle solución a ese problema en algunas ciudades, creo que aún pocas, donde las mujeres han desempeñado roles importantes.

La Fundación para la Naturaleza y el Hombre Antonio Núñez Jiménez tiene al frente a mujeres que han desarrollado proyectos muy buenos sobre estos temas. La limpieza de las costas es un proyecto auspiciado por Deborah Andoyo (campeona internacional en deporte submarino), necesario para combatir la erosión que las costas han sufrido. Hay que recordar que Cuba es un país insular y las playas son un lugar esencial para su recreación. Crear una cultura ambiental ha sido objetivo de este proyecto.

El grupo de investigaciones marinas, durante un largo periodo de tiempo, fue una mujer, la doctora Maria Elena Ibarra, quien lo dirigió. De hecho lo fundó y organizó investigaciones que hoy están dando frutos esenciales para la protección del medio ambiente. Seguro hay otros proyectos donde las mujeres están presentes.

Recuerdo también, en el proyecto de Mapas Verdes, a la compañera que atiende el tema ambiental en la ONG Félix Varela. Sé que han obtenido muchos resultados con la formación cultural de niños y niñas. Es importante la actitud que creamos en la infancia, porque niñas y niños serán quienes en el futuro se harán cargo de la sostenibilidad de un proyecto de protección al medio ambiente.

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