A debate

Eutanasia en Cuba: los límites de lo posible

Luis Carlos Marrero Chasbar

Teólogo, pastor de la Comunidad Bautista “La Sagrada Familia de Alamar”, de la Fraternidad de Iglesias Bautistas de Cuba y vicedirector del Área de Articulación Ecuménica del Centro Oscar Arnulfo Romero.

Como soy teólogo, no puedo dejar de recurrir al origen etimológico del término. La palabra proviene del griego antiguo euthanasía y luego pasa al latín como euthanasia. En ambos casos, su significado es “buena muerte”, “muerte tranquila”, “muerte sublime”  y ha sido practicada desde mucho tiempo en animales y seres humanos.

Creo que la problemática sobre este tema en Cuba puede estar condicionada o no por lo que se entienda de este procedimiento y cómo las autoridades sanitarias logren hacerlo potable al lenguaje común de la ciudadanía. En un afán de estar actualizados a los tiempos que corren, queremos cambiar cosas de la noche a la mañana, sin un estudio previo que implique a la población. Posiblemente usted le pregunte a un ciudadano común, de los de a pie, qué es la eutanasia y no sepa responderle o, en el mejor de los casos, le hable de un estilo de muerte.

En cuanto al planteo de que el Ministerio de Salud Pública (Minsap) lo reconozca como un derecho a una muerte digna, eso es controversial en estos momentos porque, precisamente, la disputa de sentidos que se está dando en el actual escenario cubano radica en el campo de los derechos, además de que es una decisión que pasa por el derecho del ser humano que decide esta opción, no el de nadie más. Véase que es muy complejo este debate: ¿por qué y desde dónde se construyen estos “derechos” o se determinan cuáles son? ¿Dónde quedaría el derecho a la vida en la Declaración Universal de Derechos Humanos? Es muy complicado y casi siempre son los centros de poder los que determinan cuáles son esos derechos.

En el plano que me corresponde, creo que habrá que hacer un estudio más transdisciplinar. Hay opiniones de diversas posturas y desconocimiento en muchos aspectos. No quiero tocar la parte bioética ni médica, porque tengo mis recelos; no creo que puedan darse el lujo de decidir sobre la vida cuando se permite que día a día muchos de los alimentos que comemos se producen con una alta carga de bioquímicos. Contra eso solo he oído pronunciarse en este país al doctor Carlos Delgado, de la Universidad de La Habana, al cual admiro por su valentía y dedicación.

En cuanto a lo religioso, pues sería redundar en que ninguna religión –al menos las que conozco– está a favor de la muerte de ningún ser humano, sea por las causas que sean. Para la religión, es Dios quien da la vida y solo Él puede quitarla. Y estemos alertas, porque si muchas iglesias protestaron contra la Constitución y el Código de las Familias, pues ahora vendrán con mucha más fuerza contra el Estado porque se está poniendo en juego lo más sagrado que hay para cualquier persona religiosa: la vida.

Por lo poco que he podido indagar, me parece que no. Si realmente somos transparentes, sabríamos que Cuba nunca ha sido educada para esto; seamos conscientes y salgamos a las calles, a los barrios, a las escuelas a preguntar qué creen las personas sobre esto y de seguro no sabrán explicar. Por lo que he podido escuchar, me parece que esto de la eutanasia las personas lo entienden más como distanacia, como esa opción de poner fin a una vida deliberadamente sin opciones de curas.

Ya eso será harina de otro costal. No debemos olvidar que en el campo de la salud hay miles de profesionales que pertenecen a religiones y ahí el conflicto sería mayor. Muchos de ellos escogieron la profesión de médicos para poder salvar vidas. ¿Mi propuesta? Que eliminen o transformen ese Juramento Hipocrático porque, de mantenerlo, entonces si estarían “jurando” a personas muy hipócritas.

Veamos cómo se sale de este meollo. Ojalá la última solución posible de cura para un ser humano nunca sea la muerte.

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