A debate

Mujeres y cambio climático en Cuba

Entre junio y noviembre de cada año, Cuba vive la llegada de fenómenos naturales cada vez más extremos que dejan huellas en los paisajes, el fondo habitacional y la memoria de las personas. La Redacción IPS Cuba entrevista a expertos, activistas del medioambiente y diversas personas de la sociedad civil para conocer cómo impacta la variabilidad del clima en la vida de las mujeres.

  1. ¿Considera que la respuesta de hombres y mujeres ante el peligro por algún tipo de desastre es la misma? ¿Por qué?

    Ángela Corvea

    Ante el peligro de desastres o de cualquier otro tipo, pienso que los hombres y mujeres, como seres humanos, reaccionamos igual, con idéntico miedo. Ahora, depende del tipo de desastre, no es lo mismo un terremoto que te sorprende en minutos, a un huracán que nos permite atemperar el miedo y enfocarnos en salvarnos y proteger nuestros recursos, y lo hará cada cual, independientemente de su sexo, de la mejor forma posible.



    La respuesta de hombres y mujeres ante cualquier eventualidad social y natural no será nunca la misma porque no poseen idéntica cultura, ni tienen la misma relación con la naturaleza, ni la misma posición social. La cultura femenina y masculina implica también diferentes maneras de pensar, vivir y reaccionar ante eventos sociales y naturales. Y la forma en que se apropian la mujer y el hombre de la naturaleza y reacciona ante su clima y eventos pasa por esa cultura de género que es desigual y diferente.

    En relación con los desastres, depende mucho de la afectación que este evento haya provocado, del tipo e intensidad. Los daños a la vivienda y la calidad de vida afectan en dependencia de los roles que desempeñan las mujeres y los hombres. Las mujeres están muy centradas en el cuidado de la familia y en la atención a la casa, una afectación a la vivienda impacta a toda la familia, pero más a la mujer, tanto física como emocionalmente, pues la casa la considera su espacio natural, donde ella ve la posibilidad de su realización, donde considera ha desarrollado todos sus esfuerzos para mejorar la vida de su familia, en tanto allí desempeña roles esenciales. La pérdida de la vivienda tiene un sentido peculiar para ella… muy intenso.

    Por supuesto que una mujer que labora en espacios agrícolas también siente la afectación de los efectos de la agricultura. Pero la tierra sigue siendo masculinizada, los hombres experimentan el sentido de pérdida de su trabajo agrícola más intensamente. Cuando, además, se conoce que las mujeres padecen mayores vulnerabilidades en sus ingresos y en la posesión de viviendas más precarias, suelen estar más afectadas porque eventos como las intensas lluvias y los ciclones suelen provocar derrumbes de las viviendas más precarias. El acceso de las mujeres al agua y el saneamiento no es igual que el de los hombres y estos son dos servicios que se ven muy afectados por los desastres.

    Si las mujeres tienen los menores ingresos, no tienen cuentas bancarias ni activos que les faciliten la recuperación de todo lo que perdieron, entonces su afectación es a más largo plazo e intensa.

    O sea, la explicación radica en que los desastres afectan desigualmente porque las sociedades son desiguales aún y no todos los grupos están en condiciones de recuperarse igual, y reciben los impactos en la medida de cómo viven.

    No, la respuesta no es la misma. La mujer, de manera usual, suele tomar sobre sí la mayor responsabilidad en las evacuaciones, la
    recogida de los enseres necesarios, agua y comida, muchas veces sola con los hijos y los ancianos a su cargo. No es infrecuente que, ante un escenario de riesgo por desastre, los hombres sean movilizados para resguardar o reparar sus centros de trabajo u objetivos económicos importantes, antes, durante e incluso después del paso de un meteoro, por ejemplo, lo cual acrecienta la carga física y psicológica sobre la mujer durante el fenómeno.

    Las mujeres suelen participar más en la recuperación de su entorno más cercano, con la colaboración de su entorno comunitario más cercano. En tanto, en el caso de los hombres, es más común que participen en la recuperación en espacios más lejanos, más vinculados a lo laboral. También las mujeres suelen demorar más en incorporarse a trabajar después de un evento de este
    tipo, en dependencia de cuán rápido se restablezcan los servicios de apoyo, como círculos infantiles, por ejemplo, lo cual las afecta desde el punto de vista de los ingresos más que a los hombres.

    Las repuestas pueden ser diferentes. Hay construcciones culturales que median, entre ellas, el hombre proveedor, la mujer (madre) protectora, el hombre asegurador del inmueble, la mujer ocupada de lo doméstico, el hombre «en la vanguardia» y la mujer «en la retaguardia». Ante un hecho de desastre, seguiremos reproduciendo el mundo como lo concebimos, quizás algunos roles se muevan por la necesidad y la impronta, pasada la situación se toma el camino de lo cotidiano.

    Hay causas culturales, entre ellas las sistémicas, relacionadas con el poder y cómo reproducimos el mundo desde un sistema patriarcal que es parte de la repuesta al por qué.

    La respuesta de los hombres y mujeres ante situaciones de desastres o de peligro no es igual.

    No obstante, ante las situaciones de peligro y de desastre, mujeres y hombres garantizan las condiciones mínimas e indispensables para proteger a la familia y los recursos económicos que les garantizan el sustento. Ya dentro de esta situación de peligro, las mujeres asumen el rol de garantizar la alimentación, del cuidado de ancianos y niños, de apoyar en las comunidades a las demás personas durante la situación de peligro y, después, en la etapa de recuperación. Por ejemplo, en el ámbito de la agricultura, las mujeres son las encargadas de proveer a la familia y la comunidad de alimentos rápidos y nutritivos durante la situación de peligro. Ellas preparan estos alimentos en los momentos de los picos de cosecha, mediante la confección de conservas de alimentos (frutas y vegetales), y son ellas las encargadas de elaborarlos.

    Por otro lado, las mujeres son las que custodian y protegen las colecciones de semillas, velan por situaciones sanitarias de aparición de enfermedades producto de los cambios climatológicos que están sucediendo, ya sea en la parte fitosanitaria como en la pecuaria.

    Por otro lado, los hombres se ocupan de los temas macro, como garantizar el suministro de alimentos y disponer de lugares seguros para enfrentar la situación de peligro, para así evitar pérdidas de vidas humanas. También inciden directamente en las cosechas para evitar las pérdidas, se encargan de la evacuación de los animales, de hacer las coordinaciones y del trabajo durante la etapa de recuperación.


  2. Se sabe que la inmensa mayoría de cubanas llevan sobre sí dobles jornadas de trabajo y, cuando ocurre un desastre natural, sus esfuerzos se triplican ¿Qué otros factores identifica que están incidiendo en el aumento de la vulnerabilidad de las mujeres frente a los efectos del cambio climático en Cuba?

    Juan Francisco Santos

    En el rol doméstico que asumen la mayoría, también las carencias a consecuencia de los desastres las tensionan más que a los hombres: ellas son las responsables de preparar los alimentos para la familia, las que tienen que inventar, hacer magia y en muchos casos magia hasta para encontrar cómo cocinar.

    El envejecimiento poblacional, pues a ellas en su mayoría les toca los cuidados de los pequeños y los adultos mayores.

    La falta de comprensión del ser mujer, por parte de la sociedad, de los hombres y de muchas mujeres.



    Las mujeres son las que llevan la responsabilidad y el peso del cuidado de la alimentación de la familia; por tanto, un factor importante es la disponibilidad de los alimentos para evitar la sobrecarga de ellas, así como el acceso al agua.

    Las mujeres son las que están frente al cuidado de niños y ancianos; por tanto, en la etapa de recuperación, se ocupan de que las instalaciones docentes y asistenciales estén listas en la mayor brevedad posible, lo que permite que ellas puedan incorporarse a la vida laboral.

    Velan para que la disponibilidad de combustible para cocinar los alimentos esté garantizada, ya que en momentos de crisis no se dispone de gas y hay que cocinar con leña u otro combustible.

    Es importante que las mujeres tengan espacios de decisión y participación para definir las estrategias de enfrentamiento y recuperación ante situaciones de peligro.

    Que exista mayor equidad en las responsabilidades domésticas en estos momentos de peligro para mujeres y hombres.

    Exactamente, las mujeres en sentido general estamos recargadas de trabajo y ante un desastre todo se magnifica: el cuidado de los hijos y adultos mayores, la escasez de alimentos, el agua… El sexto sentido que nos atribuyen se enciende con más potencia de lo normal y no nos queda de otra que actuar. Al final, terminamos más cansadas que los hombres. Ellos se ocupan y nosotras nos preocupamos y nos ocupamos, doble trabajo.

    El principal obstáculo a superar por casi todas las mujeres de nuestras socie­dades latinas es vivir aún en el patriarcado. Cualquier logro, resultado o premio alcanzados en la vida profesional de una mujer debería ser reconocido doblemente pues, en la mayoría de los casos, debe compartir las tareas del hogar con su desempeño profesional.

    Tener que convivir con las incomprensiones de esposos e hijos, que preferirían que nos dedicáramos a ser perfectas amas de casa, es uno de los principales obs­táculos y retos que enfrentamos hoy día las mujeres.

    Por ser mujer y estar sobrecargadas de trabajo, cada triunfo o resultado se disfruta aún más, porque en lo más hondo sabemos cuánto nos ha costado llegar a donde queremos, para poder lograr nuestras metas.

    Si las mujeres trabajadoras experimentan la afectación de los hogares y de sus espacios laborales que les proporcionan ingresos, el conflicto es mayor y sus esfuerzos, por supuesto, se multiplican. Qué conflicto no tendrá aquella mujer que debe participar en la organización preventiva de un evento en un territorio, cuando la familia reclama su presencia para lo mismo en la casa. Muchos hombres realizan esa actividad porque dejan a su esposa en casa ocupándose de la protección familiar. Todos los esfuerzos y conflictos se complican ante los desastres, porque las mujeres en todos los sentidos son más vulnerables, lo son en la casa y lo son en el trabajo, donde aún impera una cultura organizacional machista.

    Las afectaciones en servicios y productos básicos en situaciones de desastre, por ejemplo, incrementan la vulnerabilidad de las mujeres.

    El cambio climático tiene implicaciones importantes en materia de salud y las mujeres, como cuidadoras fundamentales al interior de la familia, son las más afectadas por el incremento de enfermedades diarreicas agudas, asmas, alergias y otros males causados por
    vectores que están teniendo ciclos epidémicos cada vez más cortos.

    Esto, por supuesto, incide en los ingresos de las mujeres. En el caso del sector agrícola, muy afectado por los efectos del cambio climático en Cuba, un problema adicional para las mujeres es que muy pocas son dueñas de fincas, por tanto están en una situación mayor de desventajas en el espacio rural pues su acceso a ingresos es de menos calidad, aun cuando participan en labores de cosecha.


  3. ¿Cómo observa la inclusión de la perspectiva de género en los programas de enfrentamiento ante desastres, la evacuación y recuperación, sobre todo en el contexto actual de creciente participación ciudadana en la respuesta a eventos naturales?

    Juan Francisco Santos

    Como en la mayoría de los temas es una formalidad, no se trata de que las mujeres sean las que más asistan a heridos o que sean más heroínas. Es algo que hay que internalizar, qué significa ser mujer y qué significa ser hombre y cómo dialogar desde la diferencia y la equidad. Por otro lado, los cambios en los proyectos y programas no pueden ser números, tienen que pasar por transformaciones y re-significaciones de comprensiones.



    No me resulta visible que haya una inclusión pensada de la perspectiva de género en los programas de enfrentamiento ante desastres. Conozco, a partir de mi trabajo al interior de Naciones Unidas, que se intenta visibilizar en las estadísticas los efectos de desastres en las mujeres, pero no siempre es fácil obtenerlas, pues los datos de las afectaciones a nivel de las personas no están desagregados.

    Considero que está aún muy al inicio, ya que producto de los roles reproductivos que han asumido históricamente, las mujeres son las que llevan la responsabilidad de la alimentación y el cuidado de niños y ancianos. En general, ellas son las que tienen la responsabilidad del cuidado de la familia y, por tanto, lograr su participación en acciones estratégicas de enfrentamiento y recuperación es limitado.

    Considero que la preparación ciudadana debe enfocarse más a trabajar las masculinidades, para que los hombres compartan con las mujeres los roles reproductivos. Se deben construir estrategias de enfrentamiento y recuperación más equitativas en cuanto a los roles de mujeres y hombres, donde se incluyan los enfoques femeninos, se obtengan implementos y herramientas que se adapten a las condiciones físicas de las mujeres y se tengan en cuenta los intereses de la familia, más que los económicos y productivos.

    Estas razones obligan a que, en la política ante desastres, se incluya la perspectiva de género, porque las soluciones a los problemas que generan los desastres tienen que relacionarse con las diferentes afectaciones y capacidades creadas por la gente para recuperarse.

    Ese debe ser un criterio para la distribución de los recursos de apoyo, pero debe empezar por incluirse esa perspectiva en los diagnósticos de impactos o de posibles impactos.

    En los estudios de vulnerabilidad no siempre se incluye la perspectiva de género, hay resistencia a reconocer que existe feminización de la pobreza; que no quiere decir incremento de mujeres en condiciones de pobreza, sino de la intensidad como se vive. Si solo tenemos el dato de que la mayoría de la población no económicamente activa (PNEA) es femenina, está en el trabajo doméstico no remunerado, se infiere que muchas son dependientes de los recursos que generan otras personas, que pueden ser mujeres, hombres o los que les da el Estado.

    La prevención ante desastres debe incluir esa mirada, porque la prevención primaria de los efectos que pueda generar cualquier evento natural significa trabajar en crearle condiciones materiales a la gente para que pueda darle solución personal a ese problema o tratar de que el efecto sea el menor posible. Significa tener en cuenta en la construcción de viviendas cuántas mujeres solas, que no pueden trabajar porque tienen niños y ancianos que cuidar y no poseen ingresos, necesitan que se les construya su vivienda. Hay que tener en cuenta que el ingreso no es lo único que determina que, a pesar de los programas que se han aprobado, aún sigan muchas mujeres sin reconstruir sus viviendas. La prevención no solo debe suceder al momento que casi tenemos el evento natural encima; esa hace falta, pero es insuficiente.

    En Cuba las mujeres tenemos una amplia participación activa en todas las actividades sociales de cualquier tipo, porque una gran mayoría de las cubanas vivimos solas, envejecemos y tenemos que enfrentar toda la carga cotidiana a que estamos sometidas. El enfrentamiento a desastres es algo desmedido y adicional que duplica o triplica nuestros esfuerzos. Merecemos muchos más honores y medallas que nuestros compañeros, así pienso.


  4. Las mujeres han logrado desarrollar capacidades organizativas para proteger el medio ambiente y mitigar los efectos del cambio climático. ¿En qué medida es aprovechado ese potencial en las localidades donde viven?

    Ángela Corvea

    Me enfoco en mi proyecto de educación ambiental, Acualina, que recién cumplió 15 años de creado y nace en una comunidad costera al norte de La Habana, sometida a vulnerabilidades climáticas: contaminación, principalmente, por la desembocadura de un río y una costa abierta, que provoca —ante eventos extremos— inundaciones y penetraciones del mar o el río. Asimismo padece por la visita de personas ajenas al barrio que cometen actos de indisciplina, que afectan la tranquilidad ciudadana.

    Esta es mi forma de desarrollar, voluntariamente, capacidades organizativas para proteger el medio ambiente, adaptarnos y mitigar los efectos del cambio climático. Esta experiencia la desarrollamos de muchas formas, con la participación en diferentes escenarios: asesorías, actividades comunitarias, charlas y festivales acuáticos.

    El ámbito de comunicación es muy importante porque nos permite llegar a todos los públicos, pero en especial a niños, niñas y sus familias, mediante mensajes de bien público transmitidos por la televisión, las publicaciones (folletos, tarjeta telefónica propia, cajas de fósforos, carteles, postales digitales, pegatinas, calendarios), además de ser activos en las redes sociales.

    El propósito del proyecto siempre ha sido sensibilizar a las personas mediante acciones y mensajes, para conseguir pequeños pero reales cambios, que ayuden a movilizar mentes a favor de la conservación del medio ambiente y de nuestra propia supervivencia como seres humanos.



    Si se aprovecha, su saber es útil y necesario, pero en ocasiones es solo utilizado, y el utilitarismo es un acto mezquino y que refleja desigualdad e inequidad.

    Existen experiencias en el saneamiento por parte de mujeres que han liderado buenas prácticas de reciclaje de la basura. Un tema bien importante, teniendo en cuenta que el asunto del agua y el saneamiento no han logrado alcanzar niveles óptimos, a pesar de las estadísticas de acceso a ambos. Hay muchas vulnerabilidades que afectan a las mujeres: cuando ocurre un desastre, tener recursos para almacenar agua es importante, porque el agua puede contaminarse, escasear más. Los problemas de saneamiento afectan mucho durante los eventos: si no hay un reciclaje adecuado de la basura, las inundaciones son mayores y se complica la vida del ciudadano en los pueblos y ciudades afectados. Se han generado proyectos de reciclaje de basura que ayudan a darle solución a ese problema en algunas ciudades, creo que aún pocas, donde las mujeres han desempeñado roles importantes.

    La Fundación para la Naturaleza y el Hombre Antonio Núñez Jiménez tiene al frente a mujeres que han desarrollado proyectos muy buenos sobre estos temas. La limpieza de las costas es un proyecto auspiciado por Deborah Andoyo (campeona internacional en deporte submarino), necesario para combatir la erosión que las costas han sufrido. Hay que recordar que Cuba es un país insular y las playas son un lugar esencial para su recreación. Crear una cultura ambiental ha sido objetivo de este proyecto.

    El grupo de investigaciones marinas, durante un largo periodo de tiempo, fue una mujer, la doctora Maria Elena Ibarra, quien lo dirigió. De hecho lo fundó y organizó investigaciones que hoy están dando frutos esenciales para la protección del medio ambiente. Seguro hay otros proyectos donde las mujeres están presentes.

    Recuerdo también, en el proyecto de Mapas Verdes, a la compañera que atiende el tema ambiental en la ONG Félix Varela. Sé que han obtenido muchos resultados con la formación cultural de niños y niñas. Es importante la actitud que creamos en la infancia, porque niñas y niños serán quienes en el futuro se harán cargo de la sostenibilidad de un proyecto de protección al medio ambiente.


  5. ¿Sabe de alguna experiencia concreta donde las mujeres sean las protagonistas de acciones para prevenir o adaptarse a los efectos de la variabilidad climática en Cuba? ¿En qué sector y cómo se articulan las mujeres con otros actores sociales?

    Ángela Corvea

    Es un poco incómodo hablar de una misma, pero para responder esta pregunta tengo que referirme a mi propia experiencia personal como creadora del proyecto Acualina. Mi protagonismo nace de mis conocimientos y de la decisión de luchar por las ideas que siempre he promovido, junto a todas y todos los que participamos en este independiente, reconocido y voluntario proyecto ambientalista. La imagen que nos identifica es la de una niña inteligente vestida a la usanza griega. O sea, este proyecto es 90 por ciento femenino.



    En el sector de la agricultura, tenemos la experiencia de los bancos locales de semillas de granos. Estas colecciones de semillas son manejadas por mujeres, ellas son las que velan por la diversidad varietal que se sembrará a futuro, ya sea en tiempos normales o de crisis. Conocen sus fortalezas y adaptaciones ante las diferentes situaciones climatológicas.

    Otra experiencia exitosa en la agricultura es que las mujeres son las que manejan la diversidad que se utilizará para hacer conservas de alimentos, sean de frutas, vegetales o condimentos secos. Con esta diversidad y conocimiento mantienen el balance nutricional de la familia, además de que procesar estos alimentos a conservas les permite disponer de ellos en épocas en que no se dan o en momentos de crisis. Esta es una forma de tener una respuesta emergente y rápida ante desastres, lo cual les permite adaptarse a las nuevas condiciones.

    No, pero debe haber, me gustaría buscar más atrás en el tiempo, incluso en la comunidad aborigen cubana.


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