1995: El impacto de las reformas

Resumen económico anual

La economía cubana camina sobre las "tierras movedizas" de la dualidad monetaria, la incertidumbre ante la ausencia de un mercado seguro para las exportaciones, la oscilación de los precios en el mercado mundial.

Foto: Archivo IPS Cuba

Con 1995 pasa el primer año de consolidación de las tendencias positivas que caracterizaron la economía cubana al cierre de 1994 sin que esto signifique un despegue irreversible de los indicadores o el inicio definitivo de la salida de la crisis.

A pesar de verificarse un crecimiento en 2,5 del Producto Interno Bruto (PIB), la economía cubana camina sobre las «tierras movedizas» de la dualidad monetaria, la incertidumbre ante la ausencia de un mercado seguro para las exportaciones, la oscilación de los precios en el mercado mundial, el déficit de moneda dura en las arcas del Estado y el creciente monto de la deuda externa que define el no acceso a los tan necesarios créditos a largo plazo.

De hecho, las autoridades enfrentaron el inicio del segundo semestre de 1995 con un optimismo poco usual en los últimos cinco años de crisis. Tras el ligero crecimiento de 0,7 por ciento del PIB de 1994 con relación a 1993, se cumplían los pronósticos especializados del Centro de Estudios de la Economía Cubana (CEEC) que aseguraron que para 1995 la economía crecería en un dos por ciento. El ascenso hasta dos, en julio, pareció confirmar el principio del fin de la recesión económica.

Los síntomas del «cambio de ánimo» aparecieron con fuerza en el discurso político. Las buenas noticias en la esfera de la economía se acompañaron de declaraciones oficiales en defensa del socialismo, encuentros teóricos sobre la vigencia del marxismo a finales del siglo XX y el reconocimiento por el presidente Fidel Castro de que Cuba vuelve su mirada hacia China y Vietnam como ejemplos de la viabilidad del sistema socialista adaptado a modelos nacionales.

Los inicios de la recuperación económica y la estabilización de la tendencia fue interpretado en círculos oficiales como una muestra de que el camino escogido por las autoridades del país es el adecuado para salir de la crisis sin que se produzcan traumas sociales.

Como consecuencia de las medidas de saneamiento financiero, al cierre del año se reportaba una reducción del déficit presupuestario a 775 millones de pesos, la disminución en 24 por ciento de la liquidez en manos de la población y la revalorización del peso cubano en el mercado interno al pasar de una cotización de hasta 140 pesos por dólar en agosto de 1994 a 25-28 pesos por dólar en el último semestre.

Por supuesto, el optimismo no alcanzó a todos por igual y los más cercanos a las decisiones de la política económica se apresuraron a asegurar que aún no ha llegado el momento en que los resultados de la recuperación se reflejen en el nivel de vida de las amplias capas poblacionales, bastante deteriorado en la década del noventa. A los que sueñan con una cercana salida del llamado período especial en tiempos de paz, el ministro de Economía y Planificación se encargó de ponerle los pies sobre la tierra.

«Mientras que la economía no logre crear reservas que le permitan asumir cualquier imprevisto sin grandes consecuencias, la situación será muy variable, y por tanto hay que ser cuidadosos con los pronósticos», dijo José Luis Rodríguez, ministro de Economía y Planificación, en entrevista al semanario Opciones a finales de noviembre.

Lo cierto es que el crecimiento es aún insuficiente pues no alcanza la principal industria del país y parte de niveles muy bajos. Según la Oficina Nacional de Estadísticas (ONE), entre 1989 y 1993 el PIB decreció 34,3 por ciento y a pesar del alza de 0,7 reportado en 1994 siguieron cayendo las actividades de agricultura, caza, silvicultura, pesca, transporte, almacenamiento, comunicaciones, y los servicios no mercantiles a la población. Expresado en millones de pesos, el PIB pasó de 19.335 pesos en 1989 a 10.000 en 1993, mientras que para finales de 1995 se estima en 13.190.

Sin embargo, el solo hecho del descongelamiento de un grupo de estadísticas macroeconómicas en julio, demostró que la inseguridad comienza a ceder y se sustituye por nuevos tiempos donde las cifras del «desastre pasado» ya no aparecen tan preocupantes por el simple hecho de su divulgación. Además de la incipiente apertura estadística, el gobierno abrió más espacio al pensamiento especializado en la dirección de la economía y propició el debate especializado sobre los temas económicos.

La caída constante de la producción de azúcar hasta 3,3 millones de toneladas métricas en la última zafra aparece como uno de los impedimentos más importantes a la recuperación económica. Para garantizar el necesario despegue de esta industria, Cuba acudió a mecanismos de prefinanciamiento por 300 millones de dólares y por los cuales habrá que pagar una alta tasa de interés de 50 millones.

La crisis del azúcar convirtió al turismo en el principal aportador de ingresos a la economía nacional, independientemente de que durante el primer semestre estuviera aún bajo los efectos de la crisis de los balseros del verano de 1994. Los crecimientos comenzaron a verificarse a partir de la mitad del año para cerrar diciembre con una ganancia bruta de 1.000 millones de dólares.

Signado por una desmesurada cautela oficial, el proceso de reajuste económico siguió su curso y pasó de la esfera financiera a la productiva. El gobierno dio luz verde al llamado proceso de redimensionamiento que, según economistas locales, significará un giro de 180 grados en la economía cubana.

Ante la posibilidad de que entre 500.000 y 700.000 personas pierdan su actual empleo como resultado de la reestructuración laboral en curso, las autoridades decidieron ampliar las posibilidades del autoempleo, que hasta el momento abarca unas 208.000 personas.

Durante el año el gobierno decidió legalizar las llamadas «paladares», restaurantes o cafeterías que constituyen la primera forma de pequeña empresa familiar privada en condiciones urbanas, autorizó la apertura de las primeras casas de cambio, decretó nuevas tasas aeroportuarias y preparó el terreno para la ampliación de los tributos al Estado.

En un intento por profundizar la apertura externa, la Asamblea Nacional del Poder Popular aprobó, en septiembre, la Ley de Inversión Extranjera y se anuncia en breve plazo nuevas legislaciones que regulen la creación de zonas francas, parques industriales y la inversión extranjera en bienes raíces.

En líneas generales, la economía se vio favorecida por una mayor atracción de capital foráneo y la consolidación de varios negocios que ya comenzaron en su etapa productiva. Las asociaciones económicas con capital extranjero alcanza las 212 y abarca más de 30 renglones de la economía nacional por un capital comprometido de 2.100 millones de dólares.

Al cierre del año se registraban los resultados de la ofensiva comercial emprendida por la Cámara de Comercio de la isla y otros organismos del Estado. Como resultado de la diversificación y descentralización del comercio, las exportaciones cubanas crecieron un 20 por ciento durante 1995 y las importaciones un 21, lo cual elevó aún más el desbalance comercial característico de los tiempos de crisis.

Llamados «tecnócratas» en un pasado, los expertos que implementan el paquete de reformas reconocen la existencia de tres grandes retos: crecer económicamente, salvar las conquistas de las esferas sociales y mantener el papel rector del Estado en la economía. A todas luces el gobierno cubano intenta trazar un modelo de economía mixta, con preponderancia de la propiedad estatal y cooperativa, bajo el control de un partido único.

Saneamiento financiero

Contrario a los rumores populares que atribuyeron a agentes del gobierno la brusca revalorización del peso cubano registrada en agosto, fuentes oficiales insistieron en ver las causas de la recuperación en la política de saneamiento de las finanzas internas. En menos de una semana el dólar bajó de 35 pesos a 10 para después estabilizarse alrededor de 25 hasta el cierre del año.

«El punto de estrangulamiento de la economía cubana es precisamente la poca disponibilidad de divisas, por lo que no podemos utilizarlas para influir en una tasa cambiaria informal», aseguró entonces Raúl Taladrid, viceministro para la Inversión Extranjera y Colaboración Económica.

La pérdida de valor del peso cubano es uno de los síntomas de la crisis económica que atraviesa la isla caribeña desde principios de esta década y que tiene entre sus principales causas el exceso de liquidez.

Según fuentes especializadas la sensible disminución de la oferta en el mercado interno y la continua emisión de moneda sin una política recaudatoria, provocaron que para mediados de 1994 el exceso de circulante monetario alcanzara los 11.900 millones de pesos.

La liquidez y el déficit fiscal de 4.200 millones obligaron al gobierno a elaborar un paquete de medidas para el saneamiento de las finanzas internas. Entre las que entraron en vigor de forma paulatina desde mayo de 1994, se encuentra el alza de precios a productos que no integran la canasta básica como los cigarrillos y las bebidas alcohólicas.

El gobierno aumentó las tarifas del transporte, la electricidad, el combustible, los servicios postales y telegráficos y comenzó a cobrar el servicio de acueducto y alcantarillado al sector residencial. De la realidad nacional desaparecieron algunas gratuidades como el almuerzo de los escolares en las escuelas seminternas y la entrada a museos y a espectáculos deportivos y culturales.

Según fuentes oficiales como resultado directo de la nueva política financiera se reportó una disminución de la masa monetaria circulante de 11.896 millones de pesos en mayo de 1994 a 9.062 millones a finales de 1995, para una reducción de 882 millones de pesos durante el último año.

En términos absolutos, la liquidez es desproporcionada todavía, pero en la práctica, el 65 por ciento de ese dinero se encuentra a buen recaudo en cuentas de ahorro personales, concentrado, además, en pocas manos: alrededor del 15 por ciento de las cuentas bancarias.

En circulación efectiva sólo hay 3.220 millones de pesos, por debajo del límite de 3.500 millones estimado como liquidez necesaria para que la economía funcione con armonía.

Fuentes especializadas aseguran que a mediados de este año comenzó a verificarse con fuerza el descenso de la cantidad de dinero en manos de amplias capas de la población y el aumento de la concentración en algunos sectores privilegiados.

«En general a la gente ya no le sobra, más bien a nadie le alcanza. El dinero se ha polarizado; y guardado como está influye menos en el mercado, aunque es una espada de Damocles potencial que no debe ignorarse», reconoció Alfredo González, asesor del Ministerio de Economía y Planificación.

Mientras con una mano el Estado recauda circulante nacional -por la vía de impuestos, alzas de precios de algunos productos y otras medidas-, con la otra incrementa el movimiento de divisas y pesos convertibles en el país.

En 1995 creció a 634.600 el número de trabajadores cubanos que recibe oficialmente estimulaciones en peso convertible, las ventas de las tiendas de recaudación de divisa se elevaron a 530 millones de dólares y las de los mercados agropecuarios ascendieron a los 1.525 millones de pesos.

Según el Ministerio de Economía y Planificación en los últimos doce meses se registró una caída de un 50 por ciento de los precios de la economía informal y un aumento de la población con acceso a la divisa del 21 por ciento en diciembre de 1994 al 40-50 por ciento este año.

Mientras la prensa cubana habla de una pérdida de protagonismo del dólar y de fortalecimiento progresivo de la moneda nacional, los economistas alertan sobre el peligro de la salida a la calle de los 6.000 millones de pesos cobijados en menos del 20 por ciento de las cuentas de ahorro.

Según Manuel Millares, ministro de Finanzas y Precios la reducción del circulante obliga a «actuar con sumo cuidado» y a dejar a un lado la idea de «extraer grandes sumas de dinero».

Una encuesta del Centro de Estudios Sociopolíticos y de Opinión, adscrito al Comité Central del Partido Comunista, indicó que los habitantes de la isla consideran muy alto el costo de la vida. El 32 por ciento de los encuestados catalogó de «bastante» el impacto de las medidas de reajuste en el presupuesto familiar y el 90 por ciento de las familias aseguró necesitar más dinero del que gasta cada mes en sus necesidades básicas.

Para 1996 las autoridades anuncian el inicio del cobro de impuestos sobre ingresos personales en divisas y sobre la propiedad o posesión de determinados bienes como embarcaciones marítimas.

Entre las vías opcionales se prevé el aumento de la oferta de determinados artículos que permitan ingresar a las arcas del Estado parte del circulante concentrado en las personas dedicadas a la venta en los mercados agropecuarios o al trabajo por cuenta propia.

Además de las medidas que afectan directamente la masa monetaria, las autoridades dieron pasos sólidos para continuar disminuyendo el déficit fiscal que cerró 1993 en la cifra cúspide de 5.050 millones. En una tendencia que debe seguir su curso decreciente, el déficit se redujo a 775 millones de pesos de los 1.000 millones programados por el Presupuesto del Estado para 1995.

La causa fundamental de la formación de estos déficits son los subsidios que pesan sobre la industria y la agricultura cubanas así como el mantenimiento de las entregas normadas de productos alimentarios a la población. Mientras las autoridades aseguran que de ahora en adelante no se subsidiará ninguna actividad que no esté avalada por determinado despegue de los indicadores productivos, el ministro Rodríguez asegura que en algunos casos será un proceso de más de cinco años.

 

Azúcar: el talón de Aquiles

Bajo el estigma de ser la peor contienda azucarera de los últimos 30 años, la zafra 1994-95 cerró sus operaciones con una producción de 3,3 millones de toneladas del dulce.

En fecha tan temprana como abril, el vicepresidente cubano Carlos Lage reconoció que la producción de azúcar no comenzaría a mostrar su recuperación hasta la zafra 1995-96.

A juicio de entendidos la campaña pasada puede resumirse como la sumatoria de toda una cadena de calamidades materiales y de dificultades con los recursos humanos, desatados con el inicio del llamado período especial.

En los años 80, Cuba llegó a ser una de las diez grandes potencias mundiales productoras del alimento y, según fuentes especializadas, el primer vendedor del orbe.   Durante la segunda mitad de la pasada década la producción azucarera logró estabilizarse en el rango de los 7 millones de toneladas anuales y el azúcar llegó a significar el 50 por ciento de las exportaciones cubanas.

Para entonces la isla tenía un mercado seguro en el antiguo bloque socialista que constituía, a la vez, el suministrador de los principales insumos de la agricultura y la industria cañera.

En 1990, cuando comenzaron a sentirse los efectos de la crisis, la producción alcanzó 8,4 millones de toneladas, bajó a 7,6 en 1991 y continuó su caída en picada para registrar 4 millones en 1994 y 3,3 el último año.

Estimados oficiales indican que si para producir ocho millones de toneladas de azúcar era necesario invertir 900 millones de dólares, para la zafra pasada el financiamiento fue en el orden de los 150 millones.

Según fuentes especializadas en la actualidad el azúcar sólo cubre alrededor del 35 por ciento de las exportaciones cubanas y las pérdidas monetarias por este concepto se estima sean de más de 1.600 millones de dólares.

Granma, órgano del gobernante Partido Comunista, reconoció en marzo el atraso de la zafra y reportó entre sus principales causas la falta de caña por razones agrícolas, roturas industriales, interrupciones operativas y limitaciones de recursos.

Contra los rendimientos agrícolas atentaron la sequía prolongada, la quema indiscriminada a la hora del corte, las tecnologías inadecuadas en la preparación de los suelos, la continuada falta de fertilizantes y las malas atenciones culturales a los campos. En la esfera industrial, la falta de insumos básicos como piezas de recambio para las reparaciones fabriles y el parque automotor retardaron el inicio en fecha programada de una parte importante de las 156 fábricas existentes en el país.

A todo esto se sumó el factor humano caracterizado por una alta inestabilidad en la fuerza de trabajo que, según fuentes sindicales, sufre un drenaje del 20 por ciento al terminar cada zafra. Del sector clave de la economía cubana se van cada año unos 2.000 profesionales, técnicos y obreros calificados lo cual repercute directamente en la eficiencia fabril por la incorporación de igual número de personal preparado pero inexperto.

Las causas son similares a las que se registran en otros sectores agrícolas: déficit de vivienda, difíciles condiciones de trabajo, inadecuada alimentación, deficientes condiciones de las comunidades cañeras y la falta de una efectiva estimulación para los 300.000 obreros del sector.

Resolver o atenuar estas dificultades para la próxima zafra, parece ser uno de los principales retos que enfrentan las autoridades en el empeño de propiciar un despegue de la primera industria.

El presidente cubano Fidel Castro anunció durante la última sesión ordinaria de la Asamblea Nacional del Poder Popular que la zafra 1995-96 cuenta con un prefinanciamiento foráneo ascendente a los 300 millones de dólares, un crédito por el que habrá que pagar 50 millones más en calidad de intereses. En la temprana fecha de abril, el vicepresidente cubano Carlos Lage reconoció que las condiciones de pago son «muy duras» y que no estarían cubiertas todas las necesidades de la zafra.

A juicio de académicos y funcionarios gubernamentales tales recursos externos podrían convertirse en una espada de doble filo para la isla. Por un lado, sería la tabla de salvación que de alguna manera ha propiciado el despegue de otros sectores nacionales y, por el otro, entrañaría el alto riesgo de una hipoteca de la zafra al establecerse el pago mediante el azúcar.

Fuentes especializadas aseguran que sólo una cosecha de cerca de 6 millones de toneladas de azúcar le valdría al país para honrar los intereses de la deuda, sus compromisos con países como Rusia y China y contar con un sobrante para colocarlo en el mercado mundial. Sin embargo, los proyectos de crecimiento sólo ascienden a 4,5 millones de toneladas y, a juicio de algunos expertos, de cumplirse, no llegará a cubrir el pago de los 350 millones de dólares por concepto de créditos e intereses.

Fuentes gubernamentales y especializadas aseguran que con las medidas tomadas desde la etapa de siembra y con el financiamiento externo la actual zafra podría cumplir los pronósticos, pero no recupera sus niveles históricos en menos de tres años.

En cuanto al mercado internacional, la Organización Mundial del Azúcar -OIA-, espera un incremento de la producción entre un millón y medio y dos millones de toneladas en el período 1995-96. La OIA agrega que la tendencia a la baja de los precios que se registró en julio de 1995 se acentuó en agosto, cuando el precio promedio del azúcar en bruto fue de 12,98 centavos de dólar por libra, mientras que el precio promedio para la azúcar blanca fue de 20 centavos.

Las expectativas de una buena producción azucarera para el período que se avecina son avaladas por los pronósticos de incrementos en las industrias de Australia, Brasil, Cuba y Tailandia. Ello presume un predominio de la oferta sobre la demanda y por tanto la depresión de los precios.

Paradójicamente para Cuba, la peor zafra de los últimos 30 años coincidió con un alza de los precios. Todo parece indicar que al final de la de 1995-1996 no se correrá la misma suerte: mientras al cierre de 1995 la libra de azúcar crudo se cotizó a 12,44 centavos (USD) la libra en la bolsa de Nueva York, para julio próximo se espera un descenso a 10,38 centavos.

Sin turismo no hay país

«Sin azúcar no hay país», una frase muy común entre los cubanos, podría sufrir cambios radicales de consolidarse las tendencias crecientes del turismo. Según los especialistas la industria del ocio podría convertirse en líder de la deprimida economía cubana y desplazar del histórico primer lugar al azúcar.

José Luis Rodríguez reconoció desde noviembre que en el plan de 1996 el aporte en divisas del turismo superará al de la zafra azucarera y que su contribución deberá crecer aún más. Por su parte, expertos de la Unión Europea aseguraron que el turismo se convertirá en el principal renglón económico de la isla antes que termine este siglo.

Fuentes del Centro de Estudios de la Economía Cubana aseguran que las perspectivas del desarrollo turístico se basan en 67 polos, con un potencial de 200.000 habitaciones, 10 millones de turistas y entre 10 y 15 mil millones de dólares.

Cuba logró librarse del fantasma de la «crisis de los balseros» que hizo de 1994 «un mal momento» y terminó 1995 con una recepción de unos 750.000 turistas y una ganancia bruta de 1.000 millones de dólares.

La recuperación empezó a verificarse de manera gradual en agosto y para octubre y noviembre se registraron aumentos de 74 y 80 por ciento, respectivamente, con relación a esos meses del pasado año.

Los crecimientos fueron alentadores en Varadero, donde a finales de año se promedió alrededor de 8.370 turistas/día contra 4.173 en 1994 y en Ciudad de La Habana con 6.058 contra 4.478 en el pasado año.

Pronósticos oficiales aseguran que para 1996 el sistema del turismo aumentará en un 50 por ciento su aporte neto a la economía del país y en un 49 por ciento en el pago de amortizaciones.

Según los cálculos del Ministerio del Turismo (MINTUR), ratificados por la firma internacional Price Water House, para el año 2000 Cuba recibirá más de 2,5 millones de turistas y obtendrá ingresos superiores a 3.120 millones de dólares.

Para lograrlo las autoridades se proponen elevar las habitaciones en explotación de 23.255 a 49.556 para finales de este siglo, de un potencial calculado en 150.000 habitaciones.

Estimados oficiales aseguran que para dar el salto se necesitaría un desembolso aproximado de 2.400 millones de pesos, más de la mitad de esa cifra en moneda libremente convertible.

En busca de financiamiento para el programa de desarrollo, el MINTUR mantiene cerca de 200 negociaciones con posibles socios de 28 países, en su gran mayoría de Italia, España, Canadá y Francia.

El turismo, la primera rama de la economía cubana que abrió sus puertas a la inversión extranjera en 1989, suma 13 empresas mixtas, 16 asociaciones económicas y 28 contratos de administración y comercialización de instalaciones hoteleras.

Según fuentes oficiales la participación extranjera alcanza la inversión de unos 300 millones de dólares y la concesión de créditos por un monto de 149 millones 539 mil dólares para el desarrollo de las instalaciones estatales.

Cuba apeló al turismo como fuente rápida de recaudación de divisas ante la fuerte crisis económica que se generó por la vinculación de errores internos, la caída del antiguo campo socialista y el endurecimiento del bloqueo norteamericano.

Sin embargo, una reciente reunión de altos funcionarios y empresarios de la esfera alertó que el logro de una mayor eficiencia económica es aún un problema no resuelto.

Las deficiencias del sector van desde la calidad de las terminaciones de las obras constructivas hasta altos fondos salariales, exceso de mano de obra, deficiente gestión comercializadora y fenómenos de corrupción, sobornos y otros delitos.

Para los expertos la ecuación para salir de la crisis económica tiene en el turismo su principal variable, por ser un sector de una manifiesta dinámica que aporta capital fresco, de rápida rotación y crecimiento sostenido.

Sin embargo, especialistas locales alertaron a principios de año sobre la volatilidad de los ingresos externos que, en forma de turismo, remesas y créditos, cierran la brecha entre los ingresos por exportaciones de mercancías y el nivel de las importaciones.

Otros sectores productivos

Para los analistas de la Oficina Nacional de Estadísticas (ONE) la consolidación de la diversificación geográfica del comercio exterior, el aumento de las inversiones extranjeras y las medidas para el saneamiento financiero ayudaron a configurar un escenario económico más favorable desde 1994.

En 1994 las principales producciones que presentaron crecimiento fueron la extracción de petróleo crudo, generación de energía eléctrica, acero, acumuladores, fertilizantes, cemento, captura de langosta, tejidos, pan, neumáticos y cigarrillos. Sin embargo, sólo la extracción de petróleo superó lo alcanzado en 1989 que, a criterio de expertos, se atribuye a la presencia de capital extranjero en la búsqueda y extracción del crudo.

Según fuentes oficiales para 1995 se lograron avances «significativos» en no pocos renglones económicos.

Aunque aún insuficientes para satisfacer las demandas alimentarias de la población, se reporta un aumento de la producción de viandas y hortalizas en 19,7 por ciento y de la captura bruta de peces en 13,2 por ciento. Mientras la producción cafetalera siguió sensiblemente deprimida, creció la producción citrícola (7,1%) y la tabacalera (52%).

En la esfera industrial se registra el despegue del níquel (64,4%), acero (45,7%), cemento (31,2%), extracción de petróleo (16,7%), fertilizantes (140,4%) y generación de electricidad (5,2%). Las inversiones crecieron 4,2 por ciento, pero mantuvieron un bajo nivel de eficiencia en construcción y montaje lo cual afectó, sobre todo, al sector turístico donde sólo se cumplió el 40 por ciento de las habitaciones a terminar.

Para 1996 las autoridades pretenden un crecimiento de 5 por ciento del PIB con relación a este año y se programan despegues significativos en la producción arrocera, una mayor recuperación del tabaco, de la industria de materiales de la construcción y del níquel.

Para unos, la clave del «milagro» está en el dinamismo de la inversión extranjera. Para otros, como el ministro Rodríguez, el aporte foráneo es «un complemento más al esfuerzo interno», importante en la búsqueda de financiamiento, mercado y tecnología.

Tal es el caso del níquel. Desde abril se conoció que la recuperación de la industria niquelífera entraría en una fase decisiva tras puesta en marcha de un acuerdo entre la empresa cubana Comercial Caribbean Nickel y la australiana Western Minning Corporation por un monto de 500 millones de dólares. El acuerdo siguió en importancia al logrado en 1994 entre la Compañía General del Níquel S.A., de Cuba, y la Sherritt Incorporated, de Canadá, para la extracción, refinación y comercialización de níquel y cobalto.

Según el Centro de Estudios de la Economía Cubana y el Buró de Minas de Estados Unidos, las reservas cubanas de níquel se calculan en el 37,7 por ciento de la reserva mundial. Prospectos especializados auguran que de alcanzar un ritmo de explotación anual de 100.000 toneladas, la isla dispondría de reservas para 200 años.

Según fuentes oficiales la producción de níquel pasó de unas 30.000 toneladas en 1993 a 43.900 toneladas durante 1995. Aunque las autoridades prefieren mantener en reservas las perspectivas del sector, fuentes trascendidas aseguran que para 1996 la industria niquelífera podría deparar crecimientos mucho más allá de lo reconocido oficialmente.

El níquel, uno de los principales rubros exportables cubanos, podría convertirse en una de las cartas de triunfo del gobierno. Si el descenso productivo de años atrás se agravó por la baja registrada en los precios del mineral en el mercado mundial de 11.000 dólares la tonelada métrica en 1989 a 2.000 en 1993, a finales de 1995 se cotizó a 8.065.

La extracción de petróleo también creció de 1,2 millones de toneladas en 1994 a 1,4 durante el pasado año, para cubrir el 19 por ciento de las necesidades del país estimadas en 7,5 millones de toneladas. Juan Fleites Melo, director comercial de

CUPET, aseguró que la consolidación del despegue está directamente vinculada a una organización del trabajo más racional y a la participación de firmas de nacionalidad canadiense, francesa, británica y sueca en la prospección y extracción de hidrocarburo.

Los avances se mantuvieron en la industria de materiales de la construcción, siderúrgica, textil y farmacéutica. A pesar de no pocas campañas internacionales contra la producción cubana de medicamentos, y sobre todo de vacunas, la industria farmacéutica produjo más del 80 por ciento de los fármacos que necesitó el país y continuó ganando nuevos mercados y sus producciones fueron empleadas incluso como forma de pago de deuda externa con algunos países de América Latina.

Además del azúcar, la producción cafetalera también sigue deprimida y no responde aún a los intentos gubernamentales por propiciar su despegue con la entrega de parcelas en usufructo a familias que deseen cultivar el grano en las zonas montañosas.

Aunque los campos cubanos muestran cierta recuperación, especialistas locales estiman que aún es insuficiente teniendo en cuenta los cambios estructurales registrados y el incentivo que debió representar la apertura de los mercados agropecuarios de libre concurrencia. Entre 1993 y 1995 la propiedad cooperativa pasó del 12 por ciento de las tierras al 64 por ciento y unas 30.000 familias solicitaron y recibieron parcelas en usufructo para el cultivo de café, cacao y tabaco.

Sin embargo, criterios especializados aseguran que los cambios en las relaciones de producción con vistas a reactivar el desarrollo de las fuerzas productivas son aún poco profundos, incompletos y desfasados. Entre los factores que limitan la producción agrícola se encuentran los elevados márgenes de ganancia que no funcionan a manera de estímulo al incremento de la oferta, la actuación del Estado como recaudador y no como regulador, el alto costo en las entidades estatales y la limitada autonomía de las Unidades Básicas de Producción Cooperativa (UBPC).

Ofensiva en la apertura externa

La esperada apertura «de par en par» al capital foráneo se convirtió el 5 de septiembre en una especie de puerta «entornada», que puede abrirse o cerrarse en dependencia de los intereses nacionales y sin impedimento legal.

La Asamblea Nacional del Poder Popular (parlamento) aprobó un documento que regula la creación de empresas mixtas, de asociaciones económicas y de empresas totalmente extranjeras en todos los sectores con la excepción de la defensa y los servicios a la población en la salud y la educación.

La nueva ley complementó las reformas a la Constitución de la República, aprobadas en 1992, que redefinieron el contenido de la propiedad socialista al suprimir su carácter irreversible y reconocieron la propiedad privada de la empresa mixta, sociedades u otras asociaciones económicas.

«Flexible» para unos y «nada nuevo» para otros, la Ley de Inversiones agiliza mecanismos al tiempo que centra el poder de decisión en el Comité Ejecutivo del Consejo de Ministros o en una comisión de gobierno y abre opciones atractivas al no establecer una cuota fija de acciones para la formación de una empresa mixta.

Sin embargo, hasta el momento no se han establecido empresas de acciones ciento por ciento extranjeras y fuentes trascendidas aseguran que los negocios de ese tipo serán escasos por la creencia oficial de que sólo con una participación cubana importante se beneficiaría el país.

Los derechos constitucionales y la firma de acuerdos bilaterales de protección de inversiones se ven ahora reafirmados por las garantías legislativas que incluyen la no expropiación, salvo por interés nacional y previa indemnización en moneda libremente convertible. Según la ley los contratos podrán renovarse, el inversionista extranjero puede vender o transmitir su parte al Estado a un tercero y tiene garantizada la libre transferencia al exterior de las utilidades netas o dividendos obtenidos.

Contrario a lo que esperaban algunos empresarios extranjeros radicados en la isla, el gobierno mantuvo la entidad empleadora como vía de captación de divisas y de control sobre la mano de obra.

Por otra parte, la aprobación del derecho de los exiliados cubanos a invertir en su país de origen trajo al orden del día la polémica sobre si los naturales de la isla, radicados en ella, podrán algún día convertirse en inversionistas.   El tema se inserta entre los más polémicos de los últimos tiempos y se incluye en un proceso de reestructuración de la propiedad que, a criterio de algunos economistas, el gobierno tendrá que profundizar.

Fuentes del Ministerio para la Inversión Extranjera y la Colaboración Económica aseguran que hasta julio último funcionaban 212 asociaciones con capital extranjero, procedente de más de 50 países, con un compromiso de inversión de 2.100 millones de dólares en 34 sectores de la economía. Como un importante complemento a las garantías establecidas por la Ley de Inversiones a finales 1995 Cuba mantenía acuerdos de protección de inversiones con 11 países.

España, México, Canadá, Francia e Italia aparecen como los principales socios del gobierno en empresas que van desde el turismo y la telefonía hasta la industria azucarera, el níquel y el petróleo. En el caso específico de México, no pocos acuerdos se vieron frenados por «el efecto tequila», aplazados o cancelados, y a finales de año la crisis tocó de cerca al grupo mexicano DOMOS, cuya participación en la Empresa Telefónica de Cuba S.A. (Etecsa) podría perjudicarse por incumplimientos en el pago establecido en el programa de modernización de la telefonía de la isla.

Para especialistas y autoridades cubanas los principales «pesares» de la apertura externa parecen debatirse alrededor del proyecto de ley norteamericano que pretende internacionalizar el bloqueo a la isla y frenar todo flujo de capital hacia el país caribeño.

De hecho, el fantasma de la Helms-Burton logró frenar el ritmo de las inversiones y cada vez son más las firmas que exploran posibilidades en la isla pero esperan porque el Congreso de los Estados Unidos diga la última palabra.

Ricardo Alarcón, presidente del Parlamento cubano, dijo recientemente que con estas medidas el gobierno norteamericano sólo lograría un «autobloqueo» del cual las firmas norteamericanas serían las principales víctimas. Según un estudio de la universidad norteamericana John Hopkins los empresarios de ese país dejan de percibir anualmente 750 millones de dólares en costos de oportunidad al impedírseles negociar en la isla.

Paradójicamente, el programa coincide con el aumento del interés hacia la isla de parte del empresariado norteamericano: representantes de importantes empresas de ese país asistieron, el 27 de septiembre, a una reunión con el canciller cubano Roberto Robaina en Nueva York. El presidente Fidel Castro recibió a principios de octubre a 65 altos ejecutivos norteamericanos que realizaron una visita privada a La Habana y durante su estancia en Nueva York, en las celebraciones por el 50 aniversario de Naciones Unidas, respondió a una invitación de otro importante grupo de empresarios liderados por David Rockefeller.

Con una intensidad creciente, Cuba comenzó a recoger los brutos de la ofensiva emprendida desde el pasado año por altas autoridades del gobierno y representantes de la Cámara de Comercio. Las posibilidades de un mercado interno casi virgen, la posición geográfica cubana, justo en el centro del Caribe, y la ausencia aún de la competencia norteamericana, se suman a las riquezas naturales, a la infraestructura creada y a la calificación de la mano de obra, para convertir a la isla en un polo de atracción comercial.

Los sondeos de empresarios y políticos que constantemente llegan a la isla, se complementaron en estos meses con acuerdos concretos. Durante el año Cuba exploró posibilidades comerciales e integracionistas en el área del Caribe, afianzó sus lazos comerciales en América Latina y Europa y dio nuevos pasos para afianzar sus relaciones con Rusia, China y Vietnam.

En julio se anunció la firma, en octubre, de un importante acuerdo con Rusia para el intercambio de azúcar por petróleo. Según trascendió entonces el convenio, por tres años, permitiría garantizar a la isla el 50 por ciento del combustible anual que importa La Habana en una entrega de una tonelada de azúcar por tres de petróleo. Por su parte, autoridades rusas declararon el 8 de agosto que no abandonarían la colaboración con Cuba en la construcción de la Central Electronuclear de Juraguá.

Si en décadas anteriores el comercio exterior de la isla respondía a un centralismo bastante riguroso, fuentes del Ministerio de Economía aseguran que en la actualidad alrededor de 250 empresas cubana están autorizadas a importar o exportar. Cuba comercia con alrededor de cien países, sostiene relaciones contractuales con unas 3.000 empresas y 668 firmas mantienen oficinas de representación en a isla. Hasta el momento 11 bancos extranjeros abrieron representación en La Habana mientras que el Banco Nacional de Cuba mantiene relaciones con 500 bancos en el mundo.

Rusia sigue siendo el principal socio comercial con un intercambio por 500 millones de dólares anuales. Casi la mitad del intercambio se realiza con naciones de la Unión Europea, más de la tercera parte con América Latina, alrededor del 13 por ciento con Asia y 15 por ciento con el resto del mundo.

Según el informe presentado por el ministro Rodríguez al Parlamento, en diciembre, las exportaciones crecieron 20 por ciento y las importaciones 21. Aunque los informes oficiales no reportan cifras, fuentes trascendidas aseguran que el intercambio total durante el pasado año superó los 3.600 millones de pesos (igual al dólar al cambio oficial). Las exportaciones alcanzaron 1,5 millones y las importaciones parecen haber superado los 2 millones con la estructura usual de más del 50 por ciento en petróleo y sus derivados y alimentos básicos para la población.

Como parte de la apertura externa, el gobierno dio luz verde al Banco Nacional de Cuba para que iniciara contactos con instituciones financieras con vistas a buscar formas flexibles de renegociación de la deuda externa cubana que alcanzó los 9.000 millones a finales de 1995. Expertos locales aseguran que el no pago de la deuda externa es uno de los principales obstáculos que enfrenta la economía cubana a la hora de acceder a fuentes de capital y, sobre todo, a los tan necesarios créditos a mediano y largo plazo.

La marcha de las reformas: ¿hacia dónde va Cuba?

A pesar de la acostumbrada cautela oficial a la hora de emprender cualquier medida de ajuste, las reformas siguieron su paso en 1995 a un ritmo «lento pero aplastante como se dice en buen cubano.

Tras la aprobación de la apertura de pequeños restaurantes privados a manera de negocios familiares y con un límite de doce sillas, llegó en julio la autorización del autoempleo para los cubanos graduados de la educación superior. La resolución del Ministerio de Trabajo y Seguridad Social, publicada en Granma, aclara que los graduados se acogerán a algunos de los más de 160 oficios legales y no ejercerán funciones acordes a su calificación universitaria.

El debate a nivel poblacional sobre la exclusión de los universitarios del trabajo por cuenta propia había cobrado fuerza en el primer semestre de este año por causa de una anunciada reestructuración de la fuerza laboral que podrá dejar sin empleo o someter a reubicación a más de medio millón de personas. Así, la resolución de junio cubrió en parte la expectativa, aunque, limitó a aquellos que aspiran en algún momento a ejercer sus profesiones de forma privada.

Agosto, el mes más caliente, fue acogido oficialmente con más cautela que la acostumbrada por el antecedente del verano de 1994. Los esfuerzos de las autoridades se concentraron en aumentar las opciones recreativas para la juventud, garantizar una tradicional «Televisión de Verano» -muy reducida desde los inicios del «período especial»- y optar por la ofensiva política de forma tal que una convocatoria a los fieles al gobierno y a partidarios de Cuba en otros países, convirtiera las fechas señaladas de agosto en días de manifestación contra el bloqueo y de apoyo a la revolución cubana en momentos en que, desde Miami, la ultraderecha cubana convocaba a incursiones de flotillas y protestas antigubernamentales en homenaje a las víctimas del éxodo migratorio de 1994.

Por supuesto, agosto no podía pasar tan calmado y el foco de tensiones se centró en las fluctuaciones del dólar en el mercado subterráneo. De pronto, sin aparente explicación lógica, el dólar comenzó a bajar de 35 pesos -cotización en que se mantenía hacía cuatro meses- hasta llegar a diez, para después volver a subir y detenerse alrededor de 25. Para no poco observadores el hecho fue una clara manipulación oficial para valorizar la moneda nacional en el mercado interno y, a lo mejor, abrir el camino para consolidar lo que pudiera continuarse con la apertura de casas de cambio. Para la mayoría de los especialistas que emitieron alguna opinión la fluctuación respondió a un fenómeno normal de mercado, muy influenciado por las oscilaciones de masa monetaria en manos de la población en los momentos de vacaciones y bajo la presión del «rumor» que una vez verificada la baja normal, se desató para entonces provocar una baja ficticia.

Sin lugar a dudas, uno de los pasos más relevantes en la apertura económica durante este año fue la promulgación de la Ley de Inversión Extranjera. Propuesta por Carlos Solchaga, ex-ministro español de economía, durante un encuentro convocado por la revista británica The Economist, la nueva legislación trata de dar respuesta algunas de las inquietudes mostradas por empresarios que se acercan a la isla en cuanto a garantía de las inversiones, agilidad en la respuesta gubernamental y flexibilidad en cantidad de las acciones de las partes. Para los especialistas, lo más importante de esta ley es que abre las posibilidades al gobierno de tomar determinadas decisiones cuando lo crea conveniente y contar, de antemano, con un marco legal para ello.

En el segundo semestre el gobierno descongeló la información sobre la reforma bancaria en curso que deberá poner fin al monopolio absoluto del Estado sobre la banca. Considerado como un elemento esencial para garantizar el paso de las reformas estructurales de la economía cubana, el nuevo esquema incluye un grupo de entidades no estatales afiliadas a la institución denominada Nueva Banca S.A. y la desaparición del Banco Nacional de Cuba en su forma actual para dar paso a la creación de un banco central (banco de bancos).

Para finales del año el gobierno emprendió una nueva ofensiva tributaria dirigida a aquellos sectores de la población que devengan ingresos en divisa o mantienen altos ingresos por concepto de alquiler de viviendas, posesión de embarcaciones, acceso como vendedores al mercado agropecuario o industrial, trabajo por cuenta propia.

Los «cuentapropistas», que ya suman más personas que los trabajadores de la agricultura cañera, estarán en la mirilla del gobierno que pretende impedir a toda costa la aparición de nuevos ricos y, por ende, de una nueva clase social opuesta a los presupuestos del socialismo. Fuentes especializadas aseguran que por esta misma razón se alejará en la isla la posible aparición de pequeñas y medianas empresas privadas o cooperativas que, aunque no se descartan en medios oficiales responderían a una de esas decisiones que se toman en Cuba cuando no queda otro remedio.

El proceso de redimensionamiento de la economía iniciado en 1995 seguirá su curso de forma paulatina, según reconoció en diciembre el vicepresidente Carlos Lage. El gobierno deberá decidir el destino de numerosas empresas irrentables y según los expertos se dará paso a la apertura de pequeñas y medianas empresas en el sector estatal, la descentralización, la reestructuración de la propiedad, la reconversión tecnológica.

Arturo Guzmán, director del Instituto Nacional de Investigaciones Económicas, aseguró en febrero que se hace necesario «iniciar un proceso de redimensionamiento y saneamiento de las empresas estatales (…) que permita el diseño de una empresa pública autónoma de carácter mercantil que tenga condiciones para vender y comprar en el mercado con eficiencia y productividad.»

Con la vinculación de las reformas en la esfera empresarial, laboral y bancaria, el gobierno seguirá su política en pos de atracción de capitales y seguirá buscando vías para revalorizar la moneda nacional, establecer una tasa de cambio oficial más realista para el peso cubano y eliminar la dualidad monetaria que rige en la economía cubana.

Mientras simpatizantes y enemigos tratan de definir hacia dónde va Cuba, José Luis Rodríguez aseguró en noviembre que las autoridades no renunciarían al papel preponderante del Estado en la economía.

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