Asamblea de Cineastas Cubanos: Dimensiones y posibilidades del diálogo
Una prohibición previa y la exhibición después en televisión del documental La Habana de Fito desencadenaron una serie de reuniones entre cineastas que involucró a autoridades cubanas.

Participantes en la reunión del 15 de junio y primeros firmantes de una Declaración de la ACC que ha llegado a reunir hasta 650 firmas.
Foto: Tomado de ACC en Facebook
En 1982, ese líder del cine de autor surrealista que es el cineasta checo Jan Švankmajer realizó, en stop motion, el cortometraje Možnostidialogu, traducible al castellano como Dimensiones/posibilidades del diálogo. Este título podría resumir, de algún modo, las tres candentes reuniones verificadas, en La Habana, entre el 15 de junio y el 3 de julio, por una reactivada Asamblea de Cineastas Cubanos (ACC).

Las intenciones eran discutir no solo un caso en particular, pero no único, de violación de derechos de autor; sino también sobre la censura, cada vez más frecuente, de algunos audiovisuales cubanos realizados dentro o fuera de la isla.
En las tres reuniones se abogó, además, por la imprescindible ampliación de los márgenes para la libre creación artística, y dialogar sobre las tendencias erróneas de una política cultural que, al decir del realizador Kiki Álvarez, “está basada en un principio excluyente y genera una cultura fracturada”. Sin respetar la cronología, nos referiremos en el presente texto a opiniones de cineastas vertidas en cualquiera de esos encuentros realizados hasta ahora, salvo que se especifique lo contrario.
El 15 de junio se reunieron en el cine 23 y 12 miembros fundadores de la ACC, junto a varios más jóvenes, para expresar su desacuerdo con las decisiones tomadas por varias instituciones culturales en torno a La Habana de Fito, de Juan Pin Vilar. La proyección de este documental en la sede del grupo teatral El Ciervo Encantado (junto con Existen, de Fernando Fraguela y Yulier Rodríguez, y El encargado de Ricardo Figueredo) fue prohibida sin ofrecer información pública y satisfactoria que explicara la censura.
La Habana de Fito en TV y la discordia

Las críticas a la prohibición se explican en las Declaraciones derivadas de la primera reunión y, además, se recrimina la presentación posterior, en el espacio televisivo Espectador crítico, de una copia inacabada de La Habana de Fito, ignorando la negativa de su director y de su productor, con el propósito “explícito de desacreditarlos públicamente”.
Aunque el documental está hecho para recrear la entrañable relación de Fito Páez con Cuba y los cubanos, según escribió en La Jiribilla Jorge Ángel Hernández, es un “panfleto que se suma a la campaña de guerra cultural que hoy bombardea, sin ética y sin tregua, el panorama cubano”, porque en dos momentos el cantautor argentino plantea criterios donde asume “viejos estándares de la guerra fría”.
Este criterio es similar al que manifestó posteriormente el viceministro de Cultura Fernando Rojas: Fito Páez se hace eco de rumores injuriosos para referirse a la muerte de Camilo Cienfuegos y, desde su posición de humanista opuesto en general a la pena de muerte, se declara en contra del fusilamiento de los jóvenes que secuestraron embarcaciones durante la crisis migratoria de 2003.
Ganador del estímulo que concede el Fondo de Fomento del ICAIC, y exhibido como un producto audiovisual valioso en la clausura del Havana Film Festival de Nueva York hace un año, La Habana de Fito llegó a los hogares cubanos mediante una copia no autorizada, y con problemas de imagen y de sonido.
En aquel programa televisivo del 10 de junio participaron dos vicepresidentes de la UNEAC. Una institución cuya primera función, según señalaron varios de los presentes en las tres reuniones de la Asamblea, debía ser la defensa de los intereses de los creadores; sobre todo cuando se trata de una exhibición que viola la Ley del Derecho de Autor y pudiera afectar el recorrido internacional del documental, según aseguran los cineastas.
Decreto Ley 373 y el incidente Padrón-Sánchez
Varios de ellos se refirieron luego, en las reuniones, a la necesidad de revisar el decreto ley 373 (del 2019), que legitima la figura del creador audiovisual independiente; pero nunca ofrece garantías a la exhibición o distribución en los cineso en los medios, todos controlados por el Estado, y jamás regenteados por cineastas o creadores asociados a ellos.
Semejante panorama ocasionó, precisamente, que el Ministerio de Cultura desautorizara a Nelda Castillo, quien dirige la compañía teatral El Ciervo Encantado, para exhibir en su sede las películas mencionadas.

No todos los incidentes de las tres reuniones se refirieron en exclusiva a La Habana de Fito. Uno de los más publicitados en redes sociales ocurrió durante la primera reunión, cuando el cineasta Ian Padrón intervino desde el extranjero, para objetar la presencia de Jorge Luis Sánchez en la ACC. Padrón acusó a este realizador de participar en la censura de su documental Fuera de liga, en 2003.
Participantes de la Asamblea pidieron aIan Padrón apartarsus problemas personales con Sánchez y su agenda personal, para concentrarse en el sentido de la reunión. El aludido ripostó que él estaba hablando del tema principal: la censura.
La Asamblea ofreceríaposteriormente disculpas a Padrón por ese intento de impedirle participar, puesto que se intenta lograr,en general, un proceso donde se escuche a todo el que tenga algo que decir. Tal actitud busca favorecer la inclusión de todos y para el bien de todos; ya sea los que viven afuera pero quieren restablecer el dañado tejido del cine nacional, como de quienes habitan la isla pero se declaran inconformes con una política cultural que los excluye, censura o ignora.
Apoyo de 650 firmas y voces discordantes
Las Declaraciones de la primera reunión concluyen asegurando que procedimientos semejantes a los ocurridos en torno a La Habana de Fito se han hecho “sistemáticos”, sobre todo en relación con el cine. Además, indica que “la actuación de esas autoridades culturales ha violado una y otra vez principios éticos que deberían ser el sostén de cualquier diálogo respetuoso y constructivo”.
“La Asamblea de cineastas cubanos debería articular un diálogo normal y permanente con las autoridades políticas”.
Rebeca Chávez
El documento emitido tras ese primer encuentro fue firmado inmediatamente por los realizadores Fernando Pérez, Rebeca Chávez, Magda González Grau, Kiki Álvarez, el actor Luis Alberto García, entre otros; y luego, por vía digital, se fueron añadiendo más, hasta alcanzar una cifra superior a las 650, de profesionales del gremio audiovisual y otras manifestaciones artísticas, entre los cuales se contaban Silvio Rodríguez y José María Vitier.
En la segunda reunión, Juan Pin Vilar respondió a los criterios emitidos por los participantes en el panel de Espectador crítico y las autoridades culturales presentes en ese encuentro: “Quien conoce a Fito sabe que es ofensivo pensar e inducir que un director cubano o de cualquier parte de este planeta, pueda manipularlo. Muchísimo menos yo, que soy su amigo y lo respeto y me respeto”.
“Lo que está en juego es el derecho de todo artista de, sin mentir, exponer libremente su punto de vista sobre cualquier hecho o narrativa de nuestra historia”, recalcó Pin Vilar. “Es algo a lo que no debemos continuar renunciando, al menos yo no lo haré. No somos religiosos. No puedo aceptar como intelectual que se me impida exponer mi punto de vista sobre cualquier hecho de nuestra historia”.
En contra de este criterio,el analista político Enrique Ubieta escribió en su muro de Facebook que el documental es “mera excusa —a pesar de las excelentes imágenes de archivo que las instituciones cubanas le concedieron— para descontextualizar la historia, solo le concede la palabra a quienes no lo contradicen, o a quienes siguen su lógica, y repite un discurso burdo”, de guerra fría, proveniente de los años sesenta.
Cineastas y autoridades, frente a frente

Tras la primera reunión, con sus Declaraciones y la enorme lista de firmantes, se realizó una nueva asamblea, convocada esta vez por el Ministerio de Cultura, el Instituto Cubano del Arte e Industria Cinematográficos (ICAIC) y el Partido Comunista de Cuba (PCC), para darle seguimiento a las inconformidades expresadas antes y escuchar otros reclamos provenientes del gremio audiovisual.
Este encuentro ocurrió el 23 de junio en el Cine Chapliny duró aproximadamente nueve horas. En la mesa presidencial estuvieronRogelio Polanco, jefe del Departamento Ideológico del PCC; la viceprimera ministra Inés María Chapman; Alpidio Alonso, ministro de Cultura;Luis Morlote, presidente de la UNEAC; Fernando Rojas, viceministro de Cultura; y Ramón Samada, presidente del ICAIC.
La agenda estuvo regida por la discusión de las Declaraciones del 15 de junio, publicadas por la ACC en las redes sociales, respecto a la manera en que los cineastas catalogaron como un acto de exclusión, robo y censura a la exhibición en televisión de La Habana de Fito.
La respuesta de las autoridades consistió, básicamente, en la afirmación de que existen bases legales para asumir ese tipo de acciones en momentos excepcionales, cuando la Revolución se sienta amenazada o denigrada por campañas de descrédito.
En cambio, las intervenciones de la mayoría de los cineastas manifestaron un desacuerdo con la violación del derecho de autor, mucho más cuando tales irregularidades se intentan justificar con la eterna política de escenario de guerra, plaza sitiada, y de no regalar argumentos al enemigo. Para muchos creadores, todo ello es un resultado de la aplicación esquemática, atemporal y unilateral del discurso de Fidel Castro (1926 – 2016) conocido como Palabras a los intelectuales, donde se clasifica a los artistas en revolucionarios, no revolucionarios y contrarrevolucionarios.
¿Una política cultural atrasada para los nuevos tiempos?
De manera honesta, hasta adolorida, en esa segunda reunión saltaron temas medulares como el uso de la política cultural para el ejercicio continuado de la censura y el hostigamiento a los creadores. Así comoel panorama desolador del cine cubano actual, compuesto por cineastas diseminados por todo el mundo, de diferentes ideologías, generaciones y tendencias.
Algunos abogaron por la revisión crítica de las políticas dimanadas de Palabras…,plataforma cultural elaborada en 1961, en un contexto excepcional de lucha de clases e inminente agresiónimperialista. El cineasta Eduardo del Llano afirmó que ese discurso fundacional no puede seguirse adoptando como un dogma, al estilo de las Tablas de la Ley de Moisés.
Ahondando en este tema, Luis Alberto García se preguntó quién decide lo que está dentro y lo que está fuera de la Revolución. Aseguró que las instituciones deberían detenerse enel empeño de pastorear a los artistas cual rebaño, disminuir la sospecha y el acoso, a ver si finalmente podemos vivir en “un país en el que yo no me sienta que me estoy ahogando”.
Ya en la tercera reunión, el actor de Clandestinos insistiría en la necesidad de respeto hacia la creación artística, y pedía se detuvieran los linchamientos mediáticos emprendidos en los medios oficiales de Cuba contra algunos creadores, considerados injustamente un peligro para la sociedad.
La realizadora Magda González Grau (Por qué lloran mis amigas, Calendario) se sumaría a la anterior opinión, cuando aseguró que “la censura es muestra de ignorancia, y la ignorancia no puede enseñorearse de nuestras instituciones”.
La lista negra de la discordia
Otros participantes se refirieron a la enorme y creciente lista de filmes prohibidos (Santa y Andrés, Quiero hacer una película, El Caso Padilla, La Habana de Fito, entre muchos otros), por considerarlos peligrosos en tanto abordan alguna zona de nuestra historia antes oscurecida y con el pretexto de que “no es el momento para hablar de eso”.
Hubo propuestas concretas, como la de Kiki Álvarez, sobre la necesidad de disponer al menos de una sala de cine sin censura, para ver todo lo que se ha prohibido durante años y todo lo que se censura ahora mismo.
“Ojalá esa sala se llamara PM —en alusión al documental de Sabá Cabrera Infante y Jorge Ulla, primera obra censurada por el ICAIC— sería un gesto de justicia poética”, propuso Álvarez. Varios cineastas coincidirían en la necesidad de crear un espacio de exhibición para todas las obras procedentes del cine joven y más crítico, sobre todo después de la desaparición de la Muestra Joven del ICAIC, que cumplía con tales funciones.
Honestidad, dolor, y también desconfianza de ambos lados, se percibió en el encuentro del 23 de junio entre cineastas y autoridades. Conmovedora y constructiva resultó la cineasta Rosa María Rodríguez, quien relató que sus padres le pidieron que no hablara, que no dijera la verdad en la Asamblea porque evidentemente tienen miedo de la violencia institucional contra los artistas.
La cineasta aseguró que se oponía por todos los medios, como mujer y obrera del cine, graduada de tres escuelas de arte creadas por la Revolución, a que le quitaran el derecho a filmar en su país las historias que ella decidiera y le parecieran importantes.
Ministerio de Cultura en la mira
Lúcida fue también la alocución del documentalista Jorge Fuentes, al afirmar que las autoridades tendrían que acostumbrarse a protestas gremiales como esta, porque el propósito del Ministerio de Cultura no debería ser controlar a los artistas, sino hacer propuestas para garantizar que el arte se expanda, incluso “un arte crítico que naturalice por completo ese socialismo democrático, al que nunca hemos llegado por mucho que los funcionarios se llenen la boca con la frase”.
“La UNEAC debe parecerse menos al gobierno, menos al Partido, y más a los creadores”, sentenció Fuentes en otro momento de su aplaudida intervención.
La viceprimera ministra Inés María Chapman propuso crear una plataforma conjunta entre el ICAIC y los realizadores para continuar en el camino de “buscar soluciones” a los problemas del desarrollo de la producción audiovisual y cinematográfica.
Al final de esta segunda reunión, la viceprimera ministra Inés María Chapman manifestó que existe una disposición al diálogo y al trabajo en equipo para tener resultados concretos sobre las demandas. Chapman propuso, además, crear una plataforma conjunta entre el ICAIC y los realizadores para continuar en el camino de “buscar soluciones” a los problemas del desarrollo de la producción audiovisual y cinematográfica.
En sus redes sociales, el Ministerio de Cultura publicó a continuación una escueta nota oficial,que catalogaba la reunión de “encuentro de trabajo”, en el cual “los artistas escucharon con atención los argumentos de los representantes de las instituciones y expresaron sus opiniones en total libertad”, al tiempo que “los planteamientos de los artistas merecieron la mayor atención de los dirigentes de las instituciones”.
Este comunicadorebajaba por completo la complejidad y el calor de un intercambio de opiniones que un joven participante, Manuel Alejandro Rodriguez Yong, describiría como «a camisa quitá»; lo cual reavivó nuevamente las protestas de los cineastas. Todo esta discusión, encima, tuvo un nulo eco en los medios de comunicación oficiales.
Temas para un tercer encuentro

Los cineastas decidieron convocar entonces para un tercer encuentro de la ACC, que diera continuidad a la agenda abierta en las dos reuniones anteriores y donde se eligiera a un grupo que representara al gremio y funcionara como organizador de futuras acciones.
El lunes 3 de julio tuvo lugar la nueva cita, otra vez en el Cine 23 y 12, y con Google Meet activado para facilitar la participación de personas del gremio audiovisual impedidos de asistir, o que se encontraban fuera de Cuba.
Varios creadores propusieron continuar las discusiones entre el Estado y los cineastas para crear una Ley de Cine. Este había sido uno de los objetivos iniciales en el momento de la creación de la ACC, que se dedicóluego a impulsar otras iniciativas valiosas, como el Fondo para el Fomento del Cine Cubano, y el Registro Audiovisual que le sirve de base.
Ambos son logros perfectibles, pero innegables,del grupo de cineastas organizados en la ACC. Un grupo que, además, ha sostenido reuniones sistemáticas con la dirección del ICAIC a lo largo del último año, para analizarasuntos que tienen que ver con el fortalecimiento de la infraestructura del cine nacional, y acabar de una vez con la confusión entre el gremio audiovisual y los trabajadores por cuenta propia.
“La ACC debiera articular un diálogo normal y permanente con las autoridades políticas”, declaró Rebeca Chávez. La realizadora de Ciudad en rojo propuso investigar paso a paso lo ocurrido desde la censura de los filmes en El Ciervo Encantado y descubrir dónde y de quién partieron los errores. Habló de proponerle a las autoridades, “más que exigirles”, una agenda real, que demuestre la necesidad de los cineastas de participar en el diseño de las políticas cinematográficas que operan en toda la nación.
En desacuerdo con algunos que vaticinan la imposibilidad de impulsar, desde el diálogo, un cambio positivo de mentalidad, Chávez cree que “se debería convencer y hacer razonar a quienes dirigen las instituciones”.
Pros y contras sobre “lo que vendrá”
La veterana directora se apoyó en laanécdota de cuando se quiso desintegrar al ICAIC a principios de los años noventa, tras el revuelo causado por la cinta Alicia en el pueblo de Maravillas, de Daniel Díaz Torres, y la firme actitud de los cineastas provocó que la más alta dirección del país decidiera revocar su decreto.
Hubo propuestas de renovar las exigencias para la promulgación de una Ley de Cine, que proteja a los creadores,establezca con claridad deberes y derechos, yderive en la creación de una Comisión Fílmica para viabilizar gestiones, ahora mismo lentísimas, como la obtención de permisos de filmación.
El crítico de cine Gustavo Arcos Fernández-Brito se refirió al quiebre en Cuba del sistema de producción-distribución-exhibición, que ha conducido al desconocimiento del público cubano sobre la mayor parte de las películas cubanas realizadas durante las últimas dos décadas,
El miedo de los funcionarios al tratamiento de asuntos difíciles, puesto que la visión crítica sobre la realidad siempre es motivo de sospecha, irritación o ataque de las instituciones o de los medios, es otro planteamiento repetido insistentemente por Arcos Fernández-Brito.
En un escrito en su muro de Facebook, el también profesor de Historia del Cine Cubanodeja caer su visión de la esperanza: “Ahí están los cineastas: Miguel Coyula, Alejandro Alonso, Jorge Molina, Carlos Lechuga, Pavel Giroud, Carla Valdés, Carlos M. Quintela, Eduardo del Llano, Fernando Fraguela, Daniela Muñoz, y muchos otros, dentro y fuera de la isla, contando las historias que los funcionarios intolerantes jamás podrán silenciar ni ocultar”.
Algunos de los protagonistas de estos sucesos aseveran que han estado en decenas de reuniones de este tipo, y nada resuelven. Mientras, otros aseguran que la cinematografía cubana siempre emerge, y su historia está marcada no solo por la censura, como sentencian algunos hipercríticos, sino también por espléndidas proposiciones al diálogo entre cubanos, los de afuera y los de adentro, los convencidos y sus oponentes (2023).
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