Burlar el cerco: las memorias y los sueños del cine cubano
Llega a las librerías cubanas el libro del crítico e investigador Ángel Pérez que mereció en 2020 del Premio Pinos Nuevos de Ensayo.
Cuatro años después de su concepción, llega a las librerías cubanas el libro Burlar el cerco: Conflictos estéticos y negociaciones históricas en el cine cubano del crítico e investigador Ángel Pérez, merecedor en 2020 del Premio Pinos Nuevos de Ensayo; y que ya viera la luz en 2022 bajo el sello de Rialta Ediciones.
El título de marras agrupa siete textos que sirven de liza dialógica a expresiones fílmicas de dos períodos de la historia nacional definidos y definitorios, tanto desde lo generacional como desde lo sociopolítico. Termina dividiéndose, prácticamente, en unos Viejo y Nuevo Testamentos muy personales del cine cubano post 1959.
El Viejo Testamento I
Este segundo libro en solitario de Pérez —en 2021 había publicado por editorial Casa Vacía su Acercamiento a la poesía cubana de los Años Cero— cartografía las décadas de los sesenta, parte de los setenta —unos primeros años abordados más como resonancias del decenio previo, que como génesis de un decenio divergente— y segmentos puntuales de los ochentas, a partir del análisis casuístico de las películas Memorias del subdesarrollo (Tomás Gutiérrez Alea, 1968), El hombre de Maisinicú (Manuel Pérez, 1973) y De cierta manera (Sara Gómez, 1974).
También aborda las filmografías de Bernabé Hernández y Sergio Giral, agrupadas en una primera parte que titula “La Revolución y los Otros”.
Este Viejo Testamento del cine cubano se posiciona en las perspectivas y posturas políticas, sociales, antropológicas, intelectuales, pero sobre todo curiosas, agudamente indagadoras, que estos realizadores cristalizaron en sus obras, analizadas por Ángel Pérez con un enfoque no menos arriesgado.
El crítico aborda títulos archiconocidos y sobradamente estudiados por generaciones de estudiosos de la fílmica nacional, con la audacia revisionista de proponer nuevas lecturas y practicar insospechadas incisiones sobre un corpus cinematográfico extendido en su muy personal quirófano crítico.
El Viejo Testamento II
Ángel Pérez despliega una miríada de herramientas teóricas que delatan un saber sensible, heterodoxo, capaz de urdir nuevos significados y proponer verdaderos hallazgos. Se acerca a estas “viejas” películas con la inmaculada lozanía y la nítida lucidez de un intelectual consciente de su inscripción en una prole distante de lo analizado.
Se ubica al menos a dos generaciones de distancia; pero está dotado con el inalienable derecho de trascender cualquier falacia cronologista, que descarte lo pasado a favor de un presente desmemoriado y, por ende, desechable.
Ángel acepta el reto que larga, quizás inintencionadamente, el atormentado Sergio de Memorias…, al lamentar que “todo el talento del cubano se malgasta en adaptarse al momento”, y expande su “ahora” intelectual, social, político, a un amplio espectro temporal que trasciende su mera existencia física.
Como cubano pensante, Ángel Pérez se reconoce ciudadano de una contemporaneidad fílmica nacional, que tiene como punto de partida el triunfo de la revolución de 1959 y la casi inmediata fundación del Instituto Cubano del Arte e Industria Cinematográficos (ICAIC).
Uno empieza a existir mucho antes de nacer. El repaso de lo pasado con ojos nuevos es negación de la fatalidad efímera de la carne, y la autodefinición como ser histórico que puede desplazarse hacia todos los territorios epocales.
El Viejo Testamento III
En el Viejo Testamento, el autor se concentra en un fragmento de la genealogía fílmica de la primera década de la Revolución de Fidel Castro: tiempo de cambios, crisis, traumas, mutaciones, traducido en imágenes y sonidos; pero, sobre todo, en las dudas que cimientan la verdadera fe. Entiéndase la fe dialéctica, cuestionadora, nunca la devoción axiomática y oportunista.
Las películas resultantes son hijas con las que —como mayor acto de amor al momento histórico— estos directores le ofrecen sus experimentaciones formales, sus interpretaciones escandalosamente libres y honestas de la realidad, sus más arriesgadas visiones fílmicas.
Buscaban construir una nueva Cuba a partir de la destilación de un espectador consciente de sí mismo, que rehuyera la alucinación y el escapismo, a favor de una recepción crítica del cine, de sí mismo, del mundo.
Todo siempre acorde al evangelio emancipador e iluminista que preconizó el nuevo Estado cubano en ese decenio genésico, a tenor de las confesas intenciones de exorcizar a los obreros y los campesinos, y expulsar, con la potencia e instantaneidad arrebatadora de un rayo, el demonio recesivo, subalterno. Muy cercano al milagro cristiano de hacer ver a los ciegos con la simple imposición de las palmas.
Aquí el cine intentó convertirse en las manos prodigiosas que libraran las mentes cubanas de la pereza y la inercia.
El Nuevo Testamento I
La segunda parte del libro, titulada “Las nuevas rebeliones”, más breve que la primera —muy en consecuencia con la sutil proporcionalidad bíblica que guarda Burlar el cerco…— analiza un período: las dos primeras décadas del siglo XXI, que por múltiples motivos diverge de muchos de los mandamientos, preceptos y principios establecidos en la primera parte.
Casi con la misma violencia refundadora con que los sesenta fraguaron el cine cubano contemporáneo, pero sin su militancia utópica.
Ángel renuncia al análisis casuístico para sistematizar los procesos y lógicas más significativos que para él han experimentado la ficción —Políticas de la transición. Estética audiovisual y cambio de siglo (1990-2018)— y lo documental —Desviaciones: documental cubano contemporáneo. Estrategias de enunciación, performance e ideología— en los umbrales del nuevo siglo y sus dos decenios iniciales.
Asume que, tal y como Jack el Destripador reclamó en 1888 que el siglo XX nació con él, el cine cubano del XXI fue catalizado, prácticamente, por el Período Especial desatado en 1991.
Los autores del cine “post revolucionario” que Pérez aborda, si bien mantienen la misma fe que sus predecesores en el poder de las imágenes en movimiento para expresar sus ideas sobre la realidad que los embarga, reconfiguran radicalmente los derroteros seguidos por ellos, en abierta negación de unas Tablas de la Ley merecedoras de una reescritura a fondo.
El Nuevo Testamento II
El cine emergido en el nuevo milenio revierte el hegemónico monoteísmo revolucionario, practicado (orgánicamente, sin dudas) por sus ancestros inmediatos, a favor de una multiplicidad de credos creativos que habla de una suerte de “paganismo” fílmico, renuente a seguir unas directrices sociopolíticas que consideran exhaustas y ajenas.
La vigilia escéptica de estos hijos y nietos de la ilusión sesentera, hace germinar filmografías completas y obras singulares que, como hace Ángel en la primera parte de su libro, deconstruyen los estadios previos de la contemporaneidad que los comprende a todos. Siempre desde la validación de una sintaxis fílmica retadora, compleja, que fuerza todo el tiempo los límites del lenguaje cinematográfico.
El Nuevo Testamento con que cierra el libro de Ángel Pérez se dedica a indagar las motivaciones, senderos expresivos y estrategias discursivas de una filmografía amplísima, casi inabarcable —dada la falta de disponibilidad de muchas de las películas realizadas en las últimas décadas, por la deficiencia de los archivos—, emprendida por los “hijos del sueño”, parafraseando el título de una de las cintas analizadas.
A pesar de los escollos, Ángel Pérez se arriesga, una vez más, en divisar patrones, dirimir intenciones, identificar poéticas, tendencias y hasta tratar de leer los augurios del futuro cercano. Asume una muestra selecta, representativa de las tesis manejadas, ilustrativas de los problemas que considera esenciales.
Apocalipsis
Escribir “historias totales” del cine cubano, y del cine en sentido general, acusa un atavismo enciclopedista que se antoja empresa fracasada desde su mera pretensión. Pues, como entendían los cineastas de antaño y de ahora que Ángel invoca en su libro —dígase el mejor cine contemporáneo cubano—, la alegoría singular es capaz de comprender universos de sentido.
Así, resulta mejor concentrarse en descubrir áreas de la infinitud fílmica que contengan en su ADN, cual células madres, todo el cine.
A tal propósito responde Burlar el cerco…. Un texto de revisitación y revisión, abundante en sapiencia e ideas auténticas, libre de esa cansina sobreabundancia de citas con las que muchos intentan disimular sus incapacidades para aportar algo nuevo sobre el pasado y el presente, menos sobre el futuro.
Nada más lejos está la abundante obra crítica de Ángel Pérez, y este libro en específico, que invita a leer más a su prolífico autor (2024).
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