Calendario, la gloria eres tú

La serie recién exhibida en la televisión cubana es un melodrama de manual, que coquetea superficialmente con temas como la tolerancia sexual y la violencia sexista.

El protagonismo de un grupo de estudiantes de escuela secundaria sirvió a la serie televisiva para ofrecer mensajes didácticos a un público adolescente.

Foto: Tomada del Portal Cuba.cu

La serie Calendario estuvo pensada para adolescentes y orientada a pulsar la cuerda más sensible de un público al que supo conquistar desde el primer momento. Magda González Grau, directora general, y Amilcar Salatti, guionista, fueron los responsables de esta fantasía tropical en la que Amalia —joven, blanca, pobre, pero digna y profesional—, se inmola como profesora guía del peor grupo de una escuela secundaria.

De paso, quiere borrar de su biografía un pasado lleno de infelicidad. Su historia de superación habla del tránsito de una adolescencia rebelde a un estado de beatitud y benevolencia que la distingue por encima de cualquier persona que se pare a su lado.

En esta transformación fue capital la influencia de Marta, su maestra y amiga. Amalia, además, acepta convertirse en la amante de Carlos, aun sabiendo que su compañero de trabajo es casado y tiene un hijo.

Calendario está construida sobre la base del melodrama de manual, con las debidas actualizaciones sobre el uso indiscriminado, nocivo u ofensivo del móvil, o los discursos sobre la tolerancia sexual y la violencia sexista. No pierde oportunidad de acentuar los aspectos patéticos y sentimentales, con el apuntalamiento musical para reforzar los abundantes momentos de sensiblería.

Por tres piñazos que le di a la descará esa…

Amalia quiere que su hermano Yanquiel y su novia Vanesa se reconcilien, aunque este le ha propinado una golpiza que provocó el ingreso hospitalario de la joven. Acusado por esta, Yanquiel va a juicio y cumple sentencia. Amalia trata de minimizar el sufrimiento del hermano. Lo visita en la cárcel y él se niega a comer. Ella llora. Descubre que su cuñada está embarazada y, a partir de ahí, toda la atención se desplaza de la agresión de un psicópata celoso a la noble causa de la paternidad.

Todo esto ha sido debidamente preparado y empacado en papel celofán mediante una escena en la que vemos a Vanesa en explayada satería con un cliente del lugar donde ella trabaja. El machista de turno le dirá a su mujer: ¿Te das cuenta cómo ustedes nos provocan?

Las aventuras y desventuras de la joven maestra Amalia (Clarita García) son el núcleo dramático de Calendario.

Basta que Vanesa haya creído que su cuñada la vio y la chivateó con su hermano, lo cual es suficiente para darla por “culpable”. Culpable por haber provocado la ira del macho, y culpable por haberlo denunciado. Ya banalizada la violencia de género, el embarazo es la coartada para que se comprenda por qué Amalia mantiene su apoyo a Vanesa.

El melodrama reivindica la lucha entre el bien y el mal, entre lo material y lo espiritual. Mientras la esposa de Carlos cambió su trabajo de profesora por otro en una firma extranjera que le proporciona toda clase de ventajas económicas, Amalia trabaja desinteresadamente.

Ella vive en otro planeta, en una Cuba paralela en la que no existen problemas de transporte ni de abastecimiento. Donde no es suficiente el desgaste que supone trabajar sin las condiciones idóneas, sino que esta mujer en su “cristiano” desprendimiento y beatífica misión, ofrece su “talento” para divertir a cuanta alma vague en busca de entretenimiento gratuito.

Oh, Susana, qué estás haciendo aquí…

Ante el extremismo del muchacho que pretende negar a su compañero el derecho a no ejercer el voto, Amalia responde ofreciéndole un libro de José Ingenieros. Sin embargo, ante la conflictiva relación de Maritza con los hombres, no se le ocurre ofrecerle un texto de Virginia Wolf o de Simone de Beauvoir.

El melodrama suele coquetear con el sentido común, con la misión de lo políticamente correcto y con la pretensión, asaz hipócrita, de un fomento cultural basado en los apuntes de Wikipedia y el resumen de contraportada.

Un verdadero melodrama suele estar plagado de casualidades. Cuando va a la prisión de mujeres, Amalia se encuentra con Susana, aquella muchacha a la que le partió una costilla hace diez años, ahora encarcelada. Mediante un acto de burda improvisación sobre las secuelas de la violencia machista, la “actriz” les deja una trascendental pregunta de tarea a las reclusas: Entonces, ¿qué hacemos?

Deprimente, básico. De una superficialidad despampanante. ¿Quién para el disparate? La frivolidad es otro rasgo propio del melodrama. Hacer creer que critica, cuestiona, denuncia; pero solamente saca el trapo sucio, agita su pestilencia al viento y lo vuelve a guardar.

Calladita luces más bonita

En medio de todo este blanqueamiento de la cotidianidad, llama la atención el poco desarrollo verbal y la inmadurez psicológica de Amalia fuera del contexto escolar o de sus incursiones histriónicas.

Obviamente, esto tiene que ver con el hecho de que el guionista es incapaz de ponerse en la piel del personaje femenino y poner en su boca las palabras y razones que cualquiera con la cultura de Amalia sería capaz de decir, no a los lerdos de su padre y su hermano, sino a otras instancias con las que interactúa, para el lucimiento de su blindaje intelectual.

Con personajes como el homosexual Maykel (Homero Sacker) y el discurso de la tolerancia sexual se pretendió dar profundidad al melodrama.

¿Por qué no dialoga verdaderamente con su pareja, con su amiga, con alguna de sus alumnas más cercanas? Una mujer que suele ser tan elocuente frente a sus alumnos, sin embargo, cuando está frente a temas que le atañen por su sexo, se hunde en el laconismo.

Más allá de la falacia poética con la que disfraza su carencia argumentativa, es incapaz de sostener una conversación inteligente o dar un verdadero consejo a Sofía, a Maritza, o meditar con franqueza y solidez sobre su situación sentimental. Ni siquiera tiene una consistente repuesta para el pánico que la domina cuando Javier, un alumno majadero que no sabe gestionar sus frustraciones, saca a relucir su pasado. Da pena.

En otras industrias, el problema de la pertinencia y coherencia de las respuestas y actitudes de los personajes se resuelve con guionistas o dialoguistas específicos para cada uno; complementado con la adecuada asesoría en temas delicados, como el que intentó abordar Amalia en la prisión de mujeres.

¿Tenían que ser negros?

Lo que se genera a partir de la fiesta en casa de Orestes desencadena un pandemónium. Su madre, Cecilia, golpeará a Amalia. Y no contenta con ello intentará confrontarla una vez más; pero es detenida por su hijo que la amenaza con denunciarla. No hay personaje con un comportamiento más deleznable que el de Cecilia —negra, pobre, bruta, obesa, santera, alcohólica—. Ella y su hijo son lo peor.

Orestes ha sido responsable de las acciones más reprochables: Le roba el diario a Maykel y lo ridiculiza por homosexual, extorsiona a dos estudiantes de séptimo, golpea a Vladimir. Negro y marginal, sirve como combustible en diversos conflictos, lo mismo para alabar sus progresos que para condenar sus transgresiones. Sin embargo, la tenacidad de la profesora ha sacado lo mejor de él y despide la temporada convertido en un sorprendente actor.

De los actores y un final sugerente

Deplorable diseño escenográfico que apenas alcanza la función decorativa, donde a los objetos y al espacio no se les explota su capacidad semántica. En general, la dirección de arte, que incluye el diseño de personajes en vestuario, maquillaje, peluquería, accesorios, deja mucho que desear.

El predominio de la actuación sin apego a la retorización verbal, movida entre el estándar y lo coloquial, es uno de los acápites mejor llevados en Calendario. A destacar: Homero Sacker (Maykel), Paula Massola (Maritza) y Edith Massola, Carlos Bustos (Yanquiel), Osvaldo Doimeadiós (Omar), Odelmis Torres (Cecilia), Ingrid Lobaina (Noemí) y, por supuesto, Amalia Gaute (Yaima).

Sobre la totalidad del elenco recayeron no pocos instantes logrados y ciertamente emotivos. Incluso Clarita García (Amalia), a pesar de la desmesurada carga de ñoñería e inverosímiles torpezas que colmó su personaje. Eso tiene de fabuloso el melodrama, te hace llorar, aunque te reconcoma la flatulencia de su argumento.

En el capítulo que despide la primera temporada, se anuncia un nuevo ciclo de obstáculos en la relación de Amalia y Carlos. El galán ha besado a su ex para enviar el siguiente mensaje: el hombre es débil frente al estímulo sexual. Un violador que presuma de ser culto, debiera tatuarse esa frase en medio del pecho. El machista de turno le repetirá a su mujer: ¿Te das cuenta cómo ustedes nos provocan?

Ojalá que triunfe Yaíma. Si de empatizar se trata, yo apuesto por ella. Que se sacuda el residuo sentimental que la ata a este monigote de portañuela alegre. Galán de pacotilla, pusilánime e inseguro. Representa la idea de que los hombres, por buenos que sean, no pueden reprimir el instinto sexual que los lleva hacia una mujer que les gusta, aun cuando puedan sentirse enamorados de otra.

Qué idea tan vieja, tan obtusa. Que triunfe Yaíma. De caritativa, compasiva y bienhechora, no tiene mucho; pero al menos que se libere de ese lastre inmoral y añejo. ¿Pero, qué digo? ¿Dónde se ha visto que el príncipe desprecie a Cenicienta? Por supuesto, Amalia “triunfará” y a Yaíma le tocará llorar. Sentencia de melodrama porque, alma mía, la gloria eres tú (2022).

Su dirección email no será publicada. Los campos marcados * son obligatorios.

Normas para comentar:

  • Los comentarios deben estar relacionados con el tema propuesto en el artículo.
  • Los comentarios deben basarse en el respeto a los criterios.
  • No se admitirán ofensas, frases vulgares ni palabras obscenas.
  • Nos reservamos el derecho de no publicar los comentarios que incumplan con las normas de este sitio.