Milanés: Las palabras del silencio

Entrevista con el bloguero y periodista Enrique Milanés.

Tomado de Botellas al Mar

Enrique Milanés

En los blogs de Enrique Milanés se debería entrar a hurtadillas, en silencio. No debiese armarse demasiado aspaviento, demasiada algazara barata en ese acto de complicidad que significa leer las crónicas, las viñetas y los relatos de este periodista camagüeyano. Se puede tocar al hombre en sus post. No puede decirse esto de casi nadie. Uno puede tocar al martiano fervoroso y honesto, al poeta observador, incluso al pícaro tímido o al fabulador inquieto. En los blogs de Enrique Milanés se debe entrar como se entra a un museo. Quitarse el sombrero, prestar atención y descubrir a cada paso esas dos fuerzas: la ternura y el misterio.

¿Cuál es la razón, esa causa definitiva que te llevó a decir: «Bien, abramos un blog»?

La razón fue la época o la oportunidad. Me hubiera gustado haber podido llegar antes a esa posibilidad, pero a nosotros casi todo, hasta las razones a veces, nos llega tarde. Entonces, cuando en el periódico donde trabajo comenzamos a enterarnos de todo esto de las redes sociales y los blogs, comencé a considerar involucrarme a mi manera.

Siempre identifiqué que me interesaría la opción del blog. ¿Por qué? Por las mismas razones que pudo tener cualquiera que en la época de Gutenberg quisiera decir sus cosillas. ¿A quién no le gustaría editarse a sí mismo? ¿Cuántos malos ratos se salta uno ahora, con apenas dar un click? El blog te permite sostener y presentar un proyecto realmente propio, de modo que su llegada ha contribuido a darle un boca a boca a un fulano en apuros: el estilo personal.

No tienes solo uno, sino dos. ¿Por qué?

Eso es curioso. Yo siempre dije que me haría un blog y que sería sobre José Martí. Y lo hice, solo que a medida que escribía sobre él me daba cuenta de que también quería contar cosas más generales, menos cuerdas, anárquicas. Así nació un poco más tarde El caimán sin muela, que siendo más joven es el más leído de los dos. Quería que estos proyectos se diferenciaran en temas, extensión de los textos, diseño y hasta color. Tal vez su mayor coincidencia sea que ninguno de los dos es la maravilla y que tampoco están en ningún ranking extraordinario, pero los aprecio a ambos por igual y quiero creerme que cada uno tiene su propia cara.

¿El Caimán sin muela supone un caimán inofensivo?

Habría que ver qué piensa la gente cuando se mete a leer a su charca. Yo me propuse lo que quise sugerir con el nombre: caimán porque es el animal que parece haber posado cuando Dios o algún artista encargado por él se puso a esculpir esta isla en el Caribe. Y lo de «sin muela» responde a dos aspiraciones: por un lado, quiero alejarme hasta donde pueda del teque, de la consigna y los discursos gastados, pero aun no rendidos; por otro, no quiero muela porque en general no soporto las peroratas ni los textos largos.

Este es un blog de entradas cortas; creo que he publicado algunas de tres líneas. ¿Qué son? No me pregunten. Tampoco creo que sea importante definirlo. Sobre si es inofensivo, repito, no sabría qué responder: no me planteé hacer un blog para sacudir el mundo ni para sugerir que tengo el proyecto que va a salvar las ballenas o a eliminar la corrupción, ni para polemizar a ultranza con nadie en particular. Naturalmente, por el camino siempre aparecen desacuerdos.

Me interesa presentar textos que a una parte del público pudieran interesarle, y para eso hago lo único que sé: meterle la cabeza a cada palabra, aunque quizás algunos resultados no lo sugieran. De todos modos, así como de la belleza de las mujeres, de los sueños, de los elefantes, de los amigos, de la muerte, del sexo, de Rulfo y Van Gogh, de la mitología… el blog habla también de la patria, de Los Cinco, del bloqueo o de cosas nuestras que no me gustan ni un poquito; pero trata, con todo cálculo, de apelar a otro enfoque y a otro lenguaje. Alguien se me ha peleado puntualmente, pero eso es solo un resultado colateral. Yo me planteo este blog como una salita de pensamiento recreativo donde alguien, si quiere, se siente a tomar unas pocas líneas de texto, no como un torneo romano.

Buscando a Pepe Martí, ¿en qué consiste esa búsqueda?

Esa búsqueda no es original, pero me interesa sobremanera. Este pueblo ha dado, entre otras, dos riquezas extraordinarias: dio a José Martí, un yacimiento moral casi intacto todavía, y ha dado a grandes martianos, pero hay una realidad que no puede pasarse por alto: desdichadamente, cuando uno mira la calle, cuando uno se sumerge en esa galaxia que aquí llamamos «comunidad» y ve los comportamientos, se da cuenta de que, lastimosamente, en la concreta Martí es uno de los seres menos buscados en esta isla, cuando debía ser justamente lo contrario.

Mirando un escrito suyo sobre Bolívar, desde mi punto de vista cada cubano, al llegar a la vida, sin sacudirse los restos de la placenta, no debe preguntar donde se come o se duerme, sino cómo se va adonde está Martí. Sabemos que muchos, demasiados para mi gusto, están haciendo las preguntas equivocadas. Y sin Martí no llegaríamos a ninguna parte; al menos no a ninguna buena.

Mi búsqueda, entonces, no se asienta en perseguir las frases hermosas ni las fechas trascendentales (que no me he propuesto recitar), sino en mirar de cerca a ese hombre que lo tuvo todo para acomodarse y darnos la espalda y decidió el sacrificio más alto por nosotros. Y claro, mi búsqueda incluye tratar de seguirlo con mi paso de hormiga. Porque eso es otra cosa: si mi vida no se parece a mis textos, Buscando a Pepe Martí no sería un blog, sino una farsa.

El Diablo Cojuelo o el periódico Patria de esta época ¿dónde verían la luz? ¿En un blog? ¿Te parece descabellada esta hipótesis?

La hipótesis no es descabellada, para nada, pero si vamos a adentrarnos en esta especulación afectiva, yo creo que ambos tendrían luces digitales e impresas. Martí era un abanderado de la tecnología y no hubiera perdido ni por un instante la oportunidad de hacer la guerra que estaría haciendo en estos días (¿alguien se atreve a concebirlo sin lucha?) desde los campos de la Red. Pero Martí no hubiera compartido el franco retroceso material de la prensa impresa ni la ralentización extrema que han vivido en estos años los periódicos de papel. Él hubiera colectado dinero una vez más, si fuese necesario.

Martí estaría luchando, o ya habría ganado la batalla, por un Patria impreso en pleno diarismo, al alcance del mayor número de cubanos, aunque él y sus seguidores (¿quién nos viera en su plantilla?) estuvieran también en la Web, defendiendo las causas de Cuba.

O sea, yo creo que Martí estaría haciendo, en nuevo escenario y con tecnologías que parecen ideales para genios como él, lo mismo que hizo en Patria: unir a «hombres buenos y útiles». Y como entonces, estaría alertándonos también en formatos impreso y digital sobre los graves peligros que entraña el desorden.

¿Cómo cabe en el periodismo tu tono casi confesional, tu honda introspección, tu escritura que es casi como un susurro?

A veces me hago la misma pregunta y a veces me respondo que no cabe, pero como la gloria no está en mi hoja de ruta, no me inquieto por eso. Esa preocupación comenzó en mi familia: cuando cogí la carrera, en el muy esperanzador año 1985, algunos parientes se preguntaron qué haría yo, que no hablaba, en una profesión que consistía, según ellos, en hablar.

Yo aspiro a defenderme con la discrepancia: ¿quién dijo que tenemos que ser habladores? También pasa que hay estereotipos muy arraigados sobre esta profesión: esa imagen del reportero locuaz, super aventurero, fumador, velocista, saltador de muros… que apenas deja hablar a los otros, todavía parece tener marca patentada. Los tranquilos, los callados, no calificamos ahí.

Para mí, lo más importante en la carrera es escuchar. Y pensar, sin dudas el mejor verbo que nos dio la evolución de las especies. Yo creo saber mis limitaciones, que por suerte tienen negocios con mi vocación: del periodismo, lo que más me interesa es la opinión. Me interesan sobre todo el comentario y la crónica. Con los otros géneros trabajo; con ellos, disfruto. Y así paso, hasta que me descubran, pero sé que no encajo del todo, como no encaja en la mente de algunos cuadros y colegas mi manera de ser y de plantearme las cosas.

Si tuvieras que escribir un último post, una carta inconclusa que los lectores completaran con sus comentarios, ¿para quién sería? ¿Y qué diría?

Pues sí, me he planteado ese último post, porque con todo lo que quiero estos dos blogs, de vez en cuando alguna molestia profunda de esas que cogemos los callados me ha hecho pensar en dejar todo e irme a Santa Cruz del Sur, el pueblo donde nací, a vivir con mis parientes pescadores, pero parece que no lo he pensado del todo bien (¿será cierto aquello de que pensamos bien… pero tarde?) porque nunca he «visto» las palabras que usaría.
Imagino que si eso ocurriera, le juraría al lector que de veras he trabajado para él todos estos años, esperando poco y consiguiendo menos. Ese es mi único orgullo en esta vida, además de mi hijo. Le daría al lector esa garantía y le diría algo así como que lo intenté, pero no pude. Le pediría que siguiera él, que escribiera el próximo post, y el otro y el otro… por supuesto, le prometería todo mi respaldo.

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