Daniela Muñoz y un juego de aleatorios

La realizadora y productora cubana estrena 4 hoyos en la sección Luminous del Festival Internacional de Cine Documental de Ámsterdam (IDFA 2023)

Daniela Muñoz Barroso y su personaje José Corrales Ruiz en un momento de la filmación del documental 4 hoyos

Foto: Cortesía de la entrevistada

4 hoyos (2023) es la segunda película que la realizadora y productora cubana Daniela Muñoz Barroso estrena mundialmente en la sección Luminous (Luminoso) del Festival Internacional de Cine Documental de Ámsterdam (IDFA, siglas en inglés), cuya edición 2023 transcurre del 8 al 19 de noviembre. Dos años atrás, presentó su largometraje Mafifa (2021) como parte del mismo apartado, que acoge “un amplio espectro de estilos experimentales”.

Hoyo 1

Con 4 hoyos, Muñoz Barroso avanza un paso más en la construcción de una poética personal que convierte su hipoacusia bilateral progresiva —padecimiento que ella misma explica en Mafifa—, en motivo, obstrucción y territorio expresivo, de matiz autorreferencial, y a la vez fuerte tono dialógico. También en gesto temerario de interpelación al mundo, visto este como urdimbre sensorial.

Daniela parece asumir la merma de su percepción acústica no como la autocomplaciente inscripción en una otredad resignada que escucha el “sonido del silencio” e induce una ambivalente ternura, sino como reto y provocación. Cintas como Umbra —cuya premier mundial fue reservada para el Festival Internacional de Cine de Viña del Mar de 2021—, Mafifa y 4 hoyos serían las primeras estaciones de una suerte de proactivo itinerario de autorreconocimiento, que se encuentra en plena floración.

Hasta el momento, los títulos referidos delatan una boyante capacidad para desplegar relatos tan concomitantes como diversos, trenzados en una armoniosa serie de saludables ánimos autorales.

4 hoyos deriva hacia los predios del humor y termina abrazando la autosátira con entusiasmo liberador. Esto la diferencia del tono más solemne, reflexivo, contemplativo de las precedentes, Umbra y Mafifa, protagonizadas por personajes casi de ensoñación o pesadilla —ella misma en el primero; y una cohorte semi espectral enmarcada en una realidad difusa en el segundo.

Cartel de 4 hoyos, cuyo estreno mundial ocurre en la sección Luminous del Festival Internacional de Cine Documental de Ámsterdam
Hoyo 2

José Corrales Ruiz es un anciano español jubilado, con fuertes deficiencias auditivas. Se ha construido un campo de golf mínimo y rústico, de apenas 4 hoyos, entre la polvareda de un terreno baldío. En este espacio seguro pasa gran parte de su día. Dedica gran parte de lo que le resta de vida jugando un torneo eterno consigo mismo.

Daniela irrumpe en este territorio íntimo. Altera la introvertida atmósfera. Intenta filmar a José, su campo, sus pelotas recicladas, su pasado, sus memorias. Explora tanto al personaje como a su entorno. Se explora a sí misma, inmersa en empecinados esfuerzos por hacer un retrato del veterano golfista.

Devela los frutos de absurda belleza y surrealista ironía generados por este verdadero “diálogo de sordos”, que se despliega por igual ante la cámara y fuera de campo.

El golf se convierte —quizás de manera consciente, o quizás inconscientemente— en ligera metáfora de la dinámica suscitada entre ambos personajes. Algunas preguntas aciertan, otras pasan de largo, como las pelotas largadas hacia los hoyos del campo. El diálogo se convierte en una amena serie de fallos y aciertos, siempre sorpresivos, emocionantes.

Termina desarrollándose un juego de encuentros y desencuentros, un torneo de adivinaciones. Un juego de aleatorios.

Hoyo 3

La perspectiva generacional es otra arista inevitable que surge cuando se visiona 4 hoyos. Daniela Muñoz vuelve a mirar hacia un ser del pasado. En Mafifa, procede a develar una presencia que le lleva una distancia histórica infranqueable, y solo le ha dejado pistas fantasmales en un presente que amenaza con fracturarse de un momento a otro.

En su más reciente obra, la realizadora trata de nuevo de acortar la distancia, ya no tan infranqueable, que la separa de José Corrales, quien, más que testigo, resulta testimonio de épocas pretéritas —apenas insinuadas en cardinales momentos de la película— y náufrago involuntario. El campo de golf es su isla desierta, su reino renuente.

Se intuye en esta zona filmográfica de Muñoz Barroso una posible, o incipiente, obsesión por desafiar al tiempo, además de las frecuencias sonoras que se le escabullen. El suyo sería un cine que reta por igual las barreras físicas y temporales.

Pues de las tantas maneras en que pudiera definirse el cine, vale reconocerlo como una umbrosa duermevela en la que pasado y presente pierden sentido como principios inevitables, la sensibilidad es la única moneda de cambio válida, y las carencias transmutan en riquezas.

Hoyo 4

José y Daniela experimentan una aventura comunicativa divertida y elegante, articulada a golpe de preguntas y respuestas huérfanas que engarzan con misteriosa e inesperada armonía. Son interlocutores imposibles que urden nuevas dimensiones de la posibilidad. Son islas silenciosas que avistan las respectivas costas, y establecen alianzas inesperadas. El campo de golf está incompleto, los oídos también. La imaginación suple toda deficiencia, y genera una película más que suficiente (2023).

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