El espejo cinematográfico de Rebeca Chávez
Un documento poético de excepcional belleza es el documental Charo y Georgina, otra vez ante el espejo de la directora cubana, que se exhibió en cines de La Habana y en Cubavisión, el pasado 8 de marzo.
Poesía, género e inclusión son los ingredientes de un documental realizado por Rebeca Chávez en el que reúne a dos creadoras matanceras: Charo Guerra y Georgina Herrera, fallecida esta última recientemente a consecuencia de la covid-19 y que nos muestra cómo el cine, apelando a las emociones y a la sinceridad, puede descubrirnos aspectos medurales como la exclusión y el racismo.
El crítico Roberto Zurbano calificó el documental Charo y Georgina, otra vez ante el espejo como un documento poético en el que el tema del racismo es tratado de manera elegante y singular gracias a los testimonios de dos mujeres que se confiesan ante el lente de otra que hace suyos los mundos particulares de sus objetos de interés a través de imágenes conmovedoras y perturbadoras.
Charo y Georgina dicen sus poemas como si estuvieran conversando con el espectador y confiesan pasajes de su vida íntima ante una cámara que parece acogerlas como un refugio frente a la dureza de los prejuicios del mundo interior.
Las poetas-protagonistas Georgina Herrera (1936-2021), escritora de novelas, cuentos y teatro. Entre algunas de sus obras se encuentran GH (1962), Gentes y cosas (1974), Granos de sol y luna (1978), Gatos y liebres (1978), Grande es el tiempo (1989), y Gustadas sensaciones (1996). Charo Guerra (1962-) autora de varios poemarios como Un sitio bajo el cielo (1991), Los inocentes (1993), Vámonos a Icaria (1998) y Pasajes de la vida breve (2008), entre otros. |
Por primera vez Rebeca Chávez, autora de la película de ficción Ciudad en Rojo y que ha desarrollado su extensa labor con el Instituto Cubano de Arte e Industria Cinematogáficos(ICAIC) recurre a una productora independiente Wajiro Filmes para entregarnos una joya que en sus veintisiete minutos mantiene al espectador en vilo haciéndolo reflexionar sobre el racismo, los problemas de género y la génesis creativa de poetas de dos generaciones.
Sutil y elegante y valiéndose de una fotografía y un guión ejemplares, Chávez se coloca también ante el espejo y nos descubre todo su potencial para convertir el cine en literatura y la literatura en cine del mejor.
Quisimos acercarnos a ella para que despejara algunas incógnitas que resultan del visionaje de su más reciente creación. He aquí las preguntas y sus admirables respuestas.
Marilyn Bobes (MB): ¿Qué motivaciones tuviste para realizar este documental y qué objetivos te propusiste con él?
Rebeca Chávez (RCh): Un encargo inicial: hacer una promoción de Charo y Georgina como creadoras. Hice lo habitual: presentarme y conocernos. Cada día de conversación me sorprendían, confieso que las interrogué con pasión y respeto pero sin tregua. Me fue ganando la idea de que ahí había una historia con dos protagonistas y sin saberlo ellas fue naciendo el documental que fui armando en mi cabeza. Fui insistiendo en ahondar en los puntos de coincidencia que veía y, sin embargo, mantenían una autonomía. Era un regalo poder involucrarlas en esta aventura, de que nos contaran los conflictos no ya de la creación sino de la vida, de los orígenes, de la exclusión social. Era un desafío cómo vincular en la narración las dos historias que eran reales, testimoniales. No estaría hablando de un cuento que le pasó a otras, ellas encarnaban el conflicto y me lo contaban. Así que no podía dejar pasar ese hermoso momento.
MB: ¿Por qué apelar a la emoción y no al testimonio tan característico en la documentalistica cubana?
RCh: Creo que a través de la emoción se puede establecer un dialogo muy intenso que no excluye la reflexión, creo que es otra vía para llegar a ella. Si logras emocionar es porque de alguna manera el espectador se ha colocado en la piel del que cuenta, hace comparaciones, se remite a su entono social. No será lo mismo leer un texto que se refiera a la discriminación racial, de género o por ser sencillamente diferentes, que oírlas, conocer las historias de dos mujeres que han vivido esos conflictos y sus vidas han estado atravesadas por problemas de diversos matices y han sabido convertirlos en energía creadora. Ni Charo ni Georgina cultivaron la venganza ni el odio ante situaciones muy duras. Ni una sola frase de rencor. Eso es lo que logras con la emoción, descubrir al ser humano de un lado y de otro.
MB: ¿Por qué trabajar con una productora independiente y cuál fue el resultado de esa experiencia?
RCh: Las Productoras Independientes existían y en el nuevo escenario socio económico que se vivía en Cuba, era importante, imprescindible reconocerlas, no solo legalmente sino también dentro de la dinámica de la cultura cinematográfica. Eso lo defendimos y argumentamos por mucho tiempo un amplio grupo de cineastas –el G20— así estuvimos debatiendo, luchando y ya es una realidad. No fueron pocos los prejuicios a vencer y uno era la existencia de estas Productoras Independientes. Sobre todo la palabra independiente. Por eso necesitaba vivirlo y tener la experiencia de qué era lo que significaba para una cineasta que solo había conocido el modo ICAIC. Todo el tiempo estuve —casi inconscientemente— comparando maneras de gestionar y asumir. Como todo lo que empieza deben ajustarse, sumar experiencias que no son solo del ICAIC sino de cómo se hace el cine. Comprobar que hay etapas en las prácticas creativas que hay que conservar y mantener, vienen desde que el cine es cine. Es cierto que se van ajustando pero ni las maravillas de las nuevas tecnologías pueden prescindir del guión, del trabajo de mesa, de saber qué se puede o no lograr. En cualquier fórmula de producción hay que dominar lo que cada una aporta para hacer posible una película, esta relación fue muy buena, múltiple en experiencia para mí. Una persona importante fue Deymi D’ Atri, la directora de fotografía. Yo no conocía su trabajo ni a ella; sin su profesionalidad para asumir desde su oficio no hubiera sido posible logar esas imágenes que representan (no tengo otra palabra) la esencia de Charo o Georgina. Ella interpretó y no mecánicamente qué era lo que quería hacer y su fotografía ayudó a conseguir al final lo que quería. Esta experiencia fue múltiple y retadora, también en las relaciones con el ICAIC y buena para saber cómo hacer con nuevos instrumentos.
MB: ¿Hay una intención feminista en el documental?
RCh: Soy una mujer y miro a través de mis ojos/vivencia/cultura/conflictos. Un desnudo no es filmado de la misma manera por una mujer que por un hombre. Hay sutilezas personales. ¿Acaso pudiera yo pensar como una sudafricana? No tengo las vivencias del apartheid, por ejemplo. Pero sé de qué va la exclusión por el color de la piel, o por tener o no dinero. Tengo mis vivencias, me muevo en un entorno social complejo, cambiante y eso se hace intenso, difícil para cualquiera que quiera referirse a la realidad en el arte.
MB: Una vez terminado el filme ¿te sientes satisfecha?
RCh: Si, mucho. Siento que hay un equilibrio en la historia que quería contar, nada está cerrado, ni es el pasado en lo que nos dicen Charo y Georgina. Me propuse acercarme a vivencias y sentimientos que laten todavía. Georgina ya no está pero está. Disfruté con ellas lo hermoso de la hacer estos cuentos, de estar también en sus ideas y desafíos. (2022)
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