Estremecer… desde dentro
Las empresas estatales de Cuba están urgidas de acometer transformaciones dirigidas a su sostenibilidad interna, considerando además de nuestras realidades, tendencias mundiales en el campo de la gestión empresarial.

Un tejido empresarial diferente deberá dar paso a nuevas y más variadas interrelaciones entre empresas.
Foto: Jorge Luis Baños_IPS
En una contribución anterior sobre este tema se abordaba la importancia de considerar en las transformaciones de la empresa estatal cubana no sólo aquellas que deben ocurrir desde su entorno (macroeconómico, social, institucional …), sino también a lo interno de la empresa. Vale la pena abundar algo al respecto.
En primer término, resaltar el papel del factor gerencial en los resultados de toda actividad humana. En este caso: ¿cómo explicar que empresas de un mismo sector, bajo similares condiciones en su entorno de negocios, logren buenos resultados mientras otras no lo consiguen? Una buena parte de la respuesta a la pregunta se encuentra en la eficacia de la dirección.
El diseño e implementación de una agenda de transformaciones en cualquier empresa debe orientarse a su sostenibilidad interna, entendida como la capacidad propia de consolidar y mejorar continuamente sus resultados. Esa capacidad requiere de una gestión efectiva tanto de sus procesos internos, como de los relativos a la interacción con su entorno, cuya evolución es determinante para el desempeño empresarial y ante la cual se emprenden acciones más o menos acertadas.
Entre estas últimas figura la peor de todas- no hacer nada o su equivalente: seguir haciendo lo mismo de siempre.
Enfoque diferente
Varias razones apuntan hacia la necesidad de no adoptar este último enfoque. Entre ellas, que el ecosistema de negocios en Cuba ya no es ni será el mismo que hace apenas unos pocos años. El ejemplo más visible hoy es el creciente número de otros actores económicos que, encabezados hasta el momento por las micro, pequeñas y medianas empresas (mipymes) privadas, comienza a configurar un tejido empresarial diferente que deberá dar paso a nuevas y más variadas interrelaciones entre empresas.
Ya sea en condiciones de competencia o de encadenamientos productivos y alianzas de cooperación, en las que los nexos «horizontales» y contractuales deberán asumir el protagonismo que les corresponde, esa dinámica traerá consigo, inevitablemente, un desplazamiento hacia las empresas de decisiones que hoy se toman a niveles superiores de dirección.
Y por otra parte, una mirada a lo que ocurre «del Malecón hacia afuera» debería convertirse en objeto de ocupación- no sólo de preocupación- de nuestros directivos empresariales. Trataré esto de forma somera e incompleta por razones de espacio.
En el caso particular de la tecnología, baste hacer referencia a la denominada transformación digital, de la que tanto se habla y con razón: Internet de las cosas, Inteligencia Artificial, Computación en la nube, Big Data, etc, y sus aplicaciones para la innovación y mejora continua en bienes, servicios, procesos y modelos de negocios.
La necesaria aspiración de contar con empresas estatales innovadoras y competitivas de cara al mercado internacional no será posible si por omisión, desconocimiento o resistencia al cambio se da la espalda a estas realidades en curso y sus implicaciones.

Prioridades estratégicas
Mención aparte merece también el mundo del trabajo. Una fuerza laboral más diversa y calificada, que se apropia cada vez más de las tecnologías digitales, «descubre» que no hace falta someterse a una jornada diaria de ocho horas en su empresa para ser más eficiente, sino que, al menos, se puede combinar la presencia en la empresa con la virtualidad desde casa u otro sitio, e igualmente ( o mejor ) cumplir con sus responsabilidades laborales y aportar más a los resultados de la empresa, por no mencionar las ventajas en lo personal.
Nuestras debilidades reales en materia de infraestructura en Tecnologías de la Información y Comunicación (TIC ) no deberían erigirse en barrera infranqueable para eludir esta realidad, que introduce cambios en los paradigmas prevalecientes acerca de la planeación, organización y control del trabajo.
Un estudio sobre retos y tendencias en los negocios, realizado por una empresa consultora internacional con directivos de todo el mundo, arrojó hace un tiempo como prioridades estratégicas de la gestión el fomento de la innovación, el desarrollo del talento, la introducción de tecnologías disruptivas y fortalecer el enfoque hacia el cliente. Y entre las principales preocupaciones de los directivos consultados estaban la lealtad de clientes y empleados clave, la calidad de los datos para la toma de decisiones y la relevancia de su cartera actual de bienes y servicios a tres años vista.
Entonces cabría preguntarse, respecto a nuestras empresas estatales:
¿Cuán cerca o lejos están de las prioridades y preocupaciones mencionadas en ese estudio?
¿Gestionan una agenda de desarrollo empresarial? ¿Qué incluye?
¿Importa o no transformar, también, desde dentro? (2022)
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