Fina García Marruz: Humildad, serenidad y perfección

A las siete y quince de la tarde- noche del pasado lunes falleció a los 99 años de edad la que puede considerarse una de las más grandes voces, femeninas y masculinas, del siglo XX cubano.

Su poesía se distingue por su originalidad y perfección.

Foto: Tomada de acn.cu

En alguna ocasión escribí sobre ella una crónica que titulé «Elogio de la serena perfección». Y es que la poesía y la imagen de Fina García Marruz me convocaba a percibir en ella y en sus textos esas cualidades acompañadas por la humildad y su apego a las cosas esenciales de la vida.

Tuvo una larga existencia y la mayor parte del tiempo la compartió con el también extraordinario Cintio Vitier a la que la unían lazos de un amor muy profundo y una devoción por la figura de José Martí, que quedó demostrada en numerosos títulos y ensayos.

Cintio y Fina fueron inseparables. Desde los tiempos del grupo Orígenes, uno de los más importantes movimientos poéticos de la historia de la literatura cubana, con sus visiones teológicas y trascendentalistas, con la entrega absoluta a una poesía que se distingue por su originalidad. No tiene epígonos ni referentes reconocibles. Su raigambre católica es uno de los pilares en los que se apuntala.

Fina García Marruz tiene títulos inconmesurables: Visitaciones, Las miradas perdidas y esa pequeña joya que conocí en la editorial artesanal matancera Vigía, bajo el título Créditos de Charlot y donde se alaba el silencio como una de las pasiones de la poeta, admiradora de la música y de la mirada piadosa para la existencia humana.

Su modestia, tal vez excesiva, no impidió que fuera reconocida como una de las voces más altas de la lírica hispanoamericana. Allí están los premios Pablo Neruda y Reina Sofía para demostrarlo, pero sospecho que ella hubiera preferido permanecer en la sombra, como una niña tímida a quien ruborizan los halagos.

La familia siempre fue para ella un vínculo sagrado. Junto a su hermana Bella conoció al joven Eliseo Diego, cuñado veneradísimo y tuvo dos hijos músicos, lo que sospecho debe haberla llenado de júbilo, pues amaba mucho esa manifestación del arte.

En el mundo intelectual Fina era leyenda. Agudísima ensayista nos dejó su magistral Hablar de poesía donde demuestra la profundidad con que leía y la originalidad de un pensamiento al que eran ajenos los lugares comunes y  obviedades.

Noventa y nueve años no eran suficientes para que Fina García Marruz aportara todo lo que nos legó. Si hubiera vivido doscientos estoy segura de que su lucidez le hubiera permitido alcanzar cada vez escalones más altos.

Nadie con sensibilidad dejará de leerla y recordarla. Así que, aun después de su muerte, Fina García Marruz nos seguirá acompañando. (2022)

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