Alex Fleites y la rotura de sus alas
El notable periodista y poeta cubano obtuvo por unanimidad uno de los Premios de la Crítica 2020 por un libro que muchos consideran el mejor de su larga carrera literaria.

Fleites ha trabajado en varias publicaciones culturales de Cuba en calidad de crítico y editor.
Foto: Tomada de https://www.excentrica.com.ar/
El poeta y periodista cubano, nacido en Caracas en 1954, Alex Fleites acaba de obtener uno de los codiciados premios de la Crítica Literaria que se entregan anualmente en Cuba por su libro Ángel con ala rota.
En la nota de contracubierta la destacada escritora colombiana Piedad Bonet considera sus poemas como “ágiles” y con “la levedad del agua entre los dedos”. Pero, advierte, “nadie se engañe porque debajo de su aleteo travieso, de su lógica inesperada, de sus juegos repentinos del lenguaje, de su humor sutil y de su tono desprovisto de estridencias, laten la desolación, el dolor contenido, la melancolía, el cansancio y, sobre todo, la conciencia de lo ido, de lo efímero”.
A Alex lo conozco desde la infancia. Siempre ha sido un hombre agudo, inteligente al que no falta un potenciado sentido del humor. Lo entrevisté segura de que daría respuestas brillantes. Y así sucedió. Disfrute el lector de este diálogo con un hombre al que la cultura cubana debe unas cuantas facetas insoslayables.
Marilyn Bobes (MB): ¿Qué es para ti la poesía?
Un destello, una ilusión desgarrada, un imposible. También, lucidez, tensión verbal (si de literatura hablamos), compromiso con la verdad, aspiración a la belleza.
Como ves, me ahogo en las palabras. ¿Cómo definir lo inefable? “Poesía, revolución del ser”, decían los surrealistas. Para mí, además, es un prisma y una actitud ante la vida: uno entre los fluidos corporales.
Alex Fleites (AF): ¿Cómo ves el panorama de la poesía cubana actual?
Me gusta, por lo general, lo que leo. No contar en estos momentos con una gran cabeza coronada (pienso en Lezama, en Guillén, en Eliseo) propicia la existencia de multitud de voces dispares. La poesía cubana de hoy es coral. Está diseminada por todo el país. Los “urbanitas” nos sorprendemos en ocasiones con la calidad de algún poeta que escribe en Gibara o Taco Taco. Lo mismo les pasará a ellos con nosotros. La poesía nuestra de hoy es un reflejo fidelísimo de las complejas circunstancias del cubano. Y cada vez ahonda más en el abismo ontológico que todo individuo supone.
(MB): ¿Qué te inquieta del panorama de la literatura en Cuba en la actualidad?
(AF): No hago “vida literaria”, por lo que no estoy tan informado como para preocuparme por algo en específico.
Leo fragmentariamente, lo que va saliéndome al paso. Pienso que hay narradores que merecerían la atención de las grandes editoriales del idioma, y poetas que podrían enriquecer los festivales internacionales que por ahí abundan. Es poca y mala la promoción, porque nos acostumbramos a creer que ésta es una actividad propia de las instituciones. Nos da pena proponer nuestros libros, propiciar traducciones, exigir los royalties. La invisibilidad empieza por uno mismo ante el espejo.
Hay países donde, a partir de cierto nivel, los escritores pueden acogerse a un sistema de becas y de ayudas institucionales “gubernamentales y privadas” que les permiten completar sus magras entradas económicas, casi siempre provenientes de actividades como el periodismo, la edición y la docencia. En Cuba no existen bolsas de viaje para asistir a festivales, presentaciones de libros u otras actividades propias de la condición de escritor. Solo hay dos maneras de participar: o te invitan con todos los gastos pagos o alguna institución cultural oficial te incluye en una delegación.
Por otra parte, noto que los agregados culturales de nuestras embajadas por el mundo dispensan poca atención a los escritores que viajan a los países donde ellos están destacados. He podido ver como colegas filipinos, mexicanos, italianos y colombianos reciben apoyo de todo tipo de los diplomáticos de sus respectivos países, que muchas veces están presentes en sus lecturas y presentaciones. Por lo menos a mí, eso nunca me ha ocurrido.

(MB): Compartes tu vocación de poeta con la de periodista. ¿Cómo asumes esta dualidad?
(AF): Escribo versos solo cuando siento la visitación de lo inefable. Y hago periodismo exclusivamente sobre temas que atrapan mi atención como ciudadano. Esto se da de forma natural. Se puede cocinar y atender el jardín al mismo tiempo. He trabajado en diarios y revistas de periodicidad más espaciada, así es que me siento muy cómodo en la condición de colaborador, sin una agenda temática impuesta ni una política editorial que me someta.
La poesía es una fatalidad, algo que va a darse o no inexorablemente. El periodismo es un oficio.
(MB): ¿Qué importancia concedes a las redes sociales?
(AF): Son herramientas. Como dije en otro lugar, cabe el símil del martillo: lo mismo sirve para hacer una mesa que para romperle el cráneo a una persona.
Me mantienen informado. Pero no mediante la cómoda aceptación de lo que leo, sino que me dan la posibilidad de contrastar hechos y posicionamientos. Además, acortan las distancias con los seres entrañables.
Mi trabajo actual se da a través de las redes sociales, para una publicación digital.
(MB): ¿Te sientes parte de una generación?
(AF): El de las generaciones siempre es un tema polémico. ¿Se conforman a partir de las fechas de nacimiento de los escritores, o del momento en que comienzan a publicar sus textos, o porque se reúnen alrededor de una publicación, o porque firman un manifiesto estético determinado?
Me siento muy cercano de un grupo de escritores que admiro y quiero como amigos. No sé si formamos una generación o no. No soy gregario, ni siquiera en lo estético. Me gusta pensar que mi plazo vital coincide con el de Ramón Fernández-Larrea, Reina María Rodríguez, Pepe Olivares, Soleida Ríos, Abilio Estévez, Leonardo Padura, Sacha, Hugo Luis Sánchez, Arturo Arango, Marilyn Bobes, Víctor Rodríguez, Senel Paz. Todos nombres de importancia indiscutible dentro de la cultura nacional.
(MB): ¿Qué ha cambiado en ti desde que empezaste a escribir en la década del 70?
(AF): Empecé a escribir antes del 70. Mi primer poemario, absolutamente olvidable, se publicó en 1974, para inaugurar la editora Extramuros.
Quiero creer que la curiosidad intelectual, la avidez por la lectura, el gozo ante el verso conseguido, la necesidad de descubrir, perpetrar y compartir la belleza, se mantienen intactos.
He perdido, en cambio, la inocencia. Soy menos optimista y, ya sé que la palabra no tiene buena prensa, más piadoso.
(MB): ¿Cuáles son tus proyectos de escritura para este año?
(AF): ¿Cuándo comienza este año? Ando inmerso en una pesadilla que arrancó en el primer trimestre del 2020, y a la que aún no se le vislumbra el fin.
Estoy ansioso, descentrado; por momentos, con un desánimo que me paraliza. Algunos de mis planes vitales han sido cancelados o pospuestos por tiempo indefinido.
Mi proyecto sería recobrar el apetito por la escritura.
(MB): ¿Cómo definirías a Alex Fleites?
(AF): Bueno, esa es una pregunta para la cual no estoy calificado. Habría que indagar entre la gente que frecuento y me frecuenta.
Te digo, en cambio, como me empeño en ser: un buen tipo, en toda la extensión de la frase: franco, cordial, amoroso, empático, asequible, coherente con mis convicciones. No presumo de nada, no pontifico, tengo las mismas dudas de cuando era adolescente, y cada vez menos certezas. Envejecer no me ha hecho más sabio, sino más escéptico. (2021)
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