Francia venció y Croacia nos conquistó

La Copa Mundial Rusia 2018 desde Cuba.

Poco a poco el fútbol se ha ido adueñando de los espacios deportivos en los medios de difusión cubanos.

Foto: Jorge Luis Baños_IPS

Durante un mes, desde el pitazo inicial el 14 de junio, hasta hoy 15 de julio, el mundo fue un balón de fútbol. Hasta quienes no siguen habitualmente ese deporte opinaron sobre la caída de Alemania, Argentina, España y Brasil; también sobre la increíble Croacia; mientras que otros sacaron a las calles la bandera de Francia. Cuba no fue la excepción.

Como tal vez no suceda en ninguna otra nación, la televisión de la isla transmitió todos los partidos de la Copa Mundial. Los cubanos no necesitaron servicio de cable o Internet para verlos: sintonizar el canal Telerebelde fue suficiente para seguir los juegos desde el mismo instante en que comenzaba a rodar el balón, y si no podía presenciarlos en vivo, a partir de octavos de final tenía la posibilidad de ver la retransmisión.

Esa práctica de la televisión local no comenzó con esta Copa Mundial. Poco a poco el fútbol se ha ido adueñando de los espacios deportivos en los medios de difusión cubanos y ha ido desterrando a los demás deportes a plato de segunda mesa. Así, las principales ligas europeas y su competencia élite, la Liga de Campeones, son seguidas, monitoreadas y comentadas hasta el cansancio, y en cada esquina de barrio casi todas las discusiones deportivas giran en torno a las tontas comparaciones entre Messi y Cristiano.

El fútbol en Cuba ha ido desterrando a los demás deportes a plato de segunda mesa. El equipo de España es uno de los grandes favoritos en esta isla.

Como se sabe, la desmesura en el consumo de fútbol como espectáculo tiene escala global, se ha apoderado del planeta. Al respecto, un artículo del académico argentino Marcelo Colussi, señala:

«Desde mediados del siglo pasado y sin detenerse —con un incremento creciente— el negocio del fútbol sirve como ‘opio de los pueblos’. No es una decisión de quienes estamos condenados a consumirlo en forma pasiva —sentados ante el televisor—, sino de los grandes poderes que fijan el curso de lo ocurrido, en el día a día del planeta.

[…]

«El Mundial no es, si no, una dosis un poco más fuerte del ‘pan y circo’ cotidiano al que nos someten, con tres, cinco, o más juegos diarios durante los 365 días del año».¹

Bueno, nada que objetar a lo que expresa el catedrádico sudamericano, pero cómo adecuar, en el contexto cubano, ese ejercicio de manipulación de «los grandes poderes». ¿Qué relación puede existir entre estos y los medios de difusión cubanos?

El hincha es un estado psicológico de la hora actual. Está representado por el hombre que actúa de acuerdo a una sentimentalidad aceptada. Es el ser que ejerce una conducta religiosa. En esta época que hasta los dioses son ateos. El hincha ha reemplazado la adhesión intelectual, o moral, por la adscripción apasionada. Florencio Escardó (1904-1992)

Hasta hace unos pocos años atrás, el discurso político-deportivo en Cuba era muy hostil contra el profesionalismo (deporte rentado le decían, peyorativamente) y ahora, el más adinerado de todos recibe, en gran escala, el beneplácito de la televisión.

Pero en materia de programación deportiva la televisión cubana abre muchas interrogantes, porque esta cobertura que se ofrece al fútbol de élite no se corresponde, en forma alguna, con la que se presta al deporte nacional, el béisbol. Cuando, dentro de tres meses, arranque la post temporada de la Major League Baseball (MLB), comenzará el juego del gato y el ratón con los aficionados que intenten saber cuándo televisarán algunos de los enfrentamientos, como sucede cada año.

Los jóvenes cubanos son los más entusiasmados por el fútbol en Cuba.

¿Por qué el fútbol sí y el béisbol no? ¿Qué dificulta la transmisión de los partidos de la MLB? Está claro que años atrás esa organización era «el coco», el circuito del que nada se quería escuchar y, como Odiseo ante el canto de las sirenas, los peloteros cubanos debían vivir con los oídos tapados, para no sucumbir a sus hechizos; mas a estas alturas del siglo xxi es inexplicable que no nos dejen ver más que dos o tres partidos (atrasados) a la semana, siempre que no haya fútbol, y preferentemente en los que no jueguen cubanos.

A propósito de ese deporte: en medio del calendario del Mundial se celebraron cuatro partidos de la selección de béisbol nacional contra un equipo universitario estadounidense y los peloteros cubanos no parecen estar en la mejor forma para competir en los Juegos Centroamericanos después de un año jugando sin parar.

Pero estamos hablando de la Copa Mundial de fútbol, que esta vez transitó por aguas diferentes, porque naufragaron todos los favoritos y de los que llegaron a la semifinal solo Francia estuvo en algunos pronósticos.

Quienes remamos a contracorriente de los poderosos (llámense Real Madrid, Barcelona, Alemania o España), Croacia fue la selección de nuestra simpatía, a la que le deseamos el triunfo después de ver la entrega, el coraje y el sacrificio de sus integrantes, bien lejos de los alardes de las súper estrellas que se fueron temprano.

Finalmente la Copa fue a manos de los virtuosos jugadores de Francia, una selección multiétnica, pero los valientes croatas conquistaron más corazones. Ahora, no porque se haya acabado el Mundial se acalla el planeta fútbol; para nada, solo viene otra etapa diferente, con predominio del mercado, antes de la temporada liguera. El balón, al menos metafóricamente, seguirá rodando. (2018)

Nota:

¹Marcelo Colussi: El fútbol como negocio y «cortina de humo», en Orbe, La Habana, semana del 1 al 7 de julio, 2018, p 5.

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