Oda a la testosterona en La espuma de los días
La cinta del cineasta cubano Fernando Timossi parece una vuelta a la estética del realismo sucio y es el típico relato protagonizado por hombres y sobre cosas que les pasan a ellos…
Hasta donde yo recordaba, La espuma de los días (L´Écume des jours) es una novela de Boris Vian que leí en la adolescencia. Asimismo, el cineasta cubano Fernando Timossi decidió poner ese título a su largometraje de 2019. Como en la obra del francés, también ahí la espuma pugnará por ser un símbolo y habrá una estrecha amistad entre varios individuos; pero, en definitiva, la ópera prima de Timossi dista mucho de la novela homónima y su tema y atmósfera alucinante.
La producción cubano-mexicana recurre a escenarios naturales, en ambientes de pobreza, miseria y marginalidad, de un barrio adosado a la bahía habanera: Casablanca. Parece una vuelta a la estética del realismo sucio, el esperpento suburbano y el neorrealismo tropical de chancleta plástica y pan con timba.
Es, además, el típico relato protagonizado por hombres y sobre cosas que les pasan a ellos, mientras (y este es el rollo) las mujeres aparecen solo como figurines o adornos o directamente objetos eróticos a su leal servicio.
Marcadas por una dramaturgia donde el varón es quien toma las decisiones y ejecuta el programa, a las féminas se les adjudican los roles tradicionales, a través de una perspectiva falocéntrica, en la que se revalidan posiciones de dominación de los unos sobre las otras.
Tres mosqueteros y una bruja
Tres simpáticos delincuentes y un retrasado mental dedican su vida a vagabundear, merodear por las calles de La Habana con el pretexto de encontrar a la antigua novia de uno de ellos, que acaba de salir de la cárcel tras larga condena por homicidio.
Bajo alias trillados: El Filósofo (Filo), El Caballo de Atila (Brillo, El Elegante), El Tigre de la Malasia (Kendry) y el Ñame de Casablanca (Bruto), no trabajan y se la pasan deambulando, jugando a la bolita, traficando café en el mercado negro. Son “sobrevivientes”, dice Filo; pero yo diría que los personajes intepretados por Frank Egusquiza, Lieter Ledesma, Hugo Reyes y el argentino Gastón Pauls, son “sobrevivientes” de su propio estar en la inopia.
Hay una mala mujer que vive con su chulo y entre ambos maltratan a Kendry (el bobo). Su protector es Brillo (el homicida); y el mejor amigo de este es Filo, charlatán que dejó sus estudios universitarios ¡porque avizoraba un futuro mediocre!
Todas las muchachas buenas aparecen empacadas en un estándar de ama de casa, de cuya proyección como sujetos pensantes sabemos poco. Apenas se les da bocadillo; excepto a la universitaria, que sostiene un par de discusiones con Filo por la manera en que este predice el destino de un profesional en Cuba.
El orgullo de ser haitiano
Más allá de ser una película que intenta, sin mucha suerte, mover los hilos de la comedia y la tragedia con similar tensión, veo tres situaciones alarmantes.
Primera: Un día, mientras Filo, Brillo y Ñame disfrutan unas cervezas en un bar, se acerca un turista español y comienza a proferir comentarios ofensivos contra ellos, sin piedad, sin control, sin motivo. Cuestiona el nivel de vida, las libertades y posibilidades económicas, la precariedad material del país en los últimos cincuenta años, comparando a Cuba con Haití; poniéndola, incluso, por debajo de la otra nación caribeña, como si un haitiano no debiera tener motivos para estar orgulloso de serlo.
Aquella explosión de aseveraciones, escupidas con saña, fueron débilmente contestadas por los jóvenes. Carentes de argumentos, de perspicacia mínima, de ese sentido del humor que ayuda a salir de situaciones incómodas, terminan por recurrir a la violencia. Cuando el tipo dice: “¿Acaso no tienen ustedes las putas más baratas del mundo?”, le caen a trompadas y patadas, sancionando, así, que en Cuba además de la pobreza material, prima un vivir en la más insondable miseria mental.
¿Por qué mostrar la ropa interior manchada y apestosa mediante la alocución de un extranjero? Pregunto. Y, además, lanzarle el tibor lleno de heces por la cabeza a quien expone los trapos sucios de nuestra realidad. Hablando en plata, el señor no dijo nada que fuera una mentira absoluta. Ergo, la decisión del guionista fue hacerlo decir lo que dijo. ¿Para qué? Los cubanos ya sabemos eso y mucho más.
Ese señor, que piensa como un tipo blanco, hetero, primermundista y rico (al compararse con un cubano de a pie), cegado por sus privilegios, no merece la pena ser tomado en cuenta. Su criterio es confrontativo, inmoral, malsano y nada aporta al mejoramiento del mundo. Pero la “respuesta” de aquellos hombres es todavía más infame y el turista, al recibir tan irracional paliza, muta de villano a víctima. Con lo cual, la película reafirma todo lo que este dijo sobre Cuba y los cubanos.
La frase que hace detonar la golpiza explica, al propio tiempo, por qué el protagonista muere a manos de una “puta”. Diríase que no hay nada peor en este mundo que una puta asesina. ¡Para que luego no venga nadie a estar hablando de feminicidios!
Una vagina de regalo
Segunda situación alarmante: Kendry cumple años. Sus amigos lo acicalan, piensan llevarlo a pasear y le tienen preparada una sorpresa: regalarle una noche de sexo con la muchacha de la que está enamorado. Todavía no sé qué argumentos usarían las novias de Filo y Ñame, para conseguir que la susodicha aprobara el plan de acostarse con un desconocido. Todo esto, más allá de las peculiaridades mentales de Kendry.
La cosificación de la mujer pasa como en una fábula de Corín Tellado. Pero una cosa es la fantasía sexual o el deseo biológico que pudo llevar a esta joven a escoger a Kendry como pareja coital. Y otra, muy distinta, ponerla a disposición del macho. No se está contando la historia de una muchacha impulsada por su propio interés, que decide motivar o aceptar la aproximación de Kendry. La voluntad femenina no clasifica aquí.
Ella debe aceptar el reclamo masculino, aun cuando provenga de alguien disminuido en su capacidad de distinguir entre lo bueno y lo malo, lo legal y lo ilegal. Basta con que sea un hombre para que la aceptación de la fémina sea solo cuestión de un petitorio.
Madre hay una sola
Tercera: La figura paterna que sigue Filo, encarna en un viejo patriarca, mujeriego, que de hecho convivió hasta su muerte con una antigua amante. Sus fotos con mujeres decoran su rincón como trofeos de guerra y su autoridad es respetada por toda la comunidad de Casablanca.
En cambio, la figura materna es una señora obesa y tosca, que da pescozones a su hijo porque es bruto, para corregir sus modales, y a quien todos le dicen “Mima”. Sacrificada, como buena madre y proveedora, lo dice un día: “Me voy a trabajar. Alguien tiene que hacerlo”. Ella no tiene marido; no puede tenerlo porque la idea de santidad materna es incompatible con que una mamá tenga derechos sexuales.
A la musa del Elegante, también se le ve sola. Una mujer buena es, ante todo, santa. No copula. No tiene pareja. Está condenada a llorar por el amor perdido hasta que sea una vieja gorda, en la que nadie se fijaría (Filo alerta a Brillo sobre el tema). Sin embargo, antes de recibir la correspondiente puñalada de una mala mujer, Brillo le aclara a Filo, que ya encontró al amor de su vida y que no es gorda.
Así es en la vida virtual
Cuando alguien utiliza el apotegma de que “el cine refleja lo que sucede en la vida”, recuerdo la anécdota de Flaubert llorando la muerte de Madame Bovary. Los personajes jamás podrán tomar decisiones que el autor no apoya o en las que no cree. Y en última instancia, sus providencias creativas, conscientes o no, son el resultado del diálogo con su época.
La decisión de suicidar a Emma equivale a una advertencia para el resto de las casadas. No pueden ejercer derechos por encima de la obediencia al varón y habrá escarmiento si se los arrogan. Para tomar una decisión diferente, Flaubert habría tenido que confiar y soñar con la emancipación femenina, al menos en la medida que lo planteó Ibsen, veinte años después.
Si no pudiera pensarme más allá de unas estúpidas fronteras; si no me viera con el sentido hermosamente holístico que la vida tiene para mí, ni reconociera el perfeccionismo que percibo en la humanidad como raza y en el mundo como universo, me sentiría ofendida por toda la ciega frustración contenida en este filme.
De vuelta a casa, ya borrosas las peores imágenes y bajo un nuevo mood, comprendo que La espuma de los días no es sino un drama perdulario con más lugares comunes que una sitcom de los 70, más groserías que un reguetón de Bad Bunny, más pujos que una presentación de Anderson niño, más arquetipos que una telenovela mexicana y más predecible que un capítulo de Big Mouth (2021).
2 comentarios
AAA
Por suerte no lei esta cosa antes de ir al Cine, no eres buena haciendo esto, la pelicula que pretendes ya se ha hecho una y mil veces. Lo interesante que propone esta, es que la realidad cubana tienen otras muchas aristas para ser contada y la amistad, entre quienes sean, es un valor clave para resistir lo que estamos viviendo y parte también de nuestra más genuina realidad, que desgraciadamente también es machista.
Laura
Qué artículo tan envenenado y lamentable. Tiempo perdido al leerlo. Mediocridad total. Para hacer daño hace falta talento, y ser!!!, no parecer!!!