Petición a los reyes magos

De pérdidas, ganancias, sueños y héroes.

Para muchos, el Día de Reyes trae algunos recuerdos de la infancia.

Tradicionalmente, en la despedida del año viejo hacemos un recuento de lo que nos han dejado los últimos doce meses, un balance de pérdidas y ganancias, contabilidad que ha sido muy dispar, tanto en 2020 como en 2021. Hemos perdido familiares, amigos, personas conocidas, algunas no tan cercanas, pero entrañables por distintos motivos, acaso figuras públicas con las que nos identificábamos y eran importantes para nosotros.

Algunos han perdido a sus seres más queridos o han estado a punto de perderlos, o han transitado ellos mismos por ese túnel oscuro, pero han regresado. En todos esos casos una parte de su cuerpo y de su ser ha quedado con las heridas, físicas y psíquicas, del viaje.

Ganancia apenas hemos tenido en los últimos dos años. Hemos ganado en experiencia sobre sufrimiento, dolor, resistencia, resiliencia (palabra poco pronunciada antes); y también hemos obtenido conocimiento en las virtudes de nuestros amigos y familiares en cuanto a solidaridad y empatía se refiere.

De manera que mantener la salud y el equilibrio emocional debe haber sido el deseo más añorado por los cubanos para el año que recién comienza, una añoranza de bienestar para el cuerpo y la mente, un pedido que en la Isla se expresa de muchas formas. Con el avance de los años, nuestras peticiones se van haciendo más abstractas, mientras que en los primeros tiempos de nuestras vidas echábamos a volar los sueños.

Desde la coordenada temporal en la que escribo (5 de enero), el inmediato Día de Reyes me trae los recuerdos de una infancia crédula, ingenua, cuando nos acostábamos muy temprano en una fecha como la de hoy, después de haber hecho la carta a los reyes magos y haber cortado la yerba para sus camellos.

Cuánta esperanza poníamos en aquellas letricas, con cuánta expectativa nos íbamos a la cama y con cuánta ilusión abríamos los ojos en la mañana siguiente. Entre asombrados y eufóricos, íbamos recogiendo los regalos y cuando estábamos en posesión de todos, salíamos a mostrarlos, a compartir la alegría.

Hablo de una época en que aún se conservaba entre nosotros esa tradición: la celebración, cada 6 de enero, de la visita de los reyes magos, un ritual de las iglesias anglicana, católica y ortodoxa para conmemorar la primera revelación de Jesús a los gentiles.

Muchos niños le piden, ingenuamente y con ilusión, a los Reyes Magos, cada año.

Los regalos de los reyes, ya se sabe, dependían mucho de la economía familiar, y muchos lamentamos que tal vez no nos portamos bien ese año y por eso no recibimos los regalos solicitados. Con el tiempo descubriríamos las verdaderas razones.

Sin embargo, ya caído el velo del secreto, en una etapa más avanzada de la niñez, nuestros padres seguían tratando de complacer nuestras ilusiones, como buenos reyes que hacían magia, aun sin camellos y sin muchas provisiones.

Recuerdo, en una jornada anterior a un Día de Reyes, mis fervientes deseos de tener un guante de béisbol. A esas alturas, jugar pelota era mi diversión favorita y constante, la que consumía todo el tiempo de ocio. Con el propósito de comprarlo nos fuimos a las tiendas de la calle Monte y la recorrimos desde Zulueta hasta Cuatro Caminos. Después de ver numerosas ofertas, de tener en mis manos muchísimos guantes, mi padre me compró uno, el que podía, pero yo, en aquel entonces, pensé que él sabía poco de guantes de béisbol.

De lo que sí sabía bastante mi padre era de economía doméstica, de mantener una familia con el salario de un obrero, en eso fue un verdadero rey mago, y visto a la distancia de los años, para decirlo con el lenguaje del presente, fue un súper héroe.

Mi hijo nunca me pidió un guante de béisbol, sino dinoasaurios en miniatura, patines lineales, hataris, y en algún momento de su niñez, un amigo me regaló una pelota de baloncesto que él convirtió en balón de fútbol y le duró muy poco. Yo soñé con ser pelotero y él con ser futbolista. Yo coleccionaba muñequitos, pero a él le regalé libros que alimentaran sus sueños.

No he podido estar a la altura de las heroicidades de mi padre, quien no solo construyó una casa de mampostería para nuestra familia, también la amuebló, y llevó siempre una variedad de comida a la mesa que ahora parece un sueño. Todo eso con el salario de un obrero azucarero; mientras que yo, que me desempeñé como técnico y profesional por más de cuarenta años, nunca pude fabricar mi propia casa. De comida mejor no hablemos.

Mi padre murió en la misma casa que construyó, en la misma que falleció mi madre, en la que transcurrió mi infancia y primera juventud; al lado de la cual mi hermano –igualmente obrero azucarero– fabricó su casa, crió a sus hijos, y donde vive hace sesenta años.

He vivido en muchas casas y todavía no sé en cuál me llegará la muerte; he dormido en muchos sitios, en diversas ciudades, en varios paises, pero mis sueños, casi siempre, transcurren en la casa paterna, la que tenía en el patio un limonero que tumbó un ciclón y no volvió a renacer.

Después de un año tan negro, le pido a los Reyes Magos que nos traigan un saco muy grande lleno de esperanza, pero no cualquier esperanza, sino una que contenga la certeza del futuro, y que este se asemeje al tamaño de nuestros sueños; una esperanza verdadera que invada cada casa de mi país y, por extensión, la casa de los cubanos dispersos por el mundo, quienes fueron a construir su hogar más allá de su suelo natal. Sé que es una petición difícil de complacer, pero me he portado bien, durante muchos años me he portado bien, así que me acostaré temprano, esperanzado. (2022)

Un comentario

  1. Rafael Diaz García

    Mira a ver si este lo recibes

Su dirección email no será publicada. Los campos marcados * son obligatorios.

Normas para comentar:

  • Los comentarios deben estar relacionados con el tema propuesto en el artículo.
  • Los comentarios deben basarse en el respeto a los criterios.
  • No se admitirán ofensas, frases vulgares ni palabras obscenas.
  • Nos reservamos el derecho de no publicar los comentarios que incumplan con las normas de este sitio.