Un día para “lo más sublime”
Imposibilitados de bailar en los espacios públicos, cubanas y cubanos celebraron el día del son por primera vez en medio del recrudecimiento de la pandemia.

Actualmente los especialistas consideran al son como el padre biológico de todos los ritmos de la música popular bailable.
Foto: Tomada de goandance.com
Convocados por el icónico músico Adalberto Álvarez, los cubanos celebraron en toda la isla el recién instaurado Día del Son Cubano este 8 de mayo, fecha del nacimiento de dos luminarias históricas del género: Miguel Matamoros y Miguelito Cuní.
Lamentablemente, la celebración no les permitió bailar en los conocidos espacios públicos como La Tropical de La Habana, lo que privó a los ciudadanos de este archipiélago de una de las formas más expresivas que tienen para acompañar un ritmo que es, sin lugar a dudas, el que mejor manifiesta la banda sonora de un país que cuenta en la actualidad con innumerables orquestas cultoras de un género que está en la raíz de la idiosincrasia nacional.
Aunque paradójicamente es el danzón el baile nacional, el son y sus derivados actuales como la salsa, el songo o la timba, para citar solo algunos, es el que más vigencia ha mantenido aun cuando es el casino la danza que suele acompañarlo en la actualidad.
Lo que hace a este género tan genuinamente cubano es que combina la estructura y características de la música española con instrumentos y elementos rítmicos afrocubanos.
Nacido en las montañas orientales, los primeros sones que se conocen provienen de la mitad del siglo XVI. El ejemplo más recurrente es La Mateodora de 1526, aunque su auge se remonta a los finales del siglo XIX.
Primero se difuminó en el Oriente cubano y a principios del siglo XX llega a La Habana a través del Trío Oriental, devenido después, Sexteto Habanero, nombre que conserva en la actualidad uno de los conjuntos más emblemáticos de esta manifestación musical.

En los primeros momentos el son fue rechazado por las clases altas de la sociedad cubana que veían en él un producto musical asociado a la marginalidad al provenir de los estratos rurales y pobres.
Bailarlo en aquellos momentos era un verdadero desafío. Pero en la década del treinta, del pasado siglo XX, la popularidad del Trío Matamoros logró superar esas barreras y llevarlo a su difusión nacional e internacional.
Actualmente los especialistas lo consideran el padre biológico de todos los ritmos de la música popular bailable, incluida la salsa, un movimiento que conquistó América Latina y el Caribe desde la pasada década de los setenta y que, en alguna medida, vino a suplir la falta en los mercados internacionales del auténtico son cubano, bloqueado por las disqueras y monopolios de la industria estadounidense.
Pero el son siguió desarrollándose en Cuba incorporando nuevos instrumentos musicales en orquestas como Los Van Van, Revé y NG La Banda aunque también se mantuvo en su sonoridad originaria en el formato de Septetos y Sextetos.
El fenómeno del Buena Vista Social Club volvió a popularizarlo en la arena internacional en la década de los noventa del siglo pasado.
Es por todo eso que, aun cuando no pudieron bailarlo, los cubanos acogieron con alegría presentaciones de discos, orquestas por vía online o a través de la televisión cubana, conversatorios y otros homenajes que a lo largo de una semana centraron la atención de melómanos y especialistas de la isla.
De todas maneras la instauración de un día para el que es considerado “lo más sublime para el alma divertir” solo es el preámbulo de una ambición mayor: que se proclame a este género como patrimonio intangible de la Humanidad:
Razones hay suficientes para conseguirlo. Y mientras dura la pandemia los bailadores se conforman con marcar sus pasos en la intimidad de sus hogares hasta que las grandes concentraciones de seguidores de esta música vuelvan a ocupar los escenarios públicos para diversión de sus almas. (2021)
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