Y la calle será de ellas
El cortometraje Los mismos zapatos, del joven realizador Mel Chicok se enfoca “en el terror psicológico que sufren muchas mujeres al regresar solas de noche a casa”.

Los mismos zapatos cierra con una imagen de muestra de la sororidad femenina.
Foto: Cortesía de los realizadores.
“Cuando escribí esta historia hace un año, pensaba en el terror psicológico que sufren muchas mujeres al regresar solas de noche a casa”, así escribía en su cuenta de Instagram el realizador Mel Chicok, a propósito de su cortometraje Los mismos zapatos (2022).
La frase constituye un adelanto suficiente para saber lo que ilustra la película. También sirve para apreciar cómo su director y guionista, un hombre, trata desde la empatía y la escucha una problemática femenina causada por la actitud patriarcal que perpetúa e impulsa a los hombres a comportarse como acosadores y violadores.
La normalización del acoso hacia las mujeres en espacios públicos, la confusión del mismo bajo el manto de los piropos y la tradición, hacen complejo que los hombres cis, como subgénero social, entiendan lo invasivo que resultan “unas cuantas miradas lascivas”, o unas “buenas noches” dichas con cierto tono.

Sigue siendo el audiovisual un recurso útil para poner estas problemáticas sociales al debate, pero siempre sin abandonar propósitos estéticos y discursivos. Más allá de parecer simples “caprichos artísticos”, los diferentes dispositivos que contribuyen el lenguaje audiovisual realzan la denuncia.
Mujeres en suspense
Desde una construcción performática, en Los mismos zapatos se aprovechan las potencialidades del género de “suspense”. Particularmente, el empleo de la música ―con la banda sonora de Leonardo Milano― es un elemento útil para recrear la atmósfera ominosa e inducir la situación de vulnerabilidad de los personajes femeninos.
A través de la diversidad en la representación femenina, el cortometraje busca ser una demostración de que para el acoso machista no importan los cuerpos, las ropas, las pieles o apariencias en sentido general. Basta con ser percibidas como “mujeres” para que los hombres se tomen el “derecho” de importunar el espacio público de las mismas.
El filme apela a la empatía con el cuerpo femenino a través de la presentación de mujeres tenazmente acosadas o violadas. Un fuerte discurso que es, a la vez, un recurso para mostrar disímiles situaciones relacionadas con las problemáticas de género, tales como el propio acoso o la sororidad.

Dichas situaciones pueden ser aparentemente entendidas solo por mujeres. Pero el cortometraje mismo se convierte en un ejercicio para extender el diálogo hacia otro tipo de espectadores, que no sean necesariamente las femeninas.
Acosadas se levantan
Ninguna de estas situaciones pudo ser ilustrada y ejecutada sin el aporte y comprometimiento de las actrices: Paula Chavarría, Cindy DIP, Ayemai Leiva, Iva Rodríguez y Jhayna Duarte, quien es, además, productora ejecutiva y realiza la dirección de arte junto a Chicok.
Todas ellas imaginan y revisitan cada situación de acoso, ya sea las que han escuchado de otras mujeres o las que pueden haber vivido ellas mismas en persona. Pues no es una máxima vacía decir que todas las mujeres han experimentado alguna vez acoso callejero, si bien tal vez aún no lo nombren así porque todavía manejen estas situaciones de violencia bajo la justificación de los mal llamados “piropos”.

El rostro de las actrices y su lenguaje gestual, magnificado por la fotografía de Anyelo Troya, tributan al código de gestos y poses que han sido utilizados desde el cine más mainstream para los personajes femeninos. Aunque en esta ocasión el significado de la male gaze (“mirada masculina”) se subvierte desde la denuncia y con ese final de sororidad interpretado por las protagonistas.
Se convierte Los mismos zapatos en una ilustración visual de las denuncias políticas del activismo feminista cubano. Por lo cual, puede verse igualmente como un resultado del trabajo constante, encomiable, de las mismas mujeres en contra de su “cosificación” y “sexualización”.
En este sentido, guarda especial simbolismo la secuencia final del cortometraje, cuando las cinco mujeres avanzan por la calle juntas, tomadas de las manos, luego de levantar a la última acosada. Aunque parezca ingenuo, o más esperanzador de la cuenta, esta conclusión envuelve un carácter de aspiración, y de documento testimonial acerca de que el cambio llegará y la calle será de ellas (2023).
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