Ciclo Ecopapel: artesanías amigables con el medio ambiente en Cuba
En la capital cubana, este emprendimiento transforma el papel reciclado en artesanías amigables, bajo un concepto ecologista.
Este producto periodístico forma parte de la cobertura especial Nuevos actores económicos y desarrollo local en Cuba (2023-2025). #DesarrolloLocalParaCrecer |
La Habana, 1 dic.- Yunairy Estrada, más conocida como Yuyú, es la creadora del emprendimiento Ciclo Ecopapel, que produce artesanías amigables con el medio ambiente con base en papel reciclado, sin sustancias químicas ni aglutinantes artificiales, en el municipio La Habana Vieja.
Llegan al taller de este negocio desde viejos archivos sin importancia hasta papeles mecanografiados, manuscritos u olvidados, pero siempre “vírgenes”, es decir, que nunca han sido reciclados. Se recortan en pequeños pedazos y se sumergen en agua de 24 a 48 horas.
¿Quién es Yunairy Estrada? Yuyú, de 40 años, siempre tuvo predilección por las manualidades. Desde niña confeccionaba postales y cartas para sus amigas. Con el paso del tiempo, se graduó de técnico medio en Contabilidad y trabajó en la Contraloría Provincial de La Habana. Desde 2011 tiene licencia para ejercer el trabajo por cuenta propia. Y, desde 2017, emprende con el reciclaje de papel para realizar artesanías amigables con el medio ambiente. |
Se pasan por la batidora y el jugo resultante regresa al balde y se filtra con un bastidor hecho de la misma malla metálica contra los insectos, que se coloca en las ventanas de cualquier casa cubana. La pulpa se extiende por la herramienta, se adhiere a una tela y se exprime con prensa. Tela y pulpa cuelgan de una tendedera hasta quedar bien secas.
Luego de separar el amasijo con las manos, se obtiene un pliego que se plancha, recorta y adopta disímiles formas, según el encargo de cada cliente. Acaba transformado en agenda, calendario, bolsa, marcador de libro, una maceta que se degrada y sirve de abono… y en su textura arrugada, termina impreso con los más creativos diseños de tipografías, ilustraciones y otros.
El papel puede reciclarse incluso ocho veces, pero se mezcla con nuevo material “virgen” y la pérdida disminuye. En Ciclo Ecopapel, una persona puede fabricar entre 80 y 100 pliegos diarios de la dimensión A3. El proceso implica paciencia, destrezas y, sobre todo, una conciencia ecologista.
Cultura ecologista
El hecho de reciclar papeles ya utilizados contribuye, en cierta medida, a que no se talen más árboles.
“Nos llamamos Ciclo porque la idea es hacer un ciclo cerrado con el cliente: casi siempre son instituciones que tienen archivos y no saben dónde ponerlos. Entonces nos traen esas materias primas y luego se llevan los productos elaborados a partir de estas mismas”, explica Estrada.
El negocio también emplea agua de lluvia: la colecta en su casa-taller mediante un sistema de canaletas en los techos, luego la filtra y almacena. “Aquí, en el municipio La Habana Vieja, hay serios problemas con el suministro de agua (llega por redes hidráulicas cada tres días) y, para un proyecto demandante como este, no me alcanza”, dice.
Además, la emprendedora apunta que, mediante paneles solares, solventa el 20 % de la energía eléctrica que allí se consume.
La cultura del reciclaje y la ecología trasciende el papel: “Lo he convertido en parte de mi vida. Mi casa parece un rastro, lleno de tarecos, porque me parece que se debe guardar cada cosa y en algún momento darle uso. Y no solo eso: si bien el patio es de cemento, hemos plantado matas de guayaba, naranja, uva y más”.
Ahora, sobre si esa filosofía de vida se incorpora en la isla caribeña, Estrada opina diferente: “No hay conciencia de reciclaje en Cuba. La gente recicla porque no le queda más remedio. En cuanto tienen un poquito más de soltura económica, se olvidan de guardar en pomitos. Y a botar”.
De las manualidades, un negocio
Tras convertirse en madre, en 2010, Yuyú encontró una manera de ganar dinero mientras permanecía en casa criando a su hija. Desde 2011 empezó a permitirse la creación de los TCP en Cuba y ella incursionó en el negocio de la piñatería.
Entonces, no tenía un enfoque ecológico: sus artículos de fiestas, bolsas y postales los hacía con papel y cartulina que compraba y luego coloreaba con tinta de impresora.
Eso cambio, en 2015, a partir de un encargo de la Fundación Antonio Núñez Jiménez de la Naturaleza y el Hombre para el 20 aniversario de esta organización no gubernamental: bolsas, pero de papel reciclado.
A través de internet, que entonces solo estaba disponible en Cuba en los llamados parques wifi y en salas de navegación, Yuyú investigó su proceso de fabricación y quedó flechada.
Tras cumplir con la entrega, mantener esa línea de producción era complicado. Durante casi un año su único cliente fue esa entidad, a pesar de que Yuyú se cansó de tocar tantas puertas.
“Nadie estaba interesado en productos utilitarios con este material, porque el tipo de papel no llamaba la atención”, recuerda. El otro nicho de mercado residía en los artistas plásticos, quienes usan el papel reciclado, y no las artesanías derivadas de este, para sus grabados y pinturas.
El ciclo de crecer
En 2017, Yuyú abandonó la piñatería para dedicarse exclusivamente a la vertiente ecologista de su proyecto.
Ya había conseguido nuevos encargos –y con ello, cierta estabilidad económica–, a través de Oxfam, otras oenegés y embajadas: de hecho, son este tipo de organizaciones las que suelen contratar los servicios de Ciclo Ecopapel, aunque el sector estatal ya también lo hace.
Empezó su “fábrica” de papel con una palangana, una batidora de cocina, ladrillos, tablas y los trozos de tela de una sábana. Después pudo comprar una impresora nueva, depósitos de agua más grandes y hasta construyó su actual batidora “industrial”.
Antes trabajaba solamente por pedidos, pero en 2019 abrió una tienda en la entrada del taller y comenzó a vender abiertamente al público sus artesanías amigables. Emprendió un círculo de interés al respecto para estudiantes de las escuelas primarias y secundarias de la zona.
Su casa llegó a convertirse en una parada dentro de rutas y experiencias turísticas asociadas a Airbnb y agencias turoperadoras. Incluso ha recibido voluntarios extranjeros, dispuestos a faenar durante unos días en el taller.
Cuando arreció la covid, el emprendimiento entró en una recesión durísima: como las embajadas no podían organizar actividades, tampoco recibía encargos. Después devino la crisis migratoria en Cuba y muchos estudiantes que laboraban allí a tiempo parcial se fueron del país.
De los 14 trabajadores que llegó a tener, hoy solo quedan la propia Yuyú y su padre. “Mi mayor problema es la inestabilidad de los trabajadores”, arguye la lideresa del negocio, quien se encuentra ahora inmersa en tediosos procedimientos de contratación.
¿Industria o artesanía?
“Me veo haciendo esto toda la vida; y creciendo, también; a lo mejor lleguemos a ser mipyme”, vaticina Yuyú, bastante confiada.
Su mayor duda recae en las posibles direcciones que podría tomar Ciclo EcoPapel. Ella se imagina, por ejemplo, elaborando productos de distintos materiales reciclados, como el vidrio y la madera. De momento, ya tiene previsto incursionar en la serigrafía en papel.
Sin embargo, existe la posibilidad de dejar la manufactura e industrializar parte del proceso productivo. De esa forma, aumentaría de forma significativa los volúmenes de pliegos.
“Podríamos dedicarnos a fabricar papel higiénico, que sería lo más rentable. La pulpa es la misma, lo que se calienta y blanquea con químicos”, dice ella, medio en broma.
“Sin embargo, no sé si quiero que el papel sea industrial, aunque sea reciclado”, añade después de meditar un rato. “No es tanto por una cuestión de eficiencia, sino porque se perdería el concepto ecologista del proyecto. No sé si quiero que Ciclo deje de tratar de artesanías”, concluye. (2023)
Un comentario
Fermín
Me resulta muy ingeresante y util este proyecto. qué ingenioso. gracias por darlo a conocer.