El amor se puede acabar…
Dos antologías, 20 años mediante.

El poeta y periodista Alex Fleites propuso el proyecto de un libro de cuentos que tendría el amor como tema central
En 1987 Francisco López Sacha (1950), Miguel Mejides (1950), Senel Paz (1950), Reynaldo Montero (1952), Luis Manuel García (1954) y Leonardo Padura (1955) transitaban la treintena y aún tenían toda la vida por delante, para utilizar un lugar común. Casi todos habían publicado ya varios títulos entre cuentos y novelas y eran reconocidos por derecho propio en el panorama de las letras cubanas como la avanzada de la nueva generación de narradores emergentes en los años 1980.
Fue entonces que el poeta y periodista Alex Fleites les propuso el proyecto de un libro de cuentos que tendría el amor como tema central, un sentimiento tan universal como intimista y que quizá por esta última razón, había quedado desplazado de la literatura nacional por otros asuntos considerados más relevantes y adecuados a las exigencias del momento histórico del país.
La selección de relatos apareció bajo el sugestivo y quizá engañoso título de Hacer el amor (Casa Editora Abril, 1987). Lo de sugestivo no requiere explicación, pero aclaro lo de “engañoso”, pues aunque algo de erotismo hay en los textos escogidos, nunca llega a ser el componente más importante en las historias, más centradas en los conflictos humanos y los sentimientos de los personajes que en sus artes amatorias.
De hecho en su momento fue uno de esos libros que reforzó el contrapunto entre una literatura más interesada en hurgar en la subjetividad del individuo, frente a otra tendencia más “oficial”, remanente de la ortodoxia de los años 1970, orientada hacia los temas colectivos y a los tópicos relacionados con la construcción del socialismo.
Al mismo tiempo, aunque no se trataba de una escritura formalmente experimental, sin dudas participaba de un espíritu renovador en cuanto a determinados asuntos y enfoques, en escenarios y con experiencias inéditas en la vida del país y su literatura. Una nueva actitud que, en opinión de Fleites, fue favorecida por el proceso revolucionario y las agudas transformaciones ocurridas en Cuba hasta ese momento.
A diferencia de sus autores, que hoy ya rebasan la cincuentena y cuya anatomía empieza a delatar el implacable paso del tiempo, Hacer el amor ha envejecido bien y conserva aspectos interesantes, aunque vista desde el presente aquella “nueva actitud” quizá ya no resulte tan novedosa y por momentos hasta llegue a parecer ingenua.
Pero más de 20 años atrás representaba un punto de vista mucho más desprejuiciado, no sólo en cuanto al tratamiento del sexo, sino también de las diversas aristas de las relaciones amorosas que abordan los relatos, cuyos protagonistas en algunos casos son adolescentes y jóvenes estudiantes enfrentados a este sentimiento por primera vez, apenas “contaminados” por los “vicios” y “lacras” del pasado y para los cuales era posible creer “que el amor es la fuerza que mueve la tierra”, como aseguraba cierto cantante desde las noches románticas de Nocturno, el popular programa de Radio Progreso.
Especialmente en los cuentos de Sacha, Arango y Paz, las historias tienen lugar en ese espacio mágico de dudas, aprendizajes y primeros desengaños, en un tiempo que hoy se nos antoja menos complicado y mucho más amable, porque a los protagonistas de sus historias les sudaban las manos y les temblaba la voz cuando se le “declaraban” a una muchacha -que a sus 16 años quizá aún conservaba la virginidad (aunque estaba a punto de perderla)-, y hasta estrenaban con ilusión el uniforme de becados.
Más de 20 años después de la publicación de Hacer el amor, los siete escritores son convocados nuevamente por un Alex Fleites empeñado en revivir aquella experiencia literaria. Casi todos han ganado canas y libras, pero también acumulan premios y reconocimientos literarios y se toman la revancha con una selección titulada Deshacer el amor (Universidad Veracruzana, México 2010).
Excepto Luis Manuel García, radicado en Madrid, donde ha continuado su carrera literaria, el resto permanece en la isla donde son estimados entre los más importantes escritores de su generación.
En el nuevo libro resultará de interés para los críticos constatar la evolución de cada autor en cuanto a la apropiación y manejo de técnicas narrativas y la consolidación de su oficio, al tiempo que (si la selección se llega a publicar en Cuba), los lectores tendrán a su alcance siete excelentes piezas donde se hace evidente la “nueva” perspectiva que define estos textos con respecto a la selección anterior.
Porque estos cuentos no sólo acusan la maduración artística y humana de sus autores por el tratamiento del tema y la complejización de los conflictos, sino que de cierta forma son el resultado de las experiencias vividas durante estos años, tanto en el plano personal como social, marcado este último por toda clase de cambios y transformaciones, no siempre positivas, que van dejando tras de sí una huella dolorosa.
Por esa razón, aún cuando algunos de los relatos se desarrollan en la década del 60 y tienen como protagonistas a cándidos jóvenes (El día fatal de Senel Paz y Nueve noches con Amada Luna de Leonardo Padura), el punto de vista escogido para la narración es totalmente intencionado a partir del juego erótico y el uso de la ironía, mientras el reflejo del contexto dista mucho de la idealización de aquellos años.
Por su parte Luis Manuel García (Lealtad 7,6), cuenta el desengaño amoroso de un joven recluta durante la guerra de Angola, mientras Francisco López Sacha (El cuadrado de las delicias), narra el vacío de una experiencia amorosa sólo sustentada en el deseo sexual.
Profiláctica o terapéutica, de Arturo Arango es un simpático juego que disfrutarán especialmente los mayores de cincuenta años, un momento crítico en la vida adulta, cuando las preocupaciones existenciales se confunden con las aprensiones por la pérdida de facultades físicas o las enfermedades, reales o imaginadas.
Reynaldo Montero vuelve a confirmar su dominio de la palabra en la pieza Paseo del Malecón y por último Miguel Mejides incluye su Rumba Palace, prácticamente un clásico de la cuentística cubana contemporánea.
El propio título escogido para el libro, Deshacer el amor, funciona como un juego de palabras que, al decir de Alex Fleites, denota el cambio de punto de vista entre los autores sobre este sentimiento, y de paso, advierte la existencia de otras aristas menos amables que a veces lo acompañan, como la traición o el hastío.
Bien valdría la pena entonces que alguna editorial cubana se animara a reunir los cuentos de ambos volúmenes en un sólo título, lo que además de revivir la nostalgia por aquellos años extrañamente felices en medio de tantas carencias, nos haría recordar que también “el amor se puede acabar…”, como sabiamente nos advertía otra canción popular.
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