Yanetsy Pino Reina: “Toda mujer en Cuba debería declararse feminista”
La primera cubana en ganar el Premio Casa sobre Estudios de la mujer habla sobre sus motivaciones y proyectos.
Yanetsy Pino Reina es una espirituana con demasiados títulos académicos. Es, además narradora, poeta y ensayista. Ahora se ha convertido en la primera cubana que gana el Premio sobre Estudios de la mujer. Llena de ideas, preguntas y respuestas accedió a contestar para La Esquina de Padura (LEP) el siguiente cuestionario. En él se nos define como lo que es: una feminista que no teme a la etiqueta muchas veces malinterpretada y elusiva. En sus respuestas hallamos un ejemplo de la labor que se realiza en Cuba en el campo de los estudios de género.
La Esquina de Padura (LEP): ¿Cómo se enteró que era la ganadora del Premio Casa, qué hacía en ese momento, ¿lo esperaba?
Yanetsy Pino Reina (YPR): Acababa de llegar a mi casa en horario de almuerzo. Estaba agotada, pues toda la mañana la pasé en una reunión tratando de hallar soluciones a problemas lógicos del diarismo laboral. Enseguida —casi no me dio tiempo sacudir el polvo del camino— sonó el teléfono. Era Jorge Fornet, director del Centro de Investigaciones Literarias de Casa de las Américas. Cuando me notificó que había obtenido el premio, no supe qué hacer. Recuerdo que hice varias exclamaciones; pero lo más nítido fue que, al colgar, rompí a llorar. Desde entonces, no he parado de hacerlo: unas veces de alegría, otras de puro nerviosismo, y otras por recibir felicitaciones y elogios de tanta gente noble. De verdad, nunca imaginé que podía obtener el premio, a pesar de que lo he deseado con todas mis fuerzas desde que supe de su existencia por primera vez. Mandé el libro con la esperanza de una mención; pues la categoría Estudios sobre la mujer es muy amplia y concursan lo mismo ensayos que investigaciones sobre procesos sociológicos, históricos, teóricos, sicológicos, comunicativos…, relacionados con la mujer. Hasta hoy solo han ganado extranjeras con libros muy buenos, novedosos e importantes para los estudios de género, más bien centrados en la historia, la sociología, la antropología. Por tanto, un libro fuertemente teórico como el mío, con un análisis literario, prácticamente tenía una competencia desleal con la tradición. Y ya ves, fue el que finalmente obtuvo el ansiado premio.
(LEP): ¿Por qué escoger la poesía para demostrar la resistencia femenina?
(YPR): Mira, la resistencia se instala en todos los discursos; pues mediante ellos se realiza la socialización ideológica de todo sujeto o actor social. Por esa causa puede analizarse como un vehículo para el ejercicio de las relaciones de poder en distintos niveles y dominios. De esta manera el discurso se constituye como un acto de comunicación donde el sujeto construye el mundo y se construye a sí mismo. A eso se le une otro factor de interés: la capacidad que tiene la lírica de liberar y producir emotividad, redimir, (des)legitimar, (de)construir, proteger. Usted, además de narradora es poeta; por tanto, sabe que la escritura poética constituye, además, un proceso sicosocial, en el cual median experiencias, ideas, saberes, emociones, palabras, imágenes incorporadas por tradición, lecturas o por observación; lo cual hace posible y visible la proyección de identidad. No es que la narrativa carezca de tales atributos, sino que pertenece a universos más racionales, más lógicos; y, por consiguiente, más cercanos al yo, ese yo que Freud identificaba como el mundo consciente individual. Yo diría más: la poesía sale de la zona del ello (instancia síquica dominada por los deseos, pulsiones e instintos), aunque a veces se intenta reprimir a partir del control del superyó (instancia síquica regida por el ideal del yo y dominada por la conciencia moral heredada del entorno moral circundante que, al interiorizar las prohibiciones y mandatos morales socialmente aceptados, actúa como censor del ello). De ahí mi interés en ella para analizar y develar la resistencia, en permanente diálogo con el complejo ejercicio de la existencia.
(LEP): ¿Qué importancia atribuye a los estudios sobre la mujer en Cuba?
(YPR): No concibo una sociedad que tenga como cimiento y base la emancipación, y no potencie o promueva los Estudios de Género. Fíjate que te hablo de emancipación y no le pongo apellido. Los estudios de género no solo abarcan problemáticas relacionadas con las feminidades; ni tampoco abogan por un ejercicio del poder privativo para las mujeres. Tales estudios comprenden también las masculinidades. No podemos olvidar que los hombres están signados por relaciones de poder, por modelos hegemónicos a la hora de construir su identidad o proyectar su socialización. Género es lo masculino y lo femenino, y su objetivo fundamental es la lucha por la equidad entre uno y otro. Querer vivir en una sociedad inclusiva, equitativa, es señal de que no la tenemos. Y para aspirar a construirla, lo primero es conocer por qué y cómo existen sus jerarquías, su socialización, sus discursos, así como la forma en que se relacionan y desarrollan sus sujetos. De eso se encargan los estudios de género.
(LEP): ¿Es una defensora del feminismo o tiene objeciones con respecto a él?
(YPR): Hoy ya no podemos hablar del feminismo, sino de los feminismos. Toda mujer en Cuba debería declararse feminista; pues gracias a las luchas de los movimientos feministas en los siglos XIX y XX, las mujeres pudimos alcanzar, primero autonomía, y luego independencia, solvencia, participación e inclusión social. Muchas escritoras y artistas huyen de la etiqueta, porque aún quedan prejuicios y falsos valores que anteriormente posibilitaron la condena del movimiento feminista, incluso desde sus inicios. En el libro premiado comienzo precisamente hablando de la importancia del movimiento feminista en Cuba, el de mayor fortaleza en su momento para América Latina. Cualquier estudio que se haga sobre la presencia de la mujer, debe empezar por la lucha social; pues gracias a ella se aprobaron importantes leyes que estaban dentro del liberalismo burgués y que contribuyeron a la emancipación femenina: la Ley del Divorcio (30 de julio de 1918), de la Patria Potestad (18 de julio de 1917).
Tanto el divorcio como el derecho a quedarnos con nuestra descendencia luego de la separación, hoy nos parecen derechos que siempre hemos tenido. Y sin embargo no ha sido así. Hasta bien entrado el siglo XX, las mujeres éramos solo sujetos cosificados, cuyo valor solo era visible a la hora del matrimonio y para encumbrar la vida pública del hombre. Si hoy somos personas en permanente lucha por mantener nuestros derechos y alcanzar otros que han sido soñados, es gracias a la Revolución iniciada por Fidel y a las batallas, el pensamiento y el esfuerzo de tantas mujeres que nos antecedieron.
Para que tengas una idea de lo que digo: el 21 de marzo de 1918 se fundó en nuestro país el Club Femenino de Cuba —según el doctor Julio César González Pagés—, fue la asociación feminista más lograda y la más importante dentro del feminismo nacional—, logró algo que hoy nos parece insólito y sin embargo marcaba la explotación y la subordinación de la mujer cubana: creó la primera institución formadora de niñeras que funcionó en la Isla. Le pidió al gobierno leyes como la de la silla, que le permitía a las empleadas que trabajaban de pie más de seis horas, disponer de una silla para sentarse siempre que el trabajo lo permitiera; así como otras reformas, entre las cuales se destacan la creación de la cárcel de mujeres de Guanabacoa y la lucha contra la mendicidad infantil, las drogas y la prostitución. ¿Crees que con toda esa historia puedo negar que soy feminista?
(LEP): ¿Qué puede encontrar el lector en la obra premiada?
(YPR): El libro Hilando y deshilando la resistencia (pactos no catastróficos entre identidad femenina y poesía) comienza precisamente con un recorrido por los aportes más importantes de la lucha social, en pos de la participación y emancipación de las mujeres. Luego describe la evolución de los estudios de género en Cuba y el mundo, hasta llegar al desarrollo de la crítica literaria feminista y a la propuesta central: el discurso de resistencia, una categoría nueva que implica un análisis literario a los discursos autorales femeninos, que busca proyecciones de identidad y marcas de resistencia ante el orden patriarcal, con sus consecuentes relaciones de poder.
Para validar cómo se implica el discurso de resistencia en la lírica fui a textos de casi todas las autoras cubanas del siglo XX y primera década del siglo XXI: desde Dulce María Loynaz, Mirta Aguirre, Fina García Marruz, María Villar Buceta y otras cuya obra aparece en la primera mitad del siglo pasado, hasta las más jóvenes, incluyendo a las que residen fuera de la Isla; pues ese comportamiento discursivo no está mediado por el lugar de residencia, sino por indicadores o variables sociohistóricas como el color de piel, la orientación sexual, los contextos personales o la identidad nacional.
El libro es, en primera instancia, de teoría feminista, de ahí la opinión del jurado de que constituye un aporte importante al desarrollo de una epistemología propia, con la voluntad de que los estudios de género no continúen trabajando sobre la base de ideas, conceptos, enfoques, procedimientos «recolonizados» o recontextualizados por discursos, ideologías, relaciones o prácticas hegemónicas que les dan origen. En Hilando y deshilando la resistencia… he reunido veinte años de lecturas, indagaciones y aprehensiones en la bibliografía sobre género que he tenido disponible; por tanto, desde ese punto de vista consigue sistematizar la dispersión teórica que hoy posee la crítica literaria feminista en un solo volumen; pero, también presenta el primer análisis con perspectiva de género que se ha realizado en nuestro país a una gran parte de la poesía de autoras cubanas.
(LEP): ¿Cómo surgió y qué motivaciones la llevaron a escribir esta obra?
(YPR): Siempre he sido una lectora voraz de poesía. Y creo que desde hace rato la poesía de las autoras cubanas debió haberse estudiado como un corpus. La crítica literaria cubana tiene esa gran deuda. Tenemos en Cuba muchos autores y autoras con calidad y grados de excelencia a lo largo de nuestro desarrollo literario; sin embargo, se ha profundizado muy poco en las singularidades de sus obras buscando marcas de identidades —cultural, nacional, de género—, mucho menos en las peculiaridades de sus discursos autorales y los respectivos contextos de emisión y recepción.
Estudiar, entonces, la literatura como discurso y examinarla a partir de generalidades que evidencian la impronta de la identidad a través de marcas de diferenciación social generadoras de inequidades (género, color de piel, preferencia sexual, etc.), fue lo primero que me motivó. Luego, vino la iluminación: advertí que el ejercicio de la resistencia era constante en la poesía de mujeres, aun indeliberadamente. De hecho muchas entrevistadas dijeron no tener conciencia de problemáticas relacionadas con la condición femenina a la hora de escribir. Por eso, y para hacer visible entonces las marcas de resistencia, debía acudir a un riguroso análisis del discurso con recursos teóricos de otras disciplinas, alejadas incluso de mi profesión como el Psicoanálisis.
Cuando terminé la indagación de los textos, empecé a teorizar y allí llegaron, entonces, el cúmulo de saberes, fichas, lecturas, aprendizajes sobre los estudios de género, labor que he realizado durante veinte años, desde que comencé mi trabajo de diploma para graduarme como Licenciada en Letras. Te hablo de finales de 1998 y principios de 1999, aproximadamente.
Para mí el haber hallado el concepto discurso de resistencia —generador de un procedimiento de análisis literario y aporte fundamental del libro premiado por Casa de las Américas— fue un acto de iluminación. A pesar de lo que piensan algunos en cuanto a que quienes ejercemos la crítica somos menos creativos que los poetas, narradores o dramaturgos, pienso que el ejercicio crítico es iluminación, un acto de fe que a todos nos salva, aun cuando se advierta lo que no queremos escuchar.
Proyectar resistencia es construir una praxis emancipadora, edificar nuevos caminos para llegar a la verdadera libertad. Eso es un signo de vida: la señal de que somos criaturas con identidad, con utopías y pensamientos, a diferencia de las máquinas y los robots. Vivimos en maniobras permanentes interesadas en la resistencia. Y creo más: la propia condición de ser Latinoamérica un continente que comenzó a vivir sus relaciones con la otredad desde procesos tan ominosos como la conquista y colonización, influye en que ese ejercicio de resistir sea permanente, sistémico, algo que nos define, incluso, como latinoamericanos, aun cuando el silencio o la sumisión parezcan sobresalir, oponiéndosele. Esa es la tesis fundamental que sostiene el libro de ensayos que recién acabo de terminar.
(LEP): ¿Además del ensayo cultiva otras manifestaciones literarias?
(YPR): Sí. Tengo dos libros publicados de cuentos para adultos: El libro de las ausencias (Luminaria, Sancti Spíritus, 2007; Letras Cubanas/ Luminaria, 2008) y Reinos de la noche (Luminaria, Sancti Spíritus, 2012); además de poemas publicados de forma aislada en diversas antologías y selecciones extranjeras.
(LEP): ¿Qué figuras de la literatura cubana estudió para este ensayo?
(YPR): Desde Dulce María Loynaz, Mirta Aguirre, Fina García Marruz, María Villar Buceta, Cleva Solís y otras cuya obra aparece por vez primera en la primera mitad del siglo XX. También incluí autoras cuyos primeros poemarios surgen luego del triunfo de la Revolución, como Nancy Morejón, Georgina Herrera, Lina de Feria, Soleida Ríos, Reina María Rodríguez y muchas más, y también las que residen fuera de la Isla. Las autoras de la diáspora fueron incluidas, para demostrar que el comportamiento discursivo de marras no es privativo del hábitat insular, sino de la condición genérica y el interés, deliberado o no, de subvertir el orden o episteme del patriarcado para legitimar nuevas identidades o visibilizar otras preteridas por la tradición.
(LEP): Próximos proyectos.
(YPR): Quiero hallar un sello editorial para mi libro La resistencia soy yo. Traza(do)s del subalterno en la literatura hispanoamericana: disidencias frente al canon y recorridos posibles. Y como lectura inacabada, quiero continuar investigando sobre temáticas de género, esta vez sobre cómo la fenomenología del dolor se inserta en los discursos literarios con autoría femenina en nuestro continente.
Falta mucho por hacer todavía en cuanto a investigaciones sobre producciones literarias hispanoamericanas y la presencia del subalterno con sus respectivas identidades. El subalterno es un signo cultural en nuestro continente. Por ello debemos centrarnos en identificarlo y mostrar las peculiaridades que le hacen único en el mundo; lo cual sería nuestro modo de resistir esa poscolonialidad que a todas luces estamos padeciendo en el siglo XXI.
(LEP): ¿A quiénes admira en el ámbito de los estudios de la mujer tanto en Cuba como en el mundo?
(YPR): Siempre digo que tengo una luz en mi camino: Gertrudis Gómez de Avellaneda. Hacia ella voy y desde ella vengo cuando quiero asirme o desasirme de mí o de la otredad.
En el mundo rindo tributo a la primera mujer que utilizó una pluma para defender a las demás, Christine de Pizan; a Olympe de Gouges, por el atrevimiento de decir en pleno siglo XVIII que toda mujer nace libre y debe permanecer igual al hombre en derechos en su «Declaración de los Derechos de la Mujer y la Ciudadana»; a Mary Wollstonecraft, autora de Vindicación de los derechos de la mujer; a Sor Juana Inés de la Cruz, por conciliar libertad y fe; a Berta Lutz, creadora de las bases del feminismo brasileño y una de las cuatro mujeres que firmaron la Carta de Naciones Unidas, el 25 de octubre de 1945, en San Francisco; a Simone de Beauvoir por adelantarse con El segundo sexo; a Sojourner Truth y Ángela Davis, por sus permanentes luchas; en fin, a todas las mujeres que han ofrecido una parte de su ser por concretar esa utopía posible que se llama emancipación.
En Cuba, mis votos para las que me anteceden, que son casi todas.
Mi mejor devoción para Luisa Pérez de Zambrana: — ¿cómo pudiste lidiar con la sobrevida y tantas ausencias?—; para Amalia Simoni, Ana Betancourt, Mariana Grajales, Leonor Pérez, Bernarda Toro, Magdalena Peñarredonda, Aurelia Castillo y todas las mambisas y guerreras con nombres invisibles para la historia.
(LEP): Y en la actualidad, ¿qué hacer con el desconcierto ante tantas mujeres grandes, dignas, sabias, capaces, profundas, cimeras?
(YPR): Mi mayor admiración para todas, especialmente para aquellas a las que está dedicado mi libro: esas que como yo, desde el interior del país, intentan cambiar universos. De hecho, ya con solo existir, los perturban. (2018)
2 comentarios
Concepción Valdés
Excelente entrevista que descubre la creación femenina y todavía lo que nos queda por hacer. Ojalá muchos hombres también se sintieran feministas.
elena mendoza álvarez
Admiración para todas las mujeres cubanas que siguen siendo discriminadas o tenidas a menos. Menos mal que aunque sea desde la literatura se les toma en cuenta.