Cuba y las brechas de género en el ámbito de los cuidados
Cada vez más, las familias y la sociedad fijan su mirada en los cuidados, sin los cuales no es posible pensar en el desarrollo social sostenible de cara al 2030.
Siguen en pie las brechas de género acrecentadas por la pandemia de la covid-19, que debe entenderse en plural, racializada y feminizada, en tanto son las mujeres y las niñas, pero especialmente las afrodescendientes e indígenas, las principales víctimas de los impactos sociales que acarrea.
Al respecto, ONU Mujeres estimó en 2021 que los derechos de las mujeres retrocedieron y afectaron su autonomía en las tres dimensiones: económica, física y para la toma de decisiones. En tales circunstancias, se renueva la actualidad de este tema.
Se impone preguntar porqué y cómo estas brechas prevalecen, a pesar de las luchas. En primer lugar, se escoge el ámbito del trabajo de cuidados, a partir de considerarse una zona donde se concentran mitos, estereotipos y prácticas patriarcales que obstaculizan la igualdad de género.
En segundo lugar, se dispone de información regional y nacional acumulada por la academia y los organismos internacionales acerca de este tema.
Por último, en tercer lugar, se destaca la actualidad y pertinencia de ese tópico para Cuba, que desarrolló un proceso de consulta popular sobre el anteproyecto del Código de las Familias, caracterizado por enconados debates en los que subyacen las visiones de género en general y sobre los cuidados en particular.
El género sigue siendo una categoría en tensión que revela las relaciones de poder jerarquizadas, más allá de las diferencias. Es una herramienta analítica y política que permite identificar e incidir en las desigualdades entre ambos sexos en estructuras de dominación, de acuerdo con las autoras Marta Lamas (2004) y María Lugones (2008).
Mientras, como concepto de brechas de géneros se entienden, tal como plantea Monserrat Sagot (2021), las diferencias desproporcionadas e injustificadas entre hombres y mujeres.
Lecturas de género al trabajo de cuidados
El análisis de las brechas de género en el ámbito del trabajo de cuidados en el contexto cubano se asienta en el modelo económico y social que en la actualidad se perfecciona, orientado hacia “un socialismo sostenible y próspero”.
El país se encuentra hoy transformando su modelo de desarrollo en el contexto de una crisis global agudizada por la pandemia de la covid-19, se conforma una situación en que se ensanchan las desigualdades sociales, entre las cuales sobresalen aquellas relacionadas con género, raza y clase, generación y territorios, de acuerdo con investigaciones realizadas en 2020 y 2021. Esta es una tendencia de continuidad con respecto a la región latinoamericana y caribeña.
Aun así, hay dos nuevos elementos que tienden a proteger lo alcanzado en etapas precedentes en cuestión de género. Ellos son la aprobación del Programa de gobierno para el adelanto de las mujeres (2021) y el proyecto del nuevo Código de las Familias (2021), atendiendo a su diversidad y caracterizados por la ampliación de derechos.
Se asumen los cuidados en plural pues se considera la diversidad de contextos, modalidades y actores que intervienen en su realización y son vistos como trabajo, atención y en calidad de derecho universal, pero se enfatiza no solo en que todas las personas necesitamos cuidados, sino en la necesidad de decidir cuándo, en qué condiciones y quién se cuida. Este derecho se les negó históricamente a las mujeres y resulta básico en materia de justicia de género.
En ello radica una significativa brecha de género, cuyo comportamiento regional y en Cuba se analiza a continuación. Aproximarse a este comportamiento implica, en primer término, identificar la brecha entre el trabajo remunerado y no remunerado que realizan los hombres y las mujeres, ya que como parte de ambos se encuentran las tareas de cuidados.
Respecto al trabajo remunerado, indica el Observatorio de igualdad de género, de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL), que este se realiza para la producción de bienes o prestación de servicios para el mercado y se calcula como la suma del tiempo dedicado al empleo, a la búsqueda de empleo y al traslado hacia el trabajo.
Mientras que el trabajo no remunerado se refiere al trabajo que se realiza sin pago alguno y se desarrolla mayoritariamente en la esfera privada. Se mide cuantificando el tiempo que una persona dedica al trabajo para autoconsumo de bienes, labores domésticas y de cuidados no remuneradas para el propio hogar o para apoyo a otros hogares.
El gráfico a continuación ilustra, en 16 países de América Latina, el tiempo promedio (horas semanales) destinado al trabajo remunerado y no remunerado de la población de 15 años de edad y más, diferenciado por sexo, durante el último período disponible.
Feminización de los cuidados
En todos los países estudiados, la relación entre trabajo remunerado y no remunerado se invierte en detrimento de las mujeres. Causas más asociadas a patrones culturales estereotipados influyen en Cuba, a pesar del alto nivel educativo de las mujeres y que estas constituyen más del 70% de la fuerza laboral técnica del país, es decir, no se trata de diferencias basadas en el nivel de preparación.
En todos los países estudiados, la relación entre trabajo remunerado y no remunerado se invierte en detrimento de las mujeres”.
El hecho de que en la nación caribeña los hombres dedican 34,3 horas semanales al trabajo remunerado, mientras las mujeres solo alcanzan las 19,8 horas en igual período, consolida esta situación de desventaja real. Como promedio, las mujeres dedican 35,3 horas semanales al trabajo no remunerado y los hombres apenas 22,1. Nótese aquí la prevalencia del patrón patriarcal de “hombre proveedor”, cuya contraparte es la “mujer cuidadora”.
Por otro lado, la Encuesta sobre Igualdad de Género ENIG-2016, realizada por el Centro de Estudios de la Mujer y el Centro de Estudios de Población y Desarrollo de la Oficina Nacional de Estadísticas e Información (ONEI), alerta que las mujeres dedican 14 horas más de tiempo que los hombres a las tareas del hogar (35,20 vs 21,04 horas).
Las 9,2 horas de la diferencia ellas las dedican a las tareas domésticas y emplean 4,9 horas al cuidado de personas necesitadas o dependientes.
Una indagación del Centro de Investigaciones Psicológicas y Sociológicas, coordinada por la autora de este trabajo, reveló las brechas de género en las prácticas e imaginarios sobre el trabajo de cuidados en Cuba.
En los imaginarios acerca del cuidado, que fueron analizados en la muestra de estudio, predominó el compromiso familiar, parental y afectivo, además, se evidenció que la mayoría de las veces el cuidado es tarea de solo un miembro de la familia. Como tendencia en dicha investigación, una mujer simultaneaba los roles de jefa de hogar y cuidadora.
Se trata de la tendencia estructuradora de la brecha de género, la feminización de los cuidados. Esta plantea el dilema de quién cuida a quién, cómo y a qué costos multilaterales, en el país más envejecido de América Latina y el Caribe, donde aumentan las personas que requieren cuidados y disminuyen las que tienen posibilidades de cuidar.
Tal situación obliga a abandonar el trabajo en la llamada economía formal, incluso personas con alta calificación, para dedicarse a las labores de cuidado.
La feminización de los cuidados en Cuba no solo transcurre al interior de los hogares, también en el sector estatal y privado son cuidadoras profesionales las mujeres como parte del trabajo remunerado en esferas como la educación, la salud y el sistema judicial.
Si añadimos a la feminización de los cuidados el alto porcentaje de mujeres jefas de hogar y su representación en cargos políticos, se comprenderá el agobio que representa para ellas las llamadas doble y tiple jornadas, que desarrollan en los ámbitos del hogar y político. Este último difiere de los niveles de representación femenina en los cargos públicos de las mujeres latinoamericanas y caribeña, particularmente como concejalas.
Junto a otros siete países, Cuba supera a la media en el contexto de una tendencia regional creciente en América Latina y el Caribe con respecto a este indicador de la autonomía de las mujeres para la toma de decisiones, tal como lo muestra el gráfico a continuación con datos de Observatorio de igualdad de género de la CEPAL.
Ley con perspectiva de género
El nuevo Código de las Familias, cuyo proyecto será sometido próximamente a referendo, da un giro positivo en materia de cuidados incorporando nuevos derechos e instituciones.
Este cambio se hace evidente en el artículo 4, referido a los derechos de las personas en el ámbito familiar, que establece el cuidado desde una perspectiva de género al señalar el derecho “a la igualdad plena entre mujeres y hombres, a la distribución equitativa del tiempo destinado al trabajo doméstico y de cuidado entre todos los miembros de la familia, sin sobrecarga para las mujeres y a que se respete su derecho a decidir el número y el momento de tener descendencia”.
Con esta regulación se apela a la corresponsabilidad en el trabajo de cuidados, en contraposición a la feminización.
En paralelo, el nuevo Código logra brindar mayor protección de los derechos de niñas y niños articulando artículos y capítulos que permiten democratizar la función educativa de las familias y, en consecuencia, los estilos de crianza y la comunicación familiar. Un elemento central de este proceso es la sustitución del concepto patriarcal “patria potestad” por el de “responsabilidad parental”, cuyo alcance queda definido en el artículo 133:
La responsabilidad parental incluye el conjunto de facultades, deberes y derechos que corresponden a madres y padres para el cumplimiento de su función de asistencia, educación y cuidado de hijas e hijos menores de edad, que inciden sobre su ámbito personal y patrimonial. Estos son ejercitados siempre en beneficio del interés superior de la descendencia y de acuerdo con su capacidad, autonomía progresiva, el libre desarrollo de su personalidad y su grado de madurez.
Este enfoque se relaciona con lo previsto en el artículo 6, que dispone el derecho de niñas, niños y adolescentes a no ser separados de sus madres, padres y familia, lo cual se complementa con el artículo 7, referido al interés superior de las infancias.
La responsabilidad parental genera un intenso debate, debido a la creencia de que la autoridad parental se ve afectada, cuando en realidad el nuevo código favorece su reforzamiento, bajo principios que aseguran la prevención de la violencia sobre niñas y niños como supuesto método educativo.
Frases populares en Cuba como: “La letra con sangre entra” y “cómo no voy a poder dar ni una nalgada a mi hijo” demuestran la necesidad de poner límites a los modos de educar en familias, garantizando los principios del interés superior de niños y niñas, así como el de la autonomía progresiva de infantes y adolescentes.
Al regular la responsabilidad parental, el Código enfatiza en la necesidad de desarrollar crianzas positivas y participativas, no violentas.
Sin lugar a dudas, un cambio muy significativo es la inclusión, por primera vez en una norma legal cubana, de los derechos y deberes de cuidadoras y cuidadores, que trasciende al derecho de sucesiones, además.
Se define en el capítulo VII que, a los efectos de este Código, la persona considerada cuidadora familiar asume total o parcialmente la responsabilidad de la atención de otra u otras que forman parte de su familia y, por razones derivadas de la edad, la enfermedad o la situación de discapacidad, se encuentran en situación de dependencia para realizar actividades de la vida diaria y satisfacer sus necesidades materiales y emocionales.
Otro aspecto novedoso tiene que ver con las regulaciones, expuestas en el capítulo IX, destinadas a las personas adultas mayores y las personas en situación de discapacidad en el entorno sociofamiliar.
Desafíos ante desigualdades
El análisis de las brechas de género tomando como objeto el caso cubano en el campo de los cuidados conduce al planteamiento de que el desafío principal radica en avanzar hacia el desarrollo de un sistema nacional integrado de cuidados, inexistente en el país, desde un enfoque de género, de derechos e interseccional, que minimice la matriz de desigualdades sociales.
De acuerdo con visiones expertas en torno a los escenarios de políticas y desigualdades económicas en mujeres negras de Cuba, se constata en general, aunque en diferente proporción, que en todos los escenarios posibles las desigualdades se profundizarán o se reconfigurarán.
En específico, las desigualdades económicas –acceso al trabajo remunerado, condiciones de trabajo, ingresos, trabajo de cuidados– se profundizan en el escenario tendencial y negativo.
Para indagar al respecto, integrantes de la Red de Políticas Sociales de la Universidad de La Habana desarrollaron talleres con 51 mujeres negras y mulatas, en representación de los grupos en situación de vulnerabilidad, quienes estimaron aún insuficientes los beneficios para ellas respecto a las posibilidades de empleo, salario, seguridad social y nuevos espacios económicos en el contexto cubano actual.
En cuanto a la apertura de más instituciones para el apoyo al trabajo de cuidados, reconocieron su necesidad e importancia; sin embargo, señalaron que las ofertas del sector privado no resultan accesibles por sus altos precios.
Vinculado a lo anterior, debe reiterarse que la feminización de los cuidados es la principal brecha de género en el ámbito de los cuidados. Asimismo, debe considerarse que las nuevas demandas de cuidados crecen con la actualización del modelo económico social cubano en un contexto globalizador, con el replanteamiento de las relaciones Estado-familia.
Se suman la ampliación del sector estatal y el impacto del envejecimiento poblacional. Todo ello delinea desafíos de políticas públicas orientadas a los cuidados.
Cada vez más, las familias y la sociedad fijan su mirada en los cuidados, sin los cuales no es posible pensar en el desarrollo social sostenible de cara al año 2030, cuya agenda mundial pautada por la Organización de las Naciones Unidas insta a reconocerlos y valorarlos.
Particular significación reviste este tema en América Latina y el Caribe y el caso cubano no es una excepción. Como colofón, el diferenciado y elevado impacto de la covid-19 reafirma el papel de la perspectiva de género, a fin de pensar y actuar hacia políticas públicas renovadas.
Acompáñame, proyecto feminista de cuidados
Como parte de la reconfiguración del trabajo de cuidados durante la pandemia, el 13 de abril de 2020 surgió el servicio social preventivo de teleasistencia asistida y alternativa “Acompáñame”. La iniciativa feminista responde al Programa de Atención al Trabajo de Cuidados, diseñado por el Grupo de Estudios sobre Familia, del Centro de Investigaciones Psicológicas y Sociológicas (CIPS), perteneciente al proyecto “El trabajo de cuidados desde la perspectiva familiar y su atención por las políticas públicas”.
El servicio “Acompáñame” constituyó una demanda de la Casa de abuelos Celia Sánchez, ubicada en el Consejo Popular El Carmelo, del municipio Plaza de la Revolución, en La Habana, para apoyar a las personas mayores que viven solas o con débil apoyo social ante la declaración oficial del aislamiento físico interpersonal en el lugar.
Además de acompañar afectivamente a esas personas, el servicio contribuyó a canalizar sus inquietudes y problemas de índole social a las instituciones competentes, realizó acciones primarias de orientación psicológica, promovió adecuadamente las orientaciones oficiales ante la situación epidemiológica del país,
También fomentó un espacio enfocado en la salud física y psicológica, basado en la cultura del cuidado y el autocuidado, al tiempo que estimuló redes comunitarias de apoyo a las personas mayores, brindó información sobre el síndrome del cuidador, promocionó un estado de salud mental positivo, entre otras acciones.
Las personas atendidas fueron en su mayoría mujeres blancas, con una edad media de 78 años, ubicadas en los grupos etarios entre 60 y 79 años. De ellas, 16 asumían labores de cuidados (15 mujeres y 1 hombre), 18 recibían cuidados a largo plazo (13 mujeres y 5 hombres), mientras 56 vivían solas, prácticamente solas o eran cónyuges mayores (53 mujeres y 3 hombres).
La implementación de este servicio permitió demostrar la capacidad del proyecto para fortalecer las redes comunitarias, hasta ese momento dispersas. De igual forma, marcó un tránsito en el paradigma de cuidados a estas personas y propició el diálogo generacional a favor del bienestar subjetivo de cara a nuevas rutas en la transformación social del trabajo de cuidados. (2022)
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Nota:
La autora es Coordinadora general de la Cátedra de Estudios sobre Afrodescendencias Nelson Mandela y del Grupo de trabajo Afrodescendencias y propuestas contrahegemónicas del Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales (CLACSO).
Un comentario
Patricia Varona Perez
Excelente trabajo
Desde la EncueSTa Nacional de Salud. CUBA 2018-2020 también se exploró el trabajo no remunerado y se observaron brechas de genero q me gustaría compartir con usted.
Atenta a su respuesta fraternalmente