Las cuidadoras profesionales cubanas ante la covid-19
Este trabajo forma parte de la segunda edición de la serie Inspiradoras, un esfuerzo conjunto entre IPS Cuba y Oxfam sobre las mujeres cubanas durante la pandemia por la covid-19.
Atravesamos una situación verdaderamente tensa y preocupante a nivel internacional. El nuevo coronavirus se desplaza rápidamente y deja su huella en un sinnúmero de países. La actual circunstancia trae aparejada nuevas exigencias, dinámicas sociales y familiares, así como diferentes configuraciones en las actividades de la vida cotidiana, sobre todo de las mujeres. Ellas de manera silenciosa sostienen la vida y la hacen vivible aun cuando las tareas que se derivan de este rol se complejizan e intensifican en la pandemia por covid-19, donde los circuitos de cuidado entran en corte y con ellos, sus vidas. Las cubanas también encaran el nuevo escenario con fortalezas y debilidades, en especial las cuidadoras profesionales.
El concepto de circuitos de cuidado explica la presencia de cierta variedad de situaciones que una persona puede experimentar respecto al ejercicio del cuidado, a partir del significado o los significados que le atribuye en cada momento a este desempeño: ya sea como profesión, obligación o ayuda, de acuerdo con la clasificación de las autoras Nadya Araujo, Helena Sumiko y Kurumi Sugita. Esta propuesta permite entender las múltiples situaciones, interconexiones o desconexiones, y hasta conflictos que puedan existir ente los diversos espacios, modos y actores/actrices que se dedican al cuidado.
Esta herramienta teórica explica los sentidos que se le atribuyen a la acción de cuidar y su vínculo con la organización social de los cuidados, y permite al presente trabajo mostrarlos serios conflictos que experimentan cubanas por su activo papel en el circuito que contempla el cuidado como profesión. Ellas son mayoría entre quienes se dedican profesionalmente a los cuidados, y también protagonistas de los cuidados derivados de los vínculos familiares y redes informales de apoyo construidas a nivel local, con base en relaciones vecinales o de amistad.
El cuidado como profesión visto desde Cuba
El circuito del cuidado como profesión contempla una amplia variedad de situaciones de trabajo, que van desde las cuidadoras profesionales que son empleadas en instituciones estatales como hospitales, hogares de ancianos o círculos infantiles (guarderías), hasta quienes ejercen esta actividad por cuenta propia o en el mercado informal.
Aunque existe una relación directa entre el modo en que funcionan todos los circuitos y las regulaciones que desde el Estado se establecen, en el caso del cuidado como obligación dichas normas tienen una incidencia directa e inmediata en su configuración. No sólo porque de ello depende en buena medida las particularidades que adopta la oferta y la demanda de este servicio en el mercado de trabajo formal e informal; sino porque, para poder cuidar la vida de otros/as, ellas requieren muchas veces de los cuidados que despliegan actores/actrices de este mismo circuito o de los otros dos. Casi siempre, cuando varían las condiciones en que se desarrollan las labores de cuidado en forma de ayuda o por obligación, se tensionan las cuerdas que soportan la existencia y desempeño profesional de quienes ejercen esta labor como ocupación.
Quienes protagonizan las labores de cuidado en este primer circuito, pese a su “fuerte coraza”, presentan especial vulnerabilidad en tiempos de pandemia. Incluso cuando no cambian sus rutinas profesionales, muchas se encuentran ante las disyuntivas que se generan una vez que los circuitos de cuidado en los que participan o de los que se benefician entran en corte. Para poder entender mejor a qué tipo de circunstancias se hace alusión, se han identificado algunas situaciones en Cuba que explican la necesidad de repensar medidas o enfoques de las políticas que tributan a los cuidados hoy, desde una mirada transformadora y comprometida con la equidad social y de género:
Situación 1
Mujeres consideradas imprescindibles dentro del sector de la salud, que son jefas de hogar y están a cargo de descendientes pequeños/as y/o personas adultas mayores.
Según el Anuario Estadístico Cuba 2018, las mujeres son 68,8 por ciento del personal que labora en el sector de salud y asistencia social. También constituyen más de 55 por ciento de las brigadas médicas que han partido hacia otros países afectados por el coronavirus a prestar sus servicios como doctoras y enfermeras. En Cuba, ellas representan alrededor de 48,4 por ciento de las jefas de hogares en una población que experimenta un proceso de envejecimiento acelerado y donde la cantidad de personas por núcleo ha tendido a descender con el tiempo, por lo que aumentan la probabilidades de encontrar personas dependientes en estos hogares (sobre todo adultas mayores) al tiempo que se reducen las redes familiares de apoyo para su cuidado.
Ante la aparición de circunstancias como las actuales, no son pocos los conflictos éticos y afectivos que deben afrontarlas trabajadoras imprescindibles que tienen también a su cargo la jefatura de su hogar con múltiples dependencias. Ellas experimentan una fuerte disonancia, provocada entre otras causas por una brecha de género anclada a la división sexual del trabajo. ¿Cuidar a los míos o a otros?, ¿cuidar por amor, por obligación, por asignación o cuidar por un compromiso profesional?, son posibles preguntas de ellas. El solo hecho de tener que elegir entre dos alternativas que pueden resultar importantes y significativamente útiles social y personalmente, evidencia un nudo estructural en la organización social de los cuidados que marca el equilibro de ellas; ya que optar por cualquier alternativa cuando no existe la posibilidad de conciliar ambas responsabilidades genera un alto costo en su bienestar, no solamente psicológico sino también económico y material.
Situación 2
Profesionales del cuidado en el sector estatal (enfermeras o seños de círculos infantiles) que comparten equitativamente con sus parejas o familiares hombres el cuidado infantil.
Parte de este segmento hoy ve limitada esa distribución al interior de los hogares por el enfoque sexista que de manera explícita o sutil aparece en la política, en las garantías laborales y/o estrategias impulsadas para garantizar el bienestar, la educación y la protección de este grupo etario en las actuales circunstancias.
En el programa Mesa Redonda Informativa del 23 de marzo de 2020, se divulgó la medida de suspender entre el 24 de marzo y el 20 de abril las clases desde el nivel básico hasta el superior, exceptuando los círculos infantiles que seguirán funcionando. Una medida que se acompañó del establecimiento desde el pasado 30 de marzo de una programación televisiva especial donde metodólogos/as y profesores/as imparten orientaciones generales a los distintos niveles educativos. Estas nuevas medidas exigen no sólo que las personas adultas de cada núcleo apoyen y controlen en casa que se cumplan las tareas y se estudie, sino que dispongan de un tiempo para acompañar ese aprendizaje a la par que realizan las tareas de cuidado y domésticas (intensificadas por la necesaria desinfección de todo lo que entra o sale de casa) o se someten a las complejas dinámicas del teletrabajo en tiempos de pandemia.
En ese mismo espacio televisivo, se explicó que las madres al cuidado de los hijos que están en la enseñanza primaria y especial tendrían un tratamiento de protección particular como el establecido para los empleados estatales sin actividad laboral durante la pandemia, quienes el primer mes cobrarán el 100 por ciento de su salario y a partir del segundo solo 60 por ciento.
Si bien esta medida habla de un compromiso estatal con la protección de trabajadoras y trabajadoras, en la formulación de la misma se esconde un enfoque patriarcal que sigue concibiendo el cuidado como un asunto de mujeres. Esta manera de entender los cuidados y su organización a nivel macro y micro social, limita las posibilidades de participación de los hombres como progenitores; aun cuando esta podría ser una ocasión especial para potenciar debates hacia el interior de cada núcleo sobre la persona idónea según su desempeño y circunstancias para esta tarea o intencionar la participación responsable de ellos en el cuidado de familiares dependientes, no sólo como padres sino también como hijos, conyugues, yernos, etc. Concebir este permiso de una manera flexible, tributaría a deconstruir mitos muy presentes en nuestra sociedad, como los que estipulan que cuando se trata de cuidar a un niño las madres son mejores (51 por ciento) y más cariñosas (65 por ciento), según los resultados de la Encuesta Nacional sobre Igualdad de Género-2016.
Situación 3
Mujeres que se mantienen trabajando como cuidadoras a domicilio (con licencia o no).
Aunque de este grupo de trabajadoras no se ha hablado mucho por los medios de comunicación o en los escritos que sobre los cuidados en tiempos de pandemia se han producido desde el contexto cubano, se debe polemizar en torno a las disyuntivas y vulnerabilidades a las que se enfrentan. Por la peculiaridad de este tipo de trabajo, donde se establece un vínculo directo entre cuidadora y persona dependiente, estas mujeres se ven más expuestas que otras a padecer la enfermedad.
Aunque los datos que comparten las autoridades cubanas sobre personas contagiadas no suelen especificar el perfil profesional de las mismas, las trabajadoras domésticas y cuidadoras presentan una mayor exposición al contagio en nuestro contexto, donde las demandas de cuidado permanecen en algunas familias pues no se ha decretado la cuarentena total en el país.
Otros inconvenientes para este grupo de trabajadoras surgen asociados a que el servicio de cuidado a domicilio que ofertan precisa casi siempre de un desplazamiento con el consecuente contacto con el espacio público, lo que las convierte entonces en agentes de posible transmisión de la pandemia a familias que a diferencia de ellas pueden quedarse en casa. Este hecho ha incidido en que algunas hayan experimentado una reducción considerable de sus jornadas de trabajo y, por ende, de sus ingresos. A otras se les mantienen sus ingresos a cambio de que realicen las tareas que estas familias evitan para no exponerse, como compras de productos de primera necesidad.
Situación 4
Cuidadoras remuneradas despedidas a causa de la pandemia.
El llamado al distanciamiento social representa una circunstancia de preocupación especial para algunas mujeres, que dedicadas al cuidado de la vida en el sector informal han quedado sin empleo y por tanto sin ingresos, prestaciones o protecciones. Vale señalar que según investigaciones realizadas en el país, muchas mujeres se acogen a este régimen de trabajo debido a la flexibilidad horaria que le otorga para ocuparse del cuidado de familiares dependientes (Romero, 2010); de ahí que este despido en las actuales circunstancias provoque serias afectaciones económicas para ellas y sus familias, en los que casi nunca existe un capital de reserva para sortear una crisis económica recrudecida por la emergencia sanitaria.
Sería inconsecuente aspirar a que se mantengan realizando su trabajo como si nada pasara o se les explote a partir de trabajos no pactados que las destinan a un mayor riesgo epidemiológico; pero si aspirar a que desde las familias empleadoras se creen estrategias de apoyo, que sin denigrar su condición humana o de trabajadoras, les ofrezcan cierta ayuda hasta que esta situación finalice. Este tipo de acciones requieren de una conciencia sobre la desigualdad que ellas padecen, pero también de un compromiso ético y de respeto con el cuidado de la vida y con quienes cuidan de ella.
Concluyendo…
Son estas cuestiones las que atraviesan los cuerpos, las mentes y las existencias de las mujeres en tiempos de coronavirus, dejando una huella imperceptible que afecta silenciosamente su salud y bienestar en el marco de unos “circuitos de cuidado” que cuando se cruzan, casi siempre entran en corte. Algunas mujeres logran sortear las barreras de desigualdad social y de género que provocan dichos cortes, a partir de planes, políticas específicas, proyectos por la labor de redes de apoyo (formales o informales).
Algunas cifras sobre mujeres cubanas y resiliencia La Redacción IPS Cuba comparte cuatro infografías donde se muestran en datos aportes de las mujeres cubanas y se dejan entrever brechas, de acuerdo con las escasas cifras disponibles. Vea también Cuba: Historias de mujeres inspiradoras |
Sin embargo, no todas corren con la misma suerte. Aunque las situaciones expuestas parezcan casos aislados, son circunstancias reales que ejemplifican el modo en que cuando estos circuitos de cuidado protagonizados por mujeres cubanas se conectan de forma abrupta, colapsan las dinámicas cotidianas de ellas aun cuando permanecen en la primera fila respondiendo al llamado del Estado, del mercado, sus familias y la humanidad.
Estas situaciones y características del circuito analizado, conducen a un debate que busca identificar, resignificar, revalorizar, relacionar y complejizar sus múltiples realidades, en conexión con el rol o los roles que desempeñan las cubanas que cuidan la vida. Considerar estas circunstancias es dar el primer paso para que esos circuitos se contemplen y articulen de la mejor manera, pues cuando se piensan como sistema y desde la perspectiva de género, se puede potenciar una mayor corresponsabilidad, el autocuidado de las cuidadoras profesionales y el respeto y protección de sus derechos.
Para ello, se deben develar y eliminar las barreras que impone la división sexual del trabajo. El patriarcado y el machismo son las denominaciones de otras pandemias que intensifican la negativa incidencia de este virus en nuestras sociedades, aunque lamentablemente no se le teme y no se registra como el nuevo coronavirus. Ambos problemas siguen afectándonos como mujeres, como humanas, aun cuando no todas los vivimos de igual manera.
En Cuba se ha instalado la hermosa práctica de aplaudir a las 9:00 pm al personal de salud que labora de manera incansable por sostener la vida. Desde que se convocó por las redes sociales, ese aplauso resuena en el país y al menos desde lo simbólico, constituye un cambio significativo en la percepción social y reconocimiento de esa responsabilidad. Con esta práctica, se resalta la importancia de doctores y doctoras, quienes trabajan en los laboratorios, quienes realizan tareas de cuidado indirecto como preparar los alimentos o encargarse de la limpieza, pero también de enfermeras y enfermeros, que son profesionales dentro del circuito abordado. El protagonismo de las mujeres en este ejército de batas blancas es evidente.
Sin embargo, que el aplauso de las 9:00 pm sea hacia afuera explica la manera en que algunas profesiones que tributan al cuidado se valorizan más ante épocas de crisis o cuando la solución a esta es externa al hogar. Y eso está bien, muestra un paso de avance en ese sentido. Pero cuando las personas se paran en sus balcones o puertas y sus palmas retumban, dan la espalda a todo lo que queda atrás, a esa labor que de forma cotidiana sostiene su propia vida y la hace vivible, esa labor entrañable que también de manera silenciosa garantiza incluso el aplauso de cada noche y forma parte del segundo circuito, el que contempla al cuidado como obligación y del cual en última instancia, depende también el equilibrio de este primer circuito. (2020)
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Bibliografía
Romero, Magela (2010). Mujeres y trabajo doméstico no remunerado. Una reflexión latente en la Sociología del Trabajo Contemporánea”, Tesis de Maestría en Sociología, Departamento de Sociología, Universidad de la Habana.
2 comentarios
Alisa
Sin embargo, se requieren publicaciones sobre las cuidadoras no profesionales, aquellas que renuncian a todo por cuidar padres y madres, a cambio de nada. De esas que no repara la política social hay que ocuparse y cuya vulnerabilidad aumenta en el contexto de la covid-19.
Oliver Bamba Trespidi
Hola ipscuba.net,
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Lo que estás a punto de leer no es algo que conozca todo el mundo…
Probablemente ni siquiera creas que existe… pero FUNCIONA EN EL 2020.
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Un saludo,
Oliver Bamba Trespidi
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