Dialogicidad social en Cuba
Análisis sobre la necesidad de construcción de consensos y alternativas de solución a problemas diversos de la nación caribeña.
La realidad del deterioro acumulado de diferentes áreas de la industria (energética, azucarera, agropecuaria, alimentaria, constructiva, entre otros.) y la carencia de recursos económicos constituyen las causas de una situación social desfavorable en Cuba, que genera un clima sociopolítico complicado y expresiones de malestar social.
Eventos de las prácticas sociales y posicionamientos diversos, afinidades y distanciamientos de los grupos sociales tienen que ver hoy con el empeoramiento de la vida cotidiana en su vinculación con los procesos políticos, económicos y sociales del país e internacionales.
Esta situación crítica genera subjetividades y prácticas cotidianas emergentes no vistas antes, con un alto grado de problematicidad. Además, en sus menores incidencias, son alimentadas desde la oposición en el exterior.
La sociedad cubana –quizás como otras– se hace cada vez más diversa. Con el decursar del tiempo, las experiencias y vivencias generacionales y de otras características sociodemográficas divergen.
La sociedad cubana –quizás como otras– se hace cada vez más diversa. Con el decursar del tiempo, las experiencias y vivencias generacionales y de otras características sociodemográficas divergen.»
Aunque los modos de vida de segmentos poblacionales son históricamente distintos, desde lo socioeconómico, cultural, religioso o ideológico, el significado identitario nacional del hecho revolucionario de 1959 –que demarcó contradicciones socio-clasistas del momento, con distanciamientos insuperables, en medio del conflicto, abrió vías de consenso social con una permanencia y sentimiento de esperanza relativos.
Décadas después, acontecimientos externos como el bloqueo norteamericano y el fin del llamado bloque socialista y del apoyo socioeconómico soviético a la nación caribeña, la mantienen en una crisis progresiva de grandes proporciones, ante la cual las concepciones y políticas cubanas no se sobreponen lo suficiente y derivan en el crítico momento actual.
Problemáticas
El panorama de la isla dista de ser halagüeño con la retracción del turismo, los desastres naturales y tecnológicos sufridos –los últimos: la pandemia de la covid y el huracán Ian, las averías constantes del envejecido sistema energético y de la industria azucarera.
Las relaciones de propiedad y los modos de operación no legales emergentes presentan nuevas situaciones de diversidad social. Las formas de propiedad y gestión diversas, las normativas jurídicas, los modos de informalidad laboral y las prácticas socioeconómicas de todo tipo crean situaciones dilemáticas respecto a equidad de ingresos, accesos a empleos, participación en el proceso laboral o condiciones de trabajo y de vida.
El incentivo de la ganancia individual de las formas de propiedad privada no resulta suficientemente compensado con formas de responsabilidad social, extendidas solo a algunos sectores de emprendedores, cooperativas y empresas estatales, en parte, por el esfuerzo de ciertas instituciones estatales y no estatales.
Unido a ello, la extensión de fenómenos de corrupción y de vías de ingreso no legales crean un clima de ambición individualista o sentido de holgada sobrevivencia ilegal, impropios de una sociedad solidaria.
Vale la pena referir aquí postulados de la ética humanista y emancipatoria, que abogan por un balance adecuado individual-social entre los conceptos del ser y el tener, lo que implica el reconocimiento de la autorrealización personal y la búsqueda del progreso económico, en equilibrio con la posición solidaria y equitativa hacia los otros, más allá de posiciones consumistas y egoístas.
Por otra parte, ante la escasez de recursos, la relativa desatención de las políticas públicas de zonas poblacionales en condiciones de vulnerabilidad durante una época, reproducen modos de vida asociales –propios de la cultura de la pobreza-, en los que se genera delictividad, ilegalidades y violencia social, entre otros efectos.
Desde el segundo semestre de 2021, el Estado intenta paliar los efectos de las condiciones de vulnerabilidad en algunos barrios, con aportes constructivos y de asistencia social más pronunciados. No obstante, la situación de relativa pobreza se reproduce ante la insuficiencia de recursos y estrategias integrales que abarquen ámbitos socioeconómicos y culturales, entre otros, relativamente inerciales.
Contradicciones
Algunas expresiones de insatisfacción y malestar social provienen de situaciones socioeconómicas, culturales, históricas o están basadas en la naturaleza y procedencia de diversas fuentes de ingreso familiar o coyuntural.
Requerirían de una aproximación extralaboral, de carácter político-social, que articule principios solidarios básicos aplicables a todas las formas de gestión y propiedad, así como a la disponibilidad de recursos de desarrollo integral con un beneficio social por ahora inalcanzables.
El proceso inflacionario actual se deriva de la crisis socioeconómica del país, las imprevisiones de impactos negativos de algunos postulados de la Tarea Ordenamiento –proceso de unificación monetaria iniciado en enero del 2021– y el estado de desabastecimiento crónico de los mercados de artículos de consumo cotidiano.
Se generan, así, vías alternativas de compensación de ingresos en sectores poblacionales. Muchos optan por la reventa de productos, con la complicidad de múltiples actores económicos, situación bastante extendida que genera formas disfuncionales de la conciencia social.
Esto se da en un marco contradictorio, donde medidas de política económica tienden a crear sinergias positivas, aun en su incompletitud, como la conformación de entramados productivos o cadenas de valor multiactorales, ciertas fórmulas de redistribución de ganancias y de autonomía empresarial.
Se suma la integración de emprendimientos privados y cooperativos a estrategias de desarrollo local y comunitario en el marco de la proyectada autonomía municipal.
En la comprensión y el consenso sobre el balance adecuado y justo entre flexibilidad, articulación y regulación de las políticas económicas y sociales puede radicar el éxito posible. Sin embargo, permanecen muchas limitaciones de orden normativo-jurídico-económico.
El desafío de las relaciones sociales
De ahí parte un desafío: ¿Cómo generar relaciones sociales solidarias y emancipadoras, a partir de la multiactoralidad socioeconómica necesaria, que incluye relaciones precapitalistas, capitalistas, deformaciones socioculturales e imperfecciones en políticas públicas?
La dimensión política, que transversaliza todos los campos de acción social e implica la elaboración de conceptos básicos y prácticas, es un ámbito caracterizado en la actualidad por diferencias entre posiciones resistentes y renovadoras en la sociedad. Esto se visualiza como un freno del desarrollo de opciones constructivas e innovadoras socialistas.
La superación de esa tendencia inercial implicaría la ampliación de las conectividades entre las formas de propiedad y gestión en la esfera socioeconómica, la reducción de condiciones de vulnerabilidad social, para crear nuevas oportunidades laborales y de vida.
Además, abarcaría la inducción de emprendimientos solidarios de desarrollo local por parte de actores sociales e institucionales, una mayor participación ciudadana en las decisiones claves que generen subjetividades emancipatorias basadas en principios de equidad y justicia social, entre otras.
En este sentido, será conveniente profundizar en la configuración del poder social, los procesos decisionales y las lógicas de operación de las organizaciones, con vistas a lograr alternativas de mayor cualidad liberadora. Ello demandaría nuevas maneras de gerenciar la construcción de consensos, con espacios y herramientas que posibiliten los encuentros y la aportación conjunta de población y “decisores”.
Soluciones a problemas diversos
Las dinámicas de los procesos sociales se caracterizan por la emergencia de situaciones inesperadas, más allá de los programas y planes elaborados con sentido estratégico. Los procesos de incertidumbre que aparecen en el espacio de la vida real precisan la elaboración de diversos escenarios probables e improbables, en medio de procesos contradictorios.
La realidad no es lineal ni puede estar sujeta a principios inflexibles o inamovibles. Se realiza a través de procesos contradictorios e inesperados. El principio dialéctico de la contradicción –desde la realidad concreta– fue expuesto por Carlos Marx (1818 -1883) como el fundamento y motor del desarrollo.
A eso apunta el principio dialógico de la perspectiva de la complejidad. La “dialogicidad o complementariedad posible” entre procesos opuestos, que permite ciertas formas de convivencia adaptativa al modelo deseable, constituye uno de los pilares a tener en cuenta en la proyección de las políticas.
No se puede generar entendimiento y construcción de realidades sociales desde una sola perspectiva. El principio de unidad en la diversidad social debe basarse en el acercamiento de contrarios (unidad y lucha de contrarios), a través de las tramas de posicionamientos y las visiones de la realidad proyectada hacia metas de solidaridad y emancipación.
Entendida como dialéctica de la contradicción, la dialogicidad también se expresa en el nivel de la construcción de subjetividades sociales como el sustento de un diálogo auténtico y desarrollador.
Todo diálogo es un proceso de comunicación que implica cierta interacción entre dos o más personas y entre grupos sociales. En ella puede existir un intercambio de significados, un propósito común, temas específicos o no.
Se debe distinguir entre el diálogo casuístico sin fines propios, como ocurre en la interacción interpersonal espontánea y azarosa, y el diálogo auténtico, encaminado a abordar cuestiones con un propósito de búsqueda de significaciones, nuevas aristas, soluciones alternativas a realidades dilemáticas, etc.
El reconocimiento respetuoso del otro debe constituir, al mismo tiempo, fundamento, condición y resultado del diálogo.»
Paulo Freire
Como plantea Paulo Freire (1921-1997), el intercambio que se produce en el diálogo no debe ser un mero ejercicio intelectual, sin trascendencia más allá del momento dialógico; por el contrario, desde el compromiso, debe conducir a la transformación individual, grupal y social.
El pedagogo y filósofo brasileño aseguraba que el reconocimiento respetuoso del otro debe constituir, al mismo tiempo, fundamento, condición y resultado del diálogo. Caracterizó el diálogo auténtico como un intercambio comunicativo crítico-reflexivo-constructor de conocimiento y autorreconocimiento de uno mismo y de los otros; además, impregnado de un sentido ético y transformador.
Modelo deseable de diálogo
Las precisiones anteriores delimitan el tipo de diálogo al que se puede aspirar ante las urgencias de integración e iniciativas que demandan las realidades sociales cubanas. No obstante, sería ingenuo excluir momentos en los que se comparten puntos de vista, argumentos y posiciones, pero que también pueden llegar a producir confrontaciones. En síntesis, en el diálogo se expresa un interjuego dialéctico consenso-disenso.
Cualquier proceso deliberativo-expresivo-propositivo (por tanto, dialógico, también en otro sentido comunicacional) debe tener en cuenta esas condiciones de productividad grupal, desde la diversidad de posiciones, ideas, encuentros y desencuentros, para avanzar hacia síntesis complejas en las que se reconstruya la realidad temática con el aporte de la diferencia y no con su exclusión.
Claro, esto opera dentro de determinados principios-límites valorativos, más acá de extremismos o posiciones irracionales desprovistas de sentido humanista.
La “dialogicidad o complementariedad posible” entre procesos divergentes permite ciertas formas de convivencia adaptativa al modelo deseable, por ejemplo, la constitución de alianzas y formas representativas entre el sector público y el privado en la economía, con apertura de sus potencialidades dentro de un marco regulatorio-valorativo de solidaridad social para la contribución al desarrollo local.
Entre otras características de los procesos de la complejidad social, se presentan situaciones inesperadas o interconectadas, autoorganizadas, que necesitan su interpretación en el alcance posible de los procesos participativos en la gestión de las políticas públicas.
Visión del desarrollo local
En la integración compleja de la realidad social resulta relevante considerar las interrelaciones organizacionales y subjetivas multiactorales: una visión del desarrollo local que trascienda el espacio físico u organizacional de la gestión pública local y considere sus configuraciones de sentido.
Como método social constructivo, la concertación no elimina la diversidad de puntos de vista, pero genera ejes centrales de acción conjunta, que pueden ser enriquecidos desde las iniciativas individuales, privadas, estatales, cooperativas y, en general, desde la ciudadanía en las instancias sociales.
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Ello requiere que la dirección del país y la ciudadanía participativa tengan una visión proyectiva más anticipadora de circunstancias problemáticas, en vez de reactiva, ante hechos consumados y no bien atendidos, cuyos impactos pueden ser desorganizadores de la realidad y la conciencia social.
Ante la perspectiva posible de limitaciones de recursos, bloqueos económicos, crisis mundiales, entre otros conflictos, resultaría beneficioso acortar trechos e imaginar opciones dúctiles que, a veces, incluirían reconsideraciones de principios estáticos.
Por ejemplo, ante el actual desabastecimiento, el Estado propone la apertura del comercio interior a modalidades de inversión extranjera, algo que podría funcionar o no en las condiciones de crisis económico-social del país, pero que debió ser prevista en otras situaciones, en mejores momentos o “zonas de comodidad” económica.
Asimismo, la previsión anticipada del deterioro actual de los sectores industriales energético, azucarero, pesquero y otros renglones pudo tener una oportunidad de desarrollo en épocas anteriores, de haberse flexibilizado la idea programática de que los sectores claves de la economía deberían ser propiedad exclusiva del Estado y no compartidos como propiedad mixta o en otras variantes.
De hecho, algunas excepciones ocurrieron en la industria minera y del gas, con la aportación de capital extranjero, pero no se extendió su aplicación a otros sectores claves.
Más empoderamiento social
El postulado del comercio exterior monopolizado por el Estado podría tener otras soluciones –con regulaciones concertadas–, como la posibilidad de mipymes y cooperativas de importar sin limitaciones, con recursos propios o gestionados por ellos, no sometidos a las limitaciones del bloqueo norteamericano.
Esto sería un paso en la aplicación del principio de autoorganización de la perspectiva de la complejidad, que podría mitigar la crisis económica actual, con el correspondiente rol del Estado como regulador del proceso operacional, de beneficios impositivos y de observancia a la no concentración del capital, etc.
De igual manera, en la situación actual se pronuncian economistas y otros profesionales sobre la priorización de la industria hotelera en condiciones de un turismo lentamente recuperable en las ciudades, en desmedro de la utilización de sus recursos en otros sectores deficitarios.
La actual etapa de crisis económica y social puede ser la oportunidad de activar vías de consenso social, a través de concertaciones multiactorales para la creación de alianzas público-privadas-colectivas que profundicen las sinergias socioeconómicas del desarrollo territorial y nacional.
Esto crearía la posibilidad de impulsar la organización de mecanismos de aglutinamiento de los diversos sectores económicos bajo el coauspicio estatal-privado-colectivo, así como la generación de nuevos mecanismos de participación social en las decisiones.
El ejercicio de una comunicación y relaciones sociales transparentes del poder desde todas sus instancias, que propicie la eficacia de instrumentos de control popular a todos los niveles de la sociedad, potenciaría la acción mancomunada de los diversos actores sociales con sus peculiaridades y necesidades.
Esa forma de cooperación participativa y solidaria generaría empoderamiento social y condiciones de vida de progreso hacia un socialismo desarrollador. (2022)
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