Proyecto sociocultural cubano amplía acciones de asistencia social

El proyecto Quisicuaba acoge a personas con vulnerabilidades sociales en campamento en San Antonio de los Baños, Artemisa

El proyecto de asistencia social de Quisicuaba comprende acciones culturales y sociales y tiene sinergias con iniciativas sobre empoderamiento femenino, la inclusión y la violencia hacia las mujeres.

Foto: Archivo IPS Cuba

La Habana, 21 sep.- Con muchos años trabajando con poblaciones vulnerables y habitantes de calle e iniciativas culturales y sociales diversos en la barriada de Centro Habana, el proyecto Quisicuaba extiende su labor hacia el municipio San Antonio de los Baños, en Artemisa, con su Centro de Vida Asistida.

En una edificación que fue una escuela en el campo, a unos 40 kilómetros de la capital cubana, funciona hoy el campamento Quisicuaba, cuyo fin es acoger a personas sin hogar y con vulnerabilidades sociales, así como otras que necesiten este tipo de protección.

El campamento, con unas 18 hectáreas de tierra, de ellas, cuatro en explotación y el resto en diferentes fases de preparación de suelos, forma parte de los 30 proyectos del amplio programa de asistencia social que desarrolla hace varios años la institución religiosa Quisicuaba.

Según se anunció, el Centro de Vida Asistida Quisicuaba recibirá a más de un centenar de personas sin hogar, a quienes tras estudios se les elaboró un perfil personal para su adecuado tratamiento.

Esa es la más reciente de las acciones de la agrupación surgida en 1939 y que dirige el doctor Enrique Alemán, quien heredó la misión de sus antecesores. Sin embargo, el trabajo social es amplio en temas y grupos de personas atendidas, además de generar empleo.

Labor social de Quisicuaba

De acuerdo con Alemán, jefe del área de bienestar de la institución religiosa, el trabajo social, específicamente el comedor, se remonta a más de 20 años brindando almuerzo gratuito quienes lo necesiten, sin distinción de credo, raza, sexo o condición.

Beneficia a personas dependientes del alcohol o las drogas, otras con VIH o sin amparo familiar, a madres solteras, reclusos y a quienes, en ocasiones, “nadie quiere atender, nadie quiere tratar y nosotros le damos un remanso de paz, un poco de amor, además de brindarles algo de comer”.

En tiempos de pandemia, de conjunto con la Dirección de Trabajo y Seguridad Social del municipio Centro Habana, se organizó el sistema de bicitaxis para llevar almuerzo gratuito a las casas de personas ancianas solas, con alguna discapacidad, en sillas de ruedas, entre otras.

Hoy, ese servicio se realiza con una docena de bicitaxis y unos 28 trabajadores sociales, la brigada ASD: asistencia social a domicilio.

Quienes se incorporaron a la ASD, apuntó Alemán, recibieron pequeños cursos “para que comprendieran dónde estaban, quiénes somos y hacia dónde íbamos y también cómo hacer un correcto trabajo social”.

La cifra inicial de 1500 personas que reciben almuerzos –con sus momentos complejos por la disponibilidad de insumos– se acerca ahora a los 4000 comensales.

Ante ese incremento, el proyecto propuso crear un campamento agropecuario y el Centro de Vida Asistida, donde cada quien, en dependencia de sus capacidades, puede cumplir una función productiva y ayudar a sostener el comedor social.

Hoy se cosechan mayormente frutas, hortalizas y vegetales. “Esperamos que se vayan incrementando las producciones”, dijo.

Atención a domicilio

Con dos años trabajando como trabajadora social en Quisicuaba, Vivian Miclín tiene una rutina: a la hora de llevar los alimentos a las personas que atiende, les pregunta por la su estado de salud, por la familia –si es que la tienen–, si necesitan que les traiga los medicamentos, les cobren la pensión o les busquen algunos productos.

“Atiendo 52 casos, hombres, mujeres, abuelitos, personas con discapacidad, niños con síndrome de Down, de todo, aquí en el barrio Los Sitios”, dijo Miclín, quien trabajaba en la radio hasta la pandemia y, con el cierre de muchas actividades laborales, se incorporó al trabajo social.

Según comentó: “En este trabajo hay que tener amor, cariño y paciencia. A veces, hasta hay que salir corriendo con alguien para el hospital. Me pasó con un abuelito, no dejo de atenderlo y sigo con él hasta el final”.

Laidell Despaigne, de 40 años, es trabajador por cuenta propia, maneja un bicitaxi y entró al proyecto también en tiempos de covid.

“Cuando todo se paralizó, fui a buscar empleo, tenía un niño de tres meses y necesitaba trabajar. Al terminar la covid, el doctor Alemán nos incitó a seguir con esta linda labor, la cual amo mucho. Todo el mundo tiene problemas, pero hay personas que tienen más que uno mismo y, ayudándolas, estamos resolviendo los de nosotros”, dijo.

Sonia González, de 58 años, llegó también con la covid y valora la utilidad de su trabajo: “Llevarles el almuerzo y la comida da también la posibilidad de acompañar a quien se siente solo y necesita que alguien lo mueva en la cama o les cargue un cubo de agua. (2023)

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