Sociedad civil en Cuba: ¿Un problema de geometría? (Parte II)
En ocasión de la entrega del Premio Latinoamericano y Caribeño de Ciencias Sociales a Aurelio Alonso, IPS Cuba rescata esta entrevista al sociólogo cubano publicada en diciembre de 2008.

El debate sobre el quinquenio gris trascendió el espacio electrónico con un ciclo de debates promovido por el Centro Teórico Cultural Criterios, con la participación de importantes intelectuales y públicos diversos.
Foto: Archivo IPS-Cuba
La primera entrega de esta entrevista al sociólogo cubano Aurelio Alonso sobre la sociedad civil en Cuba cierra con una reflexión sobre la inclusión de todas las tendencias y cómo “la realidad del otro está ahí, tenga él o no razón, sea éticamente reconocible o censurable”.
A partir de esta idea, Alonso profundiza en esta segunda parte en conceptos como participación, democracia, autoritarismo y poder popular.
PURO ORNAMENTO
¿Basta con que a dicha población se le abran esos espacios?
Que se les haya abierto es un signo importante; pero falta que sean cosa diaria, se reproduzcan y les sirvan a las esferas de dirección para nutrirse, generar cambios, y convertirlos en cantera de donde extraer “piedras vivas”. Habría que pensar cómo invitar o sumar a los círculos de gobierno o acción, a críticos que —desde diferentes espacios— producen análisis sensatos; habría que superar la desconfianza que late en las arterias del sistema. A mí me gustaría saber, por ejemplo, que algún día –no lejano– trabajen cristianos y santeros en los órganos que atienden, desde la esfera política, los asuntos religiosos, porque pienso que la mirada de los creyentes es clave para hacer frente a las cuestiones que maneja este sector.
¿Cómo, si no, hablar de participación?
El debate en torno a la sociedad civil está ligado a la idea de una democracia de nuevo tipo, distinta, legítima, efectiva, en la que de verdad el pueblo participe, y que aún no se ha conseguido».
Las democracias de clase siempre son cerradas; los griegos tuvieron una democracia, participativa y representativa, envidiable para los sistemas de matriz liberal, casi perfecta, mas solo para el cinco por ciento de la sociedad. El otro 95 por ciento lo definía la esclavitud y las mujeresporque era machista. Incluso, en la Iglesia católica observamos una democracia cerrada: cuando se reúne el Cónclave para elegir a un Papa nuevo, solo los cardenales pueden votar; aunque cualquier católico puede, en teoría, ser designado por elección, los candidatos son seleccionados de forma invariable entre los cardenales. E igualmente en todas las estructuras eclesiásticas que admiten la deliberación.
Democracia y autoritarismo, ¿son antípodas?
Ahí encontramos otra perversión del lenguaje político contemporáneo. Está más que probado, en la práctica, que no lo han sido: hay mucho autoritarismo dentro de las democracias, y rasgos democráticos indelebles en regímenes calificados de autoritarios o “totalitarios”: el régimen democrático liberal estadounidense, presidencialista, es bien autoritario, pues el presidente está investido de enormes facultades de poder. Es casi un rey por cuatro años, y por cuatro más si lo reeligen; dentro del esquema liberal, la democracia parlamentaria quizás sea como norma general menos autoritaria, pero tampoco deja de serlo. A fin de cuentas, lo interesante es notar que permiten un grado mayor de autoritarismo los regímenes presidencialistas de corte estadounidense que una monarquía en la cual el monarca es casi ornamento.
ESTAMPA DE YESO
¿Tiene clara la idea de cambio a la hora de hablar de la sociedad civil cubana contemporánea?
¿A qué llamaríamos y cuáles serían los cambios? Para mí lo importante no es que haya más o menos ONGs, con menor o mayor autonomía, y no es que ese dato no valga la pena, pero creo que es totalmente coyuntural, del todo irrelevante en relación con el “gran panorama”. Tal vez el cambio más importante en los últimos años, en el seno de nuestra sociedad civil, haya sido el abierto por la polémica de 2007. Como sabemos, Luis Pavón, presidente durante un lustro estéril del Consejo Nacional de Cultura, apareció en enero de 2007, en una emisión del programa “Impronta”, de la Televisión Cubana, lo cual desencadenó una ola de protesta espontánea por parte de un grupo de nuestros más importantes escritores y artistas. La protesta se convirtió en el detonador, se produjo una reacción en cadena. Las autoridades gubernamentales, civiles y políticas, en lugar de buscar mecanismos represivos, duros o blandos, o fórmulas paternalistas para salir del asunto, abrieron el espacio de debate, le dieron una connotación, asumieron su valor, y permitieron que este continuara.
¿No cree que el debate pudo cosechar mejores frutos?
Algunos exigieron que se hiciera esto y esto otro, y se cambiara a este o aquel funcionario: ahí podríamos hallarnos ante otro simplismo. El proceso contra el culto a la personalidad, por ejemplo, promovido por el XX Congreso del PCUS, resultó un fraude: las deformaciones que le introdujo Stalin al socialismo no había que tratarlas a partir de sus proyecciones psicológicas. La cuestión era tratar, en sí mismas, las orientaciones que condujeron al socialismo a articular una institucionalidad política, un manejo del proceso social, que desvirtuaba las posibilidades de los soviets para asumir la democracia que había ingeniado el bolchevismo en sus inicios. Es verdad que Stalin es culpable de crueldades, pero, sobre todo, es culpable de haber deformado el socialismo, impedido la democracia y adocenado la teorización. La idea de los soviets surgió de la toma espontánea de las fábricas, y de la demostración de que los obreros, constituidos en consejos, podían administrarlas tan bien como los patrones; solo que luego el Partido se convirtió en un poder absoluto y, los soviets, en una estampa de yeso, con escasa o ninguna facultad para tomar decisiones. Por cierto, sobre nuestro Poder Popular no es la misma cosa, pero tampoco está exento de esos peligros si no se implementa una dinámica de cambios.
POR QUÉ VOTAR
En relación con el Poder Popular, ¿es de los que creen en el cambio?
Ya lo creo. Solo que es un cambio difícil: no se da en un día, ni de una asamblea a otra; se trata de un cambio de conciencia; es algo que nadie se ha atrevido a hacer ni ha hecho. Es de las cosas que nuestro país tiene que seguir implementando bajo “estado de sitio”, circunstancia que no podemos olvidar. No obstante, hay que buscar nuevas fórmulas, y en esto reside la importancia de la polémica de 2007, en que supone la existencia de una ola de reflexión y posibilidad para asumir posturas, emitir juicios críticos y proponer soluciones de corte socialista. La polémica hizo que la sociedad civil cubana actual adquiriese mayor conciencia de sí y alcanzara más protagonismo. Otra cosa será que se le acepte o aproveche: ¿es que el sistema político cubano está en disposición de asimilarlo?, esa es una manera de plantear el asunto. Hay otra: ¿es que el sistema político puede incorporar de golpe reclamos de esa magnitud, o tendrá que ir cambiando poco a poco, con el aporte de una participación deliberativa, cada vez más hondo?
Usted ha dicho que nuestro Poder Popular tendrá que cambiar. La reforma constitucional de Venezuela, no sancionada a fines de 2007, estipulaba, entre sus 80 artículos, que las comunas serían las células del territorio, y estarían conformadas por las comunidades, núcleo territorial básico e indivisible del Estado socialista venezolano. Por poco se legislaría la Ley Orgánica del Poder Popular…
El plebiscito de diciembre de 2007 en Venezuela puede haber tenido varios inconvenientes. Quizás fue precipitado; o no debió ser tan ambicioso. Problemas de contenido y de “timing”. El dispositivo reformador se tornó complejo, pues el arco de las cuestiones a reformar se hacía muy amplio. Tal vez solo debió abarcar las reformas que en ese momento se considerarían sustantivas; cada reforma propuesta podría tener un sector objetante entre la población, y el hecho de que fuesen 70 u 80 los artículos reformados aumentaba, en potencia, el número de opositores. Por otra parte, el referendo debió ser precedido por un proceso de educación popular más profundo; el pueblo venezolano debía saber muy bien por qué votar. ¡Fue la sociedad civil quien reprobó el proyecto!
DESVENTURAS CIVILES
El artículo 47 de la reforma mudaba el 230 de la Carta Magna: el período presidencial sería de siete años y el presidente podría ser reelegido. ¿Es que la sociedad civil venezolana estaba en disposición de asimilarlo o lista para aceptarlo?
Mira, tomando en cuenta que todo lo que te digo es muy personal, como opinión, te diría ahora que yo creo que si el único punto del referendo hubiera sido instituir la posibilidad de reelección sine die del presidente, tal vez sí, tal vez se hubiera aprobado. Ningún electorado está obligado a sancionar la reelección, pero también es cierto que, para una época de auge de la izquierda, esta era una propuesta racional; en tales circunstancias cualquiera pensaría, “si el presidente tiene limitado su mandato, corremos el riesgo de que cuando lo termine, se nos acabe la justicia social”; en efecto, al limitar el tiempo presidencial, se le está restringiendo a la ciudadanía la garantía de que continuará disfrutando de los logros. Ahora, eso hay que hacerlo comprender; uno, porque desde la perspectiva democrática, el mérito de la alternancia está en darle esperanzas a la población de que un mandato ineficiente no tiene que ser eterno; y dos porque, en el imaginario político popular, dicho mérito se ha potenciado al máximo en los últimos años. Es lo que le ha servido a la izquierda para llevar al poder a Hugo Chávez en Venezuela, a Evo Morales en Bolivia y a otros líderes en otros países, con propuestas políticas en sintonía con las necesidades de sus pueblos. Pero hay que hacer avanzar la conciencia, porque si se deja a la espontaneidad, este imaginario puede suscitar otra reflexión popular, no menos sensata: “¿cómo es posible que ahora me vengan a decir que eliminar la alternancia es algo positivo, si gracias a ella senté yo a Rafael Correa en la silla presidencial de Ecuador, a Fernando Lugo en la de Paraguay, y haría otro tanto, si volviese a postularse, con Ollanta Humala, el dirigente del Partido Nacionalista Peruano?” Te aclaro, más allá de lo estratégico y de las coyunturas, de lo que estamos hablando es de la interacción de la sociedad civil con la institucionalidad política.
Ahora veamos lo que escribe Armando Chaguaceda en “La ley y el desorden: lecturas de la suciedad (in) civil” (Alma Mater, octubre de 2008): “Ómnibus torpemente graffiteados, cabinas telefónicas canibaleadas, pizzas anémicas, gastronómicos de mirada asesina… El inventario de la degradación de lo cotidiano, producida en derredor, cubre franjas apreciables de ineptitud administrativa y complicidad popular…” ¿Qué relación guarda dicha descripción con nuestra sociedad civil?
Esas son las tragedias de nuestra realidad presente, y nuestra sociedad civil la padece y la protagoniza a la vez: es el espectro de un momento crítico. Este país vivió la caída del socialismo este-europeo; vivió los noventa, huella que no se borra con facilidad aun cuando la economía crezca durante años. Incluso, si se realizara en una campana de cristal, ¿cuánto no tendría que hacer la economía para restituir toda la infraestructura que se ha desmoronado, sin mantenimiento, sin reproducción, sin inversiones? No he leído el texto de Alma Mater pero dudo que el autor reduzca la Sociedad civil cubana a ese triste inventario.
LA BOLSA NEGRA
Algunos niegan que el daño atraviese a sectores punteros de nuestra justicia social como la salud pública, ¿usted qué dice?
Hay hospitales que, con varios quirófanos, no los tienen todos en explotación porque se les hace imposible mantener los niveles de asepsia requeridos; en ocasiones el paciente de un centro de asistencia médica no puede hacerse una placa de rayos X porque no hay película. Pero también es verdad que no se ha afectado el alcance social: cuando los tomógrafos axiales computarizados (TAC) trabajan, cualquier ciudadano de este país puede beneficiarse, gratuitamente, con este servicio. La tragedia es encontrar en La Habana un TAC que funcione regularmente, o un hospital con todas las condiciones de mantenimiento requeridas. Todo eso es el resultado de una tremenda caída.
“En una campana de cristal, ¿cuánto no tendría que hacer la economía?” Pero, ¿y si quitamos la campana y salimos de ella?
Al quitar la campana tenemos que considerar múltiples problemáticas, que no son solo el rescate de los servicios afectados por Gustav, Ike y Paloma. El simplismo tiende a justificar, “¡imagínate, con los ciclones!”. No deja de ser así; por una parte los huracanes exacerbaron la crisis de la vivienda, que ya era grande, y, por otra, al malograr cosechas e insumos, afectaron nuestras disponibilidades de alimentos. Pero hay otros temas: los mecanismos introducidos en los noventa crearon un espacio de desigualdad; tanto creció la economía informal que, al presente, dicha circulación es igual o mayor que la formal. La sociedad civil cubana ha recibido todos esos impactos.
¿Critica a los compradores de la bolsa negra?
Solo describo nuestras fórmulas de subsistencia, las que nos permitieron seguir en pie; y es un éxito político total el hecho de que haya sido así. La gravedad de las circunstancias no se tradujo en rebeliones, masacres o guerras civiles; se ha mantenido un consenso, discutido, polémico, lleno de amarguras, malestares, resentimientos y críticas, pero un consenso. Y es que la cultura política, el imaginario del cubano de hoy, difiere del que tenía en los sesenta. Incluso cuando, lamentablemente, algunos líderes políticos intentan seguir tratándolos, al pueblo y sus problemas, con las mismas consignas, normas y métodos de los primeros años de la Revolución.

EL TRIÁNGULO DE LAS BERMUDAS
El espacio de desigualdad, ¿sería la gran pena de nuestra sociedad civil?
La desigualdad es fuerte y daña. Si alguien me dice que el valor energético de la dieta diaria en Cuba se ha vuelto a situar por encima de las 3.000 kilocalorías por persona, índice propio de los ochenta, tan pronto como acabe de demostrármelo, yo le replicaría que en aquellos años dicho per cápita regía para una sociedad donde la proporción de los ingresos era de cuatro a uno (es decir, que los más solventes ganaban cuatro veces lo que percibían los peor pagados); pero ahora vivimos en un país donde la proporción de los ingresos es, no sé, de quince a uno, de veinte a uno. Entonces, quizás sea verdad que el valor de la dieta diaria volvió a superar las 3.000 kilocalorías por persona, pero significaría que mientras 20 por ciento de la población come bien, 80 por ciento come peor que antes.
¿Cómo resolver eso?
Que levante la mano quien lo sepa. No se trata de volver al igualitarismo. Hay que garantizar, primero, que los índices de diferenciación se controlen y, progresivamente, se reduzcan; y segundo, que se logre poner en marcha aquel gran postulado marxista: “de cada cual según su capacidad, a cada cual según su trabajo”. ¡Qué viva mejor quien le da más a la sociedad!, y en estos momentos no es así; está lejos de ser así. Es exactamente al revés. Conseguidas estas dos cosas, podremos vivir mucho avance en el socialismo y en la democracia, pero decirlo es fácil. En todo esto, es fundamental el protagonismo de la sociedad civil cubana, asociada o no asociada, sea a través de las organizaciones de masas o de las ONGs (que integran un segmento de significación muy limitada, pero incuestionablemente legítima).
¿Qué es para usted, en síntesis, la sociedad civil?
La interacción, el conjunto de relaciones sociales que hacen a la comunidad y que mantienen un vínculo con la institucionalidad política por un lado, y con la empresa por otro. No será una verdad absoluta, pero en esto suelo atenerme a la representación triangular, y a considerar entre esos nexos la estructura y las contradicciones de las clases sociales.
En un vértice del triángulo está el Estado o la sociedad política; en el otro, el mercado o la economía; y en el tercero, la sociedad civil, la comunidad».
Lo que denotó Karl Marx cuando dijo que la esencia de la sociedad civil está en las relaciones de producción, lo que en verdad subrayó, en una percepción más acabada del devenir de la institucionalidad capitalista, es que entre las relaciones que se dan en lo privado, no relativas al mundo público o estatal, hay que distinguir y destacar las relaciones económicas, que al final son el motor de la sociedad. Eso es lo que, a mi juicio, Marx quiso significar. Solo que pronto todo aquello se diluyó entre los conceptos que definían a dichas relaciones como la base, y a las restantes como la superestructura.
TÍRAME CON EL PREDIO SOCIAL
Sobre la figuración triangular, ¿qué triángulo sería ese, escaleno, isósceles, equilátero, cómo serían sus lados?
Ponlos iguales o diferentes; en unas sociedades pueden ser más cortos y en otras más largos. Sus longitudes podrían expresar la distancia y la naturaleza de los nexos existentes entre las entidades que están en sus vértices. El mérito de la presentación triangular supone visualizar que la sociedad civil, el mundo de la vida comunitaria, tiene un tipo de vínculo con las esferas de decisión política, y otro tipo de articulación con el mundo de la economía. En la sociedad mercantil capitalista, nunca la comunidad podrá colocarse bajo la protección de la economía, mientras que la sociedad política queda como el mundo a acudir, el que puede traducir una esperanza, que puede “girarse” sobre sí mismo y frenar el mercado, el único que puede dejar de ser el siervo de las relaciones de dominación de clase, para convertirse en representante del amparo social. Eso es lo que ha comenzado a suceder en Venezuela, Ecuador y Bolivia, donde los mecanismos del régimen electoral, que estaban oxidados, de pronto le han permitido a la población, a los electores, obstaculizar la llegada de los agentes irrestrictos del capital a las esferas de poder.
Entonces, no da lo mismo poner los lados iguales o diferentes; sus longitudes sí importan, y mucho.
En esta imagen en que se empeña tu capricho por el modelo icónico, el largo de los lados habría que ajustarlo en espacio y en tiempo. Tendría que ser distinto en Ecuador, en Venezuela, en Paraguay y en Chile. Pero también debe de ser distinto en el Chile de hoy y en el de aquí a 10 años. No lo sé, prefiero no meterme en esas especulaciones.
¿Y en Cuba no?
¡Claro, en Cuba también, es una buena pregunta para terminar! Esa posibilidad de que la población se exprese, esa inducción que ya persiste desde la mencionada apertura de 2007 hasta hoy, puede y debe marcar el comienzo de una época nueva en el socialismo cubano, donde se acorte el lado que media entre el Estado o, mejor dicho, la sociedad política y la sociedad civil o la comunidad, de eso se trata: ¡de acortar el lado! Como ves, al final resulta que estamos ante un problema de geometría. (2025)
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Nota:
Esta entrevista se publicó originalmente en Enfoques, revista de IPS Cuba, No.2, de diciembre de 2008. La entrevista formó parte del proyecto de comunicación Voces y Canales que, con apoyo de la Agencia Suiza de Cooperación para el Desarrollo (Cosude), tenía como objetivo promover el debate sobre la sociedad civil cubana y dar voz a una amplia variedad de organizaciones, redes y proyectos.
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