Barrio Cuba: La estética del desgarramiento

El estremecimiento y la emoción que acompañó el estreno hace casi 20 años de la película de Humberto Solás, Barrio Cuba, en esta crónica rescatada por Archivo IPS Cuba.

Para Michelena Barrio Cuba es una película fuerte, emocional y provocadora, que se adentra en los conflictos medulares de la isla con autenticidad.

Afortunadamente, después de haber padecido de múltiples versiones turísticas y estereotipadas de lo cubano en coproducciones olvidables, el cine nacional aborda el toro por los cuernos. El espectador no puede dejar de pensar en Suite Habana, la estremecedora película de Fernando Pérez, al ver la última cinta de Humberto Solás, Barrio Cuba. Aunque distinto en su expresión y sus temas, el filme de Solás se adentra en los conflictos medulares de la isla con similar autenticidad.

Tres historias cuyo centro es la evasión ante la gravedad de los retos existenciales tiran de una trama tensada hasta los límites. Pero si ese es el tema en un sentido de alcance universal, su adecuación, su puesta en escena a nivel local, con ambientes, situaciones, códigos  y conflictos interiores, es lo que definitivamente le da sustancia a la película.

Desde los primeros planos asoma el rostro predominante del filme: suburbios, trenes, pobreza -y no precisamente irradiante-. Solás maneja esos elementos y otros como símbolos que atraviesan las historias. Cada personaje protagónico carga con un conflicto que a su vez se corresponde con el macro conflicto de la película. Un carpintero cerca de los 70 se enamora de una mujer unos 40 años más joven y el rechazo de esta -una vez que lo ha complacido una noche- es un motivo recurrente para beber y hundirse en la nada de una existencia sin asideros. La mujer que añora es una enfermera que debe pedalear diariamente, antes y después de la jornada de trabajo en el hospital, para llegar a una vivienda humildísima en la que le espera un padre amargado, autoritario, machista y homofóbico. En otra historia, la pareja formada por un ingeniero y una empleada de farmacia, que no logra la maternidad, confronta una crisis matrimonial que a su vez se asocia luego a la crisis del padre del ingeniero –y de la familia– por la salida hacia el extranjero de su hijo y pequeños nietos. En la tercera historia, un empleado ferroviario pierde a su esposa y huye dejando atrás al hijo que acaba de nacer.

Tres historias con conflictos, situaciones, ambientes y personajes de diferente naturaleza que representan zonas distintas de la sociedad: un carpintero, una enfermera, un técnico ferroviario, un ingeniero, una farmacéutica, entre los protagonistas. Cada uno enfrenta su conflicto de una manera distinta, así como de modo diverso su situación económico social tiene que ver con este. El ferroviario y su esposa embarazada -quien tiene una profesión que ama- viven en condiciones tan miserables que ni siquiera pueden dormir juntos. No se sabe la causa de la muerte de la muchacha, pero puede haber sido la sub alimentación -el hambre, más bien- sufrida en el período de gestación. Por su parte, la enfermera está obstinada en un círculo infernal: trabajo-familia-fallidas relaciones amorosas. En su crisis intervienen otras aristas sociales: un novio marginal e infiel y la separación de su hermano (expulsado por el padre de la casa por ser homosexual). La crisis del ingeniero y la farmacéutica, representantes de una clase media profesional con mejores recursos económicos, es más universal -matrimonio en la treintena que no ha tenido hijos-, pero la conexión con la crisis a nivel familiar es un producto nacional: las rupturas -familiares, de conciencia- provocadas por las sucesivas migraciones.

Considerado uno de los más importantes directores del cine cubano, Solás fundó además el Festival Internacional de Cine Pobre de Gibara. (Foto: Tomada de lahaban.com)

El impacto de las crisis, sus consecuencias, también es diferente en las historias. Para el ferroviario, la muerte de su esposa es una tragedia cuyo dolor no puede soportar y huye de la realidad. Para el carpintero, el rechazo de la enfermera es otro desengaño y otra razón para beber (otra huida hacia ninguna parte). Para la enfermera, las repetidas infidelidades del novio, la intolerancia del padre, la ruptura de la familia, la falta de otras motivaciones forman un conjunto que mina su voluntad y escapa con una fórmula al uso, aunque indeseada: el matrimonio con un anciano extranjero. El ingeniero, acosado por los celos y el estrés de su esposa, emprende una fuga transitoria hacia el amparo de sus padres.

Las decisiones asumidas por los protagonistas provocan, a su vez, otras angustias: el hijo del ferroviario crece esperando el regreso de su padre y alimentado por una mentira piadosa de la abuela. El matrimonio futuro de la enfermera con un anciano italiano evidentemente no la hará feliz, más bien muy infeliz, pero acerca nuevamente a su padre y su hermano. La separación temporal del ingeniero hace que su esposa luche por recuperar su amor y armonía.

Como en su anterior película, Miel para Oshún, la religiosidad también está presente en esta y aparece al final, modelando la solución de los conflictos. La esposa del ingeniero pide por el regreso de su esposo y por su fecundidad y hace una promesa en un templo católico. El ferroviario, después de haber rodado hasta los límites de la degradación, es salvado de la muerte por una familia negra -con acentuada analogía al milagro de la virgen de la Caridad del Cobre- que lo ampara y lo encomienda a la protección de sus orichas. El matrimonio con el niño en brazos a la puerta de la iglesia y el encuentro de padre e hijo parecen milagros concedidos.

Otro signo identitario de lo cubano, muy enfocado en el filme, es el béisbol. Este deporte es de una presencia central en las tres historias, pero sobre todo en la del ferroviario. Una discusión durante un juego precipita al niño hacia el desenmascaramiento de la ficción de la abuela en torno a su padre y lo sume en una crisis de identidad, pero es asimismo el béisbol lo que posibilita su regreso a la escuela y a su grupo; y es durante un partido de béisbol que el niño y el padre se encuentran y abrazan, cerrando la película con un llanto feliz. A su vez, cuando se produce el regreso del joven homosexual al hogar, su padre está viendo un juego de béisbol en la televisión y la frase que utiliza para romper el hielo es «los Industriales están del carajo». Mientras, para el ingeniero y su padre, la pelota, más que un deporte, es una presencia constante en las conversaciones, un duende que llena los espacios vacíos.

Si se computa el tiempo en que hay lágrimas en Barrio Cuba (en los ojos de los personajes y en los del espectador) el número resultante es bien alto, mas nunca de forma melosa, a la manera de los melodramas. Solás es coherente con una estética que desgarra, que abre heridas. La miseria en que vive el ferroviario y su esposa provoca dolor. La muerte de la muchacha, la desesperación del esposo, su huida, el desamparo del niño, son en extremo conmovedores. Ese subrayado de la angustia y el dolor es comunicado por la fotografía en el registro de los ambientes y los primeros planos de los rostros, donde el llanto fluye como un incontenible manantial.

Se dice que Barrio Cuba forma parte de una trilogía del realizador sobre la nación comenzada con Miel para Oshún. Como se recordará, en esta última un emigrado regresa a Cuba para encontrar a su madre, para encontrarse a sí mismo y viaja por toda la isla hasta Baracoa, donde halla a la anciana. El motivo del viaje también tiene lugar en Barrio Cuba, pero con otros significados. Muchos trenes están cruzando a cada momento por la pantalla, aunque no se sabe hacia dónde conducen. El joven ferroviario trabaja como controlador del tráfico, pero no puede controlar su vida. También él emprende un largo viaje hacia el oriente que casi lo aniquila. El carpintero regresa al trabajo después de un viaje de más de un año, pero su existencia sigue siendo un desastre. El ingeniero viaja constantemente por toda Cuba y es una de las causas del conflicto matrimonial. La enfermera se casa con un italiano para viajar hacia otro destino. El hermano del ingeniero se va del país para cambiar el suyo. La esposa del ferroviario atraviesa la isla en tren para llegar a un sitio donde encuentra la muerte. Al final, el ferroviario también cruza la isla en el mismo sentido que lo hiciera su esposa, ilusionada al inicio del filme, ahora para iluminar el fruto de ambos. El viaje es una obsesión para los cubanos. Un viaje puede cambiar su destino. Para bien o para mal.

Barrio Cuba es una película fuerte, emocional y provocadora. Ahora mismo está despertando polémicas en sentidos encontrados. Como los trenes que cruzan y no se sabe para dónde van.

Nota: Publicado originalmente en la revista Cultura y Sociedad de IPS Cuba, No.12, de diciembre de 2005.

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