Fundamentalismo religioso en Cuba: aristas para un debate
Raquel Elena Sicilia

Psicóloga e investigadora del Departamento de Estudios Socio-religiosos (DESR), del Centro de Investigaciones Psicológicas y Sociológicas (CIPS) del Ministerio de Ciencia, Tecnología y Medio Ambiente (CITMA).
Según el Diccionario de la Real Academia de la Lengua Española, el fundamentalismo es una actitud contraria a cualquier cambio o desviación en las doctrinas y las prácticas que se consideran esenciales e inamovibles en un sistema ideológico, especialmente religioso. También se entiende como una interpretación literal de textos sagrados o fundacionales, por encima de una interpretación contextual e histórica, con una aplicación intransigente y estricta de una doctrina o práctica establecida.
Si bien el surgimiento del término se encuentra en la tradición evangélica estadounidense de comienzos del siglo XX (según los investigadores cubanos Juana Berges, 2004; Jorge Ramírez Calzadilla, 2004; Silvio Platero, 2004 y Pedro Álvarez, 2019) y se ha identificado históricamente con lo religioso, no solo se limita a este ámbito. Puede estar presente en sistemas rígidos de creencias políticas, culturales, sociales. Alude a la inmutabilidad, la resistencia al cambio y el apego a la tradición.
Según la tesis de maestría “La doctrina fundamentalista Neopentecostal del Movimiento Apostólico y Profético en las ciudades de Camagüey y San José de las Lajas (2003-2017)”, del MSc. Pedro Álvarez Sifontes (2019), que es mi principal referencia investigativa sobre este tema, el fundamentalismo constituye una concepción ideológica conservadora que manifiesta rigidez de pensamiento, incapacidad de diálogo y resistencia a aceptar alternativas o críticas a su manera de entender una doctrina u otro aspecto de la realidad, en su objetivo de buscar o mantener sus fundamentos doctrinales. Está marcado por la intolerancia a cualquier otra forma de pensar o actuar. Para el investigador Pedro Álvarez, la figura del líder con capacidad de movilización y fuerte influencia en sus seguidores (características carismáticas) es otro de los elementos que lo identifican.
Es llamativa la utilización de los medios de difusión y las redes sociales por parte de estos grupos, los cuales tienen dominio sobre la infraestructura y la tecnología necesaria para servirse de emisoras de radio y televisión, páginas web y redes sociales.
Un punto importante a destacar, que generalmente pasa inadvertido, es su capacidad de adaptarse al medio o contexto territorial donde se desarrolla. Además, en el intento de “apegarse a la tradición”, introduce sesgos, variaciones constantes, manipulaciones. Sus líderes se encargan de hilvanar un discurso con elementos que los apoyan, ignorando otros argumentos que aparecen en los textos sagrados.
Según el investigador Pedro Álvarez, en Cuba se encuentra ligado, fundamentalmente, a las iglesias evangélicas, pentecostales y neopentecostales. Muestra una defensa del modelo heteropatriarcal, evidenciado con fuerza a raíz de la consulta popular sobre el proyecto de nueva Constitución, cuando se desató una campaña a favor del “diseño original”, que aún continúa. Pese a que las mujeres son mayoría entre sus fieles, no se potencia su acceso a posiciones de liderazgo; al contrario, se entiende que deben mantener una posición subordinada en el matrimonio y la familia.
Existe un énfasis en la teología de la prosperidad, que entiende la pobreza como una maldición y un estado mental que no tiene nada que ver ni con el orden social ni con las dificultades materiales impuestas por disímiles factores, por lo que las bendiciones de Dios se expresan en bienestar económico. La Teoría de la “siembra” (supone que para superar las malas condiciones económicas de quienes viven en la pobreza hay que “sembrar” para “obtener”; es decir ser “fieles” a la palabra de los predicadores que sustentan su discurso en promesas de beneficios económicos y vida abundante, utilizando a Dios para convencer y evangelizar), de modo que mientras más se ofrezca al grupo religioso, mayor será la cantidad y calidad del bien material que se recibirá. Esta teoría ha traído a colación acciones de algunos seguidores, como sembrar dinero y bienes materiales directamente en la tierra, en espera de recuperarlos multiplicados o en mayor calidad.
En la VI Jornada Socioteológica “Fundamentalismos religiosos y derechos humanos” (2018), se resaltó como características del fundamentalismo en Cuba la lectura literal y selectiva de los textos bíblicos, el uso de mensajes simplistas y sensacionalistas, el empleo de las redes sociales y el proselitismo hacia los jóvenes. En general, tiene un impacto social, con una carga individualista y lesiva a la identidad cultural cubana (además, muchas veces se manipulan la historia nacional y los símbolos patrios) y, por consiguiente, a la identidad religiosa.
En internet también aparece la página “La voz del Islam en Cuba”, que presenta rasgos fundamentalistas, pero sus miembros parecen ser un grupo muy reducido, que realiza sus actividades de forma muy esporádica y apartada, por lo que es completamente ajeno a la realidad que se observa en la comunidad islámica cubana y sus lugares de reunión.
Desde la década de los noventa del siglo pasado, de acuerdo con las investigaciones del Departamento de Estudios Sociorreligiosos (DESR), con todos los cambios económicos, políticos y sociales que trajo aparejada la desaparición del campo socialista, Cuba experimentó un proceso de mayor visibilización del fenómeno religioso. La crisis económica provocó en la sociedad cubana el resurgimiento de diferencias y desigualdades sociales. En la búsqueda de esperanzas, estuvo presente la opción religiosa. Durante este período, también se tomaron una serie de medidas que favorecieron la libertad religiosa. El IV Congreso del Partido Comunista de Cuba, en 1991, permitió la entrada de personas religiosas a sus filas, en tanto la Reforma Constitucional de 1992 declaró la laicidad del Estado y explicitó la no discriminación por creencias religiosas.
Otro aspecto a tener en cuenta en el contexto de los noventa es el restablecimiento e incremento de las relaciones de las iglesias cubanas, especialmente las protestantes, con sus homólogas en el exterior. Además del escenario globalizado en que vivimos, donde se han facilitado los viajes internacionales. Esto favoreció la entrada de nuevas denominaciones, ideas y corrientes de pensamiento, entre las cuales, desafortunadamente, también se encuentran las fundamentalistas.
Estos espacios se han constituido en vértices de socialización y empoderamiento para sus asistentes, especialmente para jóvenes. También ha atraído el énfasis en la prosperidad y el bienestar económico. Todo ello favorecido por el uso de mensajes y actividades en redes sociales. Han desarrollado ajustes que se adecuan a las características del sistema social cubano y a las especificidades locales, pero manteniendo posiciones de irrespeto, intolerancia, negación de diálogo y deconstrucción histórica, que atentan contra las expresiones culturales y de identidad nacional. En consecuencia, se ha producido desalineación política y automarginación social.
Es necesario diferenciar los términos de fundamentalismo y conservadurismo, pues según el teólogo cubano Reinerio Arce y el investigador Pedro Álvarez, los conservadores no siempre son fundamentalistas. Los primeros tienden a mantener los esquemas de pensamiento y las normas elaboradas por la tradición. En cambio, los fundamentalistas tienen, al mismo tiempo, una posición anticonservadora, pues consideran que los métodos y las expresiones tradicionales han sido insuficientes para salvar la doctrina y que, por lo tanto, se hace necesario cambiar, introducir nuevas maneras de actuar para recuperar su pureza y retornar a los cumplimientos del libro sagrado que han sido transgredidos.
Por lo tanto, considero que todas las actitudes que se oponen a la unión entre personas del mismo sexo o la ideología de género no deben ser consideradas fundamentalistas. En cada caso se debe realizar un análisis. Los prejuicios y patrones sociales aprendidos a lo largo de toda la vida también juegan un papel importante que no debe ser desestimado.
Justamente, el DESR se encuentra culminando una investigación sobre libertad religiosa y convivencia social en Cuba, que ha podido constatar que existe desconocimiento sobre estos temas en nuestra población, su alcance y sus límites. Ante esto, primeramente, se hace necesario elevar ese nivel de conocimientos. También se debe destacar la importante labor que realiza desde 1985 la Oficina de Atención a Asuntos Religiosos del Comité Central de Partido Comunista de Cuba.
Una ley de culto ayudaría a reducir las prácticas fundamentalistas en segmentos religiosos. Para garantizar la libertad religiosa, el Estado debe tener una postura activa, al no permitir el privilegio de unas instituciones sobre otras. Adiel García Pérez, profesor de Derecho de la Universidad de Matanzas, apuntaba en la VI Jornada Socioteológica que las leyes actuales no son suficientes para hacer frente al fundamentalismo religioso, por lo que es importante una ley de culto, que regule el ejercicio de la libertad de culto (expresar actos religiosos en el espacio público y privado) y la libertad de propaganda (referida al proselitismo y acceso a los medios de comunicación). Elaine Saralegui, teóloga y pastora de la Iglesia de la Comunidad Metropolitana en Cuba, apuntaba además que esta ley de culto debe servir para que el Estado pueda intervenir y garantizar los derechos ciudadanos.
También debe tenerse en cuenta que las legislaciones no son suficientes; se debe fomentar un pensamiento crítico, el ecumenismo, el diálogo interreligioso y promover la difusión de información e investigaciones científicas.
El ecumenismo y el diálogo interreligioso constituyen una alternativa poderosa. El intercambio de ideas, la capacitación y el fomento de un pensamiento crítico deben ser constantes. También es importante la coordinación de una agenda conjunta para enfrentar el crecimiento del fundamentalismo religioso, que logre una mayor articulación entre las instituciones y los movimientos ecuménicos para promover el respeto y la convivencia. Incluso, realizar encuentros con activistas con intereses afines, sean religiosos o no.
Ante el rechazo a las críticas y posturas diferentes que defiende el fundamentalismo, es necesario difundir información y fomentar el diálogo a través de un lenguaje de respeto, coherente y que promueva una cultura de paz.