Cuba en el carnaval de las imágenes
A la 38 edición del Festival Internacional del Nuevo Cine Latinoamericano 2016 llegan 400 filmes de toda América Latina.
El más esperado evento cinematográfico en la isla llega a su edición número 38 y se extiende por todo el país del 8 al l6 de diciembre, esta vez, con dos días más de proyecciones en las salas. Aunque por sus muestras, presentaciones especiales y secciones paralelas —no competitivas— y otras muchas actividades, se trata de un encuentro cosmopolita; América Latina y el Caribe, como siempre, presiden.
Con más de 400 títulos inscritos, el concurso propiamente dicho contempla 18 largos, 22 cortos y mediometrajes y 18 óperas primas (todo esto dentro de la ficción), 26 documentales, 27 animados, 25 guiones inéditos y 24 carteles los cuales aspiran a los corales (galardones del festival) en sus respectivas categorías.
Fuera de la competencia se encuentan importantes filmes que responden a firmas prestigiosas de la región: lo último rodado por Lucia Murat, Ruy Guerra, Estela Bravo, Enrique Pineda Barnet, Mario Handler y Demián Bichir, este último, miembro del jurado en largometraje.
Una de las secciones más amplias, inclusivas y variadas es Latinoamérica en perspectiva; aquí se proyecta lo más representativo en las diversas temáticas que abordan cineastas de todo el área, y aunque por ciertas razones no compiten, se erigen en vitrina de estilos, poéticas e intereses. Los propios títulos de sus acápites los definen: Cuestión de fe, Los colores de la diversidad, Cultura, Memoria (dedicada a recordar la operación Cóndor), Vanguardia, Cinemateca Latinoamericana, Para todas las edades, A sala llena, A medianoche (con muestras de terror), En sociedad, La Hora del corto, Pueblos y culturas originarios y Cine del Caribe.
Galases, un capítulo que hace honor a su nombre, en el cual engalanan el festival títulos célebres de ahora mismo, como Snowden, de Oliver Stone, en alusión a quien con sus revelaciones puso en jaque al gobierno estadounidense; La la Land, de Damien Chazelle, musical con grandes posibilidades de llevarse el Oscar en la próxima ceremonia de la academia hollywoodense; Jackie, otra biopic, esta vez en torno a la primera dama Kennedy, en versión del chileno Pablo Larraín; Cuando tienes 17 años, del afamado realizador francés André Techiné; Yo, Daniel Blake, de su colega y no menos significativo británico Ken Loach y el acercamiento a dos grupos musicales imprescindibles en la historia de la música pop/rock: Beatles y Rolling Stones, mediante sendos documentales que en el caso de Los Rolling, reseña su gira mundial, incluyendo el sonado concierto en Cuba.
Se exhiben, también, muestras extranjeras de cine alemán, español, experimental, documentales y Panorama internacional en el acápite De otras latitudes y como siempre, homenajes, en esta ocasión a los 30 años de la Escuela Internacional de Cine, Televisión y Video de San Antonio de los Baños y a los cineastas Abbas Kiarostami y nuestro Julio García Espinosa, recientemente fallecidos.
Clásicos restaurados propone un viaje por el cine cubano de décadas pasadas. Y aquí el público —gracias a la última tecnología— tiene la oportunidad de ver copias mejoradas de filmes como Los sobrevivientes, Memorias del subdesarrollo, Una pelea cubana contra los demonios (G. Alea) y Retrato de Teresa (P.Vega). Entre las Presentaciones especiales están las cintas que aluden al reciente golpe de estado en Brasil, el legado del cantautor chileno Victor Jara, la visita del Papa Francisco a Cuba, la masacre estudiantil en Ayotzinapa, México y los rezagos esclavistas y racistas en Estados Unidos, entre otros temas y conflictos de interés para todos.
No faltan las exposiciones, que además de los carteles en concurso, dedican espacio a mostrar la retrospectiva A la italiana, con afiches de ese país durante varias épocas, y como siempre, conciertos, presentaciones de revistas y libros, conferencias y encuentros…
Obras en concurso
Si en un apretado recorrido hubiera que recomendar algunos filmes —además de los que, párrafos arriba, se autopromocionan desde sus nombres y/o realizadores—, aquí van algunos. Valga apuntar que la violencia de todo tipo, física, sicológica, sociopolítica, de género…, signa la gran mayoría de las obras que aspiran a los premios corales:
El ciudadano ilustre (Argentina, Gastón Duprat y Mariano Cohn) —cinta elegida para la inauguración del evento—, sigue a Mantovani, premio Nobel que regresa desde su residencia en Europa a Salas, pueblecito natal, poco después de recibir el afamado galardón que pone en el mapamundi a su terruño. Lo que en un principio es fanfarria y glamour se torna un caldo de cultivo donde se cuecen la envidia, los resentimientos y los secretos destapados. Filme magistral en cuanto al estudio de caracteres y ambientes, con una soberbia actuación protagónica de Oscar Martínez.
La mujer del animal (Colombia, Victor Gaviria), gira en torno a un hombre, drogadicto y alcohólico, que mantiene literalmente aterrorizada la comunidad rural de Medellín donde vive junto a su familia; allí destina a Amparo, una joven a la que secuestra, maltrata y viola, algo en lo que ella se descubre poco después compartiendo con otra mujer, también madre a la fuerza. Basado en personas y hechos reales ocurridos en las décadas de los 70 y 80 del siglo pasado, condena con realismo crudo la violencia de género, el caciquismo y la complicidad.
Aquarius (Brasil, Kleber Mendonça Filho). Mediante una narración convencional aunque para nada aburrida, el director emprende no solo una crítica a la falta de escrúpulos de las compañías capitalistas, solo enfocadas en ganar dinero a costa de lo que sea, sino que nos invita a una reflexión en torno a la edad, las relaciones humanas, el amor y los hijos partiendo de las evocaciones y retrospectivas de la protagonista, asumida nada menos que por una de las grandes damas del cine brasileño, Sonia Braga, espléndida pese a sus años y candidata fuerte al Coral de actuación femenino.
Nunca vas a estar solo (Chile, Alex Anwandter). En su ópera prima, el realizador reflexiona en torno a la soledad. Pese a su carácter alegre y afecto a quienes le rodean, el adolescente protagónico es abandonado incluso por quienes le demostraban cariño. Con habilidad para hilvanar los diferentes ángulos de la historia y la relación entre los personajes, estamos ante un relato tan desgarrador como sensible, que a la vez apela a la complicidad de los espectadores evadiendo efectismos.
Fin de semana (Argentina, Moroco Colman). La cámara sigue a una joven rebelde quien trata de impedir que la mamá visitante (Carmen) se meta en su vida y sus relaciones, signadas por el sadomasoquismo y la ausencia de verdaderos lazos afectivos. Reflexiona en torno a choques generacionales y filiales, específicamente femeninos. Sin grandes pretensiones estéticas ni dramáticas, convence desde su minimalismo.
El desierto (México, Joanás Cuarón). Se acerca a los trabajadores mexicanos que intentan cruzar la frontera hacia Estados Unidos y con un ritmo trepidante, la cinta devela grandes y angustiosos travellings en torno a la persecución que un sicópata yanqui, armado con un implacable rifle y su perro entrenado, emprende contra los potenciales migrantes. Cacería humana sin tregua que va estrechando el marco hasta dejar casi desierto el árido lugar donde tiene lugar el combate. Así el filme se erige en denuncia social y reflexión ontológica en torno a la inminencia de la muerte.
Viejo Calavera (Bolivia, Kiro Russo). Cercana a la estética documental, la cinta se sitúa en una mina en Huanani cuyos trabajadores exigen sus derechos, mientras la cámara repasa también sus distracciones y vida social; entre el humor y la seriedad, actuada por los propios mineros (sin mínima experiencia artística) revela un curioso tratamiento morfológico generalmente ausente en este tipo de filmes.
Jesús (Chile, Fernando Guzzoni). El protagonista y sus amigos, yonquis y borrachos dejan por muerto a un joven gay. El padre de Jesús, sin mucha química con él, a partir del suceso le muestra apoyo, pero su sentido de la justicia puede más que sus sentimientos paternales. Aleccionadora y dolorosa lección ética que nos llega envuelta en un bien encauzado estudio caracterológico, notables, el guión y la puesta en pantalla, sin olvidar las actuaciones.
Techo (Cuba, Patricia Ramos). En la Habana de ahora mismo, en una azotea que corona la cuartería donde viven varios jóvenes y sus parientes, algunos desean emprender determinado negocio que les aporte el sostén monetario del que carecen ellos y sus familias. Uno sueña con presuntos ancestros sicilianos, otro cría y vende palomas, la muchacha está embarazada y desconoce el padre… Opera prima de la realizadora cubana que descuella por su espontaneidad y frescura al armar, desde su escritura, una historia contemporánea, con personajes bien diseñados que podemos reconocer entre quienes nos rodean.
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