Notas para comprender la problemática racial cubana
¿Existe una problemática racial cubana? ¿Es posible diseñar la política social de la sociedad cubana de hoy, sin tomar en consideración la variable color de la piel? No.
Mujeres de diversos grupos etarios caminan por una céntrica calle, La Habana, Cuba. Foto: Jorge Luis Baños/IPS
No es posible diseñar la política económica, la social, y mucho menos la cultural, sin tomar en consideración la variable color de la piel.
Ya visto el asunto en términos prácticos, resulta imposible aplicar ninguna política sin tomar en consideración los grupos raciales existentes, por cuanto hay especificidades que deberán ser tomadas en cuenta; de lo contrario, las aplicaciones de las políticas no se dirigirán a solucionar los problemas concretos de cada grupo social.
En un discurso pronunciado en el Palacio Presidencial, el 22 de marzo de 1959, el Comandante en Jefe Fidel Castro planteó el problema del racismo y expuso con mucha fuerza que se trataba de una lacra social que debía ser eliminada. Luego Raúl Castro lo trató a fondo en una reunión del Buró Provincial del Pcc en Santiago de Cuba en 1986, y después lo continúo enfocando en las reuniones de chequeo de la Política de Cuadros a nivel nacional. Fidel seguiría tratando el tema en los congresos de Pedagogía, los de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba y en su discurso de clausura del VIII Congreso de la Unión de Jóvenes Comunistas (UJC). El 20 de diciembre de 2009, el presidente Raúl Castro volvió sobre el tema, durante la sesión final de la Asamblea Nacional del Poder Popular. Y, más recientemente, mencionó de nuevo el tema en el discurso de clausura del IX Congreso de la UJC.
En 1962, la Segunda Declaración de La Habana estableció que el asunto había sido resuelto. El tema racial devenía tabú. El silencio que vino después de los años sesenta no significa que la preocupación del liderazgo político de la Revolución haya desaparecido. Pero a la cuestión racial se la ha visto y tratado más bien como algo de un fuerte componente divisionista, que amenaza la existencia de la nación. A causa de ello, el tema racial resultó, durante muchos años, el más soslayado e ignorado de la realidad social cubana. No hay tema que lo haya superado durante mucho tiempo en cuanto a una actitud prejuiciosa para su tratamiento.
Haber proclamado en 1962 que el problema de la discriminación racial y del racismo estaba resuelto fue un error de idealismo y de voluntarismo político. Fue un error considerar que, al terminar con las bases del capitalismo y desplegar una política social extraordinariamente humanista e igualitaria, la cuestión racial se solucionaría. Además, no haber considerado en la política social el color de la piel como lo que es, una variable histórica de diferenciación social entre los cubanos, olvidaba que los puntos de partida de los negros, blancos y mestizos para hacer uso de las oportunidades que la Revolución ponía frente a ellos no habían sido los mismos.[1]
Este ensayo establece que la nación cubana aún no ha logrado superar los problemas de la discriminación racial y del racismo. Por tanto, no ha logrado superar los puntos de partida heredados de la esclavitud, los que durante la república se reforzaron de manera sofisticada. Por lo que la problemática racial cubana aflora como uno de los problemas fundamentales a debatir y resolver. Los estereotipos y prejuicios raciales, la discriminación racial y el racismo sobreviven en la sociedad cubana; la situación social y económica heredada y aun no superada los alimenta, amenazando con reinstalarse en la macro conciencia de la sociedad cubana actual. Se trata ahora, también, de rectificar el tratamiento que se le ha dado a la variable color de la piel en la política social cubana. Aunque no operamos con simples lastres o herencias, sino con fenómenos que la sociedad cubana, en su imperfección, es aun capaz de reproducir.
En Cuba no existe el odio al negro, al blanco o al mestizo. La de esta isla no es hoy una sociedad racista como lo fue antes de 1959. Ni los prejuicios raciales, la discriminación racial y el racismo dominan el ambiente social cubano. El racismo institucionalizado no existe en Cuba. No está instalado en el sistema político-social ni en las estructuras de poder, como sí lo estuvo antes de 1959. El proceso revolucionario, con una política social extraordinariamente humanista, de lucha contra la desigualdad y las injusticias sociales, generó una cierta ética antidiscriminatoria que desplazó al racismo hacia lo que ahora son sus nichos principales: la familia, la conciencia individual de muchas personas y de ciertos grupos, la llamada economía emergente y cierta institucionalidad marginal que se resiste a su eliminación.
Los contactos con la economía de mercado, el resurgimiento de las desigualdades y todo el deterioro económico y social, consecuencia de la crisis de los noventa, propiciaron su reemergencia. De modo que podemos decir que hasta mediados de los años ochenta se había logrado tener acceso a niveles de igualdad social que enorgullecían a cubanas y cubanos, pero la crisis económica trajo serias consecuencias sociales, produciendo retrasos en el modo de vida, que todavía no han podido ser resueltos. Ello se unió al débil e inespecífico tratamiento dado a la cuestión racial, diluida dentro de la lucha contra la pobreza, lo que produjo que se presentara la situación propicia que lo hizo resurgir con la virulencia propia de un problema que, dado como resuelto, en realidad no lo estaba.
Investigaciones sobre el tema racial en Cuba y fuera de la isla
En Cuba apenas existen investigaciones sobre el tema racial, trabajos de diploma, tesis de Maestría o de Doctorado. En la Universidad de La Habana, como en el resto de los centros de la Educación Superior, el tema racial está prácticamente ausente de los currículos y de los planes de estudio, y apenas ocupa un pequeño espacio dentro de la actividad investigativa.
Muchas de las investigaciones que, hasta hace poco, se hacían sobre el tema, por lo general quedaban engavetadas, esperando para su publicación. Es importante reconocer que la ignorancia es uno de los mecanismos sociales más peligrosos para la autoreproducción del racismo, los prejuicios raciales y la discriminación racial. Si el tema es desconocido, apenas se debate y no es atendido por el sistema de educación y la investigación científica, ¿de qué modo será posible abordarlo para superarlo? [2]
La inmensa mayoría de las investigaciones más extensas sobre el tema racial en Cuba, durante los últimos 50 años, no han sido producidas por científicos o escritores que viven en la isla. Como consecuencia de ello, una temática tan importante de la realidad cubana contemporánea no es abordada de manera suficiente por su intelectualidad científica. Debido a lo cual, prácticamente hasta hace muy poco, habíamos regalado el tema, con las negativas derivaciones que ello nos puede traer. No somos reacios a compartir nuestros temas con personas de otras latitudes, pero lo que sí resulta totalmente erróneo es que soslayemos la responsabilidad de tratarlo nosotros mismos. Cuando, sobre todo, sabemos del esfuerzo que se hace desde fuera, por parte de enemigos de la Revolución cubana, por reescribirnos la historia al margen de nuestras realidades y con propósitos ajenos a los nuestros.[3]
Las publicaciones periódicas principales que se destacan por dedicar espacio al tema racial, o relacionadas con el mismo, son: Catauro, Temas, Caminos, Biblioteca Nacional, Santiago, Estudios del Caribe y el semanario La Jiribilla. Esta última es muy activa en la divulgación del tema. El Ministerio de Cultura, la Unión de Escritores y Artistas (Uneac) —dentro de ella el denominado proyecto Color Cubano,[4] — la Fundación Fernando Ortiz y el Centro de Antropología del Ministerio de Ciencia, Tecnología y Medio Ambiente (Citma) trabajan desde hace muchos años para que el tema no devenga obstáculo a la consolidación del proyecto social de la Revolución cubana. En el proyecto Color Cubano se debatía el tema sistemáticamente, pero dentro de un contexto aún muy limitado y casi no divulgado por los medios. De igual modo, también se ha organizado una Comisión Nacional en la Biblioteca Nacional, encabezada por el director de esa institución, el historiador Eduardo Torres Cuevas, que tiene como objetivo reflexionar sobre el tema racial y, a partir de investigaciones, diseñar proposiciones de política, para ser enviadas a los niveles gubernamentales y partidistas.
Se destaca la Fundación Fernando Ortiz, que desenvuelve todo su trabajo de manera muy cercana al tratamiento de la temática racial en la sociedad cubana actual. Fue esta Fundación la que promovió el primer libro que aborda la problemática racial cubana en la contemporaneidad, bajo el título de Desafíos de la problemática racial en Cuba, del autor de este ensayo. La propia Fundación Ortiz ha sido la auspiciadora de la llamada Catauro, revista nacional de Antropología de excelente factura, ya con casi 20 números publicados.
Lamentamos mucho que el tema no esté aún en los medios, en especial en la prensa escrita y la televisión, como debiera estarlo. Por primera vez, el 20 de enero de 2010, el programa televisivo la Mesa Redonda Nacional trató el tema, lo cual tuvo una buena repercusión. El periódico Trabajadores, el 14 de diciembre de 2009, publicó una entrevista realizada al autor de este ensayo, que tuvo también amplias repercusiones, tanto nacionales como internacionales. Pero aún la prensa cubana escrita y televisiva, es bastante limitada en el tratamiento del tema, que solo aparece con alguna frecuencia en la radio.
Lacras sociales: racismo y discriminación racial
El racismo es una forma ideológica de la conciencia social, que considera a unos hombres inferiores a otros, ya sea por nacionalidad, origen social, sexo, género, raza o color de la piel. Es una serie de actitudes inherentes a la cultura dominante.
La discriminación racial puede ser definida como la práctica y ejercicio del racismo, subyacente en los prejuicios raciales, que se expresan en los estereotipos negativos sobre el otro. En el caso de Cuba, el racismo es fruto y herencia de la vieja hegemonía cultural, heredada de la colonización española, originada en la esclavitud y reforzada por el quehacer de la república neocolonial. En algunos aspectos, la república neocolonial cubana trató de emular la discriminación racial existente en los Estados Unidos.[5]
La idea de raza es una invención social: modo encontrado por las élites dominantes para otorgar legitimidad a las relaciones de dominación y explotación impuestas por la conquista.
La posibilidad de hacer desaparecer el racismo es un asunto muy complejo, multidimensional y multicausal, que no se produce solo a partir de alcanzar niveles de justicia social más altos, ni de cultura. Ni tampoco por eliminar las bases del capitalismo. Cuba es una muestra palpable de ello. En la nación caribeña, actualmente, el racismo se está reconstruyendo porque existe la permanencia de los estereotipos raciales negativos y otras condiciones económicas, sociales e ideológicas que lo propician.[6] De ahí la urgencia de afrontarlo fuertemente.
Puntos de partida de los negros, mestizos y blancos en Cuba
Los blancos llegaron a la isla como colonizadores y los negros como esclavos. Eso ha marcado, hasta nuestros días, el destino de los protagonistas de aquel fenómeno.
Los antepasados del negro en Cuba tuvieron que sufrir el genocidio de la trata esclavista. La isla caribeña fue el penúltimo país del hemisferio en abolir la esclavitud. Desde 1886, en que fue oficialmente eliminada la esclavitud, han pasado solo 124 años (apenas algunas generaciones). Se trata de muy poco tiempo aún para olvidar semejante tragedia.
Los negros ocuparon siempre la posición más baja en la sociedad colonial y neocolonial. El color de la piel (como una herencia social de la esclavitud) siempre dividió social y económicamente a la sociedad cubana. El llamado blanco se identificó siempre con la riqueza, el bienestar material, el control de la economía, el privilegio, la cultura dominante y el poder. Como dice el refranero popular: “Ser blanco ya es una carrera.”[7] El negro y el mestizo, sobre todo el primero, por su parte, se identificó con la pobreza, el desamparo, junto a la ausencia de todo privilegio, las culturas sojuzgadas, discriminadas y la ausencia de poder.
Los puntos de partida de las poblaciones blanca, negra y mestiza en Cuba habían sido diferentes. Cuando triunfa la Revolución cubana, en 1959, todos aparecieron como iguales, bajo la política social de la Revolución; pero, sin dudas, todos no contaban con las mismas posibilidades y capacidades que les eran tan necesarias para aprovechar al máximo las oportunidades que se les presentaban. Siendo este uno de los problemas que se encuentran en la base misma de por qué blancos, negros y mestizos no logran alcanzar, a la par, las oportunidades que tienen ante sí. Por parte de la política social de la revolución y sus conductores existe la mejor intención de que la justicia social llegue a todos por igual; pero, iguales oportunidades no significan iguales posibilidades de alcanzarlas. Creo que no es necesario hacer un gran esfuerzo para percatarnos de que no tomar en consideración el “color de la piel”, aun en la Cuba de hoy, es como echar a la basura 500 años de historia.
Racismo y discriminación racial en las estadísticas
Según una investigación realizada por el Centro de Antropología de la Academia de Ciencias, en 1995, 58 por ciento de los blancos considera que los negros son menos inteligentes; 65 por ciento cree que los negros no tienen iguales valores y decencia; y 68 por ciento se opone al matrimonio interracial. En medio de las nuevas condiciones, generadas por la crisis económica de los noventa, se hizo evidente que son los negros y mestizos los que más han padecido, en su mayoría, como parte de la población más vulnerable económicamente.[8]
La nueva economía, emergida durante el período especial, a partir de una política económica que trajo como resultado el conjunto de medidas dirigidas a superar la crisis, apoyándose en el surgimiento de la propiedad mixta de las corporaciones, el turismo y cierto acercamiento a la llamada economía de mercado, es aún muy excluyente, en cuanto a la presencia de negros y mestizos en posiciones protagónicas dentro de esa economía. Especialmente en las actividades cercanas al turista y en las posiciones de dirección. Con los negros, en particular, y con los mestizos, la llamada economía emergente tiende a privilegiarlos muy poco en cuanto al empleo y el acceso a la divisa.
Según las investigaciones realizadas por Eduardo San Marful y Sonia Catasús, del Centro de Estudios Demográficos (Cedem), de la Universidad de La Habana, de año 2000: “Sector no emergente: como dirigentes, blancos 57,4 por ciento; negros 18,9 por ciento; mulatos 23,6 por ciento. Sector emergente: como dirigentes, blancos 75,4 por ciento; negros 5,1 por ciento, mulatos 19,5 por ciento. En la categoría de profesionales-técnicos y administrativos, en el sector no emergente: blancos 39,1 por ciento; negros 27,1 por ciento; mulatos 33,8 por ciento. En el sector emergente, para las mismas categorías anteriores: blancos 79,3 por ciento; negros 6,1 por ciento; mulatos 14,6 por ciento.”
Como puede observarse, son dramáticas las asimetrías que se presentaban en todas las categorías, sobre todo en el llamado sector emergente. Pero estas diferencias resultan aún más dramáticas si las comparamos contra los niveles educacionales de los grupos raciales, y nos damos cuenta de que negros, blancos y mestizos no presentaban entonces serias diferencias en cuanto a sus niveles de instrucción: blancos, en primaria 26,6 por ciento; media 34,1 por ciento; media superior 30,2 por ciento; superior 8,7 por ciento. Negros, en primaria 22,9 por ciento; media 35,1 por ciento; media superior 34,1 por ciento; superior 7,8 por ciento. Mulatos, en primaria 26,2 por ciento; media 37,4 por ciento; media superior 29,9 por ciento; superior 6,5 por ciento.
Entonces, queda claro que los principios trazados por la dirección del país, para lograr un equilibrio racial en la política de cuadros, establecidos desde 1985, todavía no se cumplen. La limitada presencia de cuadros de dirección, sobre todo negros y mestizos, en las estructuras de dirección del Estado y de las empresas, es preocupante. También es evidente la subrepresentación de negros y mestizos en la estructura laboral. Según una investigación realizada por el Centro de Antropología de la Academia de Ciencias en dos provincias tan representativas del país como La Habana y Santiago de Cuba, se observaron serios desequilibrios en el acceso a los puestos laborales.
Color y remesas familiares
Son los grupos de familias con una alta representación de negros y mestizos los que menos disfrutan de remesas familiares estables, al encontrarse menos representados en la emigración (83,5 % de los inmigrantes son blancos)[9] y tener mucho menos contacto directo con la divisa, dada también su baja participación en los empleos de la llamada economía emergente. Igualmente constituyen una exigua minoría del sector agrícola privado (solo 2 %; en las cooperativas representan solo 5 %).
Color y presencia en los medios
Es muy débil aún la presencia del negro y del mestizo en los medios de comunicación masiva, principalmente en la televisión y el cine. Sobre esto no se dispone de datos precisos, pero basta con observar las novelas, los programas de la televisión y las películas cubanas. No hay prácticamente actores negros o mestizos que asuman papeles protagónicos en la televisión ni en el cine. Además, los modelos físicos que frecuentemente se asumen para la promoción televisiva de algún tipo de actividad —como un aniversario, por ejemplo—, por lo general son blancos. En fin, la televisión cubana, que con tanta calidad muestra al pueblo en toda su presencia multicolor durante los actos políticos, no ha podido aún reflejar a ese pueblo en sus individualidades y grupos raciales.[10]
Los problemas del censo
La ausencia de un censo nacional de población y viviendas (el último databa de 1981) que, además, considerase la categoría de color de la piel, impidió, hasta hace poco, hacer análisis más fundamentados. El censo de 1981 fue totalmente insuficiente para valorar en serio la situación de la población negra y mestiza en Cuba. Los resultados logrados no son del todo confiables. Se dice en el censo que aproximadamente 67 por ciento de la población cubana es blanca y que 33 por ciento es negra o mestiza. Para el censo de 2002 se asume que la población blanca es de un 66 por ciento, la negra de 12 por ciento y la mestiza de un 22 por ciento. Las cifras parecen falsas. Es común aún conocer en Cuba a personas que no se asumen como negros o mestizos, sino como blancos, cuando en realidad no lo son. Eso puede ser resultado del fenómeno de la llamada autodiscriminación. Ha sido tan absurda la actitud asumida ante el problema, que se ha privado al país de registrar cuánto se ha avanzado en este campo. Fenómeno que queda connotado, en general, por el llamado “blanqueamiento”. Pero otro dato interesante es que se sabe que son Cuba y República Dominicana los dos países de este hemisferio donde la presunción de blanco se aparta más de la realidad.[11]
El reciente Censo Nacional de Población y Viviendas de 2002 ofrece mayores posibilidades para tomar en consideración el color de la piel, no solo demográficamente, sino también en las estadísticas económicas[12]. Sin embargo, aún se debe trabajar mucho para perfeccionar los instrumentos estadísticos que nos permitan hacer mediciones más objetivas y fundadas en las peculiaridades de nuestra población.[13]
La vivienda, el delito y el racismo en Cuba
La problemática racial está vinculada a la de la vivienda, en La Habana. Hay más negros y mestizos que blancos en las zonas deterioradas (por ejemplo, utilizamos aquí los municipios de Habana Vieja y Centro Habana) de La Habana[14]. En 1981, 44 por ciento y 47 por ciento de los residentes en La Habana Vieja y Centro Habana, respectivamente, eran negros y mestizos. De 39 por ciento a 52 por ciento de ellos vivía en casas de vecindad (cifra más alta que las de otros espacios de La Habana). Habana Vieja y Centro Habana son zonas donde se encuentra 47 por ciento de las viviendas con graves problemas estructurales. Es importante notar que 36 por ciento y 24 por ciento de las viviendas en Habana Vieja y Centro Habana, respectivamente, tienen servicios sanitarios colectivos. Esa cifra es alta cuando se ve que solamente nueve por ciento de las viviendas en la Ciudad de La Habana tienen ese tipo de baño. Se nota el hecho de que hay menos equipos domésticos en las viviendas de Habana Vieja y Centro Habana que la media provincial[15]. Esas zonas se caracterizan por densidades elevadas de no blancos, un ambiente físicamente deteriorado y se perciben, además, como delictivas.
En 1987, la Policía Nacional Revolucionaria (PNR) identificó, oficialmente, “focos delictivos” en La Habana. De estos, 31 por ciento estaba en zonas con la más alta representación de negros y mestizos, tales como: Habana Vieja, Centro Habana y Marianao. Estos focos incluyen a barrios humildes comoEl Palo, Isla de Simba, Las Yaguas e Isla del Polvo, en Marianao, o casas de vecindad como Mercaderes 111 en Habana Vieja y Romeo y Julieta en Centro Habana.
En los primeros años del triunfo de la Revolución, esas zonas fueron rehabilitadas por el Estado[16]. En 1987, las investigaciones de una comisión establecida por el Ministerio de Justicia descubrieron que 70 por ciento de las zonas identificadas como focos delictivos no tenían tasas de delito más altas que la media establecida para Ciudad de La Habana. Se puede intuir que las percepciones ancladas en los estereotipos raciales negativos de la PNR transformaron esos barrios humildes en focos delictivos. La tasa de delito fue más alta en zonas consideradas por la PNR como barrios decentes[17]. El Ministerio de Justicia también estableció que negros y mestizos representaron 78 por ciento de los casos de “peligrosidad social” analizados en los tribunales de La Habana, entre mayo y diciembre de 1986.
Negros y mestizos engrosaban la población penal, al final de los años ochenta; 80 por ciento de los encarcelados eran negros. Siendo esa una prueba importante de que la Revolución cubana, a pesar de su extraordinaria obra humanista y de justicia, no ha podido lograr igualdad social entre los grupos raciales. En los años ochenta, la tasa de delincuencia en la población negra resultó ser más alta que la tasa de delincuencia de la población blanca.[18]
Para el caso de la vivienda, en particular, se da el fenómeno de que, a pesar del grandísimo esfuerzo constructivo durante todos estos años, aún existen barrios marginales y ciudadelas, con el agravante de que siguen creciendo. Según una hipótesis personal, ese fenómeno es, en alguna medida, resultado de que la población de La Habana aumenta a partir de la inmigración proveniente, principalmente, de las provincias orientales, pues se trata de personas que emigran hacia la capital buscando mejores condiciones de vida y no pocas veces dispuestas a vivir bajo cualesquiera condiciones. Por lo cual, la situación de viviendas mejores aumenta para muchos, pero las personas viviendo en condiciones precarias, marginales e indigentes, también aumenta. [19]
Algunas consideraciones finales
Existe una problemática racial en Cuba, actualmente, y el racismo amenaza con reconstruirse. El racismo deviene entonces un conflicto político, incompatible con la justicia social y la obra extraordinariamente humanista de la Revolución, continuamente practicada y defendida. Cuba se encuentra en complejas condiciones para eliminar el racismo y la discriminación racial. El color de la piel ha sido históricamente, y continúa siendo, un factor de diferenciación social de la población cubana.
Sin embargo, las poblaciones negra y mestiza están hoy incomparablemente más preparadas que 50 años atrás. Pese a que el racismo aún existe en la sociedad cubana, podemos afirmar que la población negra y mestiza en Cuba es una masa de afrodescendientes, que resulta ser la más educada y sana, al menos de este hemisferio, y que ningún país ha hecho tanto por eliminar la desigualdad, la injusticia y la discriminación racial como Cuba. Pero hay que desterrar y eliminar la discriminación racial, definitivamente. En ello deben participar, de manera activa y conjunta, toda la sociedad y sus instituciones, para un tratamiento priorizado, específico, continuo y sistemático de la problemática racial.
Recomendaciones
Hay que desarrollar la conciencia racial en la sociedad cubana contemporánea. Sin conciencia racial no es posible luchar contra el racismo y sus lacras. Y, estas últimas, muchas personas aún las sufren, aunque otras muchas no tengan conciencia de ello.
La lucha por una verdadera cultura nacional, general e integral requiere más discusión pública sobre el tema racial. La nación cubana necesita comprender a fondo el lugar que la historia reservó a cada grupo racial. La sociedad debe librar una batalla definitiva contra el racismo y la discriminación racial. Hay que prodigar una educación antirracista y antidiscriminatoria. El Estado debe continuar luchando por garantizar la igualdad social, el acceso equitativo a oportunidades, por reconocer y continuar apoyando a grupos que presentan desventajas.
El tema racial debe ocupar un espacio en los medios y en la agenda de las organizaciones políticas y de masas. También es necesario el apoyo de las instituciones académicas dentro de la educación superior y de sus estructuras de investigación. Los investigadores necesitan contar con la posibilidad de elaborar una base estadística que considere el color de la piel y que permita cruzar variables sociales, económicas y políticas. Hay que apoyar el trabajo de las Comisiones Nacionales existentes, para luchar contra el racismo y la discriminación. Es recomendable que se establezca una comisión en la Asamblea Nacional, cuyo objetivo fundamental sea apoyar el trabajo de las comisiones nacionales ya creadas, dándole un carácter institucional, desde el más alto nivel, a la lucha contra el racismo y la discriminación racial en nuestro país.
[1] Puntos de partida diferentes que obedecen a las diferencias sustanciales introducidas por la esclavitud. Esta última hizo esclavos al negro traído de África y a su descendencia. Algunos negros, incluso, tuvieron esclavos, pero no por ello podían ocupar la posición de clase dominante, que estaba reservada, solo a los blancos, aunque estos no tuvieran esclavos. Luego entonces, se trató de puntos de partidas muy claros: los blancos ocupaban la cúspide del poder, los mestizos lograban a veces ocupar posiciones intermedias y los negros –fueran esclavos o no– y sus descendientes ocupaban la posición más baja. Esa estructura en la que raza, poder, clase y jerarquía social se coaligaban llegó hasta 1959.
[2] Esto resulta válido para cualquier tema social que esté científicamente desatendido. Incluso, su tendencia es a enquistarse y puede llegar a hacerse crónico dentro del organismo social.
[3] Para ampliar sobre este aspecto, puede verse: Morales Esteban. “Cuba: ciencia, universidad y racialidad 50 años después”, en Afro.Cubaweb.cu
[4] El proyecto Color Cubano fue redimensionado en 2009, y a partir de su disolución fue creada la Comisión Nacional contra el Racismo y los Prejuicios Raciales, en la Uneac.
[5] En América, la esclavitud tomó color; el esclavo era el indio o el negro. En la esclavitud clásica, el esclavo podía ser blanco y ello le permitía, si lograba evadirse, realizar el mimetismo que su color le procuraba y desaparecer. Pero en América esa posibilidad nunca existió.
[6] Ver: “Cuba. Raza y República”, revista Cuba Socialista, no. 46, La Habana, pp. 34-46.
[7] Detrás de toda esa denominación, sobre todo de blanco, hay una buena dosis de hipocresía social, porque en realidad después de 800 años de colonización árabe en la península Ibérica, de qué blanco podemos hablar; en realidad, llegaron a Cuba con credenciales de blancos y así se quedaron.
[8] Ver Morales, Esteban. Desafíos de la problemática racial en Cuba, Editorial ENPES, Colección Fuente Viva, Fundación Fernando Ortiz, La Habana, Cuba, 2007, pp. 161-196.
[9] Esta emigración, para el caso de la población negra y mestiza, comenzó a ser importante solo a partir de los 80, cuando se produjo el fenómeno del Mariel. Emigraban entonces muchos no-blanco, pero sin apoyo en el país de recepción, por demás, lo hacían tarde, es decir, cuando ya Estados Unidos no resultaba ser un país de oportunidades, como sí lo fue durante la década de los sesenta. Por tanto, estos emigrantes de última hora no se encontraban con los mejores empleos, ni con los mejores salarios; tampoco con el apoyo que hubieran tenido de emigrar en años anteriores. Razones por las cuales no son los que, como grupo, están en mejores condiciones para ayudar a sus familiares en Cuba. Son las personas blancas quienes reciben bastante más remesas en Cuba.
[10] Lamentablemente, la televisión a veces asume las actitudes más prejuiciadas respecto a ciertos productos culturales. En tanto, digamos por ejemplo, aún no ha exhibido el documental Raza, de Eric Corvalán, o dejó pasar un largo período para exhibir el documental Las raíces de mi corazón, de Gloria Rolando, dedicado a la llamada Guerrita del Doce. Recientemente, ha comenzado a exhibir algunos anuncios dedicados a la temática racial, en mi opinión no especializada, de gran calidad, por cierto. Más recientemente, en abril de 2010, exhibió los documentales de Gloria Rolando 1912 y Aponte.
[11] Según estudio realizado sobre El Caribe, por un grupo de investigación de la Universidad de Santiago de Cuba, en 2006.
[12] Nuestras estadísticas, al no considerar el color de la piel, caen en el absurdo de perder la oportunidad de exhibir la verdadera obra de la Revolución. En Desafíos de la problemática racial en Cuba, Editorial Fundación Ortiz, La Habana, 2007, p. 319 muestro la cantidad de informes estadísticos que Cuba envía a Naciones Unidas, en los que, al no considerar color de la piel, la verdadera obra social de la revolución pierde la oportunidad de mostrarse.
[13] Para ampliar ver Esteban Morales: “Cuba: Color de la piel, nación, identidad y cultura. ¿Un desafió contemporáneo?”, La Habana, Universidad de La Habana, 2007.
[14]Alejandro de la Fuente: A nation for all: race, inequality, and politics in Twentieth-Century Cuba, Chapel Hill & London: The University of North Carolina Press, 2001, p. 313.
[15] Ibid.
[16] Ibid., p. 314
[17] Ibid.
[18] Ibid, pp. 314-315.
[19] En estos momentos conocemos que se adoptan medidas para solucionar la situación, pero los problemas ya existen, se han acumulado y representan un reto importante para la ciudad de La Habana, en particular.
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