Arte joven refleja procesos sociales de Cuba
Las obras ganadoras del concurso Mala Yerba trataron temas como la migración y los prejuicios sociales en la isla
La Habana, 20 sep.- En su segunda edición, el concurso Mala Yerba se consolidó como “el espacio donde las nuevas voces del arte joven cubano encuentran un lugar para expresarse y conectar con el público”, aseguró Neida Peñalver, del comité organizador del certamen.
Para la también coordinadora general del Fondo de Arte Joven (FAJ), el concurso permitió potenciar oportunidades de desarrollo profesional e interacciones culturales.
Además, pretendió “continuar generando hábitats para el arte joven en Cuba en las diversas manifestaciones culturales y formas de exhibición de contenidos creativos, en alianza con proyectos, instituciones y artistas cubanos e internacionales”.
La ensayista y curadora Corina Matamoros consideró la muestra de obras finalistas del concurso de arte joven como “un salón luminoso”, integrado por “imágenes que nos parecen familiares y los afanes de cada creador para decir lo que es privativo e intentar formularlo dentro de las altas márgenes del arte cubano”. Según la especialista, muchas piezas revelaron “el interés por conectar con las complejidades del medio social. Asuntos como la migración, los prejuicios sociales o las libertades por conquistar continúan impactando un amplio trecho de la creación nacional”. |
A su juicio, la selección de las 29 obras finalistas tuvo como objetivo “sorprender con una amplia variedad de propuestas artísticas que reflejan la diversidad y el talento de la joven generación de creadores cubanos”.
En tal sentido, la curadora Sandra García señaló que concursaron 82 obras, “lo que demuestra la confianza de los artistas en el trabajo del FAJ”.
Destacó que, a diferencia de otros certámenes similares, donde la pintura es la manifestación predominante, en la selección de finalistas de Mala Yerba hubo un balance de diversas instalaciones, esculturas y obras objetuales. La fotografía y el video, aunque en menor medida, destacan también entre las manifestaciones representadas”.
García hizo énfasis en la calidad de las obras, semejante en ambas convocatorias. No obstante, valoró que desde hace algunos años comienzan a notarse las consecuencias del cierre de escuelas y academias de arte en la mayoría de las provincias del país.
“La ausencia de profesores calificados y el poco acceso a los materiales de producción han dado al traste con obras muchas veces mal resueltas en términos formales y conceptuales. En ese sentido ha sido importante el apoyo metodológico y el acompañamiento que brinda el FAJ”, apuntó.
Voces premiadas
García también comentó que participaron artistas de todo el país con un porcentaje muy parejo de concursantes de ambos sexos.
En la Galería-Salón Blanco, ubicado en el Convento de San Francisco de Asís, en La Habana, se entregaron los premios del concurso de arte joven, el pasado 12 de septiembre.
El jurado, que integraron ensayistas, críticos y curadores de arte como Corina Matamoros, Sandra García y Nivaldo Carbonell, concedió el gran premio a la obra Palimpsesto, de Airel Suárez; fotografía que sobresalió por la mirada sobre el objeto ordinario como vivo reflejo de los procesos sociales.
Miguel Reyes mereció el primer premio por Espectáculo #65. Karla Betancourt fue segunda con Ajuste de cuentas y Karolyn Sánchez ocupó el tercer lugar por Merchandising.
Recibieron menciones Para que no me olvides, de Yeinier Núñez, y La muerte de la certeza, de Enrique Lisdán.
Para el habanero Airel Suárez, de 20 años, que pronto comenzará sus estudios en la Universidad de las Artes, el concurso Mala Yerba “es de suma importancia para el arte emergente”.
Asimismo apuntó que debido a “la precariedad del contexto cubano, el apoyo, la guía y las críticas de personas con experiencia en el sector del arte y sus mercados motiva en las nuevas generaciones la producción y el enfoque artístico más centrado: todo un reto pues la sociedad se ve hundida en un campo de vulgaridad y banalidad sobrevaloradas”.
De Sancti Spíritus, ciudad del centro de la isla, Karla Betancourt encontró en Mala Yerba una excelente oportunidad para ser reconocida y lograr que la crítica valorara de forma muy positiva su trabajo.
La restauradora del patrimonio y artesana, de 31 años de edad, aseguró: “A partir de aquí solo queda continuar con más energía y pensando en proyectos personales que, por supuesto, incluyan al tejido como medio principal”,
A la habanera Karolyn Sánchez, el concurso le sirvió para visibilizar parte de su obra y compartirla con otros artistas, “así que de alguna manera validó mi quehacer artístico”.
Respecto a sus próximas metas, la joven de 20 años comentó: “quiero seguir produciendo mi obra, que se vincula con la política, la infancia y la vida social en general; seguir revelando esos detalles que pueden pasar desapercibidos”.
De igual modo mencionó su interés de mantener el vínculo con el FAJ, “puesto que sus becas y convocatorias abren una gran posibilidad de crecimiento”.
Según anunció el comité organizador del concurso, la Galería-Salón Blanco expone las 29 obras finalistas y acoge un amplio programa de acciones hasta noviembre venidero, que incluyen la presentación del catálogo de la primera edición del concurso, charlas, talleres e intercambios teóricos sobre el arte joven. (2024)
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