¿Se fortalece en Cuba la controvertida libreta de abastecimiento?

Existe desde los años 60 y se ha intentado eliminar o al menos diluir como parte del plan de reformas, lo que el contexto actual en Cuba desaconseja.

Agentes de la Policía Nacional Revolucionaria de Cuba tratan de organizar en una fila a compradores aglomerados en el exterior de una tienda de alimentos, en el municipio de Marianao, en La Habana, donde la clientela no guarda la distancia interpersonal preceptiva para contener el contagio de la covid-19.

Foto: Jorge Luis Baños/ IPS

LA HABANA, 6 may 2020 (IPS) – La escasez de alimentos y otros productos de primera necesidad, que obliga a miles de personas a prolongadas esperas frente a establecimientos comerciales, conspira en Cuba contra los esfuerzos del sistema sanitario para combatir la covid-19.

El tema preocupa a las autoridades que barajan diversas fórmulas de oferta y distribución e intentan organizar las interminables filas de consumidores mediante medidas que van desde la exhortación directa a usar mascarilla y guardar la debida distancia entre unos y otros, hasta el control policial.

La habilitación de compras en línea no ha logrado estabilidad y no satisface la demanda, ya sea por sus ofertas insuficientes o por retraso en las entregas, cobros sin la entrega de mercancías y teléfonos para hacer los reclamos que no siempre funcionan, entre otras dificultades.

Entre la ciudanía, las opiniones y anécdotas son de todos los colores. De las colas y el tiempo empleado en ellas se habla casi tanto como de béisbol, el deporte nacional cubano. Debido al obligado confinamiento hogareño el teléfono y las redes sociales devienen vehículos idóneos para el intercambio de quejas y sugerencias de solución.

“Este domingo estuve casi cuatro horas para comprar un paquete chiquito de jamón y un litro de aceite. Un policía anotaba el número de carnet de los que íbamos llegando y luego un empleado de la tienda repartió números por orden de llegada”, confió a IPS un consumidor del municipio habanero de Playa que pidió no dar su nombre.

Algunos días antes, esa misma persona, la única de su hogar que sale a hacer compras, se había quejado del desorden y falta de control en una fila que hizo para adquirir pollo. “He visto a gente que no es del barrio y hace la cola más de una vez. Usan el celular para informarse sobre las ofertas y dónde. Por eso se acaban pronto los productos”, dijo.

“Estuve en cuatro colas (filas) para comprar detergente y se terminaba antes de que llegara mi turno de comprar.  En el quinto intento lo logré. Deberían ponerlo por la libreta, aunque me toque cada dos o tres meses”, comentó Mayrelis González, quien se quejó a IPS de la baja percepción de riesgo de muchas personas que encuentra en las calles.

La canasta básica racionada a través de la libreta de abastecimiento resurge como opción favorable para muchas personas porque ofrece mensualmente a la población cubana de 11,2 millones  cuotas determinadas de arroz, azúcar, huevo, pollo y otras proteínas animales, aceite y café. Sus precios son subvencionados por el Estado.

Aunque resuelve parte de las necesidades alimenticias de los sectores de menores recursos económicos, es insuficiente y la familia debe recurrir a los mercados de libre oferta, a precios mucho más altos. Existe desde los años 60 y se ha intentado eliminar o al menos diluir como parte del plan de reformas, lo que el contexto actual desaconseja.

Un empleado despacha a una clienta productos racionados a precios subsidiados, incluidos en la libreta de abastecimiento cubana, en una desvencijada bodega del municipio de Playa, en La Habana

Documentos del Marco de Asistencia de las Naciones Unidas para el Desarrollo en Cuba consideran que el acceso a esa cuota alimenticia es un derecho garantizado a todo ciudadano y resaltan que existen además dietas especiales para grupos vulnerables, infantes, mujeres embarazadas y enfermos con diferentes patologías.

Autoridades del sector económico han alertado que la oferta disponible a precios de mercado no es suficiente como para llevarla a la canasta normada y garantizar una oferta estable a los 3 809 000 núcleos familiares inscritos en este sistema y que agrupan a más de 11 millones de cubanos y cubanas.

No obstante, desde abril se introdujo la venta controlada (que se anota en la cartilla) y regulada (no se anota, pero depende de la disponibilidad) de determinados productos, pero a precios sin subsidio. A la vez, se amplió de 112 000 a 606 945 el número de familias que por sus bajos ingresos requieren de asistencia social.

“El desabastecimiento actual no se debe en modo alguno a la pandemia, ya eso se venía sufriendo desde meses atrás, producto de los escasez de divisas del país, lo que propició un recorte de las importaciones de determinados alimentos”, comentó a IPS el economista Omar Everleny Pérez Villanueva.

La covid-19 agrava las serias dificultades de la economía cubana, debido a la recesión del turismo, descenso de las remesas, fuertes tensiones en el sector energético y recrudecimiento del embargo estadounidense, principal obstáculo para el desarrollo del país según ha denunciado el gobierno cubano.

En ese contexto, el experto consideró “muy lógica la medida de redistribuir más equitativamente la crisis de productos que se tiene en el país, a través de organizarla en la cartilla de racionamiento”, aunque solo de manera coyuntural y como una “necesidad de supervivencia de las personas”.

Mediante una consulta entre subscriptores de su sitio digital en Cuba, IPS comprobó el interés de no pocas personas por ampliar el abastecimiento racionado para una distribución equitativa y ordenada de los alimentos disponibles, aunque no faltaron criterios adversos a esa idea.

“Creo que la infraestructura de la libreta permite darle mayor versatilidad a la distribución de alimentos. No sólo los subvencionados, sino también los liberados”, dijo Arantxa Fernández , para quien este mecanismo ofrece facilidades a las personas mayores con poca movilidad. “Sí yo pudiera acceder a más productos en mi bodega no saldría de mi cuadra”, concluyó.

Una mujer, con una mascarilla de protección, abandona un mercado agropecuario con los productos frescos recién adquiridos, en un barrio de La Habana, en Cuba.

Para Oniel Santana Contreras, en cambio, con el regreso al abastecimiento racionado se estarían moviendo las aglomeraciones de personas hacia las bodegas y carnicerías que tienen peores condiciones de almacenamiento y refrigeración que las tiendas de la red minorista en CUC (peso convertible con el dólar).

El economista Esteban Morales alertó que la “libreta resulta inoperante” si la oferta es insuficiente, como sucede en la actualidad. En su opinión, mientras se mantenga la escasez, la alternativa es aceptar las colas y organizarlas, distribuir “lo que se pueda” mediante la cartilla de abastecimiento y ayudar a las personas desvalidas.

“Yo creo que ante la escasez que vive el país la libreta sigue siendo indispensable, lo que debe cambiar es el concepto del uso que se le da a este método y el que se les confiere a las bodegas, mercados que serían más importantes si además de vender lo que se norma pudieran también ofertar productos liberados”, señaló la socióloga Reina Fleitas.

“Lo que necesita el Estado es buscar formas más unificadoras y más justas. Estoy a favor de eliminar el producto subsidiado y subsidiar personas, pero también que la bodega tenga productos racionados y liberados, nacionales e importados”, señaló la experta, para quien la libreta desempeña un papel importante en una economía dependiente de las importaciones.

La cartilla de racionamiento nació mediante la Ley 1015 del 12 marzo de 1962 para sortear, explicó el gobierno entonces, la escasez generada por la política contra el país de Estados Unidos, principal socio comercial en aquella época.

Estados Unidos, cuya costa sur solo dista de Cuba 90 millas náuticas (167 kilómetros), interrumpió ese año todas sus relaciones con la Revolución Cubana y estableció un embargo contra este país insular caribeño que aún se mantiene y que aquí se conoce como bloqueo.

También se adujo como razones para la cartilla, el crecimiento del poder adquisitivo de la población a un ritmo mayor que la producción de bienes de consumo y la incapacidad estatal para importarlos. Mediante la libreta se podía garantizar cuotas mínimas para todo el pueblo a precios subsidiados, a veces inferiores al costo de producción.

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