Diecinueve años de un día habanero
El contraste entre el deterioro físico de los hogares y la espiritualidad de sus habitantes hace que Suite Habana envuelva al espectador en una atmósfera de melancolía.
 
                                Fotograma de Suite Habana.
Foto: Tomada de Cubacine
El 23 de marzo de 2003, La Habana daba nombre a una suite. El estreno en el cine Charles Chaplin del filme dirigido por Fernando Pérez ofrecía las múltiples historias de los habitantes de una ciudad y la aproximación a una realidad tan cierta como lacerante.
Más allá de la decadencia física de la capital cubana que aparecía en pantalla, el diario vivir de sus protagonistas decía, sin palabras, hasta dónde habían llegado las promesas incumplidas de una utopía.
Suite Habana logra encadenar la vida de unos personajes donde las carencias materiales han condicionado los medios a los que apelan para continuar. Sin que ello signifique, sin embargo, pérdida alguna de su decencia, ni la renuncia a esos sueños que “ayudan a vivir”, como dice la canción de Carlos Varela.
Lo más importante, es que la película sirva para que los espectadores reflexionen y se pregunten cuál es la vida que llevan, qué sueños tienen y en qué medida pueden cambiarla”.
Uno de los aspectos más notables de la película es la variedad etaria de los personajes y el modo en que se presenta su cotidianidad. Desde un niño que puede sonreír gracias al amor de su familia. El bailarín joven y talentoso que se viste como ayudante de albañil para reparar su casa. Adultos que desarrollan vocaciones artísticas por fuera de sus oficios.
Y ancianos que permanecen en sus hogares dedicados a la vida doméstica o a la simple expectación de los días que pasan. Con la excepción de una, que vende maní en las calles.
Melancólica Habana
El desarrollo de la película expone las contradicciones de una sociedad empantanada en la más profunda crisis económica y social que enfrentó el país desde 1959, el llamado Periodo Especial y sus secuelas. Los protagonistas, vulnerables unos y vulnerados otros, desmitifican el cliché turístico de paraíso tropical y alegría constante.
Aunque no pueda decirse que la película busca recrearse en la tristeza o en un ambiente depresivo, la confluencia entre el deterioro físico de los hogares y la espiritualidad de sus habitantes, junto al manejo poético que hace Fernando Pérez del sonido ambiente y de la música, envuelve al espectador en una atmósfera de melancolía.

Esta concurrencia sonora y visual adquiere el mayor aliento poético en el acercamiento íntimo a sus personajes. Las secuencias de Heriberto, el reparador de líneas férreas que también toca el saxofón, muestran la versatilidad de unas personas que, sin importar la práctica de un oficio rudo, le incorporan sentido a su vida a través de la espiritualidad y la fe.
Antes de marcharse hacia el local donde va a interpretar su instrumento musical, Heriberto le da un beso en la mejilla a su madre de 97 años. La anciana contempla el televisor, inmóvil, abstraída en la pantalla donde el trovador Silvio Rodríguez pronuncia “tu tiempo es, ahora, una mariposa”. Mientras la canción enhebra su discurso lírico sobre el recuerdo y el vuelo de los años, la cámara se posa en el rostro de Natividad y traza una metáfora visual sobre la fugacidad de la existencia.
Viaje diario de la existencia
La canción continúa y en varias casas es la hora de comer. Cierta oscuridad persiste en los hogares; sin embargo, el ambiente casi monocromático de las imágenes es opacado por la música.
En el recorrido de la cámara, una fotografía se convierte en el centro de la toma. La alegría de una boda ha quedado plasmada en el retrato. Sus protagonistas, ya envejecidos, están muy lejos de reflejar todos aquellos sentimientos que los embargaron una vez, esos que “inundaron un segundo”, similar a “Mariposas”, el tema de Silvio Rodríguez.
Llegada la noche de Suite Habana, las imágenes viajan desde un culto en una iglesia mientras se escuchan canticos de alabanza, hasta un Estadio Latinoamericano repleto, donde se disfruta un juego de béisbol: también un asunto sagrado para la idiosincrasia de muchos cubanos.
Muchas de las problemáticas mostradas en la película de 2003 mantienen su vigencia de en la sociedad cubana actual. La separación familiar por causa de la emigración es una de ellas. El análisis artístico de Fernando Pérez trasciende y avizora circunstancias que se han agudizado con el tiempo.
Las aproximaciones al universo habanero, el retrato de barrios con submundos fértiles en complejidad y contradicciones, ya existían en la literatura de ficción. Es el caso, por ejemplo, de Trilogía Sucia de La Habana de Pedro Juan Gutiérrez.

Pero en Suite Habana, ese viaje diario de la existencia, materializado en rutinas a través de un entorno hostil, intenta un alejamiento de la crudeza mediante el montaje entrecruzado de las distintas historias y la humanidad que aflora de sus protagonistas en la persecución de sus sueños.
Mejor compresión de la realidad cubana
Lo inusitado de un largometraje compuesto desde lo vivencial, con una definición que escapa a cualquier categoría, pues se mueve entre el documental y lo ficticio, no fue indiferente para los jurados en los diversos certámenes donde participó. Durante el Festival Internacional del Nuevo Cine Latinoamericano de La Habana, se agenció los premios Corales en mejor película, dirección, sonido, música y cartel, además del galardón de FIPRESCI.
Suite Habana es un monumento fílmico cuya validez universal de las historias y su tratamiento narrativo y visual repercute en disímiles geografías. En España recibió el premio Goya 2003 a la mejor película extranjera de habla hispana y al mejor documental.
El también realizador de Clandestinos y Madagascar comentó en entrevista para el diario español El País: “Lo más importante, es que la película sirva para que los espectadores reflexionen y se pregunten cual es la vida que llevan, que sueños tienen y en qué medida pueden cambiarla”. El poder inherente a sus conflictos humanos y la actualidad de esta película merece que siga siendo vista, por su contribución a una mejor compresión de la realidad de Cuba.
Y aunque es imposible abarcar en un solo largometraje el universo caótico, a veces inverosímil, de la capital cubana, tras diecinueve años, cuando se reinicie el sonido de esta suite urbana, vale poner la vida en pausa y sumergirse en ese día habanero llevado de la mano por su director Fernando Pérez. (2022)
 
                        
Un comentario
Alba Peralta
Gracias a Sender y a esta editorial que lo publica.
Este escrito hace una real recreación de la pelìcila que marcò un momento importante en el cine cubano donde se refleja la realidad de los cubanos con todos sus matices.
Se está recordando con nitidez el filme mientras se lee, pero además, nos permite remontarnos a la dura realidad actual y replantearnos cuáles son nuestras aspiraciones y necesidades, así como todo lo que tenemos que hacer para alcanzarlo, desde el éxodo hasta tener que ejercer trabajos distintos a nuestra profesión.
Además, este joven escritor nos transporta de manera muy profunda hacia preguntas de corte existencial como ¿quiénes somos y a dónde vamos? O mejor, hacia dónde podemos ir en circunstancias difíciles de la época y la geografía en que nos tocó vivir, con todas sus ventajas y desventajas.
Gracias siempre a Fernando Pérez por su obra y a Sender que nos invita siempre a una beneficiosa reflexión y nos conduce a la espiritualidad y a la cultivación de la fe.