Fenómenos naturales y las cintas premiadas en Gibara

El 19 Festival Internacional de Cine Pobre, realizado del 15 al 19 de abril en la villa costera de Holguín, con los títulos de sus premios Lucía permite valorar la creación fílmica contemporánea.

Susana Molina, directora de la Escuela Internacional de Cine y Televisión de San Antonio de los Baños, recoge en nombre del director Marcos Díaz Sosa el Premio Lucía otorgado a Fenómenos naturales.

Foto: Cortesía de Cristhian Escalona

El Festival Internacional de Cine Pobre de Gibara entregó los premios Lucía de su edición 19, cerrando un programa que comenzó el día 15 de abril y que contó, además de la proyecciones de los filmes, con paneles, conversatorios, exposiciones, foros, conciertos, obras de teatro, muestras especiales.

Todas estas acciones reafirman la confluencia de manifestaciones artísticas en el evento creado en 2003 por Humberto Solás (1941-2008) en la urbe costera de la provincia Holguín.

Cada festival cinematográfico —ya sea una cita general o temática, un evento regional, nacional o internacional— funciona como medidor de una producción contemporánea determinada. Es una especie de caleidoscopio, que posibilita apreciar qué se realiza, por dónde se mueven las búsquedas, las intenciones, incluso a nivel genérico.

Los premios que otorga posibilitan, por tanto, posicionar y establecer —en dependencia de las obras en concurso, que no será jamás toda la producción realizada en una zona o país, pues incluye, entre disímiles factores, la propia convocatoria y la posterior curaduría— patrones de calidad, jerarquía e incluso abordajes críticos.

En el Festival gibarareño fueron inscritas alrededor de 500 obras, de 30 países. La mayoría de ellas cubanas; pero con presencia considerable de Argentina, España, México, Perú, Colombia, Estados Unidos, Chile, Uruguay y Brasil. Es una cifra elogiable, sobre todo si se tiene en cuenta que tuvo menos tiempo al regresar del anterior agosto, cuando se realizó la edición 18, al mes original, abril.

Repasemos los galardonados con el premio nombrado en homenaje al clásico filme homónimo de Solás, realizado en 1968. De esta manera, es posible tomarle el pulso desde el cine, epicentro de las actividades del Festival, a este evento que prioriza, volviendo a Solás y su Manifiesto fundacional, una producción de “restringida economía que se ejecuta tanto en los países de menos desarrollo o periféricos” como en “las sociedades rectoras a nivel económico-cultural, ya sea dentro de programas de producción oficiales, ya sea a través del cine independiente o alternativo”.

Fotograma de Fenómenos naturales, largometraje de ficción de Marcos Díaz Sosa (Foto: Tomada de web oficial de FICGibara)
Fenómenos naturales en el cine cubano

Comencemos por el premio más esperado de la noche; y que se entregó de último, manteniendo la expectativa: el Lucía a la mejor obra de ficción. Lo obtuvo Fenómenos naturales, ópera prima de Marcos Díaz Sosa, única cubana entre los diez largos de ficción en competencia y la película que había inaugurado el Festival.

Fenómenos naturales podría funcionar como una escueta fábula (o un pequeño artefacto narrativo) en el vórtice de la estadounidense El mago de Oz (1939) y de la cubana Alicia en el pueblo de Maravillas (1990).

Incluso la analogía con la primera es mucho más evidente desde la escena donde los protagonistas ven, sin audio, el filme; o el tornado que ―tal y como en el Kansas del libro de Lyman Frank Baum y de la película de Victor Fleming― hace que Vilma sea “lanzada” a una cercana isla paradisiaca, enclave paralelo a la realidad que se vive a finales de los años ochenta en el resto del país.

La protagonista, interpretada por Andrea Doimeadiós, cual una Judy Garland enfermera en un pequeño pueblo de Villa Clara, en el centro de la isla, sueña, como la Dorothy Gale de la historia original, con un futuro más allá del entorno difícil y poco prometedor de su ambiente rural.

Esta “fantasía basada en hechos reales”, como ha comentado su director y suelen ser, precisamente, las fantasías, se traslada por el terreno movedizo de lo intergenérico. Toques de drama, fantástico y cine de autor hilvanan “elementos poéticos” que intentan si no desafiar, al menos sí moverse entre las convenciones narrativas, a golpe de imaginación y alegando las posibilidades expansivas de estas. Una cuestión que la acerca, desde la sátira y el absurdo y, también, con los matices del simbolismo sociopolítico, al mencionado filme de Daniel Díaz Torres.

Metáforas nacionales como tiros al blanco

Los anhelos de los jóvenes son personificados por una Vilma —que podrían ser los de la juventud del propio director— atrapada en un contexto rural como metáfora del nacional. Como si ella sólo pudiera encontrar su desarrollo (o frustración) en una realidad lejana para la mayoría, pero real para unos pocos. Como si siempre el país se hubiera dividido en varias formas de vida/realidades a partir de posiciones económicas (y morales) ahora cada vez más marcadas.

Una isla junto a otra isla como espacio de simulación, como resort en el trópico para actrices del campo socialista o competencias de tiro deportivo, para una “fauna” que recuerda a la de Alicia en Maravillas de Noveras.

La necesidad de la libertad individual, la construcción de la realidad, la búsqueda de los sueños, la resiliencia frente a condiciones adversas, la contradicción entre un discurso oficial (que no deja de resaltar la épica como sostén ideológico) y la ardua cotidianidad, como si fueran universos paralelos moderados por los mass media y las relaciones de poder, sostienen parte de las búsquedas de Díaz Sosa en su primer largometraje de ficción.

El jurado de ficción de Gibara entregó menciones especiales a los largometrajes Cuando las hojas del nogal se vuelven amarillas, de Mehmet Ali Konar (Turquía, 2024); Parto, comedia de Vivian Bruckman-Blondet (Puerto Rico, 2025); y al cortometraje Kokuhaku, de Adriá Guxens (España, 2024).

Cartel de Lago escondido, soberanía en juego, documental de Camilo Gómez Montero merecedor del Lucía a la mejor obra documental (Foto: Tomada de web oficial de FICGibara)
Herida abierta en la soberanía argentina

El jurado de Documentales, otra categoría muy esperada en las premiaciones del Festival de Gibara, entregó el Lucía a Lago escondido, soberanía en juego, largometraje de Camilo Gómez Montero (Argentina, 2024). Además, dispensó menciones a Mañana será mejor, de Eli Maene (República Democrática del Congo, 2024); y El bosque intermitente, de Lázaro Lemus (Cuba-España, 2023), una de las producciones más interesantes en la documentalística cubana reciente.

Lago escondido recuerda la tradición nacional del documental político y de denuncia social y nos remite al Grupo Cine Liberación (Getino, Solanas y Vallejo) y al Cine de la Base encabezado por Gleyzer.

La cinta da testimonio de la Séptima Marcha por la Soberanía al Lago Escondido, donde el multimillonario británico Joe Lewis ha establecido, de forma anticonstitucional, un feudo de 12 mil hectáreas en la Patagonia, a pocos kilómetros de la frontera chilena.

Gómez Montero sigue a dos grupos organizados: uno por el ancestral camino público de Tacuifí, senda por la cual cualquier visitante podría acercarse a disfrutar del lago y ahora cerrada por Lewis; y otro por la montaña, recorriendo inhóspitos trillos y enfrentando peligros, con los hombres de la región que trabajan para el inglés, disfrazados de gauchos; incluso en complicidad con la policía de la Provincia de Río Negro; hasta llegar ambos a Lago Escondido en una acción cívica y patriótica.

Realizadores/marchantes en la Patagonia

Llegados desde todas las provincias, los manifestantes realizan desde el 2017 esta marcha bajo el lema “Las Malvinas son Argentinas y el Lago Escondido también”. La integran, entre otros, peronistas, socialistas, veteranos de la guerra de las Malvinas, miembros de pueblos originarios y religiosos.

¿Cómo se llevan adelante las marchas ciudadanas en la Patagonia? ¿Cómo es por dentro ese feudo británico? ¿Quiénes son los argentinos que respondían a las órdenes del inglés? ¿Y qué intereses geopolíticos se esconden detrás? Son algunas de las preguntas que motivaron a sus realizadores.

La tecnología de drones capta la belleza de la Patagonia y también la veracidad de imágenes que parecen salidas de algún western. Pero sin ficción ni puestas en escena: como si se tratara de un formato de reality, con el motor de una historia potente y de denuncia social detrás.

“La decisión fue no utilizar imágenes de archivo, ni voz en off omnisciente, ni largas entrevistas, y sí desplazarnos directamente con las cámaras hasta el lugar de los hechos para tener un registro puro, que los lentes y micrófonos estuvieran en el medio de la acción. Así nos convertimos, también, en realizadores/marchantes”, comenta Camilo Gómez.

Otros premios

Por su parte, el Premio Lucía a la mejor obra de animación o experimental, nuevas categorías en concurso este año en el Festival, fue para Yo voy conmigo, de Chelo Loureiro (animación, España, 2023); y las menciones para Cedro libanés (videoarte, Argentina, 2025) de Nuria Suaya y Facundo Rodríguez; y 40 grados a la sombra, de Eduardo Koko (animación, Argentina, 2023).

El Premio Humberto Solás de Cine en Construcción posibilita a varias obras en desarrollo que reciban diferentes servicios para su realización, por parte de los Estudios Churubusco SA (México) y Orizzonti Hub (Italia). En este acápite, el jurado reconoció al largometraje documental Nunca más abril (México) de Ricardo Cárdenas Pérez; a La gente de la ruta (Argentina), largo de ficción de Lucas Koziarski; y al corto italiano de ficción Pizza Flash, de Luca Guanci (2025).

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