Marta Valdés: Un adiós sin adiós

A los noventa años de edad acaba de fallecer en La Habana la compositora, intérprete y crítica musical Marta Valdés, la más grande representante de la segunda generación del filin en Cuba.

Sus composiciones fueron referentes de los posteriores miembros del movimiento de la Nueva Trova.

Foto: Tomada de UNEAC

Originalísima, certera en sus juicios, fuerte y sensible al mismo tiempo, Marta Valdés seguirá siendo, aún después de su muerte, una presencia insoslayable en la historia musical de Cuba.

Nadie como ella para conjugar armonías difíciles y hermosas con melodías y textos que renovaron la poesía amorosa en la canción cubana siguiendo la huella de José Antonio Méndez, César Portillo de la Luz y otros integrantes de la primera generación del filin pero armándose de una forma única para composiciones que fueron referentes de los posteriores miembros del movimiento de la Nueva Trova.

Porque Marta afirmaba que su contacto físico con la música no fue el oído sino una punzada en el pecho que se iba desplazando hacia la izquierda, y desde allí, nos deja páginas y partituras memorables que recorrieron  el mundo en las voces de connotados intérpretes.

Compuso sones, criollas, habaneras y música para teatro y televisión.

Nada, decía, me acerca más a la naturaleza de la vida que la música y en esa manifestación artística llegó a una cima difícil de alcanzar y representativa de un feminismo delicado en el que la autenticidad y la fidelidad al sentimiento buscaron asidero “para salvar las tardes y las noches del miedo a lo desconocido”, según confesó.

A los once años recibió sus primeras nociones de guitarra y estudió Filosofía y Letras en la Universidad de La Habana lo que tal vez explique su alto nivel intelectual desplegado en libros como Donde vive la música, Palabras y La cuerda en el aire.

Sorprendió desde los inicios de su carrera profesional en 1955 con el bolero Palabras, una de sus composiciones más excelsas interpretada por las mejores voces del pentagrama de su país y de otras partes.

Compuso sones, criollas, habaneras y música para teatro y televisión. Todavía se recuerda su paso como asesora de Teatro Estudio donde su obra fue mucho más que una manera de ganarse la vida.

Su condición de autora-puente entre el filin y lo que sería el movimiento de la Nueva Trova cubana quizás fue la causa de que se le convocara para participar en el Encuentro de la Canción Protesta auspiciado en 1967 por Casa de las Américas.

Marta siempre respaldó con palabras y con hechos a los integrantes de este movimiento y algunos como Pablo Milanés y Sara González acogieron en su repertorio muchas de sus inigualables y nada simplistas composiciones.

Esta artista estudió Filosofía y Letras en la Universidad de La Habana.

Dio pruebas de su agudeza en la crítica musical cuando entre 2009 y 2013 ejerció este oficio en la columna Palabras del periódico digital Cubadebate como mucho antes lo había hecho en otros medios de la prensa cubana.

Crónicas, testimonios, valoraciones sobre el acontecer musical de su país son el legado literario que esta genial compositora nos deja junto a su imprescindible labor en el pentagrama.

En 2007 recibió el Premio Nacional de Música y fue reconocida, asimismo, con otros galardones como el Pablo del Centro de la Torriente Brau, la distinción por la Cultura Nacional, la medalla Alejo Carpentier y la Orden de Primer Grado Félix Varela.

Hablar de Marta en pasado es algo que, personalmente, todavía no puedo aceptar. Su fidelidad a toda prueba, su amistad inigualable y su generosidad al evaluar el trabajo de sus colegas pero también de otros artistas y escritores demuestran la calidad humana de una mujer grande, modesta y entrañable que cumplió su ciclo de vida con todo lo que de humana y grande hubo en ella.

Este adiós sin adiós para Marta Valdés significa la seguridad en que la muerte no hará sino engrandecer a un ser humano excepcional y a una de las más grandes figuras de toda la historia musical cubana. (2024)

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